F*ck me gently with a chainsaw. Do I look like Mother Theresa?
Kim Walker en Escuela de jóvenes asesinos (Heathers, Michael Lehmann, 1988).
Creo que hay algo sobre el "sueño americano", esa especie de sueño disneyano, si te parece, de jardín delantero bellamente recortado, vallas blancas de madera, mamá y papá y sus niños felices, temerosos de Dios y haciendo el bien siempre que pueden; ése tipo de expectativa, y la otra cara de eso, la ira y la indignación que viene de descubrir que ésa no es la realidad; creo que eso le da de alguna manera a las películas de terror americanas una especie de rabia adicional.
Wes Craven.
Cuando ves una película de Hitchcock y estás "en suspense", estás en suspense como resultado directo de estar en manos de un maestro, un maestro artesano que está manipulando las imágenes de una manera que te lleva hacia donde él quiere que vayas. Y creo que ése es un tipo de miedo confortable. Mientras que en algunas de las películas de las que estamos hablando, como La matanza de Texas o La última casa a la izquierda, ves la película y te das cuenta que la gente que la está haciendo no son de fiar. Las ves y te das cuenta de que no estás en las manos de un artesano, ¡estás en las manos de un maníaco!
John Landis. Ésta cita y la de Craven extraídas del documental The American Nightmare (Adam Simon, 2000).
Para entender la creación de la ya clásica La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, Tobe Hooper, 1974) no se pueden ignorar las circunstancias sociales que provocaron su inspiración. Unos cambios sociales representados en la película no de forma consciente, sino que fueron canalizados a través del subconsciente de sus creadores.
A finales de los años sesenta y primeros años setenta las cosas estaban cambiando en Estados Unidos, como cantaba Bob Dylan. El desarrollo de los derechos civiles, el nacimiento del feminismo activo, la revolución sexual, el movimiento hippie, Vietnam... Demasiadas cosas para poder ser asimiladas fácilmente. Los sesenta habían visto además el asesinato de John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963, el de Robert Kennedy el 4 de junio de 1968 y el de Martin Luther King, Jr. el 4 de abril de 1968. Toda una cadena de eventos que llevó a la sociedad, especialmente a los jóvenes, a desconfiar del gobierno.
Esta desconfianza pasó a la indignación cuando el 4 de mayo de 1970 unos soldados abrieron fuego sobre unos estudiantes desarmados que se manifestaban contra la guerra de Vietnam en Kent State. Cuatro estudiantes murieron como resultado de los disparos. Además, el 30 de mayo de 1972 tres japoneses pertenecientes al Ejército Rojo Japonés abrieron fuego indiscriminadamente contra todos aquellos que se encontraban aquella tarde en el aeropuerto de Tel Aviv. Fue uno de los más sonados atentados terroristas de la década que marcó el inicio de una era de terrorismo violento. Paralelamente, en los Estados Unidos actuaban grupos violentos como los Panteras Negras. Parecía que la época de protestas y manifestaciones pacíficas había llegado a su fin.
De hecho, muchos marcan el 9 de agosto de 1969 como el fin del verano del amor y el movimiento hippie. Ésa es la fecha en la que se hicieron públicos los asesinatos de Sharon Tate y de los invitados que tenía en su casa. La relación de aquellos asesinatos con los del matrimonio LaBianca el 10 de agosto provocaría la detención de Charles Manson y parte de la secta de seguidores que tenía, los cuales se llamaban a si mismos La Familia. El aspecto de los detenidos, el del típico hippie, provocó que se produjese un cambio radical en la manera que la mayoría conservadora y tradicional veía este movimiento.
A toda esta turbulencia social a lo largo de los setenta se le tenía que añadir la crisis energética, provocada por una súbita escasez de petróleo orquestrada por las grandes compañías petrolíferas con el objetivo de subir el precio de la gasolina.
