Cuando vi el póster de esta película, con el delicioso tagline "Los bebedores de sangre... ¡siempre tienen sed!", me esperaba una divertida película de serie B y poco más. Pero me llevé una agradable sorpresa cuando descubrí que The Blood Drinkers (Kulay dugo ang gabi, Gerardo de León, 1964) es una interesante y fantástica película de vampiros filipina, que podéis encontrar en el pack en Blu-ray Hemisphere Box of Horrors de Severin.
El doctor Marco (Ronald Remy) es un poderoso vampiro que quiere resucitar a su amada Katrina, objetivo con el cuenta con la ayuda de un par de asistentes, la bella vampira Tanya (Eva Montes) y la madre de Katrina (Mary Walter). Tras hacerle una transfusión, lo único que necesita para que Katrina vuelva a la vida con toda su fuerza es el corazón de su hermana gemela Charito (Amalia Fuentes). ¿Podrá Charito salvarse de las fuerzas del mal que la acechan y conservar su corazón?
The Blood Drinkers fue la primera película de terror en color que se filmó en Las Filipinas. Como el film de color era muy caro, Gerardo de León decidió que ciertas partes se rodarían en blanco y negro para luego ser tintadas. Lo que parece un truco para atraer espectadores con un simple gimmick se convirtió en una de las razones por las que esta película es una interesante entrada en el género. En lugar de ser algo dedicado solo a los espectadores, forma parte integral de la historia: la pantalla cambia a azul cuando hay algo sobrenatural y a rojo cuando atacan los vampiros, con los protagonistas reaccionando a estos cambios, poniéndose alerta cuando tiene lugar alguno de ellos. En algunas escenas incluso se hace una transición con una escena en color normal que se transforma mediante filtros. Esta técnica le da al film un aire onírico que, junto a la manera de encuadrar (la película se basa en un popular cómic filipino de la época), proporciona al espectador una experiencia radicalmente distinta de lo que se hacía entonces en Europa y Estados Unidos.
Porque hay que recordar que esta es la época en que la Hammer triunfaba en todo el mundo con sus películas de terror góticas, ambientadas en épocas pasadas. Sin embargo, The Blood Drinkers adopta un estilo contemporáneo, moderno, aunque se incorporen elementos argumentales góticos y otros puramente pulp. Una mezcla de elementos que le da una personalidad propia al film, que se despliega ante el espectador como un sueño febril. Por lo menos fue esa mi experiencia, que me esperaba algo más típico de serie B y me sorprendí enganchado a lo que estaba sucediendo. Otro aspecto que me llamó la atención fue la utilización de elementos sobrenaturales explicados con razonamiento moderno/científico pero también con una fuerte presencia de imaginería católica. Esto afecta también a la caracterización de los villanos, proporcionando momentos en que se muestra cierta compasión por el malvado doctor Marco, en cierta forma prisionero de su amor por Katrina.
La inesperada calidad y despliegue fantástico/onírico con gotas de gótico moderno me ha animado a seguir explorando las películas de terror filipinas, clásicas y contemporáneas. Espero que os suceda lo mismo cuando caigáis en las garras del doctor Marco.
Más conocida por su título en inglés, el nada sutil The Torture Chamber of Dr. Sadism, El tormento de las 13 doncellas (Die Schlangengrube und das Pendel, Harald Reinl, 1967) es un entretenido ejemplo de terror gótico con Christopher Lee que adapta un relato de Edgar Allan Poe.
El conde Regula (Christopher Lee) es condenado a ser descuartizado tras descubrirse sus terribles crímenes: la tortura y el asesinato de doce jóvenes doncellas. La que tendría que haber sido su 13ª víctima es la que denuncia sus crímenes tras escapar de sus garras: Lilly von Brabant (Karin Dor). El juez Roger von Marienberg (Lex Barker) es el encargado de dictar sentencia. 35 años después, la baronesa Lilian von Brabant y Roger Mont Elise, descendientes de Lilly y Marienberg, serán el objetivo de la venganza del conde Regula, que ha regresado de entre los muertos.
Tres factores influyeron sin duda en la creación de esta adaptación de El pozo y el péndulo de Poe. Primero tenemos el éxito de Mario Bava La máscara del demonio (La maschera del demonio, 1960), luego el éxito de las adaptaciones de relatos de Edgar Allan Poe realizadas por Roger Corman, y, finalmente, el éxito de Christopher Lee como Drácula en los clásicos de la Hammer. La influencia de Bava se nota principalmente al inicio, cuando le colocan una máscara que por dentro tiene un montón de púas al conde Regula, y en las escenas finales, así como en algunos elementos de la trama. Roger Corman ya había adaptado El pozo y el péndulo de Poe en El péndulo de la muerte (The Pit and the Pendulum, 1961), que en Alemania se había estrenado como Das Pendel des Todes por eso se conserva el título del relato de Poe en la película de Harald Reinl, de la que se toman también elementos visuales, como ambientar la historia en el siglo XVIII, así como convertir el cuento original de Poe en una narración más gótica. Y el tercer elemento se nota en el nombre del personaje de Lee, que en inglés suena parecido a Drácula, así como el conde Regula también tiene afición por la sangre de las vírgenes.
