Conocido título de la ci-fi de los cincuenta, esta película de Gene Fowler Jr. estrenada en 1958 es más recordada por su título que por sus méritos cinematográficos. Y si bien tiene detalles divertidos y una (1) escena impactante, si no fuera por su título pocos se acordarían de ella ahora.
Gloria Talbot, la favorita de los marcianos |
La película empieza bien. El mejor momento llega en la escena de la noche de bodas (la escena impactante a la que me refería): Marge se apoya en los varoniles hombros de Bill, su novio, y en la conversación que mantienen ella da a entender que es virgen. Entonces ella, con lentos andares se va a su dormitorio. El novio se queda un momento en el balcón y la luz de un rayo revela la monstruosa naturaleza que se oculta tras su mandíbula cuadrada. Luego, se dirige también hacia el dormitorio.
Chico, la de imágenes que te deja la escena en el cerebro.
Por desgracia a partir de aquí la película va cuesta abajo. El guión de Louis Vittes desecha una interesante premisa para acabar convirtiendo la historia en un plagio de La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers) de Don Siegel, estrenada dos años antes. Y es una lástima porque el diseño de las criaturas malvadas es bastante bueno. Pero los plagios y sin sentidos de la historia acaban aburriendo, aún más cuando se impone la moral hollywoodiense a la hora de retratar una vida social y marital que no guardaba ningún parecido con la realidad del momento. Así se crean escenas ridículas en las que después de una discusión Bill dice que se irá a dormir al cuarto de invitados cuando podemos ver que duermen en camas separadas. Bueno, tal vez es que estaban muy, muy enfadados. Aunque más ridículo es cuando vemos la derrota de los seis tripulantes y cómo explota su nave para luego ver cientos de naves abandonando el planeta (SPOILER). ¿Dónde estaban estos cientos de tripulantes? ¿Bebiendo en el mismo bar donde pasan el tiempo todos los habitantes de la ciudad? ¿Qué ciudad es ésa que sólo tiene un bar?
La película tampoco ejecuta demasiado efectivamente el ambiente de paranoia inherente a este tipo de historia. Los extraterrestres son ciertamente avanzados ya que los seis únicos extraterrestres que vemos se las arreglan para controlar las llamadas del pueblo, cortar carreteras y matar humanos discretamente a pleno día en mitad de la calle (Marge: Me ha parecido oír disparos/Bill: No sólo era el tubo de escape de un coche; diálogo que transcurre después del asesinato que tiene lugar delante de su casa).
La interpretación de los actores es correcta y no se les escapa la risa tras decir sus diálogos. Gloria Talbot es la que mejor parada sale, aunque el guión no deje muy bien a su personaje. Especialmente destaca la falta de reacción después de que Bill estrangule con sus manos el cachorro que ella acaba de comprar como regalo de aniversario. Aunque a lo mejor estrangular cachorros era algo típico que se ha perdido como los anuncios de tabaco en las series de dibujos animados.
La película se centra en la amenaza comunista que tanto se temía entonces con lo cual se desaprovecha las diferentes interpretaciones que podía tener la historia si se hubiese trabajado más la relación entre el Bill poseído y Marge: desde una metáfora de las relaciones de pareja más cuidada o los matrimonios entre gays y lesbianas pactados en Hollywood para mantener la ilusión de un mundo heterosexual blanco y puro. Pero la película insiste en el mensaje contra la amenaza roja. Lástima, porque Fowler fue también el director de la interesante I Was a Teenage Werewolf (1957).
Como digo, a pesar de la escena impactante de la noche de bodas, la película no resulta demasiado interesante a no ser que seáis unos enfermos de la ci-fi de los cincuenta como servidor. Pero aún así, su visionado no deja mayor residuo que decir que se ha visto y ser la envidia de tus conocidos. En 1999 se estrenó La cara del terror (The Astronaut's Wife, Rand Ravich) que tiene un argumento muy parecido, siendo la esposa encarnada por Charlize Theron y el marido "rarito" por Johnny Depp, cuya única gracia es el absurdo título que le pusieron los distribuidores españoles.
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