7 mar 2018

Frozen Scream

 
Cuando piensas que has visto lo peor de lo peor, que la torpeza cinematográfica ya no guarda secretos para ti, es entonces que descubres con enorme placer que todavía hay mucho cine basura ahí fuera esperando ser descubierto. Como es el caso de la deliciosamente ridícula Frozen Scream (Frank Roach, 1975).

La verdad es que ni siquiera sé por dónde empezar. Tal vez por lo menos importante: el argumento. Básicamente, es la típica historia de mad doctors experiementando con cadáveres para conseguir la inmortalidad. En este caso, implantan en los muertos una especie de chip prodigioso para crear zombis, parecido a los experimentos del mad doctor de KISS en Ataque de los Fantasmas (KISS Meets the Phantom of the Park, Gordon Hessler, 1978). Este habitual argumento le da la excusa perfecta a su director para introducir hilarantes escenas oníricas y ridículos discursos grandilocuentes sobre la vida y la muerte, que le dan un toque pretencioso que aumenta el factor carcajada.

Como ya he dicho, el argumento es lo de menos, lo que realmente importa son las extrañas decisiones que tomó su director, haciendo que la película destaque por su increíble torpeza. Las interpretaciones son todas horrendas, en especial la de la protagonista Lynne Kocol (sorpresa: esta es la única película en su currículum, lo que hace que me pregunte cómo consiguió este papel). Uno tiene la sensación de que el reparto está formado por robots. Te da una idea aproximada de lo que podría ser una película hecha por unos ladrones de cuerpos espaciales.
 
A la par con las interpretaciones se encuentra la dirección. El confuso estilo en que está montada el principio de la cinta es solo el aperitivo. El film está lleno de decisiones bizarras, como doblar una actriz en mitad de un diálogo, con lo que a media frase pasa del sonido directo al doblaje en estudio, por ejemplo. Pero, sin duda, la mejor baza es la decisión de incluir una voz en off a posteriori, en escenas que no estaban pensadas para contar con una voz en off. De nuevo, en mitad de un diálogo se presenta e inicia la narración, mientras oyes de fondo como sigue el diálogo original. No eliminar del todo el diálogo original te permite comprobar que la narración muchas veces explica lo mismo que los diálogos, así que su inutilidad es más evidente.

En definitiva, Frozen Scream está recomendada para aquellos que disfruten con cine basura del bueno. No pude parar de reír mientras este monumento a la estupidez se desplegaba en toda su gloria. Cada vez que Lynne Kocol abre la boca o interviene un cura raro, la carcajada no tarda en presentarse. Editada por Vinegar Syndrome en DVD junto a El ejecutor de New York (The Executioner, Part II, James Bryan, 1984), Frozen Scream es diversión garantizada.


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