Teniendo todo esto en cuenta, se podría pensar que El tormento de las 13 doncellas es un film más bien derivativo y sin interés, más allá de la presencia de un siempre efectivo Christopher Lee. Pero el film de Reinl nos ofrece varios hallazgos visuales que convierten el film en un interesante delirio gótico de tintes oníricos. Por ejemplo, cuando los protagonistas viajan hacia el castillo de Regula, el cochero, interpretado por Dieter Eppler, ve con horror como de entre los árboles del bosque empiezan a surgir partes de cuerpos humanos que parecen crecer de las ramas y los troncos, creando así una deliciosa imagen surrealista. Este tramo de árboles cadáver viene seguido de otro tramo de ahorcados, enfatizando la sensación de onírica fantasia. Cuando Lilian y Roger se encuentran ya prisioneros en el castillo, el modo terror gótico se sube al 11, con extraños aparatos de tortura, un pasillo cuyas paredes están hechas de calaveras y murales que recrean las pinturas de El Bosco.
En definitiva, El tormento de las 13 doncellas es una delicia para los amantes del terror gótico, que convierte el relato de Poe en un festival visual.
Hacer una secuela de una película cuando han pasado casi dos décadas desde su estreno es siempre una apuesta arriesgada, pero aún más si dicha película se ha convertido en un clásico y una de las estrellas principales ha muerto. A pesar de todo, se intentó recapturar el éxito de Granujas a todo ritmo (The Blues Brothers, John Landis, 1980) con Blues Brothers 2000 (John Landis, 1998). La cosa no salió muy bien.
Cuando se estrenó en su día, The Blues Brothers fue un enorme éxito, que catapultó a sus protagonistas y a su director, y con el tiempo se fue convirtiendo en todo un clásico. Además, tras su muerte en 1982, John Belushi se había convertido en un icono de la comedia. Teniendo esto en cuenta, la idea de hacer una secuela parecía destinada al fracaso. Al mismo tiempo, que la original fuera un clásico muy querido que seguía generando beneficios, tanto en ventas de distintos formatos domésticos como en merchandising, hacía que explotar la película aún más con una secuela tuviera todo el sentido del mundo para el estudio. Finalmente, cuando Blues Brothers 2000 se estrenó lo hizo con cierta indiferencia y una recaudación bastante pobre, poniendo a todo el mundo de acuerdo en que ni le llegaba a la suela de los zapatos a la primera entrega. Años más tarde, en una entrevista realizada por Calum Waddell, John Landis culparía del fracaso del film a la Universal, que en su insistencia en que la secuela fuera para todos los públicos le acabó "cortando las pelotas al film".
Con todo el respeto a Landis, la única razón por la que The Blues Brothers fue calificada "R" en Estados Unidos fue el lenguaje, ya que el estilo de humor y los chistes no es que fueran material solo para adultos. Pero es cierto que el estudio exigió muchos cambios en la película, amargando el rodaje a Landis y Dan Aykroyd. Lo que podemos añadir a los muchos problemas que tiene Blues Brothers 2000, principalmente de guion. Aunque podría haber sido peor, el hermano de John Belushi, Jim, originalmente iba a ser el coprotagonista al lado de Aykroyd.
Pasado el tiempo, al volver a visitar la película, muchos de estos problemas son evidentes. No es tan divertida como el original y la historia no tiene peso, ni dirección, ni interés. Es fácil ver porqué fue un fracaso de taquilla. Dicho esto, siendo honesto, también hay algún momento suelto que es capaz de arrancar una sonrisa y los números musicales son bastante buenos. Es un film regular que sigue a una obra maestra, así que nunca estaba destinada a ganar, aunque el estudio no hubiera intervenido.
Supongo que la suerte que sí ha tenido Blues Brothers 2000 es que sus pocas virtudes se pueden apreciar mejor con el paso del tiempo. Aunque yo la tengo por completar la filmografía de John Landis, puedo ver aquí y allá destellos de lo que podría haber sido al revisitarla. No es mucho, pero es mejor que nada.
The Devil's Rock (Paul Campion, 2011) es otra entrada en el subgénero de películas de terror ambientadas en la Segunda Guerra Mundial. En este caso es una producción neozelandesa, lo que siempre le añade un toque de interés a las películas de género.
Nos encontramos en la víspera del Día D. Para desviar la atención del ejército de Hitler de la costa de Normandía, los Aliados organizan una serie de sabotajes e incursiones para destruir emplazamientos de armas alemanes. El capitán Ben Grogan (Craig Hall) y el sargento Joe Tane (Karlos Drinkwater) reciben la misión de sabotear un puesto en una de las Islas del Canal. Allí descubren que los nazis están intentando invocar demonios para acabar con los Aliados.
