La historia de cómo Las sádicas (Death Game, Peter S. Traynor, 1977) llegó a las pantallas es casi tan rocambolesca como la película misma. El argumento parte de una premisa sencilla que se convirtió al rodarse en una pesadilla delante y detrás de las cámaras. El resultado final, una película fascinante que sigue atrapando hoy día.
El punto de partida es sencillo. George Manning (Seymour Cassel) se queda solo en casa después de que su mujer Karen (Beth Brickell) haya debido marchar debido a una emergencia médica con uno de sus hijos, que se encuentran de visita en casa de sus abuelos. Esa misma noche, tormentosa y desagradable, llaman a la puerta. George abre y se encuentra a dos atractivas mujeres, Jackson (Sondra Locke) y Donna (Colleen Camp), que al parecer se han perdido y le piden usar su teléfono. George no duda en ofrecerle su ayuda a ambas. Poco a poco, George empieza a notar cosas raras, pero no les da importancia distraído por la belleza de ambas. Jackson y Donna seducen a George haciendo un trío lo que queda de noche. A la mañana siguiente, George espera que llegue el momento de la despedida, pero ninguna de las dos da señales de querer irse. Y no se van. George se da cuenta entonces que ha invitado a dos peligrosas psicópatas a su casa que van a convertir su vida en una pesadilla.
Es una premisa sencilla, pero que se explota de forma increíble, gracias sobre todo a la interpretación de Sondra Locke y Colleen Camp. Ambas actrices con sus respectivas interpretaciones hacen real y aterradora la locura que impregna sus personajes. Gracias a ellas, la pesadilla se convierte en real para el espectador, que tiene la sensación de que está en manos de gente peligrosa. A medida que la casa va siendo destruida, la demencia de ambas se va exponiendo más, mientras que el personaje de Seymour Cassel sucumbe impotente a la locura de las dos intrusas. Al principio intenta dominarlas, pero queda claro que Jackson y Donna tienen un objetivo en mente y nada las apartará de conseguirlo. El ataque empieza con cosas pequeñas, como repetir de forma constante en los diálogos el nombre de George cada vez de forma más burlona, hasta llegar al uso de la violencia más brutal.
Algo que hace que resulte más inquietante es que no hay motivo para el ataque hacia George, podría ser él como cualquier otro. Sin embargo, las motivaciones de ambas para sus crímenes se van revelando poco a poco, a través del diálogo. Cómo es de esperar, el abuso y el maltrato son parte importante de estas motivaciones.
Esto le añade al argumento un subtexto que hace de Death Game una película de terror feminista, nutriéndose de los miedos y las ansiedades masculinas que surgen a partir del movimiento feminista y del aspecto sexy y angelical de las acólitas asesinas del clan Manson. Lo cual no es extraño teniendo en cuenta que la película fue originalmente concebida a finales de los 60 del siglo XX. En concreto, un día de lluvia que el guionista Michael Ronald Ross decidió recoger a una autoestopista que parecía bastante desamparada (y que se llamaba Donna). Esta invitada inesperada, que Ross esperaba que se marchara al día siguiente, se quedó días gorroneando todo lo que pudo. Pasado un tiempo, finalmente se marchó. Ross pensó entonces que habría pasado si, en lugar de una chica más o menos pacífica, Donna hubiese resultado ser una psicópata. Así nació la premisa de Death Game (entonces titulada Freak) que se convertiría en guion cuando Ross se pusiese a trabajar con Anthony Overman.
Fue entonces que el guion empezó a circular por las productoras. Así llegó a Malpaso, la productora de Clint Eastwood, donde la guionista Jo Heims, que acababa de escribir el debut de Eastwood Escalofrío en la noche (Play Misty for Me, 1971), se apropió del guion y lo pasó como propio tras unos pocos cambios. Eastwood consideró entonces dirigirlo, pero se decidió por otro proyecto. El guion, todavía atribuido a Heims, fue comprado por la productora de Peter S. Traynor. Traynor quería usarlo para debutar como director, al considerar que una historia con solo tres personajes principales y una localización no debería ser excesivamente complicada de filmar.
