Muchos productores y distribuidores americanos se dieron cuenta, en los años 50, de que habían ignorado a una gran parte de los espectadores: los adolescentes. Para competir con las grandes producciones de Hollywood y la televisión, empezaron a producir películas de serie B con la intención de ganarse un público que no tenían los grandes estudios. La invasión de los hombres del espacio (Invasion of the Saucer Men, Edward L. Cahn, 1957) es un perfecto ejemplo de esta táctica, una barata producción de serie B destinada a satisfacer básicos apetitos juveniles, no muy distintos de los actuales.
La historia que cuenta es bastante sencilla y, con el tiempo, se convertiría en icónica. Un platillo volante con no muy buenas intenciones aterriza en un bosque, muy cerca de la zona que los adolescentes del lugar utilizan para aparcar sus coches y jugar a médicos y enfermeras. Johnny (Steven Terrell) y Joan (Gloria Castillo) se tropiezan con los extraterrestres cuando estos están ocupados eliminando a un entrometido terrestre, Joe (Frank Gorshin). La policía, obviamente, no les cree y están seguros de que la pareja ha asesinado a Joe. Johnny y Joan recurren entonces a un amigo de Joe, Artie (Lyn Osborn), para que les ayude a descubrir la verdad. Pero no lo tendrán fácil. Además de los extraterrestres, el ejército anda por la zona eliminado cualquier prueba de presencia alienígena en la zona.
Con una duración que no llega a los 70 minutos, historia muy sencilla y un tono ligero con buenas dosis de comedia, La invasión de los hombres del espacio era ideal para ver en un autocine, en el cual muchos espectadores seguramente estaban enfrascados en la misma tarea que los adolescentes de esta película. Una película diseñada para complacer a su público objetivo: los jóvenes protagonistas son unos incomprendidos, atacados sin motivo por las autoridades. Unas autoridades que no son de fiar porque se dedican a ocultar la verdad y mentir. Además, a pesar de su tono ligero, para añadirle atractivo se crean estupendas escenas de terror con los inolvidables y malvados alienígenas que no tienen otra cosa que hacer un sábado por la noche que invadir la Tierra.
Unos extraterrestres cabezudos cuyo diseño acabaría siendo tan icónico como la historia que cuenta la película o su póster de colores chillones. Aunque en la propaganda del film no se nota, estos malvados alienígenas son bastante pequeños, no los monstruos que parecen en el póster, pero lo compensan con su cabezón venoso y sus ojazos de lagarto. Sin olvidar esas manos con ojo propio que se dedican también a hacer maldades contra los pobres terrestres que lo único que quieren es pasarlo bien dando rienda suelta a su pasión hormonal.
Para los aficionados a la ciencia ficción y el terror cutre de serie B de los 50, este es un título que sin duda disfrutarán. Es más que probable que ya lo conozcan. Los que no disfruten con este tipo de película, no encontrarán en este humilde ejemplo del género razones para cambiar de opinión. Para mí, es pura diversión.
La historia que cuenta es bastante sencilla y, con el tiempo, se convertiría en icónica. Un platillo volante con no muy buenas intenciones aterriza en un bosque, muy cerca de la zona que los adolescentes del lugar utilizan para aparcar sus coches y jugar a médicos y enfermeras. Johnny (Steven Terrell) y Joan (Gloria Castillo) se tropiezan con los extraterrestres cuando estos están ocupados eliminando a un entrometido terrestre, Joe (Frank Gorshin). La policía, obviamente, no les cree y están seguros de que la pareja ha asesinado a Joe. Johnny y Joan recurren entonces a un amigo de Joe, Artie (Lyn Osborn), para que les ayude a descubrir la verdad. Pero no lo tendrán fácil. Además de los extraterrestres, el ejército anda por la zona eliminado cualquier prueba de presencia alienígena en la zona.
Con una duración que no llega a los 70 minutos, historia muy sencilla y un tono ligero con buenas dosis de comedia, La invasión de los hombres del espacio era ideal para ver en un autocine, en el cual muchos espectadores seguramente estaban enfrascados en la misma tarea que los adolescentes de esta película. Una película diseñada para complacer a su público objetivo: los jóvenes protagonistas son unos incomprendidos, atacados sin motivo por las autoridades. Unas autoridades que no son de fiar porque se dedican a ocultar la verdad y mentir. Además, a pesar de su tono ligero, para añadirle atractivo se crean estupendas escenas de terror con los inolvidables y malvados alienígenas que no tienen otra cosa que hacer un sábado por la noche que invadir la Tierra.
Unos extraterrestres cabezudos cuyo diseño acabaría siendo tan icónico como la historia que cuenta la película o su póster de colores chillones. Aunque en la propaganda del film no se nota, estos malvados alienígenas son bastante pequeños, no los monstruos que parecen en el póster, pero lo compensan con su cabezón venoso y sus ojazos de lagarto. Sin olvidar esas manos con ojo propio que se dedican también a hacer maldades contra los pobres terrestres que lo único que quieren es pasarlo bien dando rienda suelta a su pasión hormonal.
Para los aficionados a la ciencia ficción y el terror cutre de serie B de los 50, este es un título que sin duda disfrutarán. Es más que probable que ya lo conozcan. Los que no disfruten con este tipo de película, no encontrarán en este humilde ejemplo del género razones para cambiar de opinión. Para mí, es pura diversión.
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