El film arranca como otros de la saga que se inició con La noche del terror ciego (Amando de Ossorio, 1971), con los templarios en el siglo XIV celebrando una ceremonia satáncia que se ve interrumpida por pueblerinos con ganas de linchar. Cegados, antes de morir los templarios prometen venganza y obtener vida eterna. Salto al futuro, en un inhóspito paisaje posapocalíptico Michael (Aaron Stielstra) y Lily (Alice Zanini) son padre e hija en busca de refugio. La mala suerte hace que acaben siendo acogidos por una secta religiosa que sigue las enseñanzas de los templarios.
El giro futurista puede que coja a muchos seguidores de la saga desprevenidos, ya que se aparta bastante de los argumentos más habituales de las otras películas, aunque en el fondo la estructura es la misma que la de las anteriores entregas: los protagonistas tropiezan con los templarios y estos se disponen a perseguirlos y matarlos de sangrientas maneras. El ambiente posapocalíptico también sirve para disimular un poco el bajo presupuesto de la película, que obviamente se hizo con más ganas que dinero. Las interpretaciones tampoco son gran cosa, pero se ha de tener en cuenta que la mayoría de actores trabaja en una lengua que no es la suya.
A pesar de sus mancanzas, el film es bastante entretenido y sangriento. No está a la altura de las mejores entregas de la saga, que para mí son El ataque de los muertos sin ojos (Amando de Ossorio, 1973) y La noche de las gaviotas (Amando de Ossorio, 1975), eso está claro, pero es un buen complemento si la ponemos al lado de la entrega más floja de la saga, El buque maldito (Amando de Ossorio, 1974). Curse of the Blind Dead carece del encanto setentero de las anteriores entregas, claro, pero los esfuerzos por superar el bajo presupuesto, su corta duración y el intento de contar una historia (más o menos) original dentro de la serie son factores que hicieron que viera el film con simpatia. No es un gran film dentro del género, pero me dio lo que buscaba: templarios ciegos resucitados matando gente con alegría. A veces, es todo lo que necesitas.
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