Hoy he tenido un sueño particularmente extraño. He soñado que me enfrentaba a una especie de hombre mutante escorpión, una criatura con un cuerpo torturado y patético que al final parecía agradecerme que acabara con ella asfixiándola en un sofá. Aturdido todavía por este sueño, el informativo que veía mientras desayunaba daba la noticia de la muerte del director Wes Craven.
La verdad es que la noticia ha sido muy impactante para mí (y peor lo hacía el hecho de que, en el informativo que estaba viendo, que era el de TV3, ilustraban la noticia con imágenes del pésimo y lamentable remake de Pesadilla en Elm Street). Siempre consideré que Craven era un director sobrevalorado dentro del género, pero es innegable que en los 70, 80 y 90 dirigió películas que marcaron la década y fueron (y son) tremendamente influyentes. Y es algo digno de admirar, de la misma forma que no puedo más que admirar un director que hace películas que me resultan tan desconcertantes como Shocker, 100.000 voltios de terror o Almas condenadas. Y, por supuesto, además de sus tres grandes clásicos, La última casa a la izquierda, Las colinas tienen ojos y Pesadilla en Elm Street, hay títulos de este director que no gustaron a gran parte de los aficionados pero que para mí son muy notables como El sótano del miedo, La serpiente y el arco iris y la versión no censurada de La maldición (que sigue sin estar editada en nuestro país, la única disponible es la que fue mutilada para tener un calificación de apta para mayores de 13 años).
Irregular y a veces decepcionante (Bendición mortal, Las colinas tienen ojos 2ª parte, Un vampiro suelto en Brooklyn), también fue original e innovador. Olvidemos sus errores y celebremos sus aciertos, ya que Craven tiene un lugar destacado entre los nombres que ayudaron a que el género evolucionara. El mejor homenaje que se le puede hacer es disfrutar con sus películas para tener presente a un director que hizo que nuestras pesadillas fueran mucho más interesantes.