El director y coguionista Paul Campion crea una historia interesante a pesar de contar con recursos muy limitados. Una localización y cuatro personajes (uno más de los esperados gracias a la entrada de financiación adicional), lo que da la sensación de estar viendo una obra de teatro o un corto alargado. De hecho, su corta duración (83 minutos) hace que cueste poco imaginar esta película como un episodio de una serie al estilo de La dimensión desconocida o Masters of Horror, lo cual no digo como algo negativo, todo lo contrario. El film se centra en el enfrentamiento entre el capitán Grogan y el coronel nazi Klaus Meyer (Matthew Sunderland), con la diablesa invocada por los nazis, interpretada por Gina Varela, entre ambos.
Así que más que una clásica historia de terror con la diablesa matando nazis y soldados, se trata de una pieza de tensión claustrofóbica. Una tensión que se aguanta gracias a las interpretaciones de los protagonistas, que dan vida a un guion en que, a pesar de que trata la historia con seriedad, se hacen referencias a En busca del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, Steven Spielberg, 1981) y Hellboy (Guillermo del Toro, 2004).
Siempre le doy puntos extra a las películas que con muy pocos medios logran proporcionar entretenimiento mediante una buena historia. The Devil's Rock lo consigue con su argumento a lo Weird Tales, superando sus limitaciones y consiguiendo mantener interesado al espectador de principio a fin.
Se dice que se es consciente del impacto que tuvo una película al estrenarse viendo la cantidad de imitadores que salen de la nada, intentando atraer al espectador con un producto que normalmente no llega a la calidad del original. La infame productora Cannon funcionaba así, intentando aprovechar éxitos, modas y tendencias de manera regular con resultados irregulares. Así que el éxito de las dos primeras aventuras de Indiana Jones llevó a Yoram Globus y Menahem Golan a intentar crear su propia franquicia aventurera. Y lo hicieron buceando en el propio ADN de Indiana Jones, así nació Las minas del rey Salomón (King Solomon's Mines, J. Lee Thompson, 1985).
Allan Quatermain es un aventurero creado por H. Rider Haggard en 1885, iniciando una serie de aventuras protagonizadas por Quatermain en África que no han envejecido bien debido a su visión colonialista. La primera de las aventuras de Allan Quatermain fue Las minas del rey Salomón, adaptada diversas veces al cine siendo la más famosa y lograda la clásica Las minas del rey Salomón (King Solomon's Mines, Compton Bennett, Andrew Marton, 1950), obvia influencia en la creación de Indiana Jones. La Cannon puso en marcha una nueva adaptación de la novela que, visualmente, procuraba imitar al máximo las películas de Steven Spielberg, pero con un presupuesto mucho, mucho más bajo.
Richard Chamberlain encarnó al aventurero Allan Quatermain con gran entusiasmo y verosimilitud, ya que lo veía como una manera de dejar atrás su imagen televisiva. A su lado, encontramos a una joven Sharon Stone como Jesse Huston, arqueóloga que contrata a Quatermain para que le ayude a encontrar a su padre. Stone fue contratada ya que Golan quería a Kathleen Turner, pero le dio el nombre que no era al director J. Lee Thompson. Cuando Golan se dio cuenta de lo que había hecho, le rebajó el sueldo a aquella desconocida Stone con la promesa de protagonizar la secuela. Así se puso en marcha también la secuela que se rodó al terminar el rodaje de Las minas del rey Solomón.
Como ya se ha señalado, el presupuesto de esta película era mucho menor que el de cualquiera de las dos aventuras de Indiana Jones estrenadas hasta entonces, lo que no impidió que intentasen emularlas copiando algunas escenas. Pero esta película se ganó su propia personalidad gracias al enfoque de la acción de Thompson y a un guion que estaba firmemente anclado en la comedia.
Así, entre la acción sin pausas y los continuos gags, la película se pasa muy rápido y divierte bastante. Es decir, si sois amantes de la chorrada, porque admito que mucho de los momentos que me hacen reír son bastante chorras. Pero ese también era el encanto de las producciones Cannon, que suplian calidad con diversión.
La secuela se puso en marcha de forma inmediata, así que ambas películas se filmaron consecutivamente. Allan Quatermain y la ciudad perdida del oro (Allan Quatermain and the Lost City of Gold, Gary Nelson, 1986) se basaba en la novela de H. Rider Haggard Allan Quatermain y contaba de nuevo con Richard Chamberlain y Sharon Stone como protagonistas. Al parecer, Stone no era todavía la gran estrella de cine en que se acabaría convirtiendo, pero ya actuaba como una diva, ganándose la enemistad de todo el equipo en ambos rodajes. La actitud de Stone empeoró cuando se sumó al rodaje Cassandra Peterson, para interpretar a la reina Sorais, famosa por su personaje Elvira. Peterson era el perfecto opuesto de Stone, ganándose las simpatías inmediatamente de todo el equipo, haciendo gala del humor e ingenio con que dio vida a Elvira. Esto provocó que Stone hiciera todo lo posible por hacerle la vida imposible a Peterson, lo que culminó en una épica batalla entre ambas. Al reparto también se sumaron James Earl Jones y el gran Henry Silva interpretando, obviamente, al villano de la función.
