Recientemente he mantenido una interesante discusión que giraba en torno de si dependiendo de la personalidad de un artista se ha de juzgar su obra de cierta manera. Yo siempre he creído que lo importante es la obra, no el artista. Nunca dejo que los prejuicios personales sobre una persona me influyan a la hora de juzgar su obra. Conocer al artista y su vida puede ser útil para conocer el origen de la misma o aclarar de dónde procede alguna idea, pero no me influye a la hora de juzgar su calidad o validez. Especialmente en el cine, donde personas despreciables han llevado a cabo auténticas maravillas. Tomemos por ejemplo a David W. Griffith, era un racista pero prácticamente inventó el lenguaje cinematográfico tal y como lo entendemos. Otro ejemplo sería Elia Kazan, que delató a muchos compañeros de profesión durante la caza de brujas del senador McCarthy pero también dirigió obras maestras como Un tranvía llamado deseo o Esplendor en la hierba.
En resumen, como ya he dicho, creo que se ha de juzgar a las obras por si mismas y no por quien las produce, ya que ello solo hace que nos carguemos de prejuicios. Y para que reflexionéis sobre ello os presento: Un cubo de sangre. Dirigida por Roger Corman en 1959, esta película nos cuenta la historia de Walter Paisley (el icónico Dick Miller), camarero en un bar donde se reúnen artistas beatnicks. Walter desea desesperadamente convertirse en artista, pero sus intentos son continuamente despreciados por los artistas serios. Esto es, claro, hasta que Walter presenta una obra maestra: la estatua de una chica. Lo que los artistas que empiezan a valorar su obra no saben es que Walter mató por accidente a la chica y la cubrió de arcilla para esconder el cadáver obteniendo así su obra maestra. Al ver la reacción tan positiva que ha obtenido, empezará a cometer asesinatos y a convertirlos en arte.
Con esta tremenda comedia negra Roger Corman se resarció en cierta manera de la actitud con la que había sido tratado por los grandes estudios y los cinéfilos. Asociado siempre con la serie B, sus películas eran despreciadas ya que se consideraba que eran meros intentos de sacar dinero a los espectadores aprovechando cualquier éxito de Hollywood o alguna moda. La creencia general era que como era un director de serie B y todas las películas hechas con poco dinero son malas, Roger Corman no podía ser un buen director. Sin embargo, a medida que su obra como director se iba consolidando, esas voces fueron callándose. Y cuando Corman dirigió el conocido como hoy Ciclo Poe, durante el cual creó una serie de fantásticas adaptaciones de relatos de Edgar Allan Poe, se hizo el silencio en la sala.
Podemos identificar fácilmente a los cinéfilos que despreciaban a Corman con los esnobs artistas que acuden al bar de Walter. Y a Walter, obviamente, con Corman. Lo curioso es que si veis cualquier entrevista hecha a Roger Corman se quita cualquier mérito diciendo que su única intención era hacer que películas que funcionasen en taquilla y no pretendió nunca que tuviesen otras lecturas. Y os he de decir que si dirigió maravillas como El hundimiento de la casa Usher, La máscara de la Muerte Roja o El palacio encantado sólo para hacer dinero, me da igual. Espero que se hiciese rico, porque más de cuarenta años después siguen siendo grandes películas que me han proporcionado horas de placer. No sólo eso, sino que también Corman es el responsable de iniciar las carreras de Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Peter Bogdanovich, Joe Dante, James Cameron y Jack Nicholson entre muchos otros.
¿Qué más da quién hace la obra mientras podamos disfrutar de ella?
No hay comentarios:
Publicar un comentario