Esta turbulencia social queda reflejada en el cine de terror de la época que, sobretodo después de La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, George A. Romero, 1968) y El héroe anda suelto (Targets, Peter Bogdanovich, 1968), hace un giro radical y deja de lado las historias de terror góticas para concentrarse en el realismo. Como muy bien señaló el músico Roky Erickson, las películas de terror dejan de ser películas alimentadas por miedos exteriores (vampiros, monstruos gigantescos, marcianos) para alimentarse de miedos interiores, de los miedos del subconsciente, canalizando los sentimientos de miedo y furia de aquel momento. El valor de esto para nosotros es que se hacía de manera inconsciente. Por lo tanto, de manera más pura, algo que creo que ya señalaba en el post sobre la cult movie Perros rabiosos (I Drink Your Blood, David E. Durston, 1970).
Todo lo anterior flotaba en el subconsciente de Tobe Hooper y Kim Henkel cuando se pusieron a escribir el guion original de La matanza de Texas. Hooper se había inspirado en los crímenes de Ed Gein a la hora de crear a una familia de asesinos que se dedica a matar y comerse a los incautos que atraen a su casa.
Es de notar que los jóvenes protagonistas, o víctimas, son hippies. Y los asesinos, una familia rural. Con lo cual tenemos a una familia literalmente haciendo pedazos y devorando a un grupo de hippies; una perfecta alegoría de lo que estaba sucediendo en aquel momento, en el cual los autoproclamados protectores de los valores tradicionales habían intentado sofocar las protestas juveniles con la violencia, provocando sucesos como el anteriormente mencionado caso de Kent State, e intentado que volvieran a imponerse unos valores tradicionales que, como demostró El informe Kinsey, pertenecían más a un ideal falso que a la realidad.
Sin embargo, la película se ha mantenido desde 1974 hasta la actualidad con todo su poder, además de por su interesante subtexto, por la fuerza y la capacidad de perturbar al espectador que conserva intacta. Una de sus virtudes es que, aunque no es una película sangrienta ni hay escenas explícitamente gráficas, después de vista uno tiene la sensación de que sí lo es. Es decir, se señala como un título iniciador del gore y el terror más explícito pero es más por la sensación que transmite que porque realmente haya sangre en pantalla. Esto se debe a que originalmente Tobe Hooper tenía la intención de que la película fuese calificada PG (niños acompañados), ya que entonces en Estados Unidos existían solamente 3 calificaciones: ALL (todos los públicos), PG y R (menores de 17 años acompañados). Hooper pensó que si no mostraba sangre ni nada muy explícito la calificarían PG, pero está claro que pecó de ingenuo o no era consciente de lo que había hecho, ya que ni en un millón de años La matanza de Texas podía ser calificada PG.
Esta capacidad de inquietar, perturbar e incomodar al espectador radican en dos elementos aparentemente contradictorios: un cuidado diseño y una estética sucia pseudo-documental.
La estética pseudo-documental se consiguió primero usando película de 16 milímetros que luego, al hincharse a los 35 profesionales, adquiría una imagen granulada típica de los documentales. Por otro lado, el diseño de producción del director de arte Robert A. Burns consigue dar la sensación de que estamos en lugares reales y no en un simple plató. Sobretodo en la escena en que Pam (Teri McMinn) cae por primera vez en el salón de la familia caníbal, donde la meticulosa creación de Burns y la dirección de Hooper se alían para crear un entorno inquietante.
Dentro del diseño resaltaremos primero el sonido. La banda sonora, cacofónica y enervante, sirve de contrapunto al horror de la pantalla al no usar una tradicional banda sonora musical, sino que utiliza sonidos distorsionados que ejemplifican el estado mental de los perpetradores y las víctimas. Por otro lado, el sonido de producción resulta clave, desde su ausencia al énfasis del mismo, especialmente en la escena donde vemos por primera vez a Leatherface (Gunnar Hansen): tras aparecer de la nada, tumba de un martillazo al pobre Kirk (William Veil), que se queda en el suelo presa de espasmos. Leatherface arrastra su cuerpo y cierra la puerta por la que ha salido. El fuerte portazo seguido de un impresionante silencio deja al espectador clavado a la butaca. Especialmente la primera vez que se la película, cuando la aparición del villano termina mucho antes de que el espectador haya podido procesar lo que ve. El resultado es mucho más impresionante que cualquier espectáculo sanguinolento. Otra escena perfectamente diseñada es la que nos muestra a Pam (Teri McMinn) entrar en la casa después de estar sentada en un columpio: con un travelling la cámara la va siguiendo hasta que llega a la casa. En una entrevista, el director de fotografía Daniel Pearl cuenta cómo la escena fue diseñada de modo que a medida que Pam se acerca a la casa, ésta se va haciendo más grande y ella más pequeña, dando la sensación de que la casa la va a devorar.
