Dejaos llevar por la locura, dejad que vuestros sentidos se extasíen con Lisztomania (Ken Russell, 1975). Después de regalarnos Tommy (1975), el director se embarcó en un nuevo proyecto musical: una película sobre la vida del músico Franz Liszt. Sin embargo, en lugar de adoptar un estilo más realista, como hacen la mayoría de los biopics, Russell optó por hacer una especie de biopic alegórico.
Con "biopic alegórico" quiero decir que el director sigue de forma bastante fiel la vida de Franz Liszt pero nos lo muestra mediante alegorías y metáforas. Por ejemplo, la "Lisztomania" fue un fenómeno real, que se dio a partir de 1840, que se refería a la histeria que sufrían las mujeres que asistían a los conciertos de Liszt. Un fenómeno que no volvería a repetirse hasta la llegada de artistas como Elvis Presley y los Beatles, más de cien años después. Así que Russell decide convertir a Liszt, interpretado por Roger Daltrey, en una estrella del rock para ilustrar lo que sucedía de modo que lo entienda la audiencia contemporánea.
El simbolismo y la alegoría se van haciendo más pronunciados a medida que avanzamos en el film, llegando al extremo con la representación de lo que significó Richard Wagner (en el film, un fantástico Paul Nicholas) para los nazis. Este estilo logra que el espectador se quede alucinado, fascinado, esperando ver cuál será la siguiente locura que tendrá lugar ante sus perplejos ojos.
Russell, además, utiliza el film para hacer referencia y parodiar distintos géneros, integrándolos sin problema en la narrativa. Cuando Liszt recuerda la época más feliz de su relación con Marie d'Agoult (Fiona Lewis), se recrea una película de cine mudo. Para ilustrar cómo Liszt influyó en Wagner, se convierte a este en un vampiro (en serio).
En definitiva, Lisztomania es un genial delirio de principio a fin. Como dice el póster, una eléctrica, exótica y erótica fantasía rock, además de excesiva y fascinante. Una obra maestra que no deja indiferente.