Se nota que ya empieza el verano con la llegada de los estrenos veraniegos como Ruby, aventuras de una kraken adolescente (Ruby Gillman, Teenage Kraken, Kirk DeMicco, Faryn Pearl, 2023), de la que acabo de publicar una crítica en Underbrain Mgz, que podéis leer clicando aquí:
Hacia finales de los 90 del siglo XX, entre 1998 y 1999 imagino, leí en la revista Fangoria una interesante entrevista al director Walter Hill. En ella hablaba de la que iba a ser su próxima película, una mezcla de terror y ciencia ficción que se titulaba Supernova. La entrevista estaba ilustrada con fotografías del rodaje, sugiriendo que iba a ser sangrienta y "monstruosa". Me apunté el título para cuando se estrenara en España, pero pasaba el tiempo y no llegaba. Finalmente, se estrenó a finales del año 2000 Supernova (El fin del universo) (Supernova, Thomas Lee, 2000). Un momento, ¿quién era el tal Thomas Lee? ¿Y cómo era recomendada para mayores de 13 años si por las fotos debería haber bastante sangre? ¿Qué había pasado aquí?
Todo empezó con una estrella muerta. William Malone y el productor Daniel Chuba comenzaron a desarrollar a finales de los 80 lo que tendría que haber sido una sencilla y entretenida película de serie B que combinaría elementos de terror y ciencia ficción. Malone ya había demostrado habilidad mezclando estos géneros en Creature (Creature aka The Titan Find, William Malone, 1985) y Scared to Death (William Malone, 1980). Por su parte, Chuba planeaba llenar la película de efectos visuales creados por su compañía, de modo que les saldría más barato y parecería que la película habría costado mucho más de lo que hubiese costado en realidad. Por aquel entonces, el proyecto llevaba por nombre Dead Star y explicaba como un equipo de rescate acude a la luna Titán, tras recibir una llamada de socorro. Una vez allí recogen a un tripulante y se descubre que en esa luna se encontró algo que no había sido creado por humanos. La idea era hacer énfasis en las relaciones entre los personajes, explotando la tensión creada cuando un grupo de personas pasa mucho tiempo encerrada en un mismo lugar, añadiéndole luego el peligro de una criatura mutante, siendo el objetivo final convertirla, según Malone, en algo así como "Hellraiser en el espacio". O sea, Horizonte final (Event Horizon, Paul W. S. Anderson, 1997). Además, si habéis visto la mencionada Creature, en seguida veréis las similitudes entre los argumentos de ambas películas.
Las cosas se pusieron en marcha para Dead Star cuando MGM/UA se interesó por el proyecto, ahora titulado Supernova, pasando de ser la humilde producción de serie B imaginada para pasar a ser una producción de gran presupuesto, con la intención de convertirla en un blockbuster veraniego. Malone se desentendió del proyecto, el estudio decidió poner como director a Walter Hill. Lo primero que hizo Hill fue rescribir el guion, que entonces estaba atribuido a David C. Wilson, lo que hizo posible atraer a un atractivo reparto entre los que se encontraban James Spader, Robert Forster, Angela Basset, Lou Diamond Phillips y Robin Tunney.
Una de las primeras cosas que hizo Hill con el guion era alejarlo lo máximo posible de Alien, el octavo pasajero (Alien, Ridley Scott, 1979), de la que él había sido uno de los productores y se había mantenido como productor en el resto de secuelas. Unas semejanzas que, teniendo en cuenta los trabajos previos de William Malone, no deberían ser pocas. Pero la dirección hacia la que trabajaba Hill no debería ser del gusto de los ejecutivos de MGM, ya que se vio obligado a rescribir las páginas del guion continuamente, en presencia de los ejecutivos en el set, provocando que los actores se vieran obligados a memorizar escenas en el momento de rodarlas.
