La década de los 90 tiene muy mala fama dentro del cine fantástico y de terror. Por supuesto, se estrenaron muchas buenas películas y se revitalizaron géneros, pero la impresión es que los 90 fue una década mediocre para el terror, especialmente después de una década tan destacada como fue la de los 80 para el género. Tal vez por eso, entrando en el 2000, se recibieron con gran entusiasmo títulos que eran un soplo de aire fresco en un género que parecía estancado. Es el caso de Ginger Snaps (John Fawcett, 2000), que desde su estreno en el festival de Sitges empezó a ganar adeptos.
El director John Fawcett era un gran fan de las películas de hombres lobo, pero llevaba demasiado tiempo sin ver ninguna que fuese medianamente potable. Y se le ocurrió hacer una película de hombres lobo protagonizada por dos chicas adolescentes. Con este germen de idea, Fawcett empezó a trabajar con Karen Walton, guionista con la que Fawcett había coincido estudiando cine en Canadá. Fue Walton la que finalmente le dio cuerpo al guion de Ginger Snaps, convirtiendo a las dos chicas imaginadas por Fawcett en hermanas cuya unión se pone a prueba cuando una de ellas empieza a convertirse en una licántropa.
Las interpretaciones de Emily Perkins como Brigitte y Katharine Isabelle como Ginger, las dos hermanas protagonistas, es otra razón, junto al guion de Walton y la dirección de Fawcett, por la que la película fue todo un éxito entre los fans del género, si bien no fue acompañado de un gran éxito de taquilla debido a los problemas de distribución que tuvo el film.
El film también debe su éxito, aparte de por lo bien que funciona su historia, por su subtexto, estableciendo una alegoría entre la transformación de Ginger y los cambios que se producen en la adolescencia. Algo que siempre se destaca al hablar de este título, centrándose en el personaje de Katherine Isabelle, cuya transformación es la más llamativa. Esto hace que se deje de lado a las otras transformaciones del film. Por ejemplo, Jason (Jesse Moss) es un chico contagiado por Ginger, tras mantener relaciones sexuales sin protección, a través del cual se nos muestra cómo le afecta en su caso la licantropía: llenando su cara de granos, aumentando su agresividad y provocando reacciones problemáticas en su pene.
Pero, debido a que Ginger llama más la atención, la transformación que pasa demasiado desapercibida es la de Brigitte. Una transformación provocada por la crisis con Ginger y que convierte a Brigitte en una persona más fuerte y resistente. Brigitte es la verdadera heroína de la película, cuya positiva transformación contrasta con la negativa transformación de Ginger.
Esta alegoría, que utiliza la licantropía para reflexionar sobre los cambios de la infancia a la adolescencia, tal vez no sea nueva, ahí tenemos Yo fui un hombre lobo adolescente (I Was a Teenage Werewolf, Gene Fowler Jr., 1957), pero su perspectiva femenina sí lo era, contribuyendo a convertir Ginger Snaps en un clásico contemporáneo.
Como ya hemos comentado, Ginger Snaps no fue un éxito de taquilla, pero sí tuvo éxito entre los fans y los festivales. Ante la recepción, John Fawcett tuvo la idea de convertir Ginger Snaps en una trilogía: la segunda entrega continuaría la historia de la primera película y la tercera sería una precuela.
Ginger Snaps II: Los malditos (Ginger Snaps II: Unleashed, Brett Sullivan, 2004) transcurre unas semanas después de los eventos de la primera película. Brigitte, interpretada de nuevo por Emily Perkins, intenta mantener a raya la licantropía que late en su interior. No lo tiene fácil porque un hombre lobo le sigue la pista y la acosa sin descanso. Por desgracia, Brigitte es confundida con una adicta a las drogas y es internada en un centro para desintoxicar chicas adolescentes.
Esta segunda entrega sigue algunos de los temas de la primera, como utilizar la transformación en mujer lobo para hablar de forma alegórica del despertar sexual, introduciendo también otros como el paralelismo entre la licantropía y la drogadicción. Y lo de hace de forma efectiva, gracias a los distintos y diversos personajes con los que se encuentra la protagonista, entre los que destaca la niña Ghost (Tatiana Maslany).
Con su mezcla de terror y humor negro, más una retorcida y acertada conclusión, esta secuela contribuye a expandir el mundo de Ginger Snaps. Puede que no sea tan buena como la primera entrega, pero sus muchos aciertos, como la manera de mantener "viva" a Ginger en la secuela, compensa de sobra sus posibles faltas. Es una digna continuación de la historia, que satisface sin repetir lo sucedido en la primera.
Las continuaciones de Ginger Snaps fueron hechas "en familia". Es decir, John Fawcett supervisó las secuelas, el director de la segunda fue el editor de la primera y el director de Ginger Snaps III: El origen (Ginger Snaps Back: The Beginning, 2004), Grant Harvey, había sido el productor de la segunda.
Esta precuela es la más floja de las tres. Nos presenta a las hermanas Brigitte y Ginger, interpretadas de nuevo por Emily Perkins y Katharine Isabelle, perdidas en un bosque en el siglo XIX. Las hermanas llegarán a un fuerte en el que, de nuevo, Ginger será mordida y se transformará en una mujer lobo.
Es la más floja porque repite la historia de la primera, pero que sea la más floja no quiere decir que sea una mala película. Se le añade a la mitología de las anteriores entregas mitos de los nativos americanos, como el Wendigo, y la ambientación en el fuerte rodeado de nieve le da color a la historia. También cuenta con un sólido reparto, que sumado a la ambientación y la acción hace que sea un film entretenido. Y dice bastante de la trilogía que su entrega más floja siga siendo un film efectivo que se pasa bastante rápido.