Sharon Stone y Cassandra Peterson momentos antes de arrancarse los ojos mutuamente
La secuela se rodó con menos dinero aún que la primera entrega, así que no hay tanta acción y aventura como en la primera. Además el guion no era tan divertido como el de la primera. El resultado es un film que es más soso, sin ese ritmo constante que no daba un respiro de la entrega dirigida por J. Lee Thompsn. Eso no quiere decir que carezca de interés para el aficionado a la serie B más desmelanada. Por ejemplo, el mencionado reparto que incorpora nombres como el de Henry Silva y el de Cassandra Peterson. No me extraña que Stone le cogiera ojeriza a Peterson, ya que cada vez que aparece en pantalla se lleva toda la atención, haciendo que uno se olvide de que también corre por ahí la Stone. También está plagado de momentos absurdos, originados en la complicada producción y las escenas que quiso volver a rodar Menahem Golan. Al parecer, Golan confundió esta película con otra de las producciones que tenía en marcha la Cannon durante un pase del primer montaje y quiso cambiarlo todo al no entender lo que pasaba, así que la película sufrió por ello antes de que Golan admitiera su error.
Es cierto que Allan Quatermain y la ciudad perdida del oro no es una buena película. De hecho, ninguna de las dos entregas lo es, pero eso no impide que sean divertidas y muy entretenidas, repletas de detalles que hacen que adquieran personalidad propia a pesar de ser obvias copias de las aventuras de Indiana Jones. Recomendadas para los amantes de la serie B y fans de la Cannon.
El subgénero de las películas de terror alrededor de Bigfoot ha parecido sumar bastantes títulos los últimos diez años. Tal vez sea la cantidad de "documentales" al respecto, con personajes deambulando por el bosque creando la sensación de que pasa algo cuando no pasa nada, los que parece que animen el subgénero. Sea como sea, Hoax (Matt Allen, 2019) es una de las más recientes entradas dentro de este subgénero.
El productor televisivo Rick Paxton (Ben Browder) espera revitalizar su moribunda carrera con un docu-reality que demuestre la existencia del Bigfoot, aprovechando la popularidad que experimenta el tema tras la reciente desaparición de un grupo de montañistas. Entre los miembros de su equipo encontramos a la doctora Ellen Freese (Cheryl Texiera), al experto en seguridad John Singer (Brian Thompson) y al guía Cooper Barnes (Max Decker), padre de una de las chicas desaparecidas. El equipo irá a la montaña donde resolverá todas las dudas, descubrirán un mundo de magia e ilusión y regresarán felices a sus vidas. Nooo, es broma. Es una película de terror con sangre y muertos, ¿qué te esperabas?
Hoax arranca como una película de terror ochentera, con unos senderistas cabalgando la bestia de dos espaldas antes de ser masacrados. La sensación ochentera se ve reforzada por la banda sonora de Alan Howarth, colaborador de John Carpenter. Pero tras los títulos de crédito arranca lo que quiere ser una visión más moderna de la habitual monster movie, con su grupo de protagonistas grabando un reality en lugar de un clásico grupo de montañeros o grupo de rescate más clásico. El reparto no es muy destacado, con la excepción de un pequeño cameo de Adrienne Barbeau y de Brian Thompson, que por el nombre no os sonará pero lo habéis visto en un millón de cosas. En general, el trabajo de actores y actrices es correcto.
El problema de Hoax no es el reparto, es el guion. La mayor parte de la película funciona bastante bien, como una humilde pero correcta monster movie, trabajando el suspense de lo que se esconde en los bosques. Sin embargo, en los últimos diez minutos el film cae presa de la terrible costumbre del cine actual de querer meter giros sorpresa a la historia como manera fácil de epatar al espectador (J.J. Abrams ha hecho mucho daño). De ahí que me decepcionara en su último tramo y el predecible chiste final no funcionara conmigo. Si se hubiera decidido por un tipo de historia posiblemente me hubiera gustado más, pero estoy ya aburrido y cansado de estos giros y finales sorpresa. Sin embargo, soy consciente de que es posible que la misma razón que hizo que no acabara de funcionar esta película para mí sea la razón por la que otros sí lo hagan.
Te das cuenta de que llevas mucho tiempo con esto cuando te pones a hacer un artículo de una película de la que ya hiciste un artículo hace años y, por el contrario, cuando crees que has escrito un artículo de una película pero al final no lo hiciste. Esto último me pasó con The Shadow (La Sombra) (The Sadow, Russell Mulcahy, 1994).
