24 oct 2025

The Island (Sang sei sin)

 


 

El argumento de The Island (Sang sei sin, Po-Chih Leong, 1985) no parece, a primera vista, muy distinto de los slashers americanos de la época: el profesor/tutor Cheung (John Sham) acompaña a un grupo de estudiantes durante una excursión a una de las islas de Hong Kong que se supone deshabitada, pero una vez allí descubren a una familia formada por tres hermanos que no están demasiado cuerdos. Lo que pasa a continuación no os sorprenderá: entre los urbanitas y los tres hermanos se desata una sangrienta batalla por la supervivencia. Sí, es una trama bastante parecida a la de otros slashers de la época como Escóndete y tiembla (American Gothic, John Hough, 1987) o Pánico antes del amanecer (Just Before Dawn, Jeff Lieberman, 1981). Pero esta incursión del cine de Hong Kong en el terror de supervivencia ofrece mucho más de lo que parece a primera vista.

El terror de supervivencia empezó a andar con el estreno de Defensa (Deliverance, John Boorman, 1972) y se desarrolló al máximo durante la década de los 70 en Estados Unidos con clásicos como Las colinas tienen ojos (The Hills Have Eyes, Wes Craven, 1977) y La presa (Southern Comfort, Walter Hill, 1981). Con la llegada de la explosión slasher, se crearon híbridos como El terror final (The Final Terror, Andrew Davis, 1983). Pero más o menos todas tienen la misma estructura y comparten temáticas: un grupo de civilizados urbanitas se adentra en un paraje natural, allí se convierten en víctimas de un grupo de personas que ha abandonado las formas civilizadas y vive según su propio código y normas. Esto trae consigo que los urbanitas inevitablemente se hayan de asalvajar para sobrevivir. Y mientras algunos de estos temas se mantienen en The Island, aquí la raíz del conflicto es que uno de los hermanos quiere que una de las estudiantes excursionistas se case con él para mantener el nombre familiar. Ella se niega, claro, y arranca así el conflicto que degenera en una sangrienta batalla. La estructura del film también es distinta de sus contrapartidas americanas, así como la mezcla de géneros. El inicio mezcla suspense y comedia, hasta que el conflicto se exacerba y se convierte en una frenética película de terror.

Como he mencionado, hay una temática común entre esta película y las entradas americanas en el género. Al inicio del film, vemos al personaje que interpreta John Sham, el señor Cheung, que se siente horrorizado viendo como un pez devora a otro en una pecera. Se presenta así como un personaje pacífico, con un punto infantil. De hecho, la razón por la que va a la isla es porque la visitó de niño y quiere revivir su pasado. Sin embargo, en un arco parecido al personaje de Dustin Hoffman en Perros de paja (Straw Dogs, Sam Peckinpah, 1971), la naturaleza bondadosa del señor Cheung se ve radicalmente alterada. Se hace más efectivo este arco por el hecho de que John Sham normalmente interpretaba personajes cómicos y algo cobardes, así que su transformación resulta más inesperada. Le vemos intentar, de manera respetuosa y civilizada, que haya una desescalada, pero enfrentado a la locura homicida de los hermanos no le quedará más remedio que recurrir a los mismos métodos para proteger a sus estudiantes.

Por lo mencionado, The Island es una estupenda película de terror que se puede disfrutar tal cual. Pero hay más bajo la superficie. Hay algunas cosas que no vi debido a mi desconocimiento de la idiosincrasia de Hong Kong y supe luego gracias a los extras que acompañaban la edición en Blu-ray. Por ejemplo, la isla está deshabitada por leyes que aplicaba entonces el gobierno de Hong Kong, responsables de que muchos pueblos situados en la cadena de islas quedaran casi vacíos y esto es algo que el film critica. Así como el conflicto entre los tres hermanos y los estudiantes puede verse como un enfrentamiento entre el Hong Kong tradicional y el moderno, algo parecido a lo que sucede en La matanza de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, Tobe Hooper, 1974). También supe que un mismo tutor se mantiene con un mismo grupo de estudiantes durante toda la época del instituto, así que es normal que el señor Cheung se llevara a los estudiantes de viaje mientras estos esperan saber el resultado del equivalente allí de la selectividad.

Estos son detalles que enriquecen el film, pero se puede disfrutar sin verlo todo a la primera, como me pasó a mí. The Island no deja de ser una fantástica entrada dentro del género de terror de supervivencia y, si os gusta el género, es tremendamente satisfactoria como tal.

 

17 oct 2025

Susurros en la oscuridad (Whispers in the Dark)

 


 

En el inagotable pozo del thriller erótico noventero nos encontramos Susurros en la oscuridad (Whispers in the Dark, Christopher Crowe, 1992). Annabella Sciorra es la doctora Ann Hecker, una psicóloga que se siente cada vez más atraída y fascinada por las actividades de interior que le cuenta Eve, una de sus pacientes a la que da vida Deborah Kara Unger, cada vez más retorcidas y más cerca del sado. Las confidencias de su paciente le hacen evidente a Ann lo estancada que está su vida, por lo menos hasta que conoce a Doug, interpretado por Jamey Sheridan, un hombre atractivo que hace que Ann vuelva a sentirse viva. Pero todo se complica cuando Ann descubre que Doug es el mismo amante perverso sobre el que le ha hablado Eve. Es entonces que la doctora se ve envuelta en una trama mortífera.