Pero si hay un momento en el cual todos estos elementos encajan a la perfección es en la escena en la cual asistimos a la demencial cena presidida por una de las víctimas más recordadas del cine de terror: Sally Hardesty (Marilyn Burns). Es en esta memorable escena en la cual todos los elementos (sonido, diseño, trabajo de cámara) se conjuntan a la perfección creando unos momentos de tensión insoportables. Personalmente hablando, siempre se me hizo difícil de aguantar el momento en el cual el abuelo (John Dugan) intenta golpear a Sally con un martillo, pero como no tiene fuerza el martillo se le cae una y otra vez.
Con un título como La matanza de Texas uno podría esperar un festival sangriento y gore, especialmente por parte de aquellos que desconocen la historia del cine de terror, pero si resulta efectiva es por el efecto psicológico que consigue crear en el espectador. Como ya he comentado alguna vez, gran parte del impacto y la fuerza de la película se debe a que fue una producción independiente de bajo presupuesto en la cual los cineastas responsables no tenían a un estudio diciéndoles lo que se podía o no hacer en una película de terror.
Fijaos en el tráiler original de la película que juega a hacer creer a los espectadores que lo que cuenta la película sucedió realmente.
La carrera de Tobe Hooper había experimentado unos serios reveses, encadenando dos grandes fracasos de taquilla seguidos: Fuerza vital (Lifeforce, 1985) y el remake Invasores de Marte (Invaders from Mars, 1986). Así que era natural que volviese a un terreno conocido con Masacre en Texas 2 (The Texas Chainsaw Massacre 2, 1986).
En un movimiento que demostró ser bastante inteligente, en lugar de intentar hacer de nuevo una visceral película de terror, Hooper hizo una secuela que es puro grand guignol, un festival de humor negro que se vio beneficiada con el saber hacer de Tom Savini en los efectos de maquillaje. La película contó con un brillante y demencial guion cortesía de L.M. Kit Carson (guionista de Paris, Texas [Win Wenders, 1984]).
La inteligencia de Hooper, desde mi punto de vista, residía en hacer una película que era el opuesto de la primera entrega en cuanto a tono. Especialmente en lo que se refiere al gore, que podría haber hecho que la primera película fuera insoportable, y aquí, gracias al humor negro del que hace gala, contribuye al disfrute de unos 101 minutos (en mi edición especial en DVD sin censurar) llenos de un desmadre que no es ni normal, incluido un esperpéntico duelo de sierras mecánicas y una escena de amour fou antológica entre Leatherface (Bill Johnson) y Stretch Brock (Caroline Williams). Dennis Hopper está estupendo poniendo ojos de loco como el teniente Enright, tío de una de las víctimas de la primera entrega en busca de venganza.
La película no tiene la misma calidad que la original, claro, pero eso no quiere decir que no sea buena. Es también representativa de un momento del género, los 80, en los cuales las películas de terror disfrutaban de unas saludables dosis de gamberrismo, sangre y sexo que echo de menos en el cine actual.
Y los 80 dieron paso a los 90, una década muy floja para el cine de terror. De ahí los pobres resultados de Matanza de Texas III (Leatherface: Texas Chainsaw Massacre III, 1990) de Jeff Burr. La verdad es que el pobre Burr casi da pena en el documental Texas Chain Saw Massacre: The Shocking Truth (David Gregory, 2000), ya que va explicando como primero la productora y luego la censura fueron mutilando la película hasta el punto de hacerla incomprensible. También explica como intentó quitar su nombre de los títulos de crédito pero no pudo, porque ya se habían imprimido las copias.
