Seguro que os ha pasado ha muchos, por lo menos a aquellos que recuerdan cuando la televisión no era a la carta. Te quedabas viéndola de madrugada y, de vez en cuando, te topabas con alguna locura o alucinante escena, sin contexto, que hacía que al día siguiente te preguntaras si realmente habías visto lo que fuera que habías visto o lo habías soñado. A mí me pasó con 976 - El teléfono del infierno (976-Evil, Robert Englund, 1988), cuando tropecé con la última media hora en un canal local (no recuerdo si Canal 25 o el ahora llamado Betevé). Y, maravillas de la tecnología, ahora la puedo ver en un prístino Blu-ray.
El joven Hoax (Stephen Geoffreys) encuentra refugio de su religiosa fanática madre Lucy (Sandy Dennis) y los abusones del instituto en el teléfono de pago 976-Evil, que ofrece un horroróscopo con indicaciones para mejorar su triste existencia. Y así es, aunque a un alto precio: Hoax se está transformando en una especie de demonio a medida que va llamando a este número. Su primo Spike (Pat O'Brian) intentará detener los asesinatos de Hoax.
Para muchos aficionados al cine de terror lo que más llamará la atención es el nombre de Robert Englund relacionado con esta película, pero no como actor sino como director. Al parecer le ofrecieron a Englund la oportunidad de protagonizar y dirigir la película, pero él prefirió solo dirigir, siendo este su inicio en su corta faceta como director. Englund trajo consigo su larga experiencia en el cine de terror, la comprensión que tenía del género gracias a su papel como Freddy Krueger, pero también un gran sentido estético y visual. El film tiene un look tremendamente estilizado, casi salido de las páginas de algún perdido ejemplar de Cuentos de la cripta. Grafitis omnipresentes, basura en las calles, los personajes pueblan un deprimida zona de las afueras cuyo diseño de producción le da, al mismo tiempo, un toque sórdido y colorido a la película. Es un escenario en el que no desentonan unos jóvenes personajes que se visten con una mezcla de punk y moda de los 50. Estos personajes, además, son todos ellos memorables, no solo por su vestuario, también por el ojo de Englund a la hora de escoger al reparto. Seguro que por su experiencia como actor, Englund reúne un gran grupo de actores y actrices, que le dan vida a esta historia de líneas telefónicas satánicas.
Con su manera de dirigir a los actores y su ojo visual, Englund eleva lo que podría haber sido otra historia de venganza empollona más. El argumento utiliza dos motivos populares en la época: darle un toque diabólico a alguna novedad tecnológica, en este caso las líneas de pago teléfonicas hoy extintas en esta forma, y la venganza al estilo Carrie White. Una mezcla que resultaría familiar al guionista Rhet Topham, autor del guion de Muerte a 33 revoluciones por minuto (Trick or Treat, Charles Martin Smith, 1986) con una trama muy similar. Esta mezcla de tecnología y venganza empollona también recuerda a El legado del diablo (Evilspeak, Eric Weston, 1981). Sin embargo, 976-Evil tiene unos toques satíricos que ayudan a que tenga una personalidad propia. Además, la afición de Hoax a llamar al horroróscopo puede servir también como alegoría a la adicción a las drogas.
Vista hoy día, 976-Evil se mantiene como un film de terror entretenido y efectivo a pesar de su bajo presupuesto. En su día pasó bastante desapercibida en las taquillas, pero con el tiempo se ha ido convirtiendo en una película de culto gracias a sus escenas más originales. Aunque se debería mencionar que la versión que se estrenó en cines no era la versión de Englund, los productores decidieron cortar algunas escenas para rebajar la duración a 90 minutos. En VHS se editó una versión extendida, que también se puede ver en la edición en Blu-ray de Eureka, que es 15 minutos más larga pero no incluye ninguna de las tres escenas mencionadas por Englund en el comentario sobre el film. El material de la versión extendida tiene su interés, pero creo que la versión cinematográfica funciona perfectamente. Además, el film ha adquirido con el tiempo un encanto ochentero enfatizado por el magnífico trabajo de Kevin Yagher en los efectos de maquillaje. Yagher y Englund habían trabajado durante mucho tiempo juntos ya que Yagher se había encargado de los maquillajes y efectos de distintas Pesadillas en Elm Street. En definitiva, pensada como una humilde película de terror con la que hacer dinero rápido, gracias al ojo de su director se convirtió en una entretenida cinta de culto.
Jim Wynorski ha dirigido algunas divertidas películas de serie B, pero lo suyo no es crear atmósfera o suspense ni nada por el estilo. La secuela parece hecha con aún menos dinero que la original, con unos efectos especiales bastante cutres y cansinos, así como unos maquillajes sin ningún interés. La historia sigue a Spike, de nuevo Pat O'Brien aunque ahora acreditado como Patrick O'Brien, que sigue acosado por el número satánico. Así se ve envuelto en una serie de asesinatos que son cometidos por un usuario de 976-Evil: el señor Grubeck (René Assa), el decano de la universidad. El número satánico le ha dado la habilidad de proyectar su cuerpo y matar en su forma espiritual. Solo Spike y la joven Robin (Debbie James) son los únicos que saben lo que sucede e intentarán detenerlo.
A pesar de algunos guiños para el fan y una escena bastante conseguida, 976-Evil II es bastante aburrida y plana. No hay nada que destaque en ella, con personajes típicos sin nada que los haga destacar. Es la película que podría haber sido la primera 976-Evil si hubiese sido rodada sin imaginación. Completamente olvidable.
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