Como ya mencioné en el artículo que escribí al hacerse pública la muerte de Tobe Hooper, quiso la casualidad que estuviera repasando una de sus menos conocidas películas antes de saber la terrible noticia. Mi interés por este título radica en el conocido hecho de que, a partir de los años 90 y, especialmente, durante el siglo XXI, la carrera de Hooper había entrado en decadencia, consiguiendo sobrevivir dirigiendo episodios de televisión y películas editadas directamente en el mercado doméstico. Tenía curiosidad por ver qué títulos de esta época podían ser reivindicables.
Supe originalmente de la existencia de Terror sin fin (Night Terrors aka Nightmare, 1993) por la revista Fangoria, que por aquel entonces editaba ediciones Zinco. Recuerdo leer una entrevista a Robert Englund a raíz de su papel en este film, adornada con fotografías que despertaron mi interés. Cuando finalmente la encontré en vídeo no me pareció gran cosa, más allá de disfrutar con la poderosa presencia de la actriz protagonista, Zoe Trilling. Viéndola de nuevo ahora, es fácil entender qué me atrajo de este film siendo un inmaduro adolescente y qué no, y qué me atrae ahora como inmaduro adulto y qué no.
El film transcurre en dos momentos temporales. Primero nos introduce a Robert Englund como el marqués de Sade, siendo torturado en una prisión, en algún momento a finales del XVIII y principios del XIX (Sade murió en 1814). Las secuencias de Sade en prisión sirven como contrapunto a la historia del presente, en la que la joven Genie (Zoe Trilling) llega al Cairo para visitar a su padre, el doctor Matteson (William Finley), mientras este lleva a cabo ciertos trabajos de arqueología. Genie se verá pronto involucrada en los aspectos menos sanos de la vida nocturna del Cairo, mezclándose con una secta sadomasoquista encabezada por Paul Chevaller (Englund), descendiente del marqués de Sade.
Queda claro que este no es un film perfecto y creo que los elementos que más me hicieron disfrutar del film puede que descoloquen/no sean apreciados por otros espectadores o personas normales. Se nos presenta a Genie como el producto de una estricta educación religiosa, el siempre genial Finley interpreta a su padre como un fanático religioso algo desequilibrado con afición por las cuerdas, así que la joven se ve más que predispuesta a romper todos los tabúes imaginables. Parte de esta rebelión contra el padre implica tomar drogas, lo que proporciona una serie de secuencias alucinógenas nada despreciables. Además de las alucinaciones, Genie también tiene memorables pesadillas y sueños, enlazados con el marqués de Sade.
Todo ello da como resultado un film que tal vez no es muy impresionante como cinta de terror o thriller erótico, pero desde luego resulta tremendamente entretenido gracias a sus momentos oníricos y asesinatos. Las interpretaciones de Englund y Finley, como siempre, no decepcionan, aunque Trilling no destaque precisamente como actriz. La misteriosa Trilling, también conocida como Geri Betzler, se ha ganado un seguimiento de culto gracias a las diversas películas de terror en las que intervino, aunque se retiró pronto del mundo de la interpretación. No muy hábil como actriz es innegable que, como ya he dicho antes, su poderosa presencia la hace siempre interesante.
Terror sin fin, desde luego, no se encuentra entre lo mejor del director tejano, pero no por ello resulta menos interesante. No lo recomiendo a todo el mundo, pero si la mezcla de alucinaciones, sueños y sadismo os parece atractiva, dadle una oportunidad.
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