La película prometía bastante inicialmente ya que contaba con un guion de David J. Schow, una de las nuevas voces literarias que surgió de la corriente splatterpunk de finales de los 80 y primeros 90. Pero la consabida intervención de la productora acabó convirtiendo la película en una aburrida sucesión de escenas que básicamente repiten todo aquello que ya habíamos visto antes.
La película no sólo carece de la fuerza de la original sino que tampoco cuenta con la sátira y el humor negro de la segunda. Sería interesante ver un director's cut de esta película y ver si realmente fue culpa de la productora el hecho de que sea un desastre o excusas del director.
Aunque lo peor estaba por llegar...
La matanza de Texas: La nueva generación (The Return of the Texas Chainsaw Massacre aka Texas Chainsaw Massacre: The Next Generation, 1994) es un desastre de principio a fin perpetrado por Kim Henkel, guionista de La matanza de Texas original. Aquí, aparte de escribir el guion, también se encargó de la dirección.
Los primeros rumores sobre la película parecían bastante prometedores: el guionista de la película original iba a hacer una nueva secuela que prometía volver a los niveles de terror de la primera entrega. Sin embargo, la película pareció desaparecer, hasta que la súbita fama de dos de sus actores hizo que saliera de la oscuridad y fuera distribuida directamente en vídeo. Me refiero a Matthew McConaughey y Renée Zellweger, que intervinieron en esta película cuando todavía no eran conocidos.
Pero, aparte de ver hacer el ridículo a dos actores bastante cargantes, la película no tiene ningún aliciente. De nuevo, una repetición aburrida de las anteriores películas: los típicos adolescentes insufribles víctimas de la familia de matarifes. Todas las promesas se quedaron en nada. De todas formas, Henkel sí estuvo a punto de conseguir algo: matar a los personajes para siempre.
Michael Bay es uno de los tipos más odiables que existen en el mundo del cine en la actualidad. No contento con dirigir execrables películas como Armageddon (1998) o Pearl Harbor (2001) (en algunos países el castigo por robar es ver esta película), además el hombre crea Platinum Dunes, una compañía cuyo único propósito es coger las películas más queridas y memorables del cine de terror y rehacerlas para el público adolescente actual. Una compañía creada por un hombre al cual no le gusta el cine de terror, lo que demuestra con cada producción. Además, Bay declaró que iba a producir un remake de La matanza de Texas que "no iba a ser tan sangrienta como la original". Cuando se le mencionó que la original no era sangrienta ni gore, reconoció que no la había visto nunca.
De todos modos, a pesar de la mano de Bay, el remake dirigido por Marcus Nispel con guion de Scott Kosar (guionista también de El maquinista [The Machinist, Brad Anderson, 2004]) no está del todo mal. Más que un remake, yo veo la película como una continuación más, ya que es muchísimo mejor que la tercera y la cuarta.
La película repite el argumento (jóvenes idiotas perseguidos por familia asesina loca) y contiene los giros habituales que uno espera en una película de este tipo, a no ser que no hayas visto la cantidad de películas de terror que ha visto un aficionado del género veterano. Pero resulta entretenida, gracias también a la presencia de Jessica Biel.
El sorprendente éxito de este remake hizo que fuera seguido de una precuela: La matanza de Texas - El origen (The Texas Chainsaw Massacre: The Beginning, Jonathan Liebesman, 2006). Básicamente, esta película es una aburrida repetición del film de Marcus Nispel. El origen que muestran para justificar el film no aporta nada nuevo ni tiene ningún punto de interés. Es rellenar algo de metraje antes de ponerse otra vez a masacrar unos jóvenes hasta que finalmente llegan los títulos de crédito finales.
Un film aburrido, sin apenas historia, ni efectos destacables, ni interpretaciones interesantes, ni nada. Un desperdicio peor que la horrible La nueva generación.
Parecía que iba a ser el final, pero los derechos de La matanza de Texas volvieron a Tobe Hooper y Kim Henkel, poniendo en marcha de nuevo la franquicia.
