En El sótano del miedo (The People Under the Stairs, 1991), el director Wes Craven utilizaba el género para introducir una crítica sobre la sociedad americana en forma de sangrienta fábula urbana. La mezcla de crítica social y terror no era algo nuevo en la filmografía de Craven, sin embargo, no lo trató de forma más delirante que en el telefilme Invitación al infierno (Invitation to Hell, 1984).
El argumento arranca con los Winslow instalándose en su nueva residencia, debido a que el cabeza de familia Matt Winslow (Robert Urich) ha conseguido un gran trabajo en una compañía electrónica. Allí podrá poner su genio a prueba desarrollando nuevas tecnologías, en particular un traje de astronauta que funcione en Venus. En esta ideal comunidad residencial, la mayoría de las familias forman parte de un exclusivo club con muchas ventajas. Matt empieza a sospechar que este club esconde terribles secretos y su investigación le llevará a descubrir la infernal verdad.
Estoy seguro de que a Craven le pareció interesante la historia. Básicamente, es una especie de Las mujeres de Stepford (The Stepford Wives, Bryan Forbes, 1975) con un toque satánico. Pero también tiene muchos momentos absurdos, empezando por el divertidísimo prólogo y acabando en el delirante final, que parecen indicar que Craven tal vez se estaba tomando todo un poco a cachondeo. En particular me hizo gracia una escena en la que el casco de astronauta en el que está trabajando Matt se fija en la malvada Jessica Jones (Susan Lucci), momento en el que podemos ver que en el interior del casco se indica que no es humana, cosa que se sabe al inicio del film, y que es malvada, cosa que también sabemos, aunque yo no acabo de enteder cómo lo sabe la computadora del casco simplemente observándola.
Principalmente, la película es una sátira de la América de Ronald Reagan, con todo el mundo obsesionado con ganar dinero, subir en la escala social y los intereses más superficiales. El desarrollo es el habitual en este tipo de historias, destacando la presencia en el reparto de Kevin McCarthy que protagonizó la clásica y fundamental historia de paranoia La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, Don Siegel, 1956), de modo que los toques extravagantes de Craven realmente destacan. Son estos toques los que hacen verdaderamente el film memorable, incluso si tienes debilidad por estas fantasías paranoides como me pasa a mí.
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