Esta es una de esas películas que para mí son difíciles de criticar porque no son geniales pero tampoco son malas, se mueven en esa tierra de nadie que son las pelis regulares. Tiene cosas buenas y otras no tan buenas.
Un pueblo pacífico en el que nunca pasa nada ve su población, de repente, transformada en una horda de maníacos asesinos con solo unos pocos supervivientes. ¿Te resulta familiar? Debería, ha sido un argumento utilizado en diversas películas. Uno de los títulos más notables de este subgénero fue dirigido por el autor de culto Nico Mastorakis: Pesadilla en Canyonland (Nightmare at Noon, 1988).
El abogado Ken Griffiths (Wings Hauser) y su esposa Cheri (Kimberly Beck) se encuentran de vacaciones, recorriendo el país en autocaravana. En el camino recogen a un autoestopista: Reilly (Bo Hopkins), que también está de viaje aunque por otros motivos que poco tienen que ver con el ocio. El grupo llega a la aparentemente tranquila ciudad de Canyonland, justo cuando muchos de sus habitantes empiezan a actuar como locos asesinos. El sheriff Hanks (George Kennedy) intenta averiguar qué ha sucedido para que gente que conoce de toda la vida se hayan convertido en maníacos sangrientos, con la ayuda de su hija policía Julia (Kimberly Ross). Lo que ninguno de ellos sabe es que un misterioso personaje (Brion James) ha introducido en el agua una sustancia que está transformando a la población, anotando y observando las distintas reacciones que provoca, a la vez que ha incomunicado y aislado el pueblo del resto del país.
Típicamente, este tipo de historias se enfocan hacia el terror y la angustia paranoide. Experimentos fallidos de un gobierno desalmado y la explotación de tabúes, como hizo George A. Romero en Los crazies (The Crazies, 1973), son la norma. Lo que hace destacar la película de Mastorakis es que, en lugar de adoptar un tono más alineado con el terror como hacen el resto de títulos con historias parecidas, opta por inclinarse más hacia realizar con thriller de acción, con suficientes tiroteos y explosiones como para ponérsela dura a Michael Bay.
Una decisión muy acertada, ya que junto a los homenajes al western (el personaje de Bo Hopkins está inspirado en los vaqueros solitarios que llegaban a un pueblo, se cargaban al malo y seguían camino), hace que Nightmare at Noon resulte en un film tremendamente entretenido, exprimiendo al máximo sus 96 minutos eliminando cualquier momento aburrido o innecesario.
Otra gran baza del film la encontramos en su reparto, llena de nombres familiares para los aficionados al cine de género. Bo Hopkins interpreta a su habitual héroe lacónico, un buen contraste para el energético Wings Hauser como siempre memorable, aunque fuera por ir dopado ya que según Mastorakis en aquella época Hauser tenía problemas de adicción a la cocaína. George Kennedy era un veterano que, como siempre, ofrecía una sólida interpretación y Brion James era otro veterano que siempre cumplía. Las dos Kimberlys que protagonizan el film resultarán también familiares, Beck fue la final girl en la cuarta entrega de la saga Viernes 13 y Ross fue una de las víctimas de Pumpkinhead en Pacto de sangre (Pumpkinhead, Stan Winston, 1988).
Mastorakis, a pesar de contar con un presupuesto más bien modesto, creó un entretenido film que logra presentar un argumento bastante familiar de forma fresca que parece hecho con mucho más dinero del realmente empleado. Un título muy recomendado.
Desde hace un tiempo tengo la costumbre de visitar la web de Fangoria, en la que hay un gran archivo de números antiguos de la revista decana del cine de terror. Me gusta investigar en estos números antiguos en busca de novelas de terror que no conozca y en una de mis últimas visitas vi un artículo sobre una película que desconocía, lo que siempre activa mi sentido arácnido. Se trataba de La viuda de Drácula (Dracula's Widow, Christopher Coppola, 1988).
Sylvia Kristel es Vanessa, la titular viuda de Drácula, cuyo ataúd es enviado de Rumania a Los Ángeles, a un museo de cera especializado en asesinos reales y monstruos ficticios. Raymond (Lenny von Dohlen), propietario del local, no tarda en caer bajo el hechizo de Vanessa y se convierte en su involuntario cómplice en distintos asesinatos y masacres. Unos crímenes investigados por el inspector Lannon (Josef Sommer), que se unirá al nieto de Van Helsing (Stefan Schnabel) y a la novia de Raymond Jenny Harker (Rachel Jones) en un intento de detener la ola de terror causada por el hambre de Vanessa y salvar a Raymond.