En el Nueva York de los años 30 del siglo XX opera el misterioso justiciero conocido simplemente como "La Sombra". Tras esta identidad se esconde Lamont Cranston (Alec Baldwin), poseedor de diversas habilidades mentales que lo hacen capaz de hacer creer a sus enemigos que es invisible, excepto por su sombra. Cranston se interesa por la atractiva Margo Lane (Penelope Ann Miller), la cual también posee habilidades telepáticas aunque ella no sea consciente. Cranston no es el único interesado en Lane, el malvado Shiwan Khan (John Lone) ha llegado a Nueva York con la intención de construir una gigantesca bomba que le de poder sobre la ciudad para la que necesitará los conocimientos del doctor Reinhardt Lane (Ian McKellen), el padre de Margo. ¿Podrá La Sombra impedir que Shiwan Khan destruya la ciudad cuando Khan tiene poderes muy superiores a los suyos?
La Sombra nació como anfitrión de un serial radiofónico dedicado a las historias de crimen y suspense, cuya popularidad hizo que saltase a protagonizar cuentos, novelas y de ahí cómics, seriales y películas. Una popularidad fácil de entender debido a su misteriosa personalidad y su fantástico diseño. La película de Russell Mulcahy aprovecha al máximo el atractivo visual del personaje y la época en que está ambientada la historia. Mulcahy ha dirigido varios truños y algunos clásicos, pero en ambos casos sus películas siempre son muy elaboradas visualmente. En The Shadow, Mulcahy hace flotar la cámara por toda la ciudad y juega constantemente con las dobles lentes para crear planos en los que el primer plano y el fondo están enfocados. El elaborado estilo visual ayuda a construir un mundo en el que los elementos más fantásticos del guion no parezcan fuera de sitio.
El estupendo reparto también contribuye a darle vida al guion. Alec Baldwin, Penelope Ann Miller y John Lone se encuentran muy cómodos en el mundo de La Sombra, haciendo veraces los diálogos que recuerdan a las películas de los años 30. También hay que destacar los secundarios de lujo Peter Boyle y Tim Curry, este último como siempre genial.
Este es un film que me hace disfrutar siempre que lo veo. El tono que David Koepp le imprimió al guion, perfectamente ejecutado por el reparto, hace que resulte divertido sin caer en la parodia, mientras que el festín visual que nos ofrece Mulcahy hace que en cada escena haya un detalle o momento que llama la atención. Ni siquiera los anticuados efectos visuales le restan atractivo a La Sombra. Por supuesto, tal vez me encanta esta película porque me encanta la estética de los años 30 y la estética pulp, las cuales abundan en esta película. Consciente de que no es una película para todo el mundo, la recomiendo sin reservas.
En 1989 se estrenó la que se suponía iba a ser la última entrega de la franquicia Indiana Jones: Indiana Jones y la última cruzada (Indiana Jones and the Last Crusade, Steven Spielberg). Tal vez la búsqueda de un sustituto hizo que Hollywood estrenara durante los años 90 del siglo XX tres películas de aventuras con aire retro. Ambientadas en la década de los 30 del siglo XX, protagonizadas por populares personajes de la época de los seriales que habían protagonizado programas de radio, cómics y novelas, la base sobre la que se inspiró Indiana Jones, excepto el primero que se basaba en un reciente cómic de entonces pero bebía de la misma fuente: Rocketeer (The Rocketeer, Joe Johnston, 1991), The Shadow (La sombra) (The Shadow, Russell Mulcahy, 1994) y The Phantom: El hombre enmascarado (The Phantom, Simon Wincer, 1996). The Shadow pensaba que ya la había comentado, pero resulta que no así que la comentaré pronto, de momento hoy nos centramos en la que tuvo peor suerte de las tres: The Phantom.
The Phantom, conocido en España como El hombre enmascarado, fue creado por Lee Falk en 1936, publicado en tiras de cómic en cientos de periódicos todavía hoy. La película parecía una apuesta segura, pero los problemas empezaron pronto cuando el primer director escogido, Joe Dante, decidió retirarse porque el guion era demasiado cómico y poco serio, repitiendo luego que el reparto interpretaba demasiado seriamente sus personajes. El guion corrió a cargo de Jeffrey Boam, guionista de Indiana Jones y la última cruzada que, entonces, era la entrega más cómica y ligera de la franquicia. Pero la película tiene un tono más equilibrado de lo que puede parecer, con varios momentos cómicos pero sin ser una comedia completa.
Billy Zane es The Phantom, personaje que interpreta con mucho gusto y pasión. Sin embargo, la película arranca sin explicar mucha cosa de las habilidades y poderes del personaje, como si fuera una entrega más en una serie de películas. Lo cual provoca que al final aparezcan detalles que parecen salidos de la nada. Pero me adelanto. El resto del reparto lo componen Treat Williams, James Remar y una joven Catherine Zeta-Jones a la que no le cuesta mucho ensombrecer la que se supone que es la protagonista femenina Kristy Swanson. Un buen reparto que se lanza a la entretenida aventura que pretende ser la película.