La matanza de Texas 3D (Texas Chainsaw 3D, John Luessenhop, 2013) llegó a las pantallas presumiendo de ser una secuela directa del film de Hooper que ignoraba todas las demás secuelas. He de reconocer que el hecho de que despreciara la estupenda secuela de Hooper hizo que tuviera una actitud negativa hacia el film. Por eso me sorprendió tanto que me acabara gustando.
Creo que la principal razón por la que me acabó gustando esta entrega que ha tenido tantas malas críticas es que hace algo diferente de las anteriores. Después de la secuela de Hooper, y supongo que debido al hecho de que no funcionó en taquilla en su momento, hemos tenido cuatro versiones de la misma historia. Cuatro películas que, básicamente, repetían el esquema y las situaciones del film original sin aportar nada realmente destacable. Y, aunque dos de esas películas más o menos me gustaron, me pareció refrescante el acercamiento de esta nueva secuela, aunque tengamos de nuevo jóvenes atractivos siendo despedazados.
El film arranca en el mismo instante que termina La matanza de Texas original y sigue a partir de ahí, saltando luego al presente con la joven Heather (Alexandra Daddario) enfrentándose al pasado de su familia caníbal asesina. Con cameos de Bill Moseley y Gunnar Hansen, el film muestra mucho respeto por el clásico de Hooper, aunque eso no le impide jugar con la cronología. En orden de transcurrir en el presente, oculta el año en que transcurren los hechos de la original (algo que mucha gente no acabó de entender, a juzgar por los comentarios).
Ideada originalmente como una saga de seis películas, el hecho de que ahora se trabaje en una precuela, de nuevo, plantea dudas sobre si ese plan seguirá adelante o no. Personalmente creo que está bastante bien, aunque no esté a la altura de las dos películas de Hooper, y la pondría entre el remake y la tercera entrega en calidad.
A pesar de todo, de secuelas infumables y remakes, La matanza de Texas permanece como un clásico del cine terror. La llamada "película de terror definitiva" por Ridley Scott mantiene inalterable su fuerza cruda obtenida durante un periodo social especialmente turbulento de la historia del siglo XX. Una película que todavía hoy sorprende, como comprobaron los incautos que asistieron a un pase que organicé en la Universitat de Barcelona. La mayoría esperaba ver la típica película de terror, sangrienta pero "segura", y se encontraron con algo muy diferente y más peligroso.
Creo que hay algo sobre el "sueño americano", esa especie de sueño disneyano, si te parece, de jardín delantero bellamente recortado, vallas blancas de madera, mamá y papá y sus niños felices, temerosos de Dios y haciendo el bien siempre que pueden; ése tipo de expectativa, y la otra cara de eso, la ira y la indignación que viene de descubrir que ésa no es la realidad; creo que eso le da de alguna manera a las películas de terror americanas una especie de rabia adicional.
Wes Craven.
Cuando ves una película de Hitchcock y estás "en suspense", estás en suspense como resultado directo de estar en manos de un maestro, un maestro artesano que está manipulando las imágenes de una manera que te lleva hacia donde él quiere que vayas. Y creo que ése es un tipo de miedo confortable. Mientras que en algunas de las películas de las que estamos hablando, como La matanza de Texas o La última casa a la izquierda, ves la película y te das cuenta que la gente que la está haciendo no son de fiar. Las ves y te das cuenta de que no estás en las manos de un artesano, ¡estás en las manos de un maníaco!
John Landis. Ésta cita y la de Craven extraídas del documental The American Nightmare (Adam Simon, 2000).
Para entender la creación de la ya clásica La matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre, Tobe Hooper, 1974) no se pueden ignorar las circunstancias sociales que provocaron su inspiración. Unos cambios sociales representados en la película no de forma consciente, sino que fueron canalizados a través del subconsciente de sus creadores.
A finales de los años sesenta y primeros años setenta las cosas estaban cambiando en Estados Unidos, como cantaba Bob Dylan. El desarrollo de los derechos civiles, el nacimiento del feminismo activo, la revolución sexual, el movimiento hippie, Vietnam... Demasiadas cosas para poder ser asimiladas fácilmente. Los sesenta habían visto además el asesinato de John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963, el de Robert Kennedy el 4 de junio de 1968 y el de Martin Luther King, Jr. el 4 de abril de 1968. Toda una cadena de eventos que llevó a la sociedad, especialmente a los jóvenes, a desconfiar del gobierno.
