Creo que ya he comentado alguna vez que una de las cosas que más me atrae del cine fantástico en general y del cine de terror en particular es su capacidad para representar de forma metafórica nuestra realidad social. Lo hace de forma mucho más efectiva que un drama social o una película "realista", ya que nuestra realidad es demasiado compleja para ser captada con una cámara con todas sus implicaciones.
Entre las alegorías y metáforas más famosas y estudiadas nos encontramos, por ejemplo, con la serie de películas de monstruos atómicos tras la Segunda Guerra Mundial, en plena era atómica, o la paranoia comunista que ya comentaba en el post de La invasión de los ladrones de cuerpos.
Sin embargo, uno de los aspectos más interesantes son aquellas alegorías que nos afectan de forma personal. De la misma manera que en ocasiones escuchamos una canción que parece que ha sido escrita para nosotros, encontramos diferentes aspectos de nuestra trayectoria vital representados en el cine fantástico. Desde la adolescencia en I was a Teenage Werewolf (Gene Fowler Jr., 1957), a los problemas para llegar a fin de mes en Terror en Amityville (The Amityvile Horror, Stuart Rosenberg, 1979), pasando por las dificultades en las relaciones de pareja en Hellraiser, los que traen el infierno (Hellraiser, Clive Barker, 1987). Y aquí se incluyen, obviamente, los diferentes aspectos de la sexualidad humana.
La representación de la homosexualidad en el cine fantástico va más allá de Susan Sarandon y Catherine Deneuve enrollándose en El ansia (The Hunger, Tony Scott, 1983). Si bien en el cine de vampiros es donde la homosexualidad ha tenido un mayor número de referencias, no por nada en las primeras películas de vampiros de la década de los 30 la censura prohibió que un vampiro mordiera el cuello de un hombre, a lo que yo me refiero es las películas en las que el subtexto es la sexualidad homosexual. Por ejemplo, Bryan Singer en X-Men 2 (2003) enfatiza la metáfora de los mutantes como representación de la homosexualidad, especialmente en la escena en la que uno de los jóvenes protagonistas le confiesa a sus padres que es mutante de la misma manera que les confesaría algún otro aspecto de su naturaleza que no encaja con lo que entendemos por "normal".
El escritor y cineasta Clive Barker comentó, como ya indicaba en mi post sobre ella, que su película Razas de noche (Nightbreed, 1990) y la estupenda novela en que se basa, Cabal, son una exploración sobre su condición homosexual. Lo interesante es que lo hace mediante una historia en la que una serie de criaturas, algunas bellas y otras monstruosas, viven apartadas de la sociedad en una ciudad subterránea y que son obligadas a salir a la luz. Una persona que simplemente quiera ver una película fantástica con escenas de acción y un poco de sangre disfrutará enormemente con Razas de noche. Un chico o chica que empiece a descubrir su propia sexualidad muy posiblemente se sienta reflejado en los habitantes de Midian, perseguidos por una sociedad que los desprecia por ser diferentes, por no ser "normales", también es posible que la identificación se produzca de forma inconsciente.
Peter Bracke, autor de Crystal Lake Memories: The Complete History of Friday The 13th, apunta como, especialmente durante la década de los ochenta, las películas de terror, en concreto los slasher, eran tremendamente populares entre los chicos y chicas homosexuales. Y específicamente los slasher debido a la naturaleza de su protagonista habitual: The Final Girl (literalmente, la chica final).
The Final Girl es (por si no habéis leído mi post sobre el cine slasher) la chica que sobrevive al final de las películas slasher y se encarga de acabar con el psicópata de turno. La razón de que gays y lesbianas se sientan identificados con este personaje, de acuerdo a declaraciones de los propios interesados, es que normalmente la chica final si bien está rodeada de un grupo de amigos también se encuentra apartada al mismo tiempo de ellos ya que no actúa de la misma manera socialmente. Es un personaje normalmente tímido o retraído que si bien aparentemente encaja con el resto, en realidad ve que no pertenece a ese grupo. Esta identificación o relación con la chica final se producía normalmente durante la adolescencia, un periodo en el que normalmente se atraviesan periodos llenos de confusión y conflicto.
