Alfred Kubin, No matarás |
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Cuando tenía unos 15 o 16 años y estaba cursando 2º de BUP, se nos encargó hacer, en clase de Ética, un trabajo que tratara alguna preocupació social. Yo decidí hacerlo sobre la violencia en la sociedad y, como teníamos que ilustrarlo con una película o algún tipo de exposición, decidí que sería una buena idea ilustrar mi trabajo proyectando Henry, retrato de un asesino en serie (Henry: Portrait of a Serial Killer, John McNaughton, 1986).
Resulta que no fue tan buena idea. Tanto la profesora como mis compañeros estudiantes esperaban ver una película que sería violenta, pero que tendría la estructura de un thriller o de una película de terror más habitual a la que estaban acostumbrados. Pero no estaban preparados para lo que les mostré, así que sólo vimos los primeros veinte minutos de Henry. La profesora quedó algo chocada y mis compañeros no dudaron en mostrar su desagrado ante una película que consideraron "asquerosa, lenta, horrible", y lo peor de todo: "¡encima está en inglés!" (como la película era casi imposible de encontrar por aquel entonces en ningún videoclub -no lo fue hasta un par o tres de años más tarde- la copia que yo tenía estaba grabada de La 2, canal en el que emitieron la película en VOS).
Más o menos, la reacción que tuvieron mis compañeros fue la misma que tuvieron los productores de Henry. Malik B. y Waleed B. Ali le encargaron a John McNaughton una película de terror que pudieran vender fácilmente. McNaughton y Richard Fire escribieron Henry, inspirándose en documentales sobre asesinos en serie y las confesiones del psicópata Henry Lee Lucas -muchas de las cuales resultaron ser falsas, así que no se sabe exactamente cuánta gente él y Ottis Toole, su amante y socio, mataron en realidad-. La película que entregó McNaughton a los hermanos Ali no era, desde luego, la típica película de terror que se podía vender fácilmente. De ahí que permaneciera en el limbo durante años, hasta que se estrenó en 1990, obteniendo el aplauso de la crítica ante el impecable retrato que ofrecía de una mente psicopática.
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Hace ya un tiempo comenté en este blog Maniac (1980), el infame clásico de culto dirigido por William Lustig (podéis leer el comentario aquí). Para mí, Maniac es un claro predecesor de Henry, ya que se aleja de la estructura habitual de una película de terror o de un thriller para mostrarnos el día a día de un psicópata. Las semejanzas entre ambos filmes hace que me extrañe el hecho que Maniac, en el momento de su estreno, fue considerada una película misógina que explotaba el morbo y la violencia mientras que años más tarde los mismos críticos consideraban Henry una película brillante.
Henry es una película brillante. Así como también lo es Maniac, que no es en absoluto una película misógina y morbosa, sino que está explicada desde el punto de vista de un asesino en serie cuyas víctimas son mujeres y parejas (el personaje de Maniac encarnado por Joe Spinell se basa en David Berkowitz, cuyas víctimas fueron mujeres y parejas). A pesar de ello, sigue siendo despreciada en su mayor parte, creo que más por su fama que por la película en sí.
La máxima diferencia entre Henry y Maniac se haya en el punto de vista. El film de Lustig nos sitúa dentro de la cabeza del psicópata protagonista, haciendo que veamos el mundo como él lo ve. McNaughton, en cambio, adopta un punto de vista exterior: nos muestra la vida de Henry (excepcional Michael Rooker), sin ofrecer ningún juicio o comentario usando la cámara simplemente como mudo testimonio. Esta actitud hace que la película resulte, en algunos tramos, más inquietante y terrible que la de Lustig, cuyo final entra dentro de los cánones del cine y resulta, hasta cierto punto, tranquilizador. McNaughton, por otro lado, no ofrece ningún tipo de confort al espectador.
