Una de las primeras afectadas por el cierre de cines debido a la pandemia, Valley Girl (Rachel Lee Goldenberg, 2020), que ya había visto retrasado su estreno debido a una polémica en la que se vio envuelto Logan Paul, se estrenó directamente en formato digital. Lo cual teniendo en cuenta el público al que va dirigida tal vez no fuera un gran inconveniente para MGM, que sigue poniendo en marcha remakes bajo el sello Orion para exprimir al máximo su catálogo lleno de éxitos pasados.
Es posible que para MGM, el proyecto no fuera más que una manera de buscar dinero fácil, pero se nota que los cineastas sentían bastante amor por la original La chica del valle (Valley Girl, Martha Coolidge, 1983). Este amor se demuestra en detalles como los diversos cameos de las originales chicas del valle o que el personaje que interpreta Logan Paul se llama Mickey Bowen, un guiño al actor Michael Bowen que interpertó el mismo personaje que en la original se llamaba Tommy. El argumento es idéntico, Julie (Jessica Rothe), una típica chica del Valle de San Fernando, se enamora de Randy (Josh Whitehouse), un punk que vive al otro lado del valle. Esta relación hará que Julie se enfrenté a sus amigas, a su ex y a sus padres. El mismo argumento pero contando de una manera muy distinta: la nueva Valley Girl es un musical repleto de éxitos de los 80.
El principal atractivo de La chica del valle es como ha conservado un momento muy particular de principios de los 80. El film retrata un lenguaje y un estilo que han desaparecido completamente. Su historia es bastante sencilla, un clásico relato de chica conoce chico. La manera en que se enfoca el remake me pareció muy inteligente: una adulta Julie, que interpreta Alicia Silverstone, le explica a su hija Ruby (Camila Morrone) la historia de amor que tuvo con Randy y se lo cuenta transformándola en un musical. Esto hace posible que ambas películas convivan perfectamente: puedes ver lo que pasó en realidad en La chica del valle o ver, años después, como Julie recuerda la misma historia a su manera.
Pero si este enfoque me pareció muy inteligente, me decepcionó un poco su ejecución. En lugar de un musical con canciones originales, al estilo, por ejemplo, de la versión musical que se hizo de Chicas malas (Mean Girls, Mark Waters, 2004), se decidió hacer un musical jukebox cogiendo distintos éxitos ochenteros sin relación entre sí. Y si se descartó hacer un musical original, se podría haber explotado la banda sonora de la película original, que es realmente fantástica. Pero solo se cogen un par de canciones de La chica del valle, el resto son grandes éxitos que ya se han explotado mucho como Take On Me o Girls Just Want To Have Fun.
De todos modos, a pesar de esta pequeña decepción, mentiría si dijera que la película no me divirtió. La sencillez de su historia hace que encaje perfectamente con el formato musical, las interpretaciones son, en su mayor parte, muy buenas y me hizo reír en muchos momentos. Y, aunque hubiera preferido canciones originales o más canciones de la banda sonora original, los números musicales me gustaron, sobre todo una vez me dejé llevar por la película y dejé de pensar en la original.
Valley Girl no es una gran épica, no te cambiará la vida y no es la mejor comedia romántica musical de la historia. Tampoco tiene que serlo. Es un film entretenido y ligero que se pasa rápido, especialmente si te gustan los musicales. ¿Quién sabe? Es posible que jóvenes adolescentes actuales acaben convirtiendo esta película en una cinta de culto como sucedió en su día con La chica del valle.