Esta es la única entrada del director Christopher Crowe en el género, sin contar su trabajo como guionista en Pasión obsesiva (Fear, James Foley, 1996) que era una especie de versión adolescente de Atracción fatal (Fatal Atraction, Adrian Lyne, 1987), pero es una contribución de notable interés. La idea de la que parte el argumento es interesante, la progresiva fascinación de la psicóloga por las experiencias eróticas de la paciente y convertirse sin saberlo en la amante de la pareja de esa misma paciente resulta atractiva por el morbo con el que se puede jugar y el dilema ético de la psicóloga. El reparto está bien escogido, completado por John Leguizamo, como otro paciente que puede ser un posible sospechoso, Anthony LaPaglia, como un policía que siente gran desprecio por la psicología, y Alan Alda como el mentor de Ann. Y la trama de intriga ofrece suficientes giros como para mantener el interés.

Sin embargo, el trabajo de Crowe como director solo sirve para cumplir el cupo. Es funcional sin elevar nunca el material con el que está trabajando. Es la razón por la que este thriller cumple con su función de resultar entretenido pero nunca se convirtió en un clásico memorable del género, hoy día solo se interesarán en Susurros en la oscuridad aquellos que de forma activa busquen títulos del género que tengan un pulido acabado hollywoodiense y quieran darse un descanso de Shannon Tweed.

 

10 oct 2025

La locura de los Joker

 


 

Ahora que ha pasado el tiempo y se pueden ver las cosas con algo más de perspectiva, me gustaría detenerme un momento a analizar las distintas reacciones a Joker (Todd Phillips, 2019) y Joker: Folie à Deux (Todd Phillips, 2024). La extremada disparidad de críticas que ambas recibieron me pareció fascinante, especialmente la quema en la hoguera de la secuela. Huelga decir, destripada general de ambas películas, si no se han visto es mejor no leerlo. Y a lo mejor si se han visto también.

Supongo que debería empezar diciendo que no me gustó Joker. Animado por el talento detrás y delante de las cámaras que había dado forma a la película fui a verla con grandes expectativas, pero la decepción fue muy grande. Lo que vi, para mí, no era más que un refrito de El rey de la comedia (The King of Comedy, Martin Scorsese, 1982) y Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976). Además, el origen que presenta del Joker (o lo que entonces se creía que era un origen cinematográfico del Joker) era bastante mediocre y tópico. El Joker es un personaje anárquico y demente, que no tiene un origen fijo como otros personajes de cómic tienen. Personalmente, el origen que creía más interesante fue el creado por Alan Moore en el clásico La broma asesina, tal vez por eso la pedestre historia que presentaba Phillips me pareció demasiado normal y tópica para hacerle justicia al personaje. Eso sin mencionar que parecía una de esas películas en la que los responsables parecen avergonzados de estar haciendo un película basada en un personaje de cómic.

A mí no me dijo nada, pero la película desde luego conectó con la audiencia, que la convirtió en un gran éxito y declaró a Joaquin Phoenix como el mejor Joker cinematográfico de la historia. Esta recepción me pareció excesiva, pero quién soy yo para juzgar lo que gusta a los demás cuando me lo paso bien viendo una película sobre un feto diabólico asesino. En todo caso, cuando se anunció la inevitable secuela nacida a partir de los miles de millones que Joker recaudó en cines, la noticia me dejó indiferente. El anuncio de que Lady Gaga iba a interpretar el papel de Harley Quinn y que la película iba a ser un musical sí que me despertó algo de curiosidad, pero tampoco un gran interés en verla. Pero para el resto del mundo, la expectativa de una secuela pareció realmente excitante. El hype era desmesurado, Folie à Deux copaba la portada de todas las revistas de cine y todo el mundo esperaba que fuera poco menos que una obra maestra. Y entonces se estrenó.

El odio y el rechazo hacia la secuela fue tan pasado de vueltas como el éxito de la primera. Si antes Joaquin Phoenix era el mejor Joker de la historia, ahora había pasado a ser el peor, aunque la interpretación era más o menos la misma. Esta visceral reacción me sorprendió y me hizo tener ganas de ver la película en el cine, pero otras películas se interpusieron que me interesaban mucho más y no la vi hasta que se estrenó en streaming.

Al contrario que Joker, posiblemente porque no me gustó, esta película sí que me pareció interesante y me gustó bastante. Pero lo que más, me pareció fascinante cómo Todd Phillips dedicaba 138 minutos de película a abroncar a los fans por haberles gustado Joker por las razones equivocadas, que no la habían entendido y que estaban equivocados. Al contrario que otros directores, Phillips buscó enfrentarse y arengar a la audiencia, representada en la película por la Lee Quinzel de Lady Gaga.  Claro, entre el estreno de la primera y la segunda, el Joker se había convertido en un héroe, especialmente entre el público más de derechas, y, según el director, había malinterpretado completamente sus intenciones. Y viendo el arco de Lee Quinzel en la secuela, había interpretado bastante bien cuál iba a ser la reacción del público.