Uno no puede más que preguntarse que tipo de recepción hubiera tenido Henry si se hubiera estrenado el año en que fue producida en lugar de cinco años más tarde. ¿Si Maniac no se hubiera estrenado en plena fiebre slasher, con filmes de terror nuevos prácticamente cada semana, hubiera sido juzgado de forma más justa?
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En 1992 se estrenaba Ocurrió cerca de su casa (C'est arrivé près de chez vous, Rémy Belvaux, André Bonzel, Benoît Poelvoorde). Este film es una comedia negra en forma de falso documental, en el cual unos periodistas siguen el día a día de un asesino en serie que no tiene problemas en comentar su modus operandi (argumento más tarde copiado en Behind the Mask: The Rise of Leslie Vernon (Scott Glosserman, 2006)).
Elementos de esta película se encontraban ya presentes en Henry. McNaughton utiliza un estilo anclado en el cinéma vérité, reforzado por el tono granuloso resultado de filmar la película en 16mm y luego ser hinchado a los 35mm profesionales, que recuerda al documental. Como hemos mencionado anteriormente, la cámara es una simple testigo de los eventos que transcurren frente a ella, sin que parezca que se use en ningún momento ningún recurso narrativo que pudiera ofrecer al espectador alguna pista que le indicara hacia donde se dirige la historia. Se aprecian movimientos de cámara, eso sí, en la representación de las víctimas de Henry, mostradas al espectador como naturalezas muertas hechas de carne y hueso.
Ocurrió cerca de su casa se presenta abiertamente como una comedia negra. No así Henry, que parece ahogar al espectador en el más descarnado horror. O al menos así parece a simple vista.
Lo cierto es que el film de McNaughton también tiene sus toques de humor negro. Son sutiles, pero ahí están. Por ejemplo, el asesinato del vendedor de televisores que culmina con la coronación del mismo con una televisión que luego pasa a ser enchufada, o cuando Ottis (Tom Towles) acaba reventando una televisión intentando hacerla funcionar. En su mayor parte, los toques de comedia son proporcionados por Ottis, personaje perverso y perturbado que contrasta con la frialdad y silenciosa furia asesina de Henry. Towles era un excelente actor de carácter que consigue hacer que su personaje sea tan auténtico y real como el que encarna Rooker.
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Henry es una película de horror. Y digo "horror" en oposición a "película de terror", "de miedo" o, como dice una amiga mía, "de cague". El término "terror" se aplica normalmente a películas cuya fuente del mismo suele ser ficticio, irreal. Incluso si el villano de turno es un ser humano, se trata de una construcción ficticia que sigue unos parámetros narrativos más o menos familiares para todo el mundo.
Henry, en cambio, horroriza. Horroriza porque personajes como él habitan la sociedad en que vivimos. Personajes que no se ocultan tras una máscara, sino que pasan completamente desapercibidos. Pero otro de los aspectos que causan horror, y cierta pena, es que el mundo también está lleno de Beckys, víctimas como la que encarna en el film Tracy Arnold, que han sufrido abusos y que, como ciervos deslumbrados por los faros del coche, parecen esperar que el inevitable destino las alcance.
De la relación entre Henry y Becky destacaría un momento en el cual ella empieza a besarle y quiere iniciar una relación sexual, mientras que Henry se queda helado, sin saber que hacer, ya que únicamente conoce una manera de expresar sus emociones, a través del asesinato. Así como también destaca la escena de ambos en la cocina, en la cual Henry cuenta como, supuestamente, mató a su madre. Momento en que descubrimos que no podemos fiarnos de nada de lo que diga.