Obviamente, desde los ochenta hasta ahora se ha producido una evolución y se han estrenado y realizado diversas películas que tratan las relaciones homosexuales o ambientadas en su mundo como Ábrete de orejas (Prick your ears, Stephen Frears, 1987) o Go Fish (Rose Troche, 1994). Esto después de décadas de tratar la homosexualidad de pasada y de forma periférica, escondiéndola mediante no muy sutiles metáforas como la famosa escenas de las ostras y los caracoles en Espartaco (Spartacus, Stanley Kubrick, 1960) y sin hacerla explícita, como sucedía en La gata sobre el tejado de zinc (Cat on a Hot Tin Roof, Richard Brooks, 1958). Pero no es hasta tiempos más recientes que se han hecho películas que tratan la homosexualidad destinadas al público adolescente como But I'm a Cheerleader (Jamie Babbit, 1999). Y resalto esto porque es precisamente durante la adolescencia que se produce un mayor conflicto personal referido a la propia sexualidad y muchas de las películas que trataban el tema no las conoce el adolescente medio o no sabe donde encontrarlas. Y aquí es donde entra el cine de terror.
Y si bien mis conflictos sexuales adolescentes se reducían a intentar seducir a alguna chica sin que esta se me riera en la cara, es innegable el poder del cine de terror y el cine fantástico para poder representar cualquier aspecto de la naturaleza humana. Quedaos vosotros si queréis con el realismo social de pesados como Ken Loach o Fernando León de Aranoa, que yo prefiero ver la sociedad a través de la máscara de Jason Voorhees.
Y hablando de conflictos sexuales, como bonus track os dejo un vídeo extraído de la muy recomendable y fabulosa Reefer Madness (consulta el post, venga) protagonizado por la fantástica Kristen Bell y que siempre hace que me pregunte si realmente no necesitaré terapia.
Sin embargo, uno de los aspectos más interesantes son aquellas alegorías que nos afectan de forma personal. De la misma manera que en ocasiones escuchamos una canción que parece que ha sido escrita para nosotros, encontramos diferentes aspectos de nuestra trayectoria vital representados en el cine fantástico. Desde la adolescencia en I was a Teenage Werewolf (Gene Fowler Jr., 1957), a los problemas para llegar a fin de mes en Terror en Amityville (The Amityvile Horror, Stuart Rosenberg, 1979), pasando por las dificultades en las relaciones de pareja en Hellraiser, los que traen el infierno (Hellraiser, Clive Barker, 1987). Y aquí se incluyen, obviamente, los diferentes aspectos de la sexualidad humana.
La representación de la homosexualidad en el cine fantástico va más allá de Susan Sarandon y Catherine Deneuve enrollándose en El ansia (The Hunger, Tony Scott, 1983). Si bien en el cine de vampiros es donde la homosexualidad ha tenido un mayor número de referencias, no por nada en las primeras películas de vampiros de la década de los 30 la censura prohibió que un vampiro mordiera el cuello de un hombre, a lo que yo me refiero es las películas en las que el subtexto es la sexualidad homosexual. Por ejemplo, Bryan Singer en X-Men 2 (2003) enfatiza la metáfora de los mutantes como representación de la homosexualidad, especialmente en la escena en la que uno de los jóvenes protagonistas le confiesa a sus padres que es mutante de la misma manera que les confesaría algún otro aspecto de su naturaleza que no encaja con lo que entendemos por "normal".