A pesar de todo, el rodaje transcurrió sin incidentes. Los problemas de verdad empezaron en la posproducción, cuando Hill editó la película y hizo una lista de escenas que se tendrían que rodar de nuevo. Los ejecutivos estaban de acuerdo en que se deberían rodar escenas de nuevo, pero no compartían la visión de Hill, de modo que lo despidieron. Entraba así en escena el director Jack Sholder, encargado del rodaje de las nuevas escenas y de editar la película más al gusto de los ejecutivos. Mientras Sholder trabajaba en darle a la película un tono menos oscuro y añadirle acción, a sus espaldas los ejecutivos llevaron la película a Francis Ford Coppola. Coppola se decidió a salvar la película mediante la edición, añadiendo escenas como una escena de sexo entre el personaje de Angela Basset y el de James Spader. Como esta escena no existía, se decidió utilizar material descartado de una escena de sexo entre los personajes de Robin Tunney y Lou Diamond Phillips, oscureciendo la piel de Tunney para hacerla pasar por la de Basset.
Por si todo esto fuera poco, se decidió hacer una versión para mayores de 13 años para ser estrenada en el cine, cambiando diversas escenas violentas y sexuales. Esta versión fue acompañada por uno de los peores tráileres de la historia del cine. El tráiler resulta interesante por ver fragmentos de escenas eliminadas, pero vende Supernova como una especie de comedia de acción y ciencia ficción que no se parece en nada a la película. Es verdaderamente terrible.
Teniendo en cuenta que ya se sabía los problemas por los que había pasado la película y el terrible tráiler, no es de extrañar que la película fuera un fracaso. Cuando se editó en formato doméstico, se decidió estrenar la versión para mayores de 18 años, versión en la que se notan más las raíces de serie B de la película, como por ejemplo que al personaje de Robin Tunney no se le pide nada más que poner cara de pasmo y quitarse la ropa. Un elemento de pura exploitation que nos encontramos en muchas producciones ochenteras de Roger Corman, cuando se dedicaba a hacer imitaciones de Alien.
Fue esta versión "R" la que vi en su día. La película me llamó la atención, primero, debido a la edad que tenía entonces, por la presencia de Tunney, claro. También me pareció una efectiva cinta de serie B, no muy distinta de las muchas que consumía por entonces (y ahora también). Sin embargo, me ha sorprendido ver como Supernova ha sobrevivido, recibiendo completas ediciones en Blu-ray. La más reciente edición hizo que volviera a visitar la película y, para mi sorpresa, fue una experiencia muy grata.
El film tiene sus problemas, es obvio. Las relaciones entre los personajes apenas se desarrollan, hay cosas que se explican en exceso y otras que no se explican lo suficiente para tener impacto. Pero, como ya he dicho, es una entretenida serie B que, en lugar de ser rodada en un almacén con unos decorados de saldo, cuenta con todo el lujo de producción hollywoodiense, una fantástica fotografía, buenos efectos especiales (para la época) y un gran reparto. Los conceptos más interesantes (e inquietantes) que plantea no se desarrollan y el final original es mucho más oscuro y memorable (el título castellano os da una pista). Pero eso no la hace muy distinta de otras producciones del mismo calibre, producciones de serie B con un presupuesto de serie A como Life (Vida) (Life, Daniel Espinosa, 2017). Que la película sea mínimamente coherente ya es un milagro teniendo en cuenta su complicada historia tras las cámaras, de modo que celebro que sea lo entretenida que es.
¿Alguna vez os habéis preguntado qué pasaría si los personajes típicos de una película porno se viesen envueltos en una trama propia de una película de terror? Si es así, Deep Murder (Nick Corirossi, 2018) es la película para vosotros.
Las cosas avanzan con normalidad en casa de los Dangler. Babs Dangler (Katie Aselton) y su cuñado Doug Dangler (Jerry O'Connell) estás inmersos en una maratón sexual, mientras el marido y hermano de ambos, respectivamente, Richard Dangler (Christopher McDonald) está ocupado con sus negocios a través del teléfono. Hugh Dangler (Quinn Beswick) está preocupado porque sigue siendo virgen y su mejor amigo Jace Bigman (Chris Redd) le intenta convencer que se apunte a un trío con la canguro (Jessica Parker Kennedy). Es entonces que llega a la casa de los Dangler la doctora Bunny Van Clit (Stephanie Drake) para anunciar que se han perdido la evacuación por la llegada de un huracán y que todos deberán permanecer encerrados en la mansión. Esto coincide con que se descubre el cuerpo sin vida de Doug. La llegada del detective Cross (Josh Margolin) no parece que sea de mucha ayuda debido a su extremada incompetencia. Mientras los cadáveres se empiezan a acumular, los ocupantes de la casa intentarán descubrir quién es el asesino antes de convertirse en una de las víctimas.
