No importa el tiempo que pase uno sumergido en pilas y pilas de discos y VHS, siempre hay sitio para nuevos descubrimientos. Con gran placer os presento uno de estos descubrimientos, la demencial White Fire (Vivre pour survivre, Jean-Marie Pallardy, 1984). Un entretenido film que mezcla sangrienta acción con un romance incentuoso.
Sobre el papel, la historia es bastante básica, no parecería extraña en una más típica película de acción de bajo presupuesto. Ingrid (Belinda Mayne) y Boris "Bo" Donnelly (Robert Ginty) son una pareja de hermanos que se dedican a robar y traficar con diamantes junto a su padre adoptivo Sam (Jess Hahn). Las cosas se les complicarán cuando Olaf (Gordon Mitchell), el jefe de seguridad compichado con los hermanos para robar diamantes, descubre que en la mina se esconde el Fuego Blanco, un enorme diamante radioactivo que puede matar. Traiciones, muertes y venganzas se suceden a continuación. Hasta aquí, como ya he dicho, todo normal. Pero esta película es muchas cosas pero "normal" no es una de ellas. Uno de los giros que ha hecho este film tan notorio es que, después de que al inicio Ingrid sea asesinada, Bo y Sam deciden sustituirla con Olga (Diana Goodman), una prostituta con cierto parecido con Ingrid. Olga se someterá a cirugía plástica para convertirse en una réplica exacta de Ingrid. Esto permite al film desarrollar un morboso romance entre Bo y su hermana que no es su hermana. Además, Olga es perseguida por una banda encabezada por Noah Barclay (Fred Williamson), para complicar un poco más la trama.
Por supuesto, el film no sería tan complicado (y divertido) de seguir si se molestara en dar alguna explicación. Arranca con un prólogo en el que Ingrid y Bo escapan de niños junto a sus padres de un ejército. Por los nombres que tienen y el hecho que se menciona que Ingrid habla ruso de forma fluida deduzco que escapan de algún país comunista, pero no se aclara ni se indica ninguna localización. Así es como mueren los padres de Ingrid y Bo y acaban adoptados por Sam, que los convierte en americanos. De la misma forma, se introduce a Noah sin ninguna explicación, aunque hay un diálogo algo extraño entre Olga y Sam que podría explicarlo, pero no sé si por la traducción o el montaje queda bastante incomprensible. He aquí mi momento de diálogo preferido, sin ningún sentido en absoluto:
Sophia (Mirella Banti): ¿Dices que solo dos personas saben sobre el diamante? ¿Tú y quién?
Olaf: Pues, la chica americana.
Sophia: Solo una persona.
Olaf: Se llama Ingrid.
Sophia: Solo una persona. La chica, Ingrid, está muerta.
Olaf: ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Cómo?
Sophia: No, es importante. Tenemos que saberlo.
Olaf: Ella y yo somos las únicas personas que sabemos dónde está.
No es cosa mía, ¿verdad? Este diálogo es innecesariamente enrevesado y es dicho de la manera más sobreactuada posible. Mirella Banti es el drama exagerado personificado. El contraste perfecto para Robet Ginty, que lo da todo y trabaja su interpretación como si estuviera haciendo Shakespeare, mientras que Fred Williamson hace su papel habitual de sonriente chulo.
White Fire está lleno de momentos ojipláticos. La mina en que trabaja Ingrid parace sacada de una nave espacial setentera, con sus puertas automáticas y sus guardas vestidos con monos espaciales y cascos. El lugar al que va Olga a hacerse la cirugía es una especia de colonia lésbica futurista, donde las mujeres se visten con túnicas y se pasean como si fuera la isla de las amazonas. Y las escenas de acción son sorprendentemente sangrientas y brutales, empezando por Ginty y su pelea sierra mecánica en ristre o un pobre informante al que parten en dos de cintura para abajo.
De este modo, esta demencial película es entretenida de principio a fin. La manera de presentar la historia, el romance incestuoso, la violencia, el reparto, la banda sonora de rock ochentero... Todo esto convierte White Fire en una película única.
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