La película se plantea como una secuela de la novela de Bram Stoker. Drácula (Paul Naschy) se ha instalado en un manicomio abandonado bajo la identidad del doctor Wendell Warlow. A este manicomio irán a buscar refugio Karen (Haydee Politoff), Elke (Mirta Miller), Senta (Rosanna Yanni), Marlene (Ingrid Garbo) y su acompañante Imre Polvi (Víctor Barrera como Vic Winner), después de que el carromato en que viajan pierda una rueda. Al principio todos reciben con agrado la hospitalidad del doctor Warlow, hasta que la presencia de una amenaza vampírica se hace evidente. Drácula busca completar un ritual que devuelva a la vida a su hija y para ello necesita que una virgen se enamore de él libremente, sin que Drácula utilice ningún poder de la oscuridad.
Paul Naschy, que como es habitual escribió el guion con su nombre real Jacinto Molina, llena la película de alusiones a un pasado inquietante en la historia del manicomio, ceremonias satánicas y romanticismo gótico. Por primera vez, el conde Drácula se enamora de una mujer mortal dando pie a una subversiva interpretación del vampiro al tiempo que se aferra a los motivos clásicos de las películas de la Universal.
Por su parte, Javier Aguirre crea una gran atmósfera, con un toque onírico, de pesadilla, que le da sentido a la ambiciosa trama creada por Naschy en tan solo 83 minutos de duración (siguiendo la versión sin censurar estrenada fuera de España).
La suma de los talentos de Aguirre y Naschy, que casi inmediatamente se pusieron luego a trabajar en El jorobado de la Morgue (1973), nos da como resultado un film de terror gótico muy romántico, que destaca por su Drácula en conflicto entre su naturaleza vampírica y su amor por Karen. El reparto también está a la altura, reuniendo un grupo de bellas actrices que entonces despuntaban en el cine europeo y español. Es una lástima que el único punto flojo sea precisamente Naschy como Drácula. Él justificaba adjudicarse el papel cuando, investigando sobre el personaje, descubrió la inspiración en Vlad el empalador. Un guerrero que no tendría un aspecto físico no muy distinto del suyo. Pero mientras es posible que su figura sea históricamente más cercana a la realidad, en pantalla no acaba de dar la talla como seductor vampiro. Resulta efectivo en momentos puntuales, cuando da rienda suelta a la parte más oscura de Drácula, pero nunca acaba de tener la misma presencia imponente de Christopher Lee o Frank Langella.
A pesar de todo, El gran amor del conde Drácula es un título notable dentro del fantaterror español y un título de culto en el género. Una película que también pueden disfrutar los amantes del terror gótico a los que no les importe mezclar la sangre con el romanticismo. El tráiler es de la versión americana que estaba censurada como la española.
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