18 jul 2025

La muerte acecha en la pantalla

 


 

Leyendo críticos anglosajones que escriben sobre el giallo, te puedes encontrar una noción bastante extendida según la cual solo se consideran auténticos gialli las producciones italianas. Es una opinión que siempre me ha parecido tremendamente absurda, principalmente porque los géneros y los estilos no tienen nacionalidad. Tienen lugar de origen, pero no nacionalidad. Es como decir que las películas del oeste de Sergio Leone no son auténticos westerns porque no son americanos. Otro argumento en contra es que gran parte de los gialli fueron coproducciones entre diversos países, para asegurar así una distribución internacional. Muchas de estas coproducciones eran entre España e Italia, países cercanos y que en aquel momento pasaban por momentos sociales parecidos. Lo que nos lleva al ejemplo que para mí hace más obvia que la idea de que solo se puede considerar un auténtico giallo una película enteramente italiana: los que fueron dirigidos por Luciano Ercoli. Ercoli estaba casado con Nieves Navarro, una actriz española que entonces usaba el nombre Susan Scott al aparecer en producciones internacionales. Debido a su matrimonio con Navarro, Ercoli estableció su pequeña productora en España, para luego trabajar en Italia, Inglaterra o donde fuera necesario. ¿Eran sus películas italianas o españolas? Realmente no importa, eran de Luciano Ercoli, eso es lo que importa. En su carrera como director dirigió tres gialli, siendo su díptico La muerte camina con tacón alto (La morte cammina con i tacchi alti, 1971) y La muerte acaricia a medianoche (La morte accarezza a mezzanotte, 1972) grandes títulos dentro del género.

La muerte camina con tacón alto fue la segunda película que dirigió Luciano Ercoli, tras debutar en el largo con Días de angustia (Le foto proibite di una signora per bene, 1970). Las dos son gialli pero concebidas antes de que la fiebre por el género explotara tras el estreno de El pájaro de las plumas de cristal (L'uccello dalle piume di cristallo, Dario Argento, 1970). El éxito del clásico de Argento transformó completamente el género, como si lo hubiera inventado para un nuevo público, lo que provocó que surgieran muchos imitadores. La muerte camina con tacón alto, sin embargo, no es una pálida imitación. Todo lo contrario, tiene una personalidad propia moviéndose dentro del género con un estilo clásico e innovador a un tiempo.

Nicole Rochard (Nieves Navarro) trabaja como bailarina de striptease en París y su padre es un notorio ladrón que ha robado una fortuna en diamantes. Un misterioso encapuchado va tras esta fortuna y, tras haber asesinado a Rochard, acosa a Nicole para que confiese dónde se ocultan los diamantes. Nicole pide ayuda a su amante Michel Aumont (Simón Andreu), pero, tras una discusión, queda claro que Michel no será de mucha ayuda. Desesperada, Nicole decide irse a Londres con el doctor Robert Matthews (Frank Wolff), un hombre atrapado en un matrimonio infeliz que se ha enamorado de Nicole. Pero el peligro sigue a Nicole por más lejos que se vaya.

El film de Ercoli presenta una trama propia del género policíaco, pero estructurado de forma peculiar. El asesinato central sucede a mitad de película, momento en que entra en escena el inspector Baxter (Carlo Gentili). Este es un personaje clásico, un poco al estilo de los investigadores peculiares que muy pronto se harían famosos en televisión como Colombo o Kojak. Esto hace que La muerte camina con tacón alto sea un título de transición entre el thriller habitual que seguía las directrices del estilo americano, francés y alemán, y el giallo de estilo puramente italiano. Con una dirección elegante sin demasiadas florituras, pero sin dejar de lado las innovaciones visuales de la época.

Ercoli ofrece un film de corte clásico, con secuencias que anuncian los excesos que estaban por llegar. Esto hace que algunos que busquen algo al estilo "argentiano" puede que se queden algo desorientados ante una película que sigue más el estilo de las novelas de intriga de la época. Pero hay mucho que apreciar en esta película aunque no tenga un bodycount al estilo de otros títulos de la época.

 

 


 

Tras el éxito de La muerte camina con tacón alto, no tardó en llegar La muerte acaricia a medianoche. Ercoli trajo de vuelta en el reparto, además de a Navarro/Susan Scott y a Simón Andreu como protagonistas, a Carlo Gentili, interpretando a otro inspector, a Claudie Lange y al experto en personajes pervertidos Luciano Rossi.

La película muestra la influencia de los cambios en el género con unas escenas más violentas y sangrientas, pero resulta refrescante que Ercoli no renuncia a construir un giallo siguiendo su propio estilo, sin caer en la simple imitación. Y lo hace con un argumento que presenta un desafío interesante para los cineastas, mostrar al asesino al inicio y mantener el suspense intacto. La modelo Valentina (Navarro) se deja convencer por su amigo periodista Gio Baldi (Andreu) para protagonizar un reportaje en el que probará una nueva droga, con la promesa de que ni su nombre ni su rostro aparecerá en el artículo. Mientras se encuentra bajo los efectos de la droga, Valentina es testigo de un asesinato en el edificio de enfrente. Por supuesto nadie la cree y, además, nadie se la toma en serio porque Gio la engañó y tanto su rostro como su nombre se utilizan en el artículo. Cuando el asesino empieza a seguirla, Valentina tendrá que desentrañar el misterio tras el asesinato antes de que el asesino la calle para siempre.

