21 ene 2021

Jug Face


Cultos religiosos macabros que practican sacrificios humanos son bastante comunes dentro del cine de terror. Lo que ya no es tan común es el trato que le dio Chad Crawford Kinkle en su debut en el largo Jug Face (2013), una interesante mezcla de drama y terror.

Cuando se habla de terror folclórico se piensa normalmente en películas británicas. Clásicos como El hombre de mimbre (The Wicker Man, Robin Hardy, 1973) o La garra de Satán (The Blood on Satan's Claw, Piers Haggard, 1971), películas en las que las religiones paganas sobreviven y amenazan a la tradición cristiana. Son las que primero vienen a la cabeza porque se podría decir que fundaron el género, pero se han estrenado en los últimos años interesantes incorporaciones a este subgénero, una de ellas la que nos ocupa hoy: Jug Face.

El film se ambienta en una cerrada comunidad rural sureña, del tipo que hemos visto en films como Defensa (Deliverance, John Boorman, 1972) o La presa (Southern Comfort, Walter Hill, 1981). Estas comunidades han generado su propio subgénero de cine de terror y acción, títulos que giran en torno a personajes que se introducen en el territorio de estas comunidades con terribles resultados. En el film de Kinkle, un pueblo venera un pozo que alberga una extraña entidad. A cambio de un sacrificio humano, el pozo cura cualquier enfermedad que sufra cualquiera del pueblo. Los sacrificios se decicen mediante visiones que son enviadas a un intérprete escogido por el pozo y que transforma la visión en una jarra en la que se esculpe la cara de la persona que ha de ser sacrificada. Cuando la joven Ada (Lauren Ashley Carter) descubre que ella será la próxima en ser sacrificada, decide esconder la jarra antes de que nadie la vea. Una decisión que tendrá mortales consecuencias para el pueblo.

Como indicaba al principio, el film mezcla drama y terror. Aunque hay varias escenas con muertes sangrientas, apariciones y un culto asesino, se desarrolla más como un drama en el que una joven se enfrenta a una sofocante comunidad religiosa. De este modo se evitan los tópicos del género, desarrollándose de un modo más interesante que un derivado de Los chicos del maíz (Children of the Corn, Fritz Kiersch, 1984). También habría que destacar la ambigüedad de la historia. Es fácil ver a Ada como una joven que se rebela contra su destino, pero las consecuencias de sus acciones y la conclusión hacen que esta interpretación no sea tan clara. Sí que está clara la crítica hacia las comunidades fanáticas de mentalidad cerrada.

Es esta ambigüedad y la manera personal en que desarrolla el director la historia lo que hacen de Jug Face un film muy interesante, por lo menos para mí. Se aparta de la norma e invita a la reflexión, algo que siempre es recomendable.

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