La viuda de Drácula destaca por su look que mezcla los clásicos de la Universal con los clásicos cómics de terror de la EC, con unas gotas de guiños al cine negro. Esta mezcla hace que tenga un curioso tono que mezcla terror y comedia, pero sin que haya chistes ni gracias, sino que la comedia viene por lo exagerado del mundo presentado y la situación en la que se encuentran los personajes. A pesar de todo, el tráiler vende la película como si fuera una comedia al 100%, cosa que no es y no le hace ningún favor al film.
Tener como referentes a los clásicos de la Universal y los cómics EC se traduce en unos colores primarios, planos exagerados y unos maquillajes monstruosos vampíricos muy logrados. El film está también lleno de diversos homenajes al género, más allá de lo mencionado. Algunos explícitos, como en la escena en que Raymond ve Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, F. W. Murnau, 1922), lo que también indica de dónde surgen los movimientos vampíricos de Vanessa. El productor del film fue Stephen Traxler, el director de Slithis (1978), un homenaje a las monster movies de los 50, lo que explica su atracción al proyecto basado en un guion de Tom Bloomquist que finalmente fue escrito por Christopher Coppola y Kathryn Ann Thomas.
Otro aspecto en que recuerda a los clásicos de la Universal es que es una película muy corta, 82 minutos, que se pasa muy rápido. Confía bastante en que el espectador sabrá reconocer detalles como el apellido Harker, lo que explica que Jenny sea capaz de "ver" dónde se esconde Vanessa, por la novela original de Bram Stoker o las películas, sin perder tiempo con explicaciones inútiles, lo que contribuye al rápido ritmo de la historia y que el espectador no se aburra en ningún momento.
La película se produjo cuando el estudio de cine montado por De Laurentiis Group en Carolina del Norte se encontraba ya cerca de cerrar. Por eso la película posiblemente se perdió entre otras grandes y medianas producciones, encontrando su público cuando fue editada en vídeo. Para mí este título ha sido una agradable sorpresa. Visualmente interesante, llena de homenajes al género, buenos efectos prácticos de maquillaje, divertidas masacres... Una pequeña joya.
En los 80 del siglo XX se pusieron de moda el aerobic y los gimnasios, lo que se tradujo en series y películas en las que abundaban los calentadores y los bodys a punto de explotar. Esta moda no tardó en verse reflejada en el slasher y el cine de terror en películas como Perra bruja (Death Spa, Michael Fischa, 1987) y Danza mortal (Murderock - Uccide a passo di danza, 1984). Uno de los ejemplos más entretenidos y trash de esta era es Entrenamiento mortal (Killer Workout aka Aerobicide, David A. Prior, 1987).
En Rhonda's Workout los clientes empiezan a ser asesinados, lo cual no es nada bueno para el negocio. ¿Quién se encuentra tras estos asesinatos? ¿Puede ser el inquietante Jimmy Hallik (Fritz Matthews) obsesionado con la bella Rhonda (Marcia Karr)? ¿Tal vez el nuevo empleado Chuck Dawson (Ted Prior)? ¿O alguna de las friquis del aerobic que llenan el local? El teniente Morgan (David Campbell) está al frente del caso, pero no parece capaz de detener el rápido aumento de víctimas.
Hasta aquí todo parece normal. El argumento de un típico slasher ochentero, realizado con un bajo presupuesto y diseñado para ocupar espacio en las estanterías de los videoclubes. Pero lo que salva esta película es el desenfreno y absurdo que inyecta su director a la historia. David A. Prior es un director que siempre se ha movido dentro de la serie B, compensando los bajos presupuestos con grandes dosis de entretenimiento. Quiero decir, en una de sus películas el héroe le corta el brazo a uno de los villanos y procede a apalizar a dicho villano con dicho brazo cortado, este es el estilo sutil, con mucha clase, de Prior. En el caso que nos ocupa, la simple historia, el guion se escribió en seis días, es bastante típica pero tiene ese sentido de urgencia de ir inventándose sobre la marcha lo que sucede para mantener al espectador entretenido, una forma muy efectiva de esconder que el argumento no tiene ni pies ni cabeza.