Navarro impregna a su personaje de una gran energía y personalidad, ayudada por Ercoli, su marido, que al igual que en la anterior película no le hace un plano malo. Andreu encarna a la perfección a este periodista sórdido y encantador, un tipo de personaje que le iba muy bien al actor. Navarro y Andreu tienen una gran química juntos, lo que hacen de este un giallo tan divertido como cargado de suspense. Y violento, como ya he dicho, con momentos en que Ercoli cubre la pantalla de sangre, literalmente.

La muerte acaricia a medianoche tiene un ritmo más rápido y ligero que el de Camina con tacón alto, pero su historia es también bastante intrincada. La manera en que se desarrolla hace que este sea un film más entretenido que el anterior, con un Ercoli que parece cada vez más en dominio de la cámara. De los dos, este es, para mi gusto, el título superior. Coge los elementos más atractivos del género y los sirve de manera única y personal, lo que es de agradecer sobre todo si has visto muchas películas de este estilo.

  

 


 

Pasos de danza sobre el filo de una navaja (Passi di danza su una lama di rasoio, Maurizio Pradeux, 1973) no tiene absolutamente nada que ver con las películas de Luciano Ercoli aquí comentadas. Pero da una idea del éxito de sus películas el hecho de que en países de habla inglesa Pasos de danza sobre el filo de una navaja se estrenó como Death Carries a Cane, traducido: La muerte lleva bastón, en un intento de atraer al espectador despistado y hacerle pensar que era otra película de la serie. La maniobra tenía sentido ya que una de las protagonistas del film de Maurizio Pradeux es Navarro alias Susan Scott, y también aparece Simón Andreu en un rol secundario. La reunión de veteranos de Ercoli se completa con Luciano Rossi en uno de sus habituales roles como personaje sórdido y sospechoso . Así, aunque no tiene nada que ver el díptico de La muerte... de Ercoli pensé que sería divertido añadirla como bonus track.

Mientras espera que llegue su novio Alberto (Robert Hoffman), Kitty mira por un telescopio a monedas el paisaje urbano, siendo testigo de un brutal asesinato. Cuando va a la policía, el inspector Merughi (Jorge Martín con el nombre George Martin) no se acaba de creer su testimonio, pero luego descubre que el crimen puede que esté relacionado con otros asesinatos que investiga. El inspector empieza a sospechar de Alberto, así que este debe demostrar su inocencia con su propia investigación, mientras los cadáveres se empiezan a acumular a su alrededor.

El contraste entre el film de Maurizio Pradeux y los de Ercoli es bastante pronunciado. Mientras Ercoli rodó sus guiones con estilo, clase y personalidad propia, Pradeux se regocija en los elementos más explotables del giallo: crímenes sangrientos y generosas dosis de erotismo. Un enfoque que hace que el film de Pradeux funcione a otro nivel del de los de Ercoli o de otros grandes del género como Dario Argento, Mario Bava o Lucio Fulci. El desarrollo de la trama pasa a segundo plano mientras se acumulan las escenas de suspense salpicadas de desnudos gratuitos, lo que trabajado con savoir faire hace que el film sea constantemente entretenido. La resolución es satisfactoriamente absurda, de modo que aunque se sigue la fórmula sin mucha imaginación el resultado es muy notable.

 

11 jul 2025

Metalstorm (Metalstorm: The Destruction of Jared-Syn)

 


 

Charles Band, como Roger Corman, se convirtió en una figura de culto a través de su productora Empire, donde desarrollaron sus carreras talentos como el de Stuart Gordon y Brian Yuzna. Luego, durante la década de los 90 del siglo XX, siguió siendo un nombre relevante dentro de la serie B y el cine de culto con su productora Full Moon, fundada después de que Empire entrara en bancarrota. Pero si sus contribuciones son principalmente como productor y creador de conceptos, también ha sido de director de diversos títulos en su día destinados a llenar las estanterías de los videoclubes. Metalstorm (Metalstorm: The Destruction of Jared-Syn, 1983) es uno de sus títulos más populares (y quiero decir literalmente título) dentro de su carrera como director, si bien no es una de sus películas más brillantes.

Dogen (Jeffrey Byron) es un agente de la ley que atraviesa el desierto en busca del criminal Jared-Syn (Michael Preston). Jared-Syn se ha erigido en líder de los clanes nómadas, agitándolos para crear violencia y caos. Unos secuaces de Jared-Syn matan al padre de Dhyana (Kelly Preston), quien jura venganza y por ello se une a Dogen en su caza de Jared-Syn. Ambos se enfrentarán a diversos peligros para lograr llegar a su objetivo.