En su día, como ya he dicho, la película fue un fracaso de taquilla. Muchos de los elementos más fantasiosos los espectadores no se los tomaron en serio, ya obligando a cortar muchas escenas por las reacciones de los asistentes a los pases previos. Pero, para mi, estos son los elementos que hacen interesante la película, por eso lamento que apenas se explique nada de las habilidades del personaje, simplemente se presentan y se explica brevemente su origen. En general, la película, vista con ojos modernos, me sigue pareciendo muy entretenida, por eso es una lástima que el final sea bastante flojo.
A pesar de sus problemas, creo que es un film que puede gustar a los amantes del cine de aventuras clásico y de la estética de los seriales de los años 30. Los únicos, como servidor, que podemos apreciar este estilo de narración por lo que es, sin que nos resulte ridículo o extraño.
Pesadilla mortal (Nightmare, Romano Scavolini, 1981) tiene un argumento que es poco más que otra copia de La noche de Halloween (Halloween, John Carpenter, 1978), algo bastante habitual por entonces, pero ha adquirido cierto valor de culto por sus sangrientos asesinatos con escenas bastante gore para la época creadas por Tom Savini.
La historia arranca con George Tatum (Baird Stafford), un perturbado que experimenta vívidas pesadillas, sujeto a una técnica experimental con drogas para tratar enfermedades mentales. Aunque parece bastante obvio que sigue igual de enfermo, deciden soltarlo convencidos del éxito de la terapia. George empieza a matar al poco de salir de la clínica y empieza a acosar a una familia de Florida.
El director y guionista Romano Scavolini introduce suficientes variaciones como para ahorrarse una denuncia por plagio, pero, como decía al principio, es obvio de donde surgió el esqueleto de la historia. Las variaciones son tan significativas como, por ejemplo, que si en el film de John Carpenter el doctor Loomis insiste en que Michael Myers está enfermo y que no lo suelten y que sabe que es el asesino, en el film de Scavolini el doctor que trata a George insiste en que está curado y que lo suelten y que no es el asesino. ¡Totalmente distinto! En todo caso, si el film es recordado hoy día es por el gore que le da salsa a los asesinatos y un aspecto visual cargado de sordidez, muy sucio a pesar de que los personajes femeninos se pasan la película entrando o saliendo de la ducha. Otro elemento memorable del film es C.J. Temper, interpretado por C.J. Cooke. Este personaje es el hijo de Susan Temper, la mujer vigilada por George, y es, básicamente, una especie de Daniel, el travieso pero en cabrón.
A pesar de los toques gore, ejecutados muy efectivamente por Tom Savini, el film se hace bastante lento, no solo por la lentitud de su desarrollo, también por la propia torpeza del director (me hace gracia que inicia la película con un cartel que dice "La primera noche" que luego es seguido de "El segundo día"). Claro que también es posible que la película se haga lenta porque el espectador sabe exactamente qué es lo que va a pasar. En todo caso, es una curiosidad para aquellos interesados en el terror ochentero, aunque no la recomendaría como una película particularmente interesante. Si decidís verla, aseguraos de hacerlo en la versión sin censura o será una mayor pérdida de tiempo.
Durante décadas se ha intentado explotar el éxito de la obra maestra La matanza de Texas (The Texas Chain Saw Massacre, Tobe Hooper, 1974). Secuelas que intentaron repetir el éxito del film de Tobe Hooper, nunca logrando resonar de la misma manera pero han acabado formando una saga muy popular entre los fans. Kim Henkel, coautor del guion del clásico de Hooper, también lo intentó con La matanza de Texas: La nueva generación (Texas Chainsaw Massacre: The Next Generation, Kim Henkel, 1994), fracasando estrepitosamente con una de las entregas de la saga menos exitosa. El resultado final de La nueva generación llevó a que otro guion para una continuación de su película que Henkel escribió en 1995 no se rodara. Henkel reescribió ese guion como Boneboys, siendo rodado como Butcher Boys (Duane Graves, Justin Meeks, 2012), título que no es una entrada oficial de la saga pero que guarda diversos puntos de conexión con las masacres de Leatherface y familia.
Los protagonistas de Butcher Boys son Sissy (Ali Faulkner) y su hermano Mikey (Phillip Wolf), más dos irritantes, molestos y no-puedo-esperar-a-que-los-maten personajes que se supone son amistades de los hermanos. El grueso del film consiste en que Sissy y la carne de cañón que va con ella son perseguidos por los Butcher Boys, adictos a consumir carne humana que utilizan a sus víctimas para llenar la despensa de un lujoso restaurante. Esta persecución tiene lugar en ambientes urbanos, alejados de los paisajes rurales de las películas de Leatherface. Lo cual signfica que recuerda bastante a Asesinos del futuro (Future-Kill, Ronald W. Moore, 1985), otra cinta con diversas conexiones a La matanza de Texas que más vale olvidar.