Esta cuasi suicida y prepotente actitud del director no pasó desapercibida, incluso aunque fuera de forma inconsciente, y la audiencia respondió de forma acorde. Esto era algo que no había visto nunca, al menos de esta forma. Claro que ha habido muchos casos de directores que se dejan llevar por su ego y se convierten en su peor enemigo, pero no había visto nunca un director que creara una película con el expreso deseo de trolear al público. Pero, de nuevo posiblemente porque no me gustó la primera, esto me permitió al menos disfrutar con esta película que, para darle el gran toque final, ni siquiera trataba del "verdadero" Joker enemigo de Batman, este aparece al llegar al clímax de Folie à Deux, una peineta final del director a la audiencia. Las cuatro horas y 18 minutos que habían visto al final resultan que ni siquiera eran sobre el auténtico Joker sino sobre un desgraciado que lo inspiró. Es por esto que Folie à Deux posiblemente sea la películas más punk que se ha estrenado en décadas. Y eso creo que merece algo de respeto.

 Oh, antes de acabar, para que conste, este es el mejor y más auténtico Joker que he visto fuera de los cómics:

3 oct 2025

El abogado del diablo (Guilty as Sin)

 


 

El abogado del diablo (Guilty as Sin, Sidney Lumet, 1993) no es un gran clásico olvidado que debe ser reivindicado ni es una película de culto que merece ser más conocida. Para mí, es un perfecto ejemplo de un tipo en particular de película que se sigue produciendo hoy día: la película que cuenta con un guion de género que es dirigido por un director de prestigio que busca "elevarlo" con irregulares resultados.

Jennifer Haines (Rebecca De Mornay) es una exitosa abogada que gana casos que parecen imposibles de ganar. Sus habilidades se ponen a prueba cuando David Edgar Greenhill (Don Johnson) llega para contratarla. Greenhill está acusado de matar a su esposa y lleva un tiempo observando el trabajo de la abogada, convencido de que es la más adecuada para defenderlo. Al principio Jennifer lo rechaza, pero luego decide aceptar el desafío. Pronto se arrepiente, no solo descubre que Greenhill es un asesino que está involucrándose en su vida de manera malsana, sino que también se da cuenta de que ella puede ser su siguiente víctima.

El abogado del diablo fue producida a principios de los años 90 del siglo XX, la década del thriller con psicópata. De hecho, Rebecca De Mornay acababa de tener un gran éxito con La mano que mece la cuna (The Hand That Rocks the Cradle, Curtis Hanson, 1992). No era el caso de Sidney Lumet, un prestigioso director de cine, uno de los nombres destacados del cine americano, al que la década de los 90 no estaba tratando demasiado bien, ya que venía de pegarse un batacazo con Una extraña entre nosotros (A Stranger Among Us, 1992). La posibilidad de tener un éxito dirigiendo una entrada en el género de moda debía ser muy jugosa. Y aquí entra en escena el guionista, Larry Cohen.

Larry Cohen se había labrado una gran reputación como maestro del cine de género, dirigiendo importantes éxitos como Estoy vivo (It's Alive, 1974) y  La serpiente voladora (Q, 1982). También se había labrado una buena reputación como guionista, desarrollando sus historias a partir de un potente concepto inicial. Un ejemplo ideal de su estilo sería Última llamada (Phone Booth, Joel Schumacher, 2003): nos presenta una idea sencilla, un hombre atrapado por un francotirador en una cabina, que sirve para sostener una entretenida cinta de suspense. La idea central de El abogado del diablo (¿no habría sido más adecuado La abogada del diablo?) es simple, un abogado descubre que su cliente no es solo culpable sino que busca convertirlo en su próxima victima, y da pie para construir una historia llena de suspense y giros de guion. En cierto modo, el guion nos presenta un personaje clásico de la literatura negra y criminal como es el gigoló asesino o cazador de herencias, habitual desde Un beso antes de morir (A Kiss Before Dying, Gerd Oswald, 1955) (curiosamente, se estrenó un remake de esta película un par de años antes de la película de Lumet), actualizado para el presente.

Cohen tenía un estilo que mezclaba el tono serio con el humor negro, trabajando los géneros con no poca ironía. Por desgracia, el humor negro y la ironía no eran los fuertes de Lumet, que filma de manera clásica y genérica una historia que pedía a gritos alguien que supiera explotar las posibilidades sórdidas y sensacionalistas de la historia. Paul Verhoeven o Joel Schumacher habrían hecho maravillas con este guion. Por desgracia, la película de Lumet acaba siendo un olvidable thriller debido a la reticencia del director a hacer nada que pudiera ser considerado de mal gusto. Tampoco ayuda que Don Johnson fuera demasiado mayor para interpretar el papel del asesino de mujeres ricas, que se supone es un gigoló seductor de mujeres maduras.

En otras palabras, cuando un director serio busca trabajar en un género para "elevarlo" por encima del mal gusto y el exceso, el resultado es un film mediocre sin sustancia.