La única relación que parece funcionar es la de Henry y Ottis. Ésta queda cristalizada en uno de los momentos más memorables de la película, la escena comentada en toda crítica que se haga de la película (y una de las razones por la que no considero Haneke y su casi hipócrita Funny Games ni provocadora, ni original, ni rompedora), me refiero a esa escena en la cual los dos psicópatas ven uno de sus asesinatos grabados en vídeo en la televisión de su casa como si fuera un programa de cocina. Primero el espectador es obligado a ver el asesinato como si estuviera sucediendo en ese momento, pero aún resulta más escalofriante la estampa de ambos sentados en el sofá disfrutando de sus obras. La escena culmina también de forma brillante (e inquietante) con Ottis rebobinando y pasando a cámara lenta su momento favorito. No sé si en aquel momento McNaughton o Fire pensaban en el morbo televisivo que en aquel momento se empezaba a gestar, pero uno no puede más que reflexionar sobre el contenido alegórico de esta escena en lo que respecta a los tiempos que estamos viviendo.
Henry es un clásico. Una película que sacude al espectador como sólo el gran arte puede hacerlo. Mirando la filmografía posterior de McNaughton, uno no puede más que preguntarse si este film agotó toda la capacidad de tratar con el horror del director, ya que sus trabajos tras Henry son bastante anónimos. Tal vez la relación con Henry hizo que deseara hacer películas más trascendentes. Quién sabe.
Existe una secuela: Henry 2 (Henry: Portrait of a Serial Killer, Part 2, Chuck Parello, 1996). Recuerdo haberla visto en su momento, pero no me causó ninguna impresión y es bastante olvidable. De hecho, no recuerdo absolutamente nada de ella. Tanto Henry como Maniac han recibido sendos tratamientos de lujo en Blu-ray, Ocurrió cerca de su casa sólo en DVD cortesía de la siempre excelente Criterion.
Henry es una película brillante. Así como también lo es Maniac, que no es en absoluto una película misógina y morbosa, sino que está explicada desde el punto de vista de un asesino en serie cuyas víctimas son mujeres y parejas (el personaje de Maniac encarnado por Joe Spinell se basa en David Berkowitz, cuyas víctimas fueron mujeres y parejas). A pesar de ello, sigue siendo despreciada en su mayor parte, creo que más por su fama que por la película en sí.
La máxima diferencia entre Henry y Maniac se haya en el punto de vista. El film de Lustig nos sitúa dentro de la cabeza del psicópata protagonista, haciendo que veamos el mundo como él lo ve. McNaughton, en cambio, adopta un punto de vista exterior: nos muestra la vida de Henry (excepcional Michael Rooker), sin ofrecer ningún juicio o comentario usando la cámara simplemente como mudo testimonio. Esta actitud hace que la película resulte, en algunos tramos, más inquietante y terrible que la de Lustig, cuyo final entra dentro de los cánones del cine y resulta, hasta cierto punto, tranquilizador. McNaughton, por otro lado, no ofrece ningún tipo de confort al espectador.
Uno no puede más que preguntarse que tipo de recepción hubiera tenido Henry si se hubiera estrenado el año en que fue producida en lugar de cinco años más tarde. ¿Si Maniac no se hubiera estrenado en plena fiebre slasher, con filmes de terror nuevos prácticamente cada semana, hubiera sido juzgado de forma más justa?
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En 1992 se estrenaba Ocurrió cerca de su casa (C'est arrivé près de chez vous, Rémy Belvaux, André Bonzel, Benoît Poelvoorde). Este film es una comedia negra en forma de falso documental, en el cual unos periodistas siguen el día a día de un asesino en serie que no tiene problemas en comentar su modus operandi (argumento más tarde copiado en Behind the Mask: The Rise of Leslie Vernon (Scott Glosserman, 2006)).
Comparad el póster censurado francés con el póster español, que sigue el modelo original y es el usado internacionalmente. La diferencia es sutil, pero significativa. |
Ocurrió cerca de su casa se presenta abiertamente como una comedia negra. No así Henry, que parece ahogar al espectador en el más descarnado horror. O al menos así parece a simple vista.
