Que una comedia que incluye un sonoro chiste de pedos consiga que una de sus protagonistas sea nominada a un Oscar por su interpretación ya te dice que no es una comedia típica, más aún teniendo en cuenta el habitual desprecio de la Academia de Hollywood por la comedia. Sillas de montar calientes (Blazing Saddles, Mel Brooks, 1974) es muchas cosas, pero desde luego no es nada típica.
Hay que reconocer que cuando Mel Brooks acierta, lo hace a lo grande (y cuando falla también). Y en 1974 consiguió dos grandiosos aciertos que se han convertido en clásicos del cine: Sillas de montar calientes y El jovencito Frankenstein (Young Frankenstein). Sillas tiene la apariencia de una parodia del cine western, pero va mucho más allá. En palabras de Gene Wilder, es un puñetazo directo a la nariz de los prejuicios. De paso, dinamita la cuarta pared y Hollywood no se libra de su carga ácida.
Es esta carga ácida, corrosiva, con chistes que hoy sería imposible que vieran la luz (en la versión original) lo que hacen esta película especial y la ha convertido en un clásico. La abierta forma en que se ríe del racismo le permite combinar diferentes tipos de humor, desde el puro absurdo al avant garde pasando por la chorrada como un piano de toda la vida. Pero siempre hay que recordar: no importa lo tonto que sea algún chiste, la película no lo es.
La mezcla de diferentes estilos y tipos de humor hace que sea un film muy divertido no solo por el guión, también por un reparto de actores que sabe darle vida. El reparto incluye habituales de Brooks como Gene Wilder y Madeline Khan, junto a otros estupendos actores como el protagonista Cleavon Little, Harvey Korman, el inimitable Slim Pickens y una gran selección de estupendos secundarios.
Personalmente, me gusta mucho la mezcla de tipos diferentes de humor que cocinó el equipo de guionistas formado por Brooks, Norman Steinberg, Andrew Bergman, Alan Uger y Richard Pryor. Siempre me ha gustado la variedad, pero en este caso es porque un chiste tonto me hace gracia pero muchos me cansan y el ecléctico estilo de Sillas hizo que me estuviera riendo de principio a fin. Por ejemplo, el momento a partir del segundo 16 de este clip del film siempre me hace reír:
Es la forma en que continuamente se burla y ridiculiza el racismo lo que hace este film memorable y lo ha convertido en clásico. Pero también hay que tener en cuenta que gags como la cena de los cowboys que se convierte en un concierto de ventosidades o la obscena comedia sexual del número musical que Madeline Kahn interpreta rompieron en aquel entonces barreras y marcaron el camino para otras grandes comedias como el clásico de John Landis Desmadre a la americana (Animal House, 1978).
En este film hay humor inteligente, tonto y absurdo. También hay crítica social y metalingüísmo, pero si hoy lo recomiendo es porque me rio mucho viéndola. Y tal como está el panorama político y social, necesitamos reírnos más que nunca.
4 comentarios:
No la vi. Creo que ésta peli podría haber entrado en el post que puse hace no mucho sobre el western y el humor. Sólo una cosa: a mí Wilder no me apasiona precisamente, ni tan siquiera en El jovencito Frankenstein, que vista hoy en día pierde en relación a cuando la vi hará unos… pues… creo que la nada despreciable cifra de 25 años, ahí es nada; qué viejo que se va haciendo uno!! :-/
Un saludo, Raül.
Pues mira, Javi, en esto no coincidimos: yo me voy haciendo más joven! ;D
A mí El jovencito Frankenstein me sigue haciendo la misma gracia que la primera vez que la vi, la verdad. Incluso más, porque con el tiempo he ido apreciando chistes que en su momento no entendí. Y Wilder, con un guion adecuado, me hace gracia. Un saludo.
No la he visto aun, pero tiene que ser en algún momento, es como dices todo un clásico (tardío) de la comedia. No soy mucho de reírme pero siempre es agradable tratar de que nos saquen una risa, que nos alegren. La tendré más presente. Lo de los pedos no sé, habrá que verlo.
Mario, hay que reírse que la vida es muy corta! Y lo de los pedos es solo una escena que en su momento fue muy polémica pero hoy día es más bien inocente.
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