Metalstorm tenía todos los ingredientes para convertirse en una cinta de culto. Es un film que mezcla las tendencias populares en el cine de género a principios de los 80 del siglo XX: space opera al estilo La guerra de las galaxias (Star Wars, George Lucas, 1977), la fantasía al estilo Conan, el bárbaro (Conan the Barbarian, John Milius, 1982) y la acción posapocalíptica al estilo Mad Max 2, el guerrero de la carretera (Mad Max 2, George Miller, 1981). Esta mezcla implica también que el film tiene un toque spaghetti western, presente en las películas mencionadas. Por si fuera poco, también se estrenó en 3D, formato que entonces estaba experimentando un revival con diversas terceras entregas que lo usaron.

Y, a pesar de todo, la suma de estos elementos no da como resultado un memorable film de culto, sino más bien una anodina película de acción que no deja impronta. Tiene un título memorable, un reparto notable y algún breve momento que queda bien en un tráiler o en un clip en Youtube. Pero Metalstorm tiene demasiados elementos derivativos y muy poca personalidad propia. Claro, es mejor que cualquiera de los remakes en imagen real de películas de animación que manufactura Disney, pero carece de ese toque personal, peculiar, que tienen las cintas de culto. Ese je ne sais quoi mágico que hace que una película genere un culto de fans a su alrededor. Por otro lado, tampoco posee atractivo mainstream ya que no tiene nada que no tengan ya las películas a las que copia.

En cierto modo, Metalstorm es la esencia de lo que era el cine de bajo presupuesto en sus inicios: grandes pósters y tramas épicas que nunca cumplían con sus promesas.

 

4 jul 2025

La fosa común (Graveyard Shift)

 


 

La primera vez que vi La fosa común (Graveyard Shift, Ralph S. Singleton, 1990), basada en el relato de Stephen King "El último turno" que aparecía en su antología El umbral de la noche, no me impresionó demasiado si he de ser sincero. Tampoco ayudó a su causa que se estrenara entre tremendas adaptaciones de novelas de King como fueron El cementerio viviente (Pet Sematary, Mary Lambert, 1989) y Misery (Rob Reiner, 1990). Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo y la iba revisitando, La fosa común fue ganando interés, descubriendo cosas en ella de adulto que no había sido capaz de ver de niño.

Curiosamente, Graveyard Shift nació en el set de El cementerio viviente. En la película de Mary Lambert trabajaba Ralph S. Singleton como uno de los productores. Allí se le acercó William J. Dunn para proponerle trabajar en otra adaptación de un relato de King del que tenía los derechos. Singleton no se lo pensó demasiado y le presentó el proyecto a la Paramount con la intención de tenerla lista para la temporada de Halloween. El proyecto se produjo muy rápido, sobre todo gracias a que ya existía un guion escrito por John Esposito listo.

El guion de Esposito hace un buen trabajo expandiendo el relato original para que llene la hora y media que dura la película. El relato de King, que a opinión personal tiene algo de influencia de El testimonio de Randolph Carter, es bastante oscuro y pesimista, tal vez debido a la experiencia de King trabajando en una fábrica textil. El film no es tan nihilista y contiene algo más de humor, por ejemplo en una escena se ve a un personaje leyendo lo que parece una novelización de Ben (Phil Karlson, 1972) (una película de venganza con ratas), pero la trama central es la misma. En la fábrica textil Bachman tienen un serio problema de infestación de ratas. Tras un accidente que puede que provoque el cierre la fábrica, el capataz Warwick (Stephen Macht) decide crear una unidad que haga limpieza del sótano durante el fin de semana del cuatro de julio para evitar el cierre. Entre los escogidos se encuentra John Hall (David Andrews), recién llegado al pueblo y que no tarda en ganarse la enemistad de Warwick. Luchando contra las ratas se encuentra también un exterminador (Brad Dourif) que se toma muy a pecho su trabajo. Lo que ninguno sospecha es que lo que ha provocado los accidentes y las muertes en la fábrica no son las ratas, sino una criatura que se ha erigido en su líder.

El aspecto principal a destacar de la película es su homenaje a las películas de monstruos de serie B de los 50. La década de los 90 del siglo XX es una época en la que el cine de terror se veía con desprecio tras los excesos de los 80. Es el momento en que se empieza a utilizar la expresión "thriller psicológico" para evitar decir "película de terror", pero es de apreciar que esta película se muestra orgullosa de sus raíces de género. También ayuda el sólido reparto que da vida a los personajes, como Stephen Macht, David Andrews, Kelly Wolf y Andrew Divoff en uno de sus primeros papeles. Por supuesto, quién destaca es Brad Dourif como el exterminador, un personaje creado para la película y que es una adición brillante gracias al trabajo de Dourif. El actor lo da todo para un personaje que, en otras manos, podría haber resultado ridículo.

Entrelazado entre trama terrorífica el guion incluye alegorías sociales y sobre el mundo laboral, dando soporte a una muy buena caracterización de los personajes. Esta conjunción de sólido guion, reparto y dirección ha conseguido que, a pesar de no ser muy apreciada en su día, La fosa común se haya mantenido como una notable película de terror que tiene más que ofrecer de lo que parece a primera vista. Además, cuando arranca una película y su título empieza a derramarse como sangre es que vale la pena verla.