Lo cierto es que el film de McNaughton también tiene sus toques de humor negro. Son sutiles, pero ahí están. Por ejemplo, el asesinato del vendedor de televisores que culmina con la coronación del mismo con una televisión que luego pasa a ser enchufada, o cuando Ottis (Tom Towles) acaba reventando una televisión intentando hacerla funcionar. En su mayor parte, los toques de comedia son proporcionados por Ottis, personaje perverso y perturbado que contrasta con la frialdad y silenciosa furia asesina de Henry. Towles era un excelente actor de carácter que consigue hacer que su personaje sea tan auténtico y real como el que encarna Rooker.
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Henry es una película de horror. Y digo "horror" en oposición a "película de terror", "de miedo" o, como dice una amiga mía, "de cague". El término "terror" se aplica normalmente a películas cuya fuente del mismo suele ser ficticio, irreal. Incluso si el villano de turno es un ser humano, se trata de una construcción ficticia que sigue unos parámetros narrativos más o menos familiares para todo el mundo.
Henry, en cambio, horroriza. Horroriza porque personajes como él habitan la sociedad en que vivimos. Personajes que no se ocultan tras una máscara, sino que pasan completamente desapercibidos. Pero otro de los aspectos que causan horror, y cierta pena, es que el mundo también está lleno de Beckys, víctimas como la que encarna en el film Tracy Arnold, que han sufrido abusos y que, como ciervos deslumbrados por los faros del coche, parecen esperar que el inevitable destino las alcance.
De la relación entre Henry y Becky destacaría un momento en el cual ella empieza a besarle y quiere iniciar una relación sexual, mientras que Henry se queda helado, sin saber que hacer, ya que únicamente conoce una manera de expresar sus emociones, a través del asesinato. Así como también destaca la escena de ambos en la cocina, en la cual Henry cuenta como, supuestamente, mató a su madre. Momento en que descubrimos que no podemos fiarnos de nada de lo que diga.
La única relación que parece funcionar es la de Henry y Ottis. Ésta queda cristalizada en uno de los momentos más memorables de la película, la escena comentada en toda crítica que se haga de la película (y una de las razones por la que no considero Haneke y su casi hipócrita Funny Games ni provocadora, ni original, ni rompedora), me refiero a esa escena en la cual los dos psicópatas ven uno de sus asesinatos grabados en vídeo en la televisión de su casa como si fuera un programa de cocina. Primero el espectador es obligado a ver el asesinato como si estuviera sucediendo en ese momento, pero aún resulta más escalofriante la estampa de ambos sentados en el sofá disfrutando de sus obras. La escena culmina también de forma brillante (e inquietante) con Ottis rebobinando y pasando a cámara lenta su momento favorito. No sé si en aquel momento McNaughton o Fire pensaban en el morbo televisivo que en aquel momento se empezaba a gestar, pero uno no puede más que reflexionar sobre el contenido alegórico de esta escena en lo que respecta a los tiempos que estamos viviendo.
Henry es un clásico. Una película que sacude al espectador como sólo el gran arte puede hacerlo. Mirando la filmografía posterior de McNaughton, uno no puede más que preguntarse si este film agotó toda la capacidad de tratar con el horror del director, ya que sus trabajos tras Henry son bastante anónimos. Tal vez la relación con Henry hizo que deseara hacer películas más trascendentes. Quién sabe.
Existe una secuela: Henry 2 (Henry: Portrait of a Serial Killer, Part 2, Chuck Parello, 1996). Recuerdo haberla visto en su momento, pero no me causó ninguna impresión y es bastante olvidable. De hecho, no recuerdo absolutamente nada de ella. Tanto Henry como Maniac han recibido sendos tratamientos de lujo en Blu-ray, Ocurrió cerca de su casa sólo en DVD cortesía de la siempre excelente Criterion.
Desde bien chiquitica he oído hablar de esta película y siempre he querido verla. Una vez lo intenté, y me pasó algo parecido a lo de tus compañeros de clase. Me quedé dormida, o la quité, y ya nunca volví a darle otra oportunidad, pero la verdad es que todavía tengo ganas de verla.
