Os presento una obra maestra del cine de terror de la que hasta hace bien poco no había oído hablar. De hecho, la mayoría de aficionados no había oído hablar de ella porque se creía perdida durante 30 años, tras un breve paso por algunas perdidas salas de cine en Estados Unidos, hasta que apareció editada por su director en DVD en el año 2003. Recientemente, Arrow Video la incluyó dentro de su American Horror Project, una serie destinada a recuperar extrañas, bizarras e injustamente olvidadas películas de terror de los 70, dándole la popularidad y la exposición que se merece. Malatesta's Carnival of Blood (Christopher Speeth, 1973) es la razón por la que me compré el primer volumen de esta serie, una de las mejores compras que he hecho ya que las tres películas que lo forman son extraordinarias, cada una a su extraña manera.
Los Norris (Paul Hostetler y Betsy Henn), junto a su hija Vena (Janine Carazo), empiezan a trabajar en la feria del señor Malatesta (Daniel Dietrich). Se presentan como simples feriantes, pero el auténtico motivo por el que están allí es que sospechan que su hijo y hermano de Vena Lucky (Sebastian Stuart) ha sido víctima de los feriantes del señor Malatesta. Pero lo que los Norris no saben es que los feriantes del señor Malatesta son ghouls que sumergirán a los Norris en una pesadilla sin fin.
El film arranca en la feria de Malatesta y nunca salimos de allí, creando una sensación de claustrofobia y terror a medida que la locura se va apoderando de la película. Si bien Malatesta empieza como una película de terror "normal", muy pronto la línea que separa realidad y fantasía, pasado y presente se borra, atrapando al espectador en una pesadilla de la que no tiene más posibilidades de escapar que los propios Norris. Los breves momentos de gore, si bien son efectos algo crudos propios de la época, resultan efectivos por inesperados en una película de esta época.
Rodada alrededor de 1971, resulta también una película sorprendente para el aficionado al cine de terror ya que tiene escenas y momentos que nos remiten a clásicos como La matanza de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, Tobe Hooper, 1974) y su secuela o Las colinas tienen ojos (The Hills Have Eyes, Wes Craven, 1977), así como las escenas con los ghouls pueden recordarnos el cine moderno de zombis.
Todo ello concentrado en una película que apenas dura una hora y cuarto, pero una hora y cuarto cargada de intensidad. Su narrativa pseudoexperimental puede desorientar o resultar confusa para el no iniciado, pero aquellos que no tengan miedo de entrar en la feria de sangre del señor Malatesta vivirán una experiencia difícil de olvidar.