Mario Bava fue un maestro del cine. Un genio que no fue apreciado en su momento, cuyo talento se hace más obvio al ver cómo sus películas aumentan su valor a lo largo de los años. Una de las mayores muestras de su genialidad es Hércules en el centro de la Tierra (Ercole al centro della Terra, 1961), en la que el director convierte lo que podría haber sido un típico peplum de la época en una épica película de terror.
El malvado Lico (Christopher Lee) ha hecho un pacto con el señor del Hades para convertirse en rey y sumir el mundo en la oscuridad. Lico, además, mantiene presa de su magia negra a la princesa Deianira (Leonora Ruffo) para poder mantenerse en el poder. Pero la princesa Deianira está prometida a Hércules (Reg Park), que está dispuesto a viajar al mundo infernal del Hades con tal de salvar a Deianira. Hércules emprende su viaje acompañado de Teseo (George Ardison) y Telemaco (Franco Giacobini).
Introducir en el peplum elementos fantásticos y sobrenaturales era algo natural, aunque sea solo por los orígenes mitológicos de algunos de los personajes protagonistas de estas películas. Pero Bava fue un paso más allá al transformar la aventura de Hércules en una película de terror bastante oscura para la época, a pesar de adaptar los elementos mitológicos para que fueran aptos para todos los públicos. De hecho, en algunos países se acentuaba el elemento sobrenatural en el título, cambiándolo por Hércules contra los vampiros, aprovechando también la fama de Christopher Lee como Drácula, a pesar de que no se trata de vampiros las criaturas contra las que se enfrenta Hércules. El inicio del film es parecido a los inicios típicos que podemos ver en este tipo de películas, con la excepción de que Bava no pierde el tiempo en introducir escenas de acción en la historia. Pero, a medida que avanza la historia, una atmósfera surrealista y fantástica se va apoderando del film. El resultado es un increíble espectáculo que incluye planos pioneros, como el rostro de Lee reflejado en un charco de sangre luego imitado centenares de veces, y secuencias bellamente terroríficas como la que muestra a los muertos surgiendo de la tumba.
Y el mayor mérito es que Bava logró crear este espectáculo terrorífico con un presupuesto bajo. Para crear los templos y decorados contaba con cuatro columnas, una puerta y una pared, literalmente. Empleó diversos trucos para añadir dimensión a los decorados y multiplicar el número de columnas, trucos que también usó para la creación de los paisajes infernales.
Se puede decir que la historia es bastante sencilla y algunos puntos dramáticos no tienen mucho sentido. Pero, en el caso de esta película, son cosas que no tienen la más mínima importancia, debido a que Bava se centra sumergir al espectador en una fantasía inquietante, intoxicándolo con un delicioso festín visual. Es un clásico que no puede estar más recomendado, que para disfrutar al máximo se ha de hacer viendo el montaje italiano (85 minutos), no las versiones recortadas como la americana o la inglesa.
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