Los que hayáis visto Trampa para turistas (Tourist Trap, David Schmoeller, 1979), recordaréis que la última parte de la película es pura locura, con la protagonista atrapada en la casa del psicópata encarnado por Chuck Connors. En El ático (Crawlspace, 1986), David Schmoeller nos vuelve a ofrecer una experiencia parecida, solo que en lugar de 20 minutos, nos ofrece 80 minutos de locura, suspense y terror en compañía de Klaus Kinski.
Kinski interpreta al doctor Karl Gunther, el cual sigue la tradición familiar de asesinar a destajo: su padre fue médico en un campo de concentración nazi. Gunther ha adquirido un edificio de apartamentos que ha llenado de trampas mortales, además de idear un sistema de conductos que le permite espiar a las guapas inquilinas de su edificio (Gunther solo alquila apartamentos a bellas mujeres) y sorprenderlas ocasionalmente metiendo ratas u otros bichos en sus apartamentos. Lori Bancroft (Talia Balsam) será la nueva inquilina que tendrá que enfrentarse a los juegos mortales de Gunther.
Viendo esta película es inevitable que te vengan a la cabeza otras películas con las que comparte elementos, como la casa repleta de trampas mortales que también es usada en El sótano del miedo (The People Under the Stairs, Wes Craven, 1991) o The Collector (Marcus Dunstan, 2009), así como el encargado que espía/mata a sus inquilinos que aparece también en películas como Sliver (Acosada) (Sliver, Phillip Noyce, 1993) o Mientras duermes (Jaume Balagueró, 2011) (que en algunos momentos roza el plagio de esta película).
Sin embargo, estas películas mencionadas no resultan tan efectivas como El ático, ya que la película de Schmoeller cuenta con algo que las demás no tienen: Klaus Kinski. El actor ofrece una interpretación que resulta hipnótica y fascinante desde el primer momento. En el prólogo del film vemos como despacha con una de sus trampas a la última inquilina de la que se ha encaprichado (y descubrimos que mantiene encerrada en una jaula una mujer a la que le ha arrancado la lengua y que mantiene como si fuera una mascota mientras se dedica a contarle su vida). Tras el asesinato, Gunther se sienta en la cocina y se dispone a jugar a la ruleta rusa. Cuando el percutor cae en una cámara vacía, Gunther dice "que así sea" y pone un anuncio para alquilar el apartamento que acaba de quedar vacío, ritual que repite en varios momentos de la película. Gracias a Kinski, este ritual suicida, así como los momentos íntimos del personaje en que recuerda su vida pasada, tienen una fuerza y un impacto que los convierte en memorables, mientras con otro actor serían risibles o poco creíbles.
En la edición en Blu-ray de la película (de Scream Factory, zona A), se incluye un divertidísimo cortometraje titulado Please Kill Mr. Kinski (1999) en el cual el director rememora lo difícil que fue trabajar con el imposible actor. Las cosas llegaron al extremo de que uno de los productores sugirió matar a Kinski para cobrar el seguro y no lo decía bromeando. Pero ya os digo que todo ese sufrimiento valió la pena, porque Kinski convierte en joya de culto lo que podría haber sido una película bastante típica. Por supuesto, el trabajo de Schmoeller también es importante, especialmente en la parte final, cargada de suspense, donde también destaca la fantástica banda sonora de Pino Donaggio. Tampoco podemos obviar el trabajo de Balsam, que está muy bien como la inocente Lori que se ve atrapada en un edificio lleno de trampas. Pero es que Kinski lo convierte en algo realmente especial.
Este es un film que no conocía hasta hace poco y ha sido todo un descubrimiento. Una maravilla de culto llena de suspense y tensión que recomiendo sin reservas.
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