Tras la persecución llega la parte en que más se nota que se pensó originalmente como secuela de La nueva generación, ya que tiene la misma estructura que el resto de películas de la saga más las conexiones conspiranoicas que Henkel insinuaba en su película. Es la parte más interesante, pero es tan aburrido y sin gracia lo que sucede antes que no acaba de funcionar tampoco para mí. Más que nada porque imita demasiado el estilo Hooper de intentar crear angustia en el espectador introduciéndolo en un ambiente de locura, que en el caso de Butcher Boys se reduce a diversas personas gritando al mismo tiempo. La película tiene otros muchos problemas, para empezar los villanos no son nada interesantes ni coloridos ni originales. La comedia y el humor negro no funcionan, la mayoría de las veces porque no está bien rodada y otras porque simplemente no tiene gracia ya que es muy repetitiva.
En definitiva, Butcher Boys es un film sin imaginación, aburrido y que no logra crear ni el horror ni las risas que espera crear. La única razón que me ha llevado a escribir este artículo es para todos aquellos fans de La matanza de Texas que estén interesados o sientan curiosidad por ver una secuela no oficial con diversos cameos de actores del clásico de Hooper, como me pasó a mí cuando supe de la existencia de esta película.
El subgénero conocido como rape & revenge tiende a ser bastante polémico, ya que se alimenta de las reacciones viscerales del espectador, lo que lleva también a defensas o condenas igualmente apasionadas. En mi caso, es algo que va de película en película, sin generalizar. Y cuando estamos ante películas como Venganza desnuda (Naked Vengeance, Cirio H. Santiago, 1985) es fácil posicionarse a su favor.
Carla Harris (Deborah Tranelli) sufre una racha de la peor mala suerte imaginable: su marido es asesinado y la policía se ve incapaz de arrestar al culpable. Cuando intenta alejarse de todo volviendo al pueblo en que creció, es recibida con múltiples momentos de acoso sexual y la hostilidad de las fuerzas del orden (hay un momento en que la desesperada Carla incluso grita "¡¿es que todos son unos pervertidos en este pueblo?!"). Estos ataques desembocan en una violación en grupo que culmina con el asesinato de los padres de Carla que llegan a casa en el peor momento. Esta acumulación de traumas resulta ser demasiado y Carla decide, inspirada en los delirios de una paciente en el hospital donde simula estar catatónica, vengarse de la manera más violenta posible del grupo de machitos que la atacó.
"Arde, bastardo"
Cirio H. Santiago era un director filipino especializado en la exploitation con generosas de acción. Ya había de él antes, comentando un par de sus películas de acción y uno de sus títulos también centrado en la venganza. Estar familiarizado con la ouvre del director hizo que me sorprendiera lo bien que está hecha esta película. Hay que considerar el excelente trabajo del reparto, principalmente Deborah Tranelli que lo da todo para que su personaje resulte verosímil y sus traumas reales, y el guion de Anthony Maharaj, otro habitual de la exploitation de acción más desmelenada, y un tal Reilly Askew, nombre que es posible sea un pseudónimo por lo poco creíble que es, aunque no he podido encontrar ninguna confirmación al respecto.
"¡Sorpresa!"
Hay varios elementos que hacen destacar este título sobre otros del género. Primero, la manera en que mezcla el rape & revenge con el subgénero de los justicieros urbanos. Segundo, la brutal y sin compasión venganza de Carla, ejecutada de manera que llenaría de orgullo al Exterminador. Tercero, la manera en que se teje y desarrolla la historia. Si están justificadas las acciones de Carla o no es secundario, la suma de asesinato de marido y familia, más el acoso seguido de violación en grupo hacen que sea una reacción justificada desde el punto de vista del género. Pero, además, Fletch, el jefe del grupo que interpreta Kaz Garas, enciende los ánimos del pueblo para dar caza a esta "peligrosa asesina", de modo que Carla es perseguida por hordas de ciudadanos empuñando antorchas como si Carla fuera el monstruo de Frankenstein. Lo cual resulta casi una alegoría de cómo durante mucho tiempo se acusaba a las víctimas de violación como si, de algún modo, hubiesen sido las provocadoras del ataque. Por supuesto, la intención de los cineastas estaba alejada de cualquier intento de comentario social, lo único que buscaban era crear una entretenida película que les rindiera económicamente.
Y no hay duda de que crearon una película tremendamente entretenida que sigue impactando a los aficionados con la sangrienta venganza de Carla.
Durante el entretenido comentario en audio que hace Guillermo del Toro en el montaje del director de Mimic (1997), hay un breve momento que lo dedica a comentar las secuelas que tuvo su película. De Mimic 2 (Jean de Segonzac, 2001) dice que no vale la pena (hay que darle la razón), pero de Mimic 3: El guardián (Mimic 3: Sentinel, J.T. Petty, 2003) dice que es bastante interesante porque es más fiel al relato original de Donald A. Wollheim en que se basaba la primera Mimic que su pelicula. Entonces no había visto Mimic 3, así que la recomendación de Del Toro hizo que me la apuntara para verla más adelante. Han pasado unos cuantos años, pero por fin me puse a ver Mimic 3.
