En Estados Unidos se conocen como "regionales" aquellas películas rodadas de forma independiente fuera de Hollywood. A veces realizadas por estudios que trabajan de forma local, otras por individuos que se lían la manta a la cabeza y se ponen a rodar, supliendo medios con ilusión. En ocasiones, estas películas regionales acaban convirtiéndose en grandes éxitos de taquilla o en clásicos de culto. Un gran ejemplo de película de culto que nace como cinta de terror regional es Death Screams (David Nelson, 1982), un slasher de culto producido en el momento álgido del género.
Lo que hace especial Death Screams no es su argumento, que es bastante básico: una serie de misteriosos asesinatos empiezan a tener lugar en un tranquilo pueblo, amenazando las vidas de los jóvenes del lugar. No, no es un argumento original ni cautivador. Lo que hace especial la película de David Nelson es su peculiar desarrollo, sus efectos especiales y su frenética parte final. Es decir, las distintas maneras en que se aparta de las películas más "hollywoodienses", ofreciendo sorpresas en la manera de presentar la historia, que de forma no intencionada se aparta de la estructura más habitual de los guionistas y directores habituados a trabajar dentro del sistema.
Death Screams no tiene mucha historia que contar, así que se centra en desarrollar a las futuras víctimas, presentando personajes que no dejan de resultar familiares. Los hemos visto en otras películas: la zorra del pueblo, el sheriff gordo, la buena chica (aquí interpretada irónicamente por Susan Kiger, Playmate y actriz porno). Mientras vamos paseando por este pueblo, se sucede puntuales asesinatos, algunos con momentos algo absurdos: una de las víctimas, después de que le disparen una flecha sale corriendo no en busca de ayuda, sino hacia un tiovivo que no le queda precisamente cerca. Pero, como ya he dicho, son estos momentos extraños los que hacen que un film como este resulte tan entretenido y disfrutable.
Sin embargo, esta película es famosa por su tramo final, en el que se concentra la acción de forma frenética, con una serie de asesinatos encadenados que superan todo lo ofrecido hasta el momento. Una manera de presentar la historia que hace que, a pesar de no tener mucho argumento, hay detalles que le dan sentido a todo que a uno se le pasan por alto hasta que no la ve por segunda vez, logrando ver así el cuadro completo con más o menos sentido.
Ciertamente, Death Screams no es el mejor ni el más pulido slasher de la historia. Sí es efectivo, entretenido, sangriento y divertido. Sus gotas de absurdo son lo que acaban de hacer de este un memorable ejemplo del género.