Prior va alternando los asesinatos con los planos nada sutiles de mujeres haciendo ejercicio (hay más planos de canales que un documental sobre Venecia) todo al ritmo de una interminable serie de canciones pop ochenteras tan cutres como pegadizas, eliminando la necesidad de crear suspense o desarrollar los personajes. ¿Quién quiere elaboradas escenas de suspense cuando el asesino utiliza como arma un imperdible muy grande? Sí, habéis leído bien: el arma de elección del asesino es un imperdible muy grande que clava con muy mala leche en sus víctimas.
Más conocida como Killer Workout, aunque me gusta más el título de Aerobicide, esta película no estará en la lista de nadie de grandes slashers de los 80. Si nos fijamos en las interpretaciones o la dirección o el guion, no pasa la prueba del algodón. Pero su guion tan poco ortodoxo y las peculiares elecciones del director/guionista hacen que esta sea una película tremendamente entretenida y muy disfrutable.
Phil Tippett es un renombrado creador de efectos visuales, que antes de pasarse al mundo digital fue un maestro de la stop-motion, colaborando con directores como George Lucas, Steven Spielberg y Paul Verhoeven. En 2021 se dio a conocer su primera película como director: Mad God (2021), que permite al espectador explorar un mundo oscuro y delirante cuidadosamente creado a mano.
Mad God no es un film tradicional con un argumento tradicional. Arranca con The Assassin, enviado por The Last Man (Alex Cox), sin un motivo o razón clara (no hay diálogos en el film), en un viaje por un mundo extraño, demente, infernal con un objetivo que nunca queda claro. En este mundo de eterna oscuridad, Tippett muestra su arte con la stop-motion, que aparece mezclada con otras técnicas como filmación en vivo, que utiliza para crear un itinerario para el espectador que lo llevará por los lugares más oscuros del inconsciente colectivo. La película refleja toda la maldad y locura de nuestra sociedad, introduciendo también elementos mitológicos y de la cultura pop, como el monolito de Kubrick.
Al iniciarse la película, pensé que se trataba de un explorador que transita por el infierno como si fuera un Dante moderno. Si bien luego me di cuenta de que no era el caso, no estaba muy lejos de la inspiración de Tippett, que surge de las pinturas de El Bosco en las que retrataba el infierno según su imaginación. Otras inspiraciones fueron las pinturas de Pieter Brughel el Viejo, la obra de Carl Jung, el animador Karel Zeman (pionero a la hora de mezclar distintas técnicas y humanos con animación), Ray Harryhausen y un millón de cosas más. No por nada la película ha tardado treinta años en estrenarse.
Tippett empezó a trabajar en el proyecto hacia finales de los 80 del siglo XX, pero tuvo que dejarlo de lado para trabajar en la animación de Robocop 2 (Irvin Kershner, 1990). Finalmente decidió aparcar el proyecto definitivamente con la revolución digital que trajo consigo Parque Jurásico (Jurassic Park, Steven Spielberg, 1993). Una década más tarde, mientras se encontraba archivando material de sus trabajos pasados, las secuencias realizadas de Mad Dog llamaron la atención de los animadores que trabajaban para Tippett en su estudio. Empezó así un proceso en el que durante años fueron trabajando en distintas secuencias, como manera de mantener en forma los músculos artísticos tras completar los efectos en grandes producciones de Hollywood. El empujón final para completar el film vino por parte de amigos (como Dennis Muren y el mencionado Alex Cox), y estudiantes de arte voluntarios, más financiación via Kickstarter.
El trabajo valió la pena. Mad Dog es un impresionante logro artístico de una gran riqueza visual. La edición en Blu-ray incluye dos audiocomentarios y cada vez que volvía a ver la película para escuchar los comentarios descubría algo nuevo entre sus imágenes llenas de horror y una bella fealdad mutante. Además de admirar el trabajo manual artístico que requirió la película, está tan llena de ideas originales y únicas que se pasa muy rápido, aunque resulta algo sobrecogedor la cantidad de impactos visuales que se lanzan al espectador.
Poética pesadilla, viaje alucinatorio, Mad Dog desafía cualquier intento de meterlo en una caja con una clara definición. Es un film único que proporciona una expericiencia sin igual a quién se deje atrapar por él.