Juego mortal (Brainscan, John Flynn, 1994) era el gran título escogido para abrir el Festival de Sitges del 94, generando mucha expectativa debido a sus entonces innovadores efectos infográficos y por estar protagonizada por el actor de moda Edward Furlong. Y se estrenó y pasó el tiempo y la vida siguió. Hoy poca gente recordará esta mediocre película, más allá de algunos de los que la vieron en su momento. Yo fui uno de los adolescentes que aquel 94 se lanzó a ver la película, que en ese momento me gustó, pero poco después ya la tenía completamente olvidada (si no la hubiera grabado cuando la dieron por la tele seguramente no hablaría de ella ahora).
Esta película es para mí un ejemplo de cómo tenemos que poner en perspectiva las películas de moda del momento y su impacto en posteriores filmes. Juego mortal fue un gran éxito pero no ha dejado ninguna marca, ya que es un título muy olvidable. Aquel mismo año se estrenó una gran película de John Carpenter, En la boca del miedo (In the Mouth of Madness), que en su paso por los cines pasó bastante desapercibida pero ha tenido (y tiene) una vida más larga, siendo ahora mucho más conocida y comentada que Juego mortal.
De hecho, si no fuera porque presentaba una serie de efectos visuales que entonces resultaban rompedores, dudo mucho que Juego mortal hubiese destacado en ningún sentido. El guion corrió a cargo de Andrew Kevin Walker, poco antes de escribir Seven (Se7en, David Fincher, 1995), pero es bastante poca cosa. En realidad, Juego mortal es casi un plagio/remake de Muerte a 33 revoluciones por minuto (Trick or Treat, Charles Martin Smith, 1986), solo que con videojuegos en lugar de discos de rock duro. El protagonista es el joven Michael (Furlong), un adolescente que prueba un nuevo juego de terror. Poco después de jugar descubre que los asesinatos cometidos en el juego han sido reales y recibe la visita de Trickster (T. Ryder Smith), una extraña criatura que surge del juego. El hecho de que su argumento sea muy parecido al de Trick or Treat no hubiera sido un problema si no se hubiera incorporado a la película una soporífera moralina sobre los "peligros" de los videojuegos y su final convierte Juego mortal en un film cobarde que no se atreve a llevar su premisa hasta las últimas consecuencias. Eso sin olvidarnos del intento de convertir Trickster en un nuevo Freddy Krueger.
Por tanto, la próxima vez que se estrene un horrible remake o veáis que la película que os gusta pasa desapercibida mientras otras se llevan la atención y los millones, no os lo toméis muy mal: el paso del tiempo acaba poniendo las cosas en su sitio.
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