El equipo formado por el director Richard Franklin y el guionista Everett De Roche, equipo responsable de los clásicos de culto Patrick (1978) y Carretera mortal (Roadgames, 1981), se reunió de nuevo en Link (1986), un inquietante film sobre un chimpancé asesino.
Al leer o escuchar juntas las palabras "chimpancé asesino", uno se imagina un film al estilo de Shakma (Hugh Parks, Tom Logan, 1990), en la que un animal enloquecido víctima de experimentos se dedica a matar un largo número de víctimas. Pero Link va más en la línea de Atracción diabólica (Monkey Shines, George A. Romero, 1988), siendo un film que combina el thriller y el terror de una manera que quiere ser elegante sin caer en la exploitation.
Y ciertamente lo logra. El film cuenta la historia de Jane Chase (Elisabeth Shue), una estudiante que empieza a trabajar como asistente del profesor Steven Phillip (Terence Stamp). El doctor Phillip vive en una aislada mansión en la campiña inglesa debido a que con él viven tres chimpancés. Un día, el doctor Phillip desaparece y Jane empieza a notar una actitud cada vez más peligrosa y amenazante por parte de Link, uno de los chimpancés. Hasta que empieza una batalla entre la humana y el chimpancé por sobrevivir.
Franklin era un notorio fan de Alfred Hitchcock, lo que se nota en su forma de construir el suspense. Y si bien Franklin se toma su tiempo hasta que empieza realmente la acción, la construcción de los personajes y la atmósfera se hace de manera que cuando arranca el tercer acto, el espectador se encuentra sumergido en la historia. Una historia en la que de fondo se plantea la idea de que humanos y simios no somos tan distintos en realidad. La prueba de ello es que Link no es un chimpancé (en realidad, el personaje lo "interpreta" un orangután maquillado para parecer un chimpancé) con el que se ha experimentado manipulando su inteligencia, como en la mencionada Atracción diabólica, sino que su inicial fascinación por Jane y no querer ser sacrificado son los que le hacen actuar. De este modo, el film resulta mucho más "realista" que si metemos experimentación y mad doctors en la trama.
Otro punto a favor del film es que no se utilizan actores disfrazados sino auténticos animales. Por supuesto, hay escenas en las que se utilizan animatrónicos y dobles, para no lastimar a los animales, pero la interpretación de los simios resulta muy auténtica y le da más poder a la historia.
Como ya he mencionado, el film es un slow burn, trabajando el suspense hasta entrar en el terreno del cine de terror en el tercer acto. Pero gracias a las interpretaciones de Elisabeth Shue y Terence Stamp (y la de los simios) el film no se hace pesado ni aburrido. Continúa siendo un título tremendamente efectivo y recomendable.