Pero antes de que se pudiera empezar a rodar, los guionistas originales supieron lo que estaba pasando y exigieron que se restaurase su crédito como guionistas. Para lograrlo, llevaron el guion al sindicato de guionistas para que dirimiese sobre quién debía caer la autoría, pero cuando se llevó al sindicato, Heims rápidamente retiró su crédito como autora del guion. Ross y Overman habían registrado en el sindicato los distintos borradores de su guion, así que Heims no tenía nada que hacer, de ahí su pronta retirada.
Lo que Ross y Overman no sabían, es que en los años que el guion estuvo dando vueltas, E.E. Patchen o Chris Warfield, posiblemente Warfield, tuvo la oportunidad de leer el guion original y plagiarlo descaradamente. El resultado fue Little Miss Innocence aka Teenage Innocence (Chris Warfield, 1973), película incluida como extra en la edición en Blu-ray que Grindhouse Releasing hizo de Death Game. El inicio, el final y las motivaciones son casi exactos a los del primer guion de Ross y Overman, pero el desarrollo es distinto y no tiene la misma calidad. El nivel interpretativo tampoco es el mismo, las dos actrices protagonistas estaban especializadas en películas más bien eróticas. Un aspecto que se potencia en esta película, ya que el objetivo de ambas es matar a su víctima Rick (John Alderman) a polvos, literalmente. No es esta la única versión que se ha hecho de la película, si bien las otras dos son versiones oficiales. Por un lado, Viciosas al desnudo (Manuel Esteba, 1980) fue realizada en la época del destape y su director le dio un giro de derechas conservador a la historia. Por otro lado, el remake oficial dirigido por Eli Roth, Toc Toc (Knock Knock, 2015), no llega nunca al nivel de locura de la original.El rodaje de Death Game empezó de forma accidentada, con Traynor discutiendo continuamente con el director de fotografía. Este primer director de fotografía fue despedido y se contrató entonces a David Worth. Worth, más que el director, fue el que salvó la película. No solo en el aspecto visual con toques góticos y momentos casi expresionistas. También en el montaje, ya que el primer editor quiso aprovecharse de que trataba con un director primerizo haciendo un trabajo de calidad mínima. Worth se percató de esto al ver el primer montaje junto a Sondra Locke y se lo comunicaron a Traynor. Worth le dio forma a la película y también acabó participando en el doblaje de la misma, poniendo voz al personaje de George, cuando Seymour Cassel se negó a poner él la voz.
El conflicto con Cassel se origina cuando se estaba llegando al tramo final del rodaje. La película se rodó más o menos en orden, para mantener continuidad con la destrucción de la casa, así que el ambiente de locura del clímax se fue contagiando detrás de las cámaras. La relación entre Locke, Cassel y Traynor era cada vez más tensa. En una entrevista, Locke aseguró que llegó un punto en que ella y Cassel dirigían la película en lo que a las interpretaciones se refiere. Finalmente, la tensión fue subiendo hasta que Cassel se negó a trabajar. Se presentaba y hacía las escenas, pero de forma funcional, algo que Worth pudo disimular mediante el montaje y el doblaje, aprovechando también que hay escenas en las que George se supone que está en shock.
Todo este conflicto y drama parece que benefició la película, ya que la tensión y la demencia saltan de la pantalla para atrapar al espectador. La distribución fue un fracaso y la película apenas se vio, sobreviviendo en vídeo con devotos que iban introduciendo a otros esta extraña joya. Es una película única que ofrece una experiencia única, gracias en gran parte, repito, a las interpretaciones de las dos protagonistas. El trabajo de Worth le dio el toque final a esta mezcla de thriller y terror que sigue siendo vigente y relevante. Recomendada a los que tengan paladar para lo extraño.