Durante mediados de los 90 del siglo XX, se produjo un hecho sin precedentes: el eterno secundón Gamera superó al rey de los monstruos Godzilla con una trilogía de películas que, no solo fue más allá de las expectativas de los fans, además acabaron siendo consideradas la cima del género. Vamos a repasar esta trilogía, en un artículo que está más pensado para los neófitos o aquellos que desconozcan las kaiju eiga, o películas de monstruos gigantes, que para los fans, porque mi intención es crear nuevos fans de estas obras maestras.
Un poco de contexto antes. En 1965, la compañía Daiei estrenaba El mundo bajo el terror (Daikaijû Gamera, Noriaki Yuasa). Film en el que nacía Gamera, una tortuga gigante voladora que escupía fuego por la boca, con el objetivo de competir con las películas de Godzilla de la Toho. Daiei experimentaba diversos problemas económicos, que acabarían llevando la compañía a la bancarrota, así que las películas de Gamera se fueron produciendo con presupuestos cada vez más reducidos. El director Noriaki Yuasa fue el principal director de la franquicia Gamera en esta época, convirtiendo a la tortuga gigante en el amigo de los niños, en una serie de películas con decidido tono infantil. En total se estrenaron ocho películas, estrenada la última en 1980, Supermonstruo (Uchu kaijû Gamera), que Yuasa dirigió contando con el más bajo presupuesto de la saga, lo que obligó a que fuera un film nutrido principalmente con clips de las películas estrenadas entre 1965 y 1971.
Y así llegamos a 1995, con Gamera convertido en un chiste. Por eso, cuando al director Shûsuke Kaneko se le presentó la oportunidad de dirigir una nueva película de Gamera para la nueva Daiei coincidiendo con el 30º aniversario del personaje, al principio pensó en rechazar el proyecto. Pero entonces, debido a que Gamera no era reverenciado como Godzilla, vio que podía transformarlo y crear algo que atrajera al fan adulto de las películas de monstruos gigantes japonesas, con la complicidad del guionista Kanzunori Itô.
Así nació Gamera: El guardián del universo (Gamera daikaijû kuchu kessen, 1995). Aunque en un principio vio algunas de sus ideas frenadas por unos ejecutivos que todavía tenían en la cabeza al antiguo Gamera, Kaneko creo un film trepidante, adulto y tremendamente emocionante. Se reinterpreta el origen de Gamera, que aquí es un arma biológica creada por una avanzada civilización atlante con la misión de defender la Tierra de amenazas externas.
Y atención: su misión es defender la Tierra, no a los humanos. Una distinción que será desarrollada en las siguientes películas, introduciendo en todas ellas también un mensaje ecologista de fondo.
En esta primera entrega Gamera se enfrenta a Gyaos, rival que aparecía en la franquicia clásica, un monstruo gigante con gusto por la sangre humana. Entre los personajes humanos hay dos que tendrán un papel destacado en la trilogía: la ornitóloga Mayumi Nagamine (Shinobu Nakayama) y la joven Asagi Kusanagi (Ayako Fujitani). Asagi crea un vínculo con Gamera que será determinante en las siguientes entregas.
Este primer film arranca de forma habitual en el género, con el descubrimiento de los monstruos, sin estar seguros de las intenciones de cada uno, para luego pasar a la acción y la destrucción entre la que se desarrolla también el drama de los personajes humanos. Pero esta ejecución de la tradicional película kaiju se hace de forma que parece nueva, desechando los clichés habituales.
La película se estrenó con un tremendo éxito de crítica y público, llegando las alabanzas incluso de fuera de Japón. La calidad del film hizo que se decidiera hacer una trilogía con el mismo equipo en las siguientes entregas.
Hemos mencionado al director Shûsuke Kaneko y al guionista Kazunori Itô como instrumentales en resucitar a Gamera con una película de gran calidad. Otro responsable del éxito de la primera película y fundamental en cada una de estas tres películas es el director de efectos especiales Shinji Iguchi. El trabajo de Iguchi integrando distintas técnicas para desarrollar las monstruosas batallas es realmente impresionante, llevando al límite lo que era posible hacer entonces, incluso el disperso uso de CGI casa perfectamente con las maquetas y trajes. En Gamera 2: El ataque de Legión (Gamera 2: Region shurai, 1996) Iguchi logra crear planos con maquetas que dejan la boca abierta, debido precisamente a que no parecen realizados con maquetas.
En esta segunda entrega, Kaneko e Itô le dan al film una atmósfera más cercana al cine de terror con Legión, un monstruo que procede del espacio y trae consigo una legión de insectos gigantes. El ataque de los insectos sirve para crear escenas que recuerdan a otras de marines matando xenomorfos, aunque aquí los esfuerzos de las fuerzas de autodefensa japonesas tienen poco que hacer ante esta amenaza. Es posible que, personalmente, esta segunda entrega sea la que más me gusta por esos toques de cine de terror al inicio, que se encadenan con escenas de destrucción masiva, trayendo de vuelta los traumas de ataques nucleares japoneses.
Con esta segunda entrega, Kaneko, Itô e Iguchi logran lo que parecía un imposible: una secuela que supera al original, con un tono más épico, a pesar de que los esfuerzos para que la calidad de los efectos especiales no se resintiera por el ajustado presupuesto significara que se redujo el número de secuencias con efectos. Aunque no lo parece, porque repito que es un film que es mucho más épico que la primera entrega. Y mucho más épica aún es la tercera entrega que cierra esta trilogía.
Tras dos películas que habían llevado el género a nuevas cimas, las expectativas generadas por esta tercera entrega eran muy altas. Unas expectativas que se vieron cumplidas de largo con Gamera 3: La venganza de Iris (Gamera 3: Jashin kakusei, 1999).
Una película que además de cerrar la trilogía a la perfección, le pasa la mano por la cara a los americanos que habían intentado enseñar a los japoneses cómo se hacía una película de monstruos con Godzilla (Roland Emmerich, 1998). Shûsuke Kaneko y Kazunori Itô crean una historia que se centra en un tema entonces original, que actualmente ha sido tratado en diversas películas Marvel: los daños colaterales. En esta ocasión, el monstruoso villano Iris se origina gracias a la joven Ayana Hirasaka (Ai Maeda), una chica huérfana cuyos padres murieron cuando, en una de sus peleas, Gamera derribó el edificio en el que se encontraban. Las consecuencias de las acciones de Gamera y si tiene alguna conexión con los seres humanos son el centro de la trama.
Shingi Iguchi se luce con un tramo final que, como decía antes, es realmente épico. También era la última oportunidad de hacer una película que todavía usara hombres con trajes, ya que el desarrollo de la animación por ordenador con resultados cada vez más realistas marcaría el fin de este estilo de crear batallas monstruosas. Pero por lo menos se cierra por todo lo alto.
Esta trilogía marcó un antes y un después en el género, impulsando la carrera de los cineastas responsables. Hoy día son respetadas como hitos del género. Son películas que, creo, pueden fascinar incluso a aquellos que desconozcan el género o no sean aficionados al mismo. Las recomiendo mucho especialmente a aquellos que no se les ocurriría nunca ver una película con monstruos gigantes.
2 comentarios:
Pues aunque me gusta el cine japonés, nunca me han atraído mucho las películas de monstruos. Pero después de leerte me has dejado lleno de intriga... Haré lo posible por hacerme con la primera de 1995 y después ya veré 😙
Pues ya haces bien empezando por pelis que tienen un nivel alto y no son tan de gusto adquirido como las clásicas, que también me gustan mucho pero veo que no son tan fáciles de entrar.
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