Esta comedia absurda parte de un concepto interesante. Parodiar los clichés de los misterios a lo Agatha Christie, del giallo y del slasher pero, en lugar de hacerlo utilizando como base los personajes típicos de este tipo de películas, hacerlo utilizando los personajes típicos de una película porno. Esto provoca que los personajes empiecen a ir más allá del cliché y poco a poco romper el molde que los constriñe. El reparto es fundamental en este aspecto y se ha de reconocer que el de Deep Murder hace un buen trabajo. Los actores mantienen la realidad de los personajes para transmitir mejor el absurdo de la comedia, sin exagerar la parodia, dándoles entidad a personajes cliché que se supone no tienen personalidad más allá de su habilidad para convertir cualquier situación en un encuentro sexual.
Pero por muy bueno que sea el reparto, reconozco que la película es algo irregular. En ocasiones repite demasiado un mismo chiste y se puede hacer algo larga. Dicho esto, también he de admitir que tiene momentos muy divertidos. El personaje de la canguro en particular fue la que me hizo reír más con dos momentos en concreto. El primero es cuando empieza a cuestionarse su papel en la vida y se dice: "últimamente he empezado a preguntarme las grandes incógnitas de la vida, como ¿sueñan los osos?". El otro es cuando, tras varios asesinatos y peripecias se dice a si misma: "empiezo a sospechar que en esta casa no hay niños que cuidar, ni siquiera hay una guardería". El otro personaje que también me hizo reír bastante fue la doctora Van Clit y su peculiar manera de concebir la ciencia.
Las partes positivas pesan más que las negativas, así que aunque me pareció irregular también me divirtió. De modo que no es que la recomiende, pero la presento como una comedia interesante.
Acabo de publicar en Underbrain Mgz un artículo sobre la franquicia que arrancó con el clásico de los 80 Los Inmortales (Highlander, Russell Mulcahy, 1986). Espero que los fans descubran cosas que tal vez no sabían sobre la saga y que aquellos que no la conozcan se animen a verla, especialmente la fantástica primera parte. Leedlo clicando aquí:
Con un título como Maniac Killer (1987), que no es ni original ni interesante, no parece la película que lo acompaña vaya a tener alguna de esas cualidades. Pero cuando se sabe que su director fue Andrea Bianchi, director de clásicos de culto como son La noche del terror (Le notti del terrore, 1981) y Desnuda ante el asesino (Nude per l'assassino, 1975), la cosa ya cambia, ¿eh, pervertidillos?
En algún lugar de Francia, una secta secuestra y tortura prostitutas hasta que estas confiesan que están poseídas por Satanás momento en que son asesinadas. La policía no hace nada hasta que es secuestrada la condesa Silvano (Paulina Adrián) y su marido, el conde (Bo Svenson) amenaza con tomarse la justicia por su mano. La policía sospecha del doctor Roger Osborne (Chuck Connors), pero el conde tiene su ojo puesto en Gondrand (Robert Ginty) que ya ha intentando anteriormente que la condesa le acompañe para jugar al Twister sin tablero.
