Editores de Tebeos, antes Glénat, acaba de sacar Maldito viernes, un cómic escrito por Paco Plaza y dibujado con arte por Joseph Díaz. Como muchos ya sabréis, es una versión en arte secuencial de una película que puede que sí-puede que no-seguro que sí sea el próximo film que estrene Plaza. El origen, la idea y otros detalles sobre el cómic ya los cuentan en la novela gráfica (que siempre queda más fino que "cómic largo"), así que aquellos interesados en esas cosas lo mejor que pueden hacer es directamente leer el cómic, yo os voy a contar que me ha parecido.
No sé cómo será la película, pero el cómic ha resultado una lectura interesante. Uno de los aspectos que para mí han resultado refrescantes a la hora de adentrarme en Maldito viernes es que no hay nada de esas tonterías de convertir el vampirismo en un virus, en algo biológico con su explicación y sus justificaciones, una tendencia que pusieron de moda los americanos. Para mí el terror que funciona es el que no tiene explicación lógica, además de que convertir el vampirismo en una enfermedad le roba no sólo misticismo y magia, también le quita el sentido de su existencia. Convertir una alegoría sobre la enfermedad, el sexo y el poder atávico de la sangre en una enfermedad con base científica es robarle la esencia y pierde todo su poder. Y, la verdad, estoy un poco harto del cine de terror con reglas y justificaciones. El cine de terror no debe tener reglas.
Aunque creo que en realidad este cómic está un poco a medio camino entre la magia y la ciencia, como en un episodio de Expediente X.
Más que una historia de vampiros, el argumento que se nos presenta es la historia de alguien que se convierte en vampiro (algo así como un Dracula Begins). Una noche de viernes, Pilar (basada en Leticia Dolera) es atacada e ingresada en un hospital, donde le descubren marcas de mordeduras en el cuerpo (el descubrimiento que hace Pilar de una de estas marcas en una de sus axilas me recordó otro momento parecido de Rabia [Rabid, David Cronenberg, 1977], aunque no creo que sea una referencia intencionada por parte de Plaza, más bien que yo soy muy de Cronenberg). A medida que pasen los días, Pilar notará que está cambiando y que extraños sucesos ocurren a su alrededor.
Como decía antes, el vampirismo es una alegoría poderosa, y en este cómic aparece un uso interesante en este sentido: Pilar, antes de ser mordida, ya era víctima del vampirismo, aunque se trataba de vampirismo emocional. De este modo se traza un paralelismo entre Pilar convirtiéndose en vampira y Pilar tomando las riendas de su vida.
Aunque el tebeo (si me permitís usar un término tan poco cool) me ha gustado, no he podido evitar encontrar dos pequeños fallos. Fallos que no me han impedido disfrutar de la lectura, y si Paco Plaza lee esto le invito a que me los aclare. El primero está relacionado con el atacante de Pilar, el cual es encontrado muerto al lado de la protagonista con la boca llena de sangre, pero luego desaparece de la historia. Este atacante, por el que Pilar no siente ninguna curiosidad por averiguar nada lo que ya me parece extraño, es posiblemente el que la ha convertido y si resulta que es un vampiro, me parece muy inverosímil que muera de un ataque al corazón. El segundo fallo, para mí, es lo que tarda Pilar en darse cuenta de lo que le está pasando, más aún en una historia ambientada en la época actual. Recordad por ejemplo a los protagonistas de Un hombre lobo americano en Londres (An American Werewolf in London, John Landis, 1981) que tienen todo un bagaje de cultura pop al que recurrir. Teniendo en cuenta que hay un momento en que Pilar compra un periódico con la película No profanar el sueño de los muertos (Jordi Grau, 1974) de regalo (por cierto, ojalá los periódicos regalaran pelis como este clasicazo), resulta extraño que no se cuestione en ningún momento si lo que le está pasando tiene algo que ver con los vampiros.
Dejando de lado estos dos detalles, la lectura ha sido muy entretenida y es recomendable para los aficionados al género. Me ha gustado el uso del vampirismo en su aspecto literal como alegórico, los dibujos son pequeñas obras de arte muy disfrutables y se lee con rapidez.
Como decía antes, el vampirismo es una alegoría poderosa, y en este cómic aparece un uso interesante en este sentido: Pilar, antes de ser mordida, ya era víctima del vampirismo, aunque se trataba de vampirismo emocional. De este modo se traza un paralelismo entre Pilar convirtiéndose en vampira y Pilar tomando las riendas de su vida.
Aunque el tebeo (si me permitís usar un término tan poco cool) me ha gustado, no he podido evitar encontrar dos pequeños fallos. Fallos que no me han impedido disfrutar de la lectura, y si Paco Plaza lee esto le invito a que me los aclare. El primero está relacionado con el atacante de Pilar, el cual es encontrado muerto al lado de la protagonista con la boca llena de sangre, pero luego desaparece de la historia. Este atacante, por el que Pilar no siente ninguna curiosidad por averiguar nada lo que ya me parece extraño, es posiblemente el que la ha convertido y si resulta que es un vampiro, me parece muy inverosímil que muera de un ataque al corazón. El segundo fallo, para mí, es lo que tarda Pilar en darse cuenta de lo que le está pasando, más aún en una historia ambientada en la época actual. Recordad por ejemplo a los protagonistas de Un hombre lobo americano en Londres (An American Werewolf in London, John Landis, 1981) que tienen todo un bagaje de cultura pop al que recurrir. Teniendo en cuenta que hay un momento en que Pilar compra un periódico con la película No profanar el sueño de los muertos (Jordi Grau, 1974) de regalo (por cierto, ojalá los periódicos regalaran pelis como este clasicazo), resulta extraño que no se cuestione en ningún momento si lo que le está pasando tiene algo que ver con los vampiros.
Dejando de lado estos dos detalles, la lectura ha sido muy entretenida y es recomendable para los aficionados al género. Me ha gustado el uso del vampirismo en su aspecto literal como alegórico, los dibujos son pequeñas obras de arte muy disfrutables y se lee con rapidez.
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