13 jun 2024

Ellas también se deprimen (Even Cowgirls Get the Blues)

 


 

Cuando Ellas también se deprimen (Even Cowgirls Get the Blues, Gus Van Sant, 1993) se estrenó en España en 1995, fui a verla al cine sin saber bien qué iba a ver. Por entonces yo no era más que un adolescente más interesado en el cine gore que en el cine indie, que consideraba que el summum del humor eran las comedias adolescentes con desnudos gratuitos a punta pala (aunque me encantaba el cine de los hermanos Marx y ya conocía las comedias de Billy Wilder). Tampoco sabía quién era Gus Van Sant, aunque resulta que ya había visto una película suya en televisión, cuando pasaban cine en versión original de madrugada, Drugstore Cowboy (1989). Era la época en que empezaba a refinar mi paladar, ampliando también mis horizontes literarios y musicales, pero no estaba listo para apreciar esta película. Y así fue que me dejó completamente indiferente y la olvidé en poco tiempo. Esto es hasta que hace poco leí un artículo sobre la película que me dio ganas de volver a verla, en especial después de leer sobre lo virulentamente que fue rechazada en el momento de estrenarse.

Uma Thurman es Sissy Hankshaw, una mujer que nació con unos pulgares enormes que la han convertido en una experta autoestopista. No hay vehículo que se le resista, lo que le facilita una vida nómada, en movimiento perpetuo. La Condesa (John Hurt), para quien Sissy trabajó en su día como modelo, le pide que acuda a su rancho para rodar un anuncio. Allí Sissy conoce a las vaqueras que se han hecho con el lugar y se queda prendada de su líder Bonanza Jellybean (Rain Phoenix). Sissy se verá envuelta con Bonanza y las vaqueras en su lucha contra las figuras autoritarias que se les pongan por delante.

La película de Van Sant es una adaptación de la novela de Tom Robbins También las vaqueras sienten melancolía, publicada originalmente en 1976. Van Sant decide mantener el periodo histórico en que se publicó la novela y ambienta la historia a mediados de los 70. Y se nota, la película está llena de motivos culturales de los 70 del siglo XX, empezando por la afición a hacer autoestopismo, aunque ya entonces se había convertido en una práctica muy peligrosa. La fidelidad del director hacia la novela explica para mí el rechazo con el que fue recibida la película. Si se hubiese estrenado en el momento de publicarse la novela o incluso ahora, creo que no habría sido recibida de forma tan negativa pero los 90 no eran la década para estrenar una película llena de motivos cómicos psicodélicos que también satirizaba el estilo de vida hedonista de la época. Demasiado extraña para los 90, una década más bien sosa tras los excesos ochenteros.

Pero los motivos por los que fue rechazada en 1993, obligando a Van Sant a reeditarla y volverla a estrenar al año siguiente, son los mismos motivos por los que ahora la película me encantó. Tiene un sentido del humor extraño y peculiar, con diálogos llenos de la jerga psicotrópica y de exploración mental de los 70, cuyos temas de liberación femenina encajan a la perfección con las inquietudes actuales. Por supuesto, personalmente me siento muy identificado con su reivindicación de lo extraño, de la belleza de todo aquello que se aparta de la norma. Además, cuando la he vuelto a ver, con unos horizontes intelectuales mucho más amplios que cuando no era más que un mequetrefe adolescente, me ha divertido mucho y me ha hecho reír con sus rarezas. He sintonizado muy bien con su peculiar sentido del humor, lo bastante como para buscar la novela en que se basa para leerla. Tras verla también me ha hecho preguntarme cómo era la versión original que fue presentada por Van Sant y luego retirada. Más aún tras ver el tráiler, en el que se ven varias escenas que no aparecen en la película; me ha hecho desear que en el futuro se edite una edición coleccionista de esta película que incluya una versión extendida. De momento, os invito a uniros al rancho Rosa de Goma y a la revolución de las vaqueras.


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