ResponderEliminarEntiendo que no es una película para todo el mundo, pero es innegable su calidad. Si no fuiste una muchacha precoz como servidor (bueno, yo fui un muchacho precoz), te recomendaría verla con cierta mentalización de que no vas a ver un thriller o peli de terror al uso, sino el retrato (como dice el título) de un personaje que representa la oscuridad del alma humana (pero sin sonar tan pedante).
ResponderEliminarYo tampoco la terminé de ver, pero no por aburrimiento, sino porque me pareció excesivamente desagradable.
ResponderEliminarAños después volví a intentar verla y la acabé.
No es tan desagradable como la recordaba, pero si que resulta dura y verosímil, y quizá sea esto último lo que la haga más desagradable y difícil de digerir. Aquí no tenemos monstruos ni héroes que nos salven, sólo la cruda realidad de un asesino en serie.
Maniac también me parece una película fantástica, y como tú dices, en la misma línea de Henry, aunque personalmente me gusta más Maniac.
Ocurrió cerca de su casa la descubrí casi por casualidad, porque me topé en internet con una imagen del poster (imposible no fijarse en él), y empecé a investigar hasta que me hice con una copia.
Otra película con momentos muy duros y golpes de humor negro que, en vez de suavizar la cosa, la hacen más jodida si cabe.
Lo que si es de agradecer es que haya películas que se salten las reglas de este trillado subgénero (el de asesinos en serie), y que lo consigan de una manera tan magistral. Pero es curioso que estas películas tengan ya unos cuantos de años, ya que, en cierta forma, la época de "romper las reglas" es esta en la que estamos.
Bajo mi punto de vista, estas tres películas que mencionas se adelantaron considerablemente a su tiempo.
La verdad es que no las tengo frescas, así que me las voy a ver todas otra vez.
Lo cierto es que Henry también tiene sus toques de humor, cosa que no recordaba cuando la repasé para este post. Sin embargo, desde el primer momento que la vi me encantó, no sé que dice eso de mí...
ResponderEliminarLo cierto es que Manic y Henry no pertenecen, desde mi punto de vista, al subgénero de los asesinos en serie por el simple hecho de que no son películas que sigan su estructura narrativa. Es decir, que se busca crear el retrato verosímil de un asesino, no provocar emociones en el espectador a través de una trama con elementos de suspense, intriga o terror. El resto de biografías de asesinos que se han hecho, por otro lado, me parecen bastante malas, no destacaría ninguna.
Estoy de acuerdo en que es un retrato de un asesino,pero no me llego,el film no me dice nada y ademas esperaba otra cosa aun sabiendo como era.
ResponderEliminarComo he dicho antes, entiendo que no es una película para todo el mundo. De todos modos, su calidad es objetivamente incuestionable.
ResponderEliminarLa crítica que hiciste sobre "Maniac" me llevó a verla sin dudar, siempre creyendo que luego la película no estaría tan buena como la impresión que me habían dejado tus palabras. La verdad es que me fascinó. Creo que es una de las mejores películas que he visto de "cine basura" que le llamás. Muy bueno tu análisis. Lo volví a leer ahora (después de haber visto la peli), y te sumo otro "sobresaliente". Sos un fenómeno.
ResponderEliminarMe quedó lo más importante: Creo que el secreto de "Maniac" es cien por ciento el personaje. Parece un comentario obvio. Es que, fuera del personaje no hay mucho, y el personaje, sumado a la actuación del actor que lo representa, la convierte -para mí gusto-, en un peliculón.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus comentarios. Siempre es un placer saber que una crítica mia ha llevado a alguien a ver una peli. Ciertamente, gran parte del éxito de Maniac y la fascinación que ejerce sobre el espectador es la interpretación de Joe Spinell, que mezcla lo escalofriante y lo patético de forma sublime.
ResponderEliminarClaro, no lo había notado: el tipo trabajó en Rocky y en el padrino. Pavada de actor.
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