El subgénero de las películas de terror alrededor de Bigfoot ha parecido sumar bastantes títulos los últimos diez años. Tal vez sea la cantidad de "documentales" al respecto, con personajes deambulando por el bosque creando la sensación de que pasa algo cuando no pasa nada, los que parece que animen el subgénero. Sea como sea, Hoax (Matt Allen, 2019) es una de las más recientes entradas dentro de este subgénero.
El productor televisivo Rick Paxton (Ben Browder) espera revitalizar su moribunda carrera con un docu-reality que demuestre la existencia del Bigfoot, aprovechando la popularidad que experimenta el tema tras la reciente desaparición de un grupo de montañistas. Entre los miembros de su equipo encontramos a la doctora Ellen Freese (Cheryl Texiera), al experto en seguridad John Singer (Brian Thompson) y al guía Cooper Barnes (Max Decker), padre de una de las chicas desaparecidas. El equipo irá a la montaña donde resolverá todas las dudas, descubrirán un mundo de magia e ilusión y regresarán felices a sus vidas. Nooo, es broma. Es una película de terror con sangre y muertos, ¿qué te esperabas?
Hoax arranca como una película de terror ochentera, con unos senderistas cabalgando la bestia de dos espaldas antes de ser masacrados. La sensación ochentera se ve reforzada por la banda sonora de Alan Howarth, colaborador de John Carpenter. Pero tras los títulos de crédito arranca lo que quiere ser una visión más moderna de la habitual monster movie, con su grupo de protagonistas grabando un reality en lugar de un clásico grupo de montañeros o grupo de rescate más clásico. El reparto no es muy destacado, con la excepción de un pequeño cameo de Adrienne Barbeau y de Brian Thompson, que por el nombre no os sonará pero lo habéis visto en un millón de cosas. En general, el trabajo de actores y actrices es correcto.
El problema de Hoax no es el reparto, es el guion. La mayor parte de la película funciona bastante bien, como una humilde pero correcta monster movie, trabajando el suspense de lo que se esconde en los bosques. Sin embargo, en los últimos diez minutos el film cae presa de la terrible costumbre del cine actual de querer meter giros sorpresa a la historia como manera fácil de epatar al espectador (J.J. Abrams ha hecho mucho daño). De ahí que me decepcionara en su último tramo y el predecible chiste final no funcionara conmigo. Si se hubiera decidido por un tipo de historia posiblemente me hubiera gustado más, pero estoy ya aburrido y cansado de estos giros y finales sorpresa. Sin embargo, soy consciente de que es posible que la misma razón que hizo que no acabara de funcionar esta película para mí sea la razón por la que otros sí lo hagan.
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