El escritor y cineasta Clive Barker comentó, como ya indicaba en mi post sobre ella, que su película Razas de noche (Nightbreed, 1990) y la estupenda novela en que se basa, Cabal, son una exploración sobre su condición homosexual. Lo interesante es que lo hace mediante una historia en la que una serie de criaturas, algunas bellas y otras monstruosas, viven apartadas de la sociedad en una ciudad subterránea y que son obligadas a salir a la luz. Una persona que simplemente quiera ver una película fantástica con escenas de acción y un poco de sangre disfrutará enormemente con Razas de noche. Un chico o chica que empiece a descubrir su propia sexualidad muy posiblemente se sienta reflejado en los habitantes de Midian, perseguidos por una sociedad que los desprecia por ser diferentes, por no ser "normales", también es posible que la identificación se produzca de forma inconsciente.
Peter Bracke, autor de Crystal Lake Memories: The Complete History of Friday The 13th, apunta como, especialmente durante la década de los ochenta, las películas de terror, en concreto los slasher, eran tremendamente populares entre los chicos y chicas homosexuales. Y específicamente los slasher debido a la naturaleza de su protagonista habitual: The Final Girl (literalmente, la chica final).
The Final Girl es (por si no habéis leído mi post sobre el cine slasher) la chica que sobrevive al final de las películas slasher y se encarga de acabar con el psicópata de turno. La razón de que gays y lesbianas se sientan identificados con este personaje, de acuerdo a declaraciones de los propios interesados, es que normalmente la chica final si bien está rodeada de un grupo de amigos también se encuentra apartada al mismo tiempo de ellos ya que no actúa de la misma manera socialmente. Es un personaje normalmente tímido o retraído que si bien aparentemente encaja con el resto, en realidad ve que no pertenece a ese grupo. Esta identificación o relación con la chica final se producía normalmente durante la adolescencia, un periodo en el que normalmente se atraviesan periodos llenos de confusión y conflicto.
Obviamente, desde los ochenta hasta ahora se ha producido una evolución y se han estrenado y realizado diversas películas que tratan las relaciones homosexuales o ambientadas en su mundo como Ábrete de orejas (Prick your ears, Stephen Frears, 1987) o Go Fish (Rose Troche, 1994). Esto después de décadas de tratar la homosexualidad de pasada y de forma periférica, escondiéndola mediante no muy sutiles metáforas como la famosa escenas de las ostras y los caracoles en Espartaco (Spartacus, Stanley Kubrick, 1960) y sin hacerla explícita, como sucedía en La gata sobre el tejado de zinc (Cat on a Hot Tin Roof, Richard Brooks, 1958). Pero no es hasta tiempos más recientes que se han hecho películas que tratan la homosexualidad destinadas al público adolescente como But I'm a Cheerleader (Jamie Babbit, 1999). Y resalto esto porque es precisamente durante la adolescencia que se produce un mayor conflicto personal referido a la propia sexualidad y muchas de las películas que trataban el tema no las conoce el adolescente medio o no sabe donde encontrarlas. Y aquí es donde entra el cine de terror.
Y si bien mis conflictos sexuales adolescentes se reducían a intentar seducir a alguna chica sin que esta se me riera en la cara, es innegable el poder del cine de terror y el cine fantástico para poder representar cualquier aspecto de la naturaleza humana. Quedaos vosotros si queréis con el realismo social de pesados como Ken Loach o Fernando León de Aranoa, que yo prefiero ver la sociedad a través de la máscara de Jason Voorhees.
Y hablando de conflictos sexuales, como bonus track os dejo un vídeo extraído de la muy recomendable y fabulosa Reefer Madness (consulta el post, venga) protagonizado por la fantástica Kristen Bell y que siempre hace que me pregunte si realmente no necesitaré terapia.
No sabía nada de la condición sexual de Clive Barker, y menos haciendo películas como Razas de noche (protagonizada por Graig Sheffer, que unos años más tarde hizo otra con Brad Pitt y que dirigió Robert Redford:- El río de la vida-. Después cayó algo en el olvido parecido a lo que le ocurrió a Molly Ringwald en los 80) o como la alucinada Hellraiser (no sé en que blog puse algo de ésta)
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