De entre todos los subgéneros que han surgido en el cine de terror, pocos han sido tan rentables como el slasher. Su fórmula es sencilla y efectiva: un grupo de adolescentes y un asesino enmascarado que los va asesinando uno a uno. Pero, ¿es eso todo lo que son o hay algo más?
Breve repaso al género
El slasher se formó como género a principios de los ochenta. Siguiendo el estilo de los giallos italianos y dos películas seminales: Black Christmas (Bob Clark, 1974) y La noche de Halloween (Halloween, John Carpenter, 1978). Es especialmente el éxito en taquilla de Halloween que provocó que se rodara rápidamente Viernes 13 (Friday the 13th, Sean Cunningham, 1980). Entonces se desata la fiebre, estrenándose un slasher por semana, cosa que provocó protestas, censura y ataques histéricos como el protagonizado por Roger Ebert y Gene Siskel que aseguraban que todas estas películas eran ataques contra la mujer y que era un género que odiaba a la mujer.
Obviamente, teniendo el cuenta el exagerado número de producciones que se hicieron en un período de apenas cinco años, se produjeron un montón de malas películas. Pero también durante los cincuenta se produjeron un número exagerado de westerns, muchos de ellos racistas en su presentación de los nativos americanos pero no por ello condenaremos a todo un género. Volviendo al slasher, entre 1986 y 1987 el género estaba saturado y había sido objeto de varias parodias. Incluso una película como Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street, Wes Craven, 1984) en lugar de renovar el género lo que hizo fue saturarlo más con infinidad de secuelas.
El género hacía tiempo que estaba muerto cuando fue resucitado por Scream: Vigila quién llama (Scream, Wes Craven, 1996). De nuevo, el éxito de Scream provocó una nueva serie de imitaciones, menos sangrientas y sin sexo, los dos elementos que habían caracterizado los slasher de los ochenta. Esta corriente llevó a la actual en la que de forma sistemática se han estado haciendo remakes de clásicos títulos slasher.
Eros y Tánatos
El sexo y la muerte son los elementos básicos sobre los que gira toda nuestra cultura. Y creo que son los elementos por los que nos sentimos atraídos no solo al slasher, sino al cine de terror en general.
Stephen King indica en su ensayo Danza macabra que la razón principal por la que estas películas funcionan es debido a su sencillez. Son películas que básicamente cuentan "la historia del garfio": una pareja se está enrollando dentro de un coche en un bosque en mitad de la noche. Mientras se dedican a sus asuntos la radio anuncia que un peligroso psicópata se ha escapado de un manicomio y que el asesino es manco, en el muñón tiene un garfio. Es entonces que la chica oye un ruido extraño y le pide al chico que arranque el coche y vuelvan a casa. Cuando vuelven a oír un extraño ruido arrancan el coche y vuelven a casa. Cuando llegan y se bajan del vehículo, la chica ve colgando de la manilla de la puerta un garfio ensangrentado. Esta y otras leyendas urbanas son viscerales historias de terror familiares a nuestros oídos. De forma divertida la película Leyenda Urbana (Urban Legend, Jamie Blanks, 1998) juega con la relación entre el slasher y las leyendas urbanas.
Historias falsas pero experimentadas como ciertas, contadas en casa de algún amigo cuando éste hace una fiesta y los padres se han ido, momento en el que se bajan las persianas y todo queda a oscuras. Momentos en los que uno experimenta con este terror y también experimenta sus primeras experiencias con el sexo opuesto. El cine nos permite experimentar estos rituales de nuevo en compañía de extraños. No es extraño además que después de una buena película de terror se salga del cine con una excitación cercana a la sexual. Excitación originada por la alegría de haber sobrevivido a la experiencia.
La relación entre sexo y muerte en el cine de terror ha sido analizada de forma extensa. Normalmente enfocado hacia la moralidad. Al igual que los famosos cómics de terror E.C., se ha interpretado a los slasher como cuentos morales en los que la transgresión de ciertas normas equivale a la muerte. En el slasher: tomar drogas y mantener relaciones sexuales sin estar casado. Muchas veces en el slasher, una escena de sexo es el preludio a un asesinato. Sin embargo, como muy bien apunta David J. Skal en su ensayo Monster Show: una historia cultural del horror, esta relación no tiene tanto que ver con la moral como con los ritos de iniciación y de paso a la edad adulta.
El público principal del slasher son adolescentes. La adolescencia se caracteriza por dejar atrás la infancia y dar los primeros pasos hacia la edad adulta. Y es a través del sexo y de las transgresiones sociales que dejamos la infancia, una vez se atraviesa la frontera de la carne ya no hay marcha atrás. Los slashers serían representaciones rituales de el paso a la madurez: cuando se representa la muerte de un personaje tras mantener relaciones sexuales o tomar drogas se representa de forma metafórica la muerte de la infancia.
Cuando somo adultos y ya hace tiempo que hemos pasado por estos rituales, la nostalgia nos lleva hacia las películas de terror. En la virginal Final Girl que sobrevive siempre al final de estas películas vemos un reflejo de nuestra inocencia perdida, de aquel espíritu que las responsabilidades del mundo adulto ha aplastado o, a veces, matado. Es a través de estas películas que tenemos la ocasión de sentirnos otra vez como niños.
Para una mayor información sobre el género y su impacto sociológico os recomiendo el documental Going to Pieces: The Rise and Fall of the Slasher Film.
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