Así escrito parece que Maniac Killer tiene un argumento que se desarrolla hasta su conclusión. En realidad, la película es una serie de escenas inconexas que se van presentando al espectador, que ha de ir deduciendo lo que sucede. Y hay varias cosas que quedan sin explicar, como si estamos en un pueblo o en una ciudad de Francia, porque la cantidad de prostitutas que desaparecen y la cantidad de chulos que la habitan dispuestos a tomarse la justicia por su mano es desproporcionado para un pueblo de cualquier tamaño. Pero los comentarios que se hacen sobre el lugar y las personas que lo habitan parece indicar que es un pueblo pequeño y perdido. Lo cual hace que la policía quede como más incompetente al no hacer absolutamente nada hasta que desparece la condesa. Por supuesto, es difícil juzgar hasta que punto la policía es negligente porque el número de víctimas no queda nunca claro. Solo vemos tres contando la condesa pero se habla de muchas más; de las tres que vemos solo se habla de dos. Bianchi, además, parece que se esforzó en editar la película de manera que cualquier esperanza de desarrollo lógico fuera eliminada. Así, un grupo de pueblerinos habla de algo que sucede unos minutos después para el espectador. Personajes que aparecen ocultos para crear misterio alrededor de su identidad son identificados de forma inmediata sin ninguna revelación. Es decir, en un par de escenas se oculta la identidad del líder de la secta bajo una capucha y luego aparece sin la capucha pero sin que haya una revelación sorpresa ni nada. Simplemente pasa.
La torpeza y la ineptitud parece que son el centro de la película. Tanto por parte de los personajes como por parte del director y los guionistas. Lo único que se puede calificar de profesional y efectivo son las interpretaciones de Chuck Connors, Bo Svenson y Robert Ginty. Los tres eran profesionales acostumbrados a bregar en la serie B, así que su trabajo es impecable. Sus interpretaciones destacan aún más si las comparamos con las sobreactuaciones del resto del reparto, actuando como alienígenas que se hacen pasar por humanos. Connors incluso mantiene la compostura cuando su personaje, un científico, parece estudiar atentamente datos que aparecen en la pantalla de un ordenador relacionados con su investigación, que es obvio que se trata de un salvapantallas que va mostrando las mismas ilustraciones una y otra vez.
Bianchi crea una película tan increíblemente anticinematográfica que parece una película experimental. Le pones Godard en los títulos de crédito y hoy día se estaría estudiando en las universidades. Maniac Killer es cine basura exploitation del máximo nivel.
Dentro del cine de terror, el slasher es, sin duda, la rama más autorreflexiva y autoparódica. Su clara y sencilla fórmula invitó, desde prácticamente su inicio, no sólo a la parodia, también empezaron pronto los momentos metalingüísticos dentro de las nuevas entradas del género. Este fenómeno, que llegaría al mainstream con Scream: Vigila quién llama (Scream, Wes Craven, 1996), empieza a surgir durante la década de los 80 del siglo XX cuando su popularidad estaba al máximo. Un ejemplo de ello es el no muy conocido título El retorno de Martin (Evil Laugh, Dominick Brascia, 1986).
El argumento de Evil Laugh es bastante común: un grupo de amigos estudiantes de medicina se reúne para arreglar un antiguo orfanato y convertirlo en una casa de acogida para niños necesitados. Pero mientras se encuentran limpiando el lugar, uno a uno empezará a ser asesinado por una misteriosa figura que suelta una risita diabólica cada vez que mata. Pero este argumento común no impide que este sea un título tremendamente entretenido y sangriento.
Lo que hace que este título destaque es que los responsables, el director Dominick Brascia y el guionista Steven Baio (que también interpreta a uno de los protagonistas), inyecta un referencial sentido del humor, dotando a la película de un conseguido equilibrio entre la comedia y el terror. Es también una película que, no muy habitual para la época, hace explícitas referencias a películas hoy clásicas pero entonces bastante recientes como La noche de Halloween (Halloween, John Carpenter, 1978) y la franquicia Viernes 13. No solo son referencias visuales y narrativas, también a través de uno de los personajes. Barney, interpretado por Jerold Pearson, es un aficionado al cine de terror que aparece por primera vez en pantalla leyendo la clásica revista dedicada al cine de terror Fangoria. Barney, cuando descubre la historia pasada del lugar, insiste en que todo el mundo se vaya inmediatamente, intenta evitar que sus amigos tengan relaciones sexuales... En definitiva, utiliza su conocimiento del género para sobrevivir una situación similar a las que se encuentra en las películas de terror que ve.
La inclusión de Barney y el sentido del humor hacen que la película sea más interesante de lo que podría parecer a primera vista por su vulgar argumento. Además, los cineastas concluyen con un final cargado de humor negro realmente brillante. En definitiva, un título que los aficionados al género harían bien en ver.
