La última casa a la izquierda (The Last House on the Left, Wes Craven, 1972) fue un gran éxito en Italia. Y ya sabéis lo que eso significa, en poco tiempo empezaron a aparecer imitaciones, copias y falsas secuelas del film de Craven. Algunas incluso tenían al mismo David Hess de protagonista, como fue el caso de la mediocre y aburrida Trampa para un violador (La casa sperduta nel parco aka House on the Edge of the park, Ruggero Deodato, 1980). De entre esta montaña de imitaciones, destaca Violación en el último tren de la noche (L'ultimo treno della notte, Aldo Lado, 1975), y al transcurrir la acción del film durante la Navidad, este es el momento ideal para repasarla.
Margaret Hoffenbach (Irene Miracle) y Lisa Stradi (Laura D'Angelo) van a pasar las Navidades en casa de la familia de Lisa. Por ello deciden coger el tren que va de Alemania a Verona. En el mismo tren se cuelan Blackie (Flavio Bucci) y Curly (Gianfranco De Grassi), una pareja de criminales de poca monta. Una dama (Macha Méril) que viaja en el mismo tren, seducida por Blackie, no tendrá problemas en unirse a sus actividades. Cuando el trío se encuentre con la pareja de amigas, ya os podéis imaginar que no sucede nada bueno. Tampoco cuando se enteren los padres de Lisa, el doctor Giulio Stradi (Enrico Maria Salerno) y Laura Stradi (Marina Berti).
La película copia el guion del film de Craven, a su vez "inspirado" en El manantial de la doncella (Jungfrukällan, Ingmar Bergman, 1960), trasladando las escenas de tortura, violaciones y asesinato a un tren nocturno. El desarrollo es prácticamente el mismo, sin embargo, al enmarcar la acción en las fiestas navideñas se consigue un interesante contraste. Además, el film de Lado es más cínico y, en algunos puntos, más oscuro que el de Craven (no me refiero a la violencia en pantalla), apoyado en algunas insinuaciones políticas.
Pero lo que más llama la atención de Violación en el último tren de la noche es que está muy bien hecha. La dirección de Lado es impecable, la fotografía de Gábor Pogány resulta muy efectiva en las escenas en el tren, cuenta con una estupenda banda sonora de Ennio Morricone (excepto la canción algo cursi de los títulos de crédito iniciales) y las interpretaciones son bastante buenas.
En realidad, es casi como si la película tuviera una factura demasiado buena y eso hace que pierda crudeza y visceralidad. No impresiona tanto ni resulta tan impactante como La última casa a la izquierda de Craven. Pero aunque la violencia esté algo estilizada, más algunos añadidos dramáticos, no significa que no sea efectiva. Simplemente, que no es tan salvaje como la película de Craven.
Si bien he de advertir a los espectadores más modernos que el film es algo lento y tarda en arrancar, cuando lo hace ya no se detiene hasta el final. Un final que, como ya he dicho, en algunos aspectos resulta más cínico y negro que el de Craven. En todo caso, es una película navideña diferente, desde luego.
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