En ocasiones, uno se acerca a una película con la idea de disfrutarla y pasarlo bien, porque te parece que como fan del género es casi una obligación. Pero, a veces, ni la mejor predisposición te puede salvar de la amarga decepción. Ejemplo de esto: Death House (B. Harrison Smith, 2017).
Lo primero que destaca de Death House, usado como herramienta de promoción, es su impresionante reparto compuesto casi en su totalidad de estrellas del cine de terror: Tony Todd, Bill Moseley, Sid Haig, Dee Wallace, Barbara Crampton, Adrienne Barbeau, Michael Berryman, Kane Hodder... La lista sigue y sigue, desde cameos a papeles principales, la reunión de nombres relevantes del género es impresionante. La historia, además, fue ideada por Gunnar Hansen, que también aparece como homenaje en pantallas ya que murió antes de poder ver el proyecto convertido en realidad.
Su historia también resulta interesante sobre el papel: una prisión tecnológicamente avanzada que contiene dentro de sus paredes lo peor de lo peor y que podría ser una especie de puerta del infierno. Se produce un motín y los protagonistas deben sobrevivir encerrados en un edificio lleno de monstruos.
Pero los problemas de la película arrancan con el propio guion, escrito por el también director B. Harrison Smith, que no ejecuta el concepto con eficacia, forzando escenas sin lógica alguna. Un ejemplo, la protagonista agente Toria Boon, interpretada por Courtney Palm, está infiltrada en un grupo nazi al inicio del film. Mata dos inocentes para probar su fidelidad, para luego, inmediatamente después, pasar a disparar al jefe que venía a detener, el papel de Hodder. Se ejecuta de tal manera que era completamente innecesario que la agente matara a esas personas, pero se fuerza porque la historia necesita el trauma de la agente. Todo está plagado de fallos de lógica narrativa como este.
Soy un defensor de las películas de bajo presupuesto, de las películas realizadas con más pasión que dinero. He visto películas hechas con casi nada pero que han conseguido obtener grandes resultados con modestos efectos por ordenador, como Phantasma V: Ravager (Phantasm: Ravager, David Hartman, 2016). Soy bastante tolerante con los malos efectos, pero los efectos de Death House son tan increíblemente malos que logran sacarme completamente de la película, especialmente cuando son usados para crear entornos virtuales porque no tenían lugar donde rodar alguna escena (y no me refiero a los entornos virtuales que ocupan los presos).
A pesar de ser fan del género de terror y disfrutar con la reunión de un reparto que consiste casi por entero en estrellas del género, a pesar de defender las pelísculas de bajo presupuesto, la inepta dirección y el pésimo guion de Smith convirtieron Death House en una gran decepción. No hay nada peor que ver una buena idea desperdiciada de esta manera. Imagino que la curiosidad hará que muchos fans quieran verla como me sucedió a mí. Que lo hagan preparados para ver una película horrible, y no en el buen sentido.