Es cierto que esta tercera entrega es más fiel al relato original de Wollheim, aunque creo que es más bien casualidad, ya que fue el estudio el que propuso la premisa al director J.T. Petty: un cruce de Mimic con La ventana indiscreta (Rear Window, Alfred Hitchcock, 1954). Un concepto divertido que hace que la película casi se pueda disfrutar por sí misma, ya que el film es sorprendentemente entretendido.
Marvin Montrose (Karl Geary) se dedica a observar lo que se sucede en la calle y en el edificio de enfrente, haciendo fotos de lo que le parece interesante. Esta peculiar afición se debe a que se pasa gran parte de su vida encerrado en su habitación ya que tiene hipersensibilidad alérgica, es casi un chico burbuja. Es a través de su observación que empieza a detectar extraños personajes y lo que podría ser un asesinato. La policía no le cree pero con la ayuda de su hermana Rosy (Alexis Dziena) y la vecina de enfrente Carmen (Rebecca Madder) descubrirán la presencia de cucarachas Judas. Como podéis ver por su trama, la película hace honor al concepto de hacer La ventana indiscreta con cucarachas gigantes. Sumado al mínimo presupuesto (fue rodada en Rumanía para ahorrar), esto podía augurar un pestiño de película. Sin embargo, como ya he dicho, la película funciona a pesar de todo.
Este milagro se debe en gran parte al reparto, que junto a los tres protagonistas incluye secundarios de lujo como Amanda Plummer, John Kapelos y Lance Henriksen, al sencillo pero efectivo guion y a la dirección de Petty. También puede que influya el hecho de que es muy corta, tan solo 76 minutos que se pasan bastante rápido. Debido a que el espectador ya sabe que el misterioso asesino es una cucaracha gigante, se juega más con el suspense de dónde aparecerá la criatura y de si sobrevivirán los protagonistas. Juega de forma interesante con el concepto del voyeurismo, mostrando cómo Marvin crea una vida y una historia para los sujetos que oberva.
Tampoco os esperéis una obra maestra ni nada por el estilo. Es un film que cumple sus objetivos de forma muy efectiva teniendo en cuenta los medios a su disposición, pero no es un film revolucionario ni mucho menos. Dicho esto, sus logros no son menores, ya que podía haber sido simplemente otra secuela sin imaginación como la segunda entrega.
He escrito para Underbrain Mgz un artículo repasando toda la saga de El exorcista, hasta llegar a la serie de televisión. He procurado que sea bastante entretenido y con bastante información de cómo se crearon, así que espero que resulte interesante de leer aunque, obviamente, muchos ya conocéis las películas de sobra:
Nunca he sido muy fan del found footage, tal vez porque es un género más complicado de lo que parece y es difícil encontrar películas que lo utilicen de forma efectiva. Evidence (Olatunde Osunsanmi, 2013) logra hacerlo al mezclarlo con el más tradicional thriller con asesino en serie.
Los inspectores Daniel Reese (Stephen Moyer) y Alex Burquez (Radha Mitchell) esperan cazar a un asesino responsable de una masacre examinando el material grabado por las propias víctimas en cámaras y teléfonos. Esta es la sencilla premisa que permite la mezcla entre dos estilos de narrativa cinematográfica muy distintos. Su efectividad se basa en el buen reparto, principalmente Radha Mitchell y Stephen Moyer, y en la forma en que utiliza a los detectives como representantes de los espectadores. Por ejemplo, cuando empiezan a ver los videos y la inspectora Burquez sugiere saltarse las partes previas al accidente, sobre las relaciones de las víctimas, el inspector Reese reacciona diciendo que todo es importante. Este diálogo sirve como reflejo del contraste entre aquellos que encuentran el desarrollo de los personajes aburridos, que prefieren saltar a la acción, y aquellos que consideran el desarrollo de los personajes esencial para el impacto de la historia.
La mezcla de thriller/found footage permite también reforzar los puntos flojos de cada género con los respectivos puntos fuertes. Como, por ejemplo, la alternancia de formatos hace que el lenguaje cinematográfico sea más variado del que encontraríamos en una típica found footage. Además, el espectador puede acompañar a los inspectores y jugar a desentrañar lo sucedido. Aunque los esfuerzos son desperdiciados con una conclusión empañada por la compulsiva necesidad de poner un final con giro sorpresa, que llena de agujeros lo que hasta entonces era una efectiva historia de suspense.
Son estos pequeños detalles los que hacen que Evidence no sea un film más conocido o que no vaya más allá de proporcionar un poco de entretenimiento y poco más. A pesar de sus carencias, la manera en que logra mezclar dos estilos opuestos hace que al menos valga la pena darle una oportunidad.