Esta fue la última película que dirigió Riccardo Freda, que fue uno de los pioneros en introducir de nuevo el cine fantástico en la cinematografía italiana tras la dictadura de Mussolini. Freda decidió mezclar los motivos por los que su obra era más conocida con los motivos más populares entonces en las salas de cine para desarrollar su retorcida historia. Murder Obsession (Follia omicida) (1981) se convirtió así en el testamento cinematográfico del director.
Michael (Stefano Patrizi) es un actor que sufre una crisis durante un rodaje, provocado por su traumático pasado. Es por esto que decide pasar un fin de semana, acompañado de su novia Debora (Silvia Dionisio), en la villa que tiene su madre (Anita Strindberg) en el campo. Al fin de semana campestre se unirán unos cuantos amigos del rodaje en lo que podrían ser unos días divertidos si no fuera porque empiezan a morir uno a uno de forma horrible. ¿Está Michael asesinando a sus amigos debido a su trauma de infancia o está ocurriendo algo más siniestro?
Murder Obsession pasó desapercibida durante su estreno a principio de los 80 del siglo XX, y hasta tiempos recientes no ha empezado a ser apreciada. El problema es que es una película que no es fácil de categorizar, mezclando elementos del giallo, las muertes gore que el slasher americano estaba popularizando y el terror gótico que el director más disfrutaba desarrollando. Esta mezcla que resultó problemática para aquellos que querían categorizar la película yo la veo como una virtud. Es lo que hace que la trama mantenga el interés y sorprenda continuamente, introduciendo incluso elementos sobrenaturales a medida que la historia avanza.
Es una mezcla posible también porque su argumento contiene elementos en los que se entrecruzan los mencionados subgéneros del terror y el suspense. Traumas del pasado que se introducen en el presente, asesinatos brutales y sangrientos, erotismo perverso, soterrado incesto, una mansión que esconde muchos secretos... Freda le saca el máximo provecho a los 97 minutos que dura la película. De este modo, aunque el espectador acostumbrado a este tipo de películas ya espera que aquel más señalado como culpable no suela serlo, no deja de tener sus momentos brillantes y chocantes. Los impactantes asesinatos con hacha y sierra mecánica son memorables, pero también otros momentos (alguno protagonizado por la actriz de culto Laura Gemser) que no puedo desarrollar aquí para no destripar el film, pero que enlazan con el perverso gusto que Freda ya había mostrado en títulos como El horrible secreto del doctor Hitchcock (L'orribile segreto del Dr. Hichcock, Riccardo Freda, 1962).
Este es un film peculiar que no es para todo el mundo, está claro. La mezcla de géneros así como la introducción de toques sobrenaturales puede que sea demasiado para algunos. Pero se ha de admirar la actitud de Freda de "voy a hacer lo que me salga de los privados", creando así una experiencia distinta y única.
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