El giallo fue instrumental en la creación del slasher. Existe una innegable conexión entre ambos géneros que se hace evidente en películas como La orgía de la sangre (Un bianco vestito per Marialé, Romano Scavolini, 1972), cuya estructura sería luego repetida en incontables títulos del slasher: un prólogo en el pasado, un grupo de personajes que se reúnen en un lugar aislado y que luego son eliminados uno a uno.
Por supuesto, el giallo tiene sus propias influencias, como el género gótico y la novela de Agatha Christie Los diez negritos, que en La orgía de la sangre son bastante evidentes. El prólogo arranca cuando una pequeña Marialé es testigo de cómo su padre asesina a su madre y al amante de esta, tras lo cual el padre se suicida. Veinte años más tarde nos encontramos ante una adulta Marialé, interpretada por Evelyn Stewart (conocida también por su nombre real Ida Galli), que no tiene una muy feliz existencia. Su trauma infantil la ha llevado a casarse con Paolo (Luigi Pistilli), quien con la ayuda de un inquietante mayordomo (Gengher Gatti), intenta mantenerla sedada y encerrada en casa. A pesar de ello, Marialé se las arregla para enviar varios telegramas invitando a varios de sus amigos a una cena en el castillo del matrimonio. Entre los amigos se encuentra Massimo (Ivan Rassimov), antiguo amante de Marialé que la sigue queriendo.
El inicio del film es donde se muestra una mayor influencia gótica, culminando con los invitados deambulando por un tétrico sótano iluminado por relámpagos. En este sótano encontrarán distintos disfraces y Marialé encontrará el vestido blanco que llevaba su madre cuando fue asesinada, poniendo en marcha toda una serie de violentos asesinatos. A partir de aquí el film cambia, en una larga escena en la que los personajes dan rienda suelta a su hedonismo y salen a la luz deseos y odios reprimidos, con una cena que parodia la Última Cena, algo bastante habitual entonces entre los cineastas que buscaban provocar al espectador. Entre toda esta decadencia desatada el único personaje que se mantiene al margen es el Massimo de Rassimov, al que los demás personajes se refieren de forma despectiva como "el poeta". Massimo es el único honesto: está allí porque quiere a Marialé, no lo oculta y lo hace explícito. Es posible que al ser un artista, lo que deduzco por el apelativo que le colocan, es el único personaje que se mantiene "puro", el único que merece ser salvado.
Pero no hay salvación en una historia que reflexiona sobre cómo estamos condenados a repetir la historia, en particular unos personajes atrapados en un ciclo de violencia. Un tema interesante que no se explota a fondo en una película que se centra en contar su historia de suspense, posiblemente ya que el director no tuvo mucho tiempo para reescribir un guion que le fue dado y que Scavolini ha comentado en entrevistas que era terrible.
Un bianco vestito per Marialé queda así como un giallo atípico, muy interesante, que podría haber sido un clásico si se hubiera trabajado un poco más en el guion. La fotografía de la que también se ocupó Scavolini le da a la película un aspecto fantástico y el reparto también hace un gran trabajo, si bien los aficionados al cine de culto ya saben que Stewart, Massimov y Pistilli suelen siempre cumplir y dar memorable vida a sus personajes.
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