Todavía calentita está la recién publicada crítica que he escrito de Transformers: El despertar de las bestias (Transformers: Rise of the Beasts, Steven Caple Jr, 2023) para Underbrain Mgz y que podéis leer aquí:
Resulta agradable salir de una peli de Transformers sin un terrible dolor de cabeza. Solo por eso esta entrega es mejor que toda la saga dirigida por Michael Bay. Pero, por otro lado, es más de lo mismo, nada nuevo, lo que se dice para pasar el rato.
Gritos de miedo (Night Screams, Allen Plone, 1987) es un slasher de finales de los 80 del siglo XX, rescatado del olvido tras años acumulando polvo en estanterías de videoclubes y, más tarde, cajas de DVDs de saldo. Es el tipo de película que no se puede decir que sea "buena", pero contiene diversos elementos de interés para el aficionado al cine de calidad alternativa.
El argumento es de lo más básicos que se puede encontrar en el género. Para celebrar su más reciente victoria que trae consigo una beca para estudiar en la universidad, David (Joseph Paul Manno) decide dar una fiesta en su casa para sus amigos más cercanos. Esta fiesta coincide con la fuga de tres criminales, de los cuales dos, Runner (Tony Brown) y Snake (John Hines), se refugian en la casa donde se hace la fiesta. Pronto, los invitados empiezan a ser asesinados uno a uno, aunque parece que hay alguien más aparte de los criminales fugados haciendo limpieza de adolescentes.
El director Allen Plone tenía cero habilidad para crear escenas de suspense. Los asesinatos están rodados con poca imaginación y de forma rutinaria, con sangre pero sin efectos especiales a destacar. No, es la habilidad narrativa del director lo que hace destacar esta producción independiente de bajo presupuesto, más bien lo contrario. Para empezar, como a los productores les pareció que la película era demasiado corta, se tomó la decisión de añadir fragmentos de otras películas para rellenar. Esto se traduce en que la escena inicial, en la que una pareja se dedica a ver una película en televisión antes de ser asesinada, se hace más larga incluyendo escenas de El día de la graduación (Graduation Day, Herb Freed, 1981), casi un resumen de todo este clásico menor (es el único momento con efectos gore de toda la película que merezca ser mencionado), creando un inconsciente momento metalingüístico. Otro momento con relleno es cuando una pareja en la fiesta decide ver una cinta porno, mostrándose escenas de una película erótica (no he podido identificarla), creando un efecto extraño cuando la pareja ha dejado de ver la película y decide seguir su fiesta en una sauna y se siguen intercalando escenas de la película erótica de forma desconectada. Finalmente, para llegar a la duración mínima, se decidió alargar la secuencia de títulos finales añadiendo escenas entre créditos, incluso una escena eliminada, con lo que se tiene la sensación de ver dos veces seguidas la misma película. Actualmente, en la edición de la película que ha hecho Vinegar Syndrome hay la opción de ver Gritos de miedo sin los momentos de relleno, más cercana a la visión original de los cineastas, pero lo cierto es que pierde algo de lo que la hace diferente sin ese relleno absurdo.
Night Screams no es un slasher memorable por su suspense (inexistente) o sus personajes o sus asesinatos. No, lo que hace esta película memorable son los momentos extraños y únicos que el film nos regala. Como las interpretaciones, en las que no hay término medio: el reparto es inexpresivo o sobreactúa como si no hubiera un mañana, lo que ayuda a que tardes 2 segundos en saber quién es el asesino. Hay dos escenas en las que la película se detiene para que un grupo llamado The Sweetheart Dancers ejecuten una coreografía al más puro cheerleader. Los diálogos terribles de la mejor manera que pueden serlo. El final completamente ridículo...
Queda claro que este no es un título que pasará a los anales del género por su calidad, pero es innegable que resulta bastante divertido de ver, especialmente para los aficionados al cine trash. Es un título que más que a los aficionados al cine de terror, yo diría que es más adecuado para los que sepan apreciar la belleza y fascinación que puede despertar la torpeza especialmente creativa.