Durante mucho tiempo, La quinta jornada (Le cinque giornate, Dario Argento, 1973) fue el título más desconocido de la filmografía de Dario Argento. En su día fue un fracaso de taquilla y, al no tratarse de un giallo sino de una comedia histórica, fue ignorado tanto por la crítica como por los fans de Argento. Hasta hace poco, además, no era una película fácil de ver. De modo que, siendo sincero, me compré la reciente edición en 4K principalmente para completar la filmografía de mi admirado Dario Argento en la estantería y me puse a verla por cumplir el expediente. Para mi sorpresa, me encontré disfrutando enormemente de esta película y disfrutando con ella hasta el final.
Nos encontramos en 1848, cuando se produce la primera revolución italiana para expulsar a los austríacos de Italia, el primer paso para que el país se acabara convirtiendo en una república en 1861. Pero nada de esto le interesa a Cainazzo (Adriano Celentano), un ladrón que aprovecha un atentado para liberar a revolucionarios para escapar de la cárcel. Una vez fuera, tiene como objetivo reclamar su parte del botín obtenido en el golpe por el que fue preso. Cainazzo descubre que su cómplice, Zampino (Glauco Onorato), es ahora un líder de la revolución que se hace llamar Libertad. Cainazzo empieza entonces su odisea para dar con Zampino, viéndose involucrado de forma involuntario en diversos eventos históricos acompañado de Romolo (Enzo Cerusico), un panadero cuya panadería desaparece debido a los bombardeos austríacos.
A finales de los 60 y principios de los 70 del siglo XX en Italia se pusieron de moda las comedias históricas, en particular tras el éxito de El decamerón (Il Decameron, Pier Paolo Pasolini, 1971). Una de las comedias que más éxito tuvo fue una producida por Salvatore Argento protagonizada por Adriano Celentano: El guapo (Er più: storia d'amore e di coltello, Sergio Corbucci, 1971). De modo que Argento padre le pidió a su hijo Dario que le escribiera otra comedia histórica que sería de nuevo protagonizada por Celentano. Dario recuperó entonces un guión que puso en marcha tras el exitoso estreno de Los cuatro días de Nápoles (Le quattro giornate di Napoli, Nanni Loy, 1962). Originalmente, Nanni Loy iba a ser el director de La quinta jornada, con un guion en el que trabajaron Dario Argento y Luigi Cozzi. Este guion era una comedia sin toques políticos y homenajes a artistas de la comedia del cine mudo como Buster Keaton y Charles Chaplin. Luego, se pusieron a trabajar en el guion Argento y Nanni Balestrini. Balestrini sí que fue un escritor más político y animó a Argento a añadirle alegoría política a la comedia. Argento lo vio como una oportunidad de dar rienda suelta a sus tendencias comunistas, que no explotaba en sus gialli.
Era un momento también en el que Argento no estaba seguro de hacia que dirección tomar con su carrera. La serie que había creado para la televisión, La puerta en la oscuridad (La porta sul buio, 1973), le había dado una tremenda popularidad y su "trilogía animal" había sido un tremendo éxito de taquilla, pero ese mismo éxito había provocado que se estrenaran en los cines muchas imitaciones y que el mercado se llenara de gialli. Este momento de duda sobre el futuro se juntó con que el director original de La quinta jornada abandonara el proyecto y el reparto pidiera que Argento se pusiera al frente. Y así acabó Argento dirigiendo una comedia histórica que, a primera vista, no podía ser más distinta de las películas que había dirigido entonces.
La película, que tuvo un rodaje complicado, estaba pensada para el mercado italiano, pero fue un fracaso de taquilla. Fuera de Italia tampoco funcionó demasiado. Argento había ideado la película como una alegoría de lo sucedido tras el Mayo del 68, con una gran carga crítica entre la comedia, que no funcionó y no se entendió en su momento. Su reputación no mejoró con el tiempo, pasando décadas desaparecido y solo accesible mediante ediciones piratas o italianas de pobre calidad. Sin embargo, gran parte de las críticas negativas que he visto sobre la película eran de críticos y expertos ingleses y americanos, que creo no podían conectar con el mensaje de Argento, procedentes de un bagaje cultural muy distinto, al contrario de lo que sucede entre españoles e italianos, más próximos. Por mi parte, creo que a varios momentos históricos de la historia de España pueden ser perfectamente representados por la alegoría de Argento. También comparto bastante de las ideas que expone Argento. Y, sobre todo, me pareció una película muy divertida. Exceptuando alguna escena de homenaje al cine cómico mudo, las situaciones en que se ven envueltos los personajes me hicieron reír mucho con su mezcla de humor negro y cinismo. Lo que, al fin y al cabo, es lo más importante cuando hablamos de una comedia.
El fracaso de esta película hizo que Argento decidiera, de forma definitiva, volver al giallo, lo que hizo con la obra maestra Rojo oscuro (Profondo rosso, 1975). Estar alejado del género temporalmente contribuyó a un regreso verdaderamente genial, pero no se ha de desmerecer La quinta jornada, que nos ofrece una parte desconocida de Argento. La apreciación hacia ella parece que por fin cambia y es el momento de celebrar este redescubrimiento por parte de los fans no italianos de Argento.
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