Estoy seguro que no soy al único que le pasa, pero a veces, cuando se es aficionado al cine de culto, de género, trash, serie B y demás, te pasas gran parte del tiempo explorando (hace un tiempo por videoclubes, hoy por la web) buscando rarezas, buscando esa joya desconocida de la que nadie ha oído hablar. Una consecuencia de eso es que muchas veces las películas más populares que se estrenan en el cine se te pasan, pensando que ya tendrás tiempo de verla más adelante mientras te felicitas por haber encontrado a punto de desintegrarse una copia de una peli de terror italiana de los 80. Es lo que me pasó con El diablo metió la mano (Idle Hands, Rodman Flender, 1999), bastante popular en su día, aunque en Estados Unidos fue un fracaso de taquilla ya que se estrenó tras el tiroteo de Columbine y fue víctima de la histeria censora posterior. La película me fue mencionada muchas veces cuando se estrenó por compañeros de clase pero han tenido que pasar algo más de veinte años hasta que por fin la he visto.
Hay otras razones por las que no me interesó verla en su día. El argumento me parecía que simplemente alargaba a hora y media la batalla con la mano poseída que Bruce Campbell mantenía en Terroríficamente muertos (Evil Dead II, Sam Raimi, 1987) y dudaba que la pudiera superar. El protagonista Devon Sawa tampoco me decía nada, ya que solo lo conocía de haberlo visto en la portada de las revistas adolescentes que leían compañeras de clase, aún faltaba un tiempo para que se estrenara Destino final (Final Destination, James Wong, 2000) (sí que iba al cine a ver religiosamente cualquier cosa que atufara a slasher).
El argumento gira en torno al joven Anton (Sawa), un vago que hace poco más que existir, como diría el sabio Fry. Hasta que su monótona existencia es destruída cuando descubre que los recientes asesinatos que han tenido lugar en la ciudad son responsabilidad de su mano, al parecer poseída por una entidad diabólica. La mano también asesina a los amigos de Anton Mick (Seth Green) y Pnub (Elden Henson), aunque la muerte no impide que sus reanimados cadáveres intenten ayudar a su amigo. La única que parece saber cómo acabar con la mano asesina es Debi LeCure (Vivica A. Fox), una especie de Van Helsing que sigue el rastro de muerte y destrucción que deja la mano a su paso saltando de humano en humano.
Tras la marcha del director que fue contratado en primer lugar, el proyecto cayó en manos de Rodman Flender, que había trabajado bastante en televisión dirigiendo episodios, pero la única película que había dirigido era Leprechaun 2 (1994), una secuela algo sosa comparada con la original. Sin embargo, Flender resultó ideal para la película, enfatizando los elementos terroríficos, sin dejar de lado la comedia, e introduciendo un estilo visual cercano al terror italiano de Mario Bava y Dario Argento. Una decisión muy acertada ya que la década de los 90 del siglo XX no destaca por ser visualmente muy interesante, pero eso no significa que, obviamente, no esté llena de elementos muy propios de la época como la banda sonora y el vestuario, algo de esperar teniendo en cuenta que estaba dirigido a un público joven. De todos modos, hay elementos habituales entonces que no aparecen, como el racismo casual y la homofobia, lo que ha ayudado a que la película se haya conservado bastante bien.
En fin, más vale tarde que nunca. He de reconocer que, a pesar de mis dudas, Idle Hands me pareció una entretenida comedia de terror. Los personajes no son muy originales, pero son bastante divertidos y mantienen el interés de la historia. Entiendo que se haya convertido en una cinta de culto, manteniéndose popular a pesar de que, como he mencionado al principio, el film fue un fracaso de taquilla. Una nueva evidencia de que no se ha de juzgar una película por lo que hace en taquilla sino por cómo se mantiene viva con el paso del tiempo.
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