Esta desconfianza pasó a la indignación cuando el 4 de mayo de 1970 unos soldados abrieron fuego sobre unos estudiantes desarmados que se manifestaban contra la guerra de Vietnam en Kent State. Cuatro estudiantes murieron como resultado de los disparos. Además, el 30 de mayo de 1972 tres japoneses pertenecientes al Ejército Rojo Japonés abrieron fuego indiscriminadamente contra todos aquellos que se encontraban aquella tarde en el aeropuerto de Tel Aviv. Fue uno de los más sonados atentados terroristas de la década que marcó el inicio de una era de terrorismo violento. Paralelamente, en los Estados Unidos actuaban grupos violentos como los Panteras Negras. Parecía que la época de protestas y manifestaciones pacíficas había llegado a su fin.
De hecho, muchos marcan el 9 de agosto de 1969 como el fin del verano del amor y el movimiento hippie. Ésa es la fecha en la que se hicieron públicos los asesinatos de Sharon Tate y de los invitados que tenía en su casa. La relación de aquellos asesinatos con los del matrimonio LaBianca el 10 de agosto provocaría la detención de Charles Manson y parte de la secta de seguidores que tenía, los cuales se llamaban a si mismos La Familia. El aspecto de los detenidos, el del típico hippie, provocó que se produjese un cambio radical en la manera que la mayoría conservadora y tradicional veía este movimiento.
A toda esta turbulencia social a lo largo de los setenta se le tenía que añadir la crisis energética, provocada por una súbita escasez de petróleo orquestrada por las grandes compañías petrolíferas con el objetivo de subir el precio de la gasolina.
Esta turbulencia social queda reflejada en el cine de terror de la época que, sobretodo después de La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, George A. Romero, 1968) y El héroe anda suelto (Targets, Peter Bogdanovich, 1968), hace un giro radical y deja de lado las historias de terror góticas para concentrarse en el realismo. Como muy bien señaló el músico Roky Erickson, las películas de terror dejan de ser películas alimentadas por miedos exteriores (vampiros, monstruos gigantescos, marcianos) para alimentarse de miedos interiores, de los miedos del subconsciente, canalizando los sentimientos de miedo y furia de aquel momento. El valor de esto para nosotros es que se hacía de manera inconsciente. Por lo tanto, de manera más pura, algo que creo que ya señalaba en el post sobre la cult movie Perros rabiosos (I Drink Your Blood, David E. Durston, 1970).
Todo lo anterior flotaba en el subconsciente de Tobe Hooper y Kim Henkel cuando se pusieron a escribir el guion original de La matanza de Texas. Hooper se había inspirado en los crímenes de Ed Gein a la hora de crear a una familia de asesinos que se dedica a matar y comerse a los incautos que atraen a su casa.
Es de notar que los jóvenes protagonistas, o víctimas, son hippies. Y los asesinos, una familia rural. Con lo cual tenemos a una familia literalmente haciendo pedazos y devorando a un grupo de hippies; una perfecta alegoría de lo que estaba sucediendo en aquel momento, en el cual los autoproclamados protectores de los valores tradicionales habían intentado sofocar las protestas juveniles con la violencia, provocando sucesos como el anteriormente mencionado caso de Kent State, e intentado que volvieran a imponerse unos valores tradicionales que, como demostró El informe Kinsey, pertenecían más a un ideal falso que a la realidad.
Sin embargo, la película se ha mantenido desde 1974 hasta la actualidad con todo su poder, además de por su interesante subtexto, por la fuerza y la capacidad de perturbar al espectador que conserva intacta. Una de sus virtudes es que, aunque no es una película sangrienta ni hay escenas explícitamente gráficas, después de vista uno tiene la sensación de que sí lo es. Es decir, se señala como un título iniciador del gore y el terror más explícito pero es más por la sensación que transmite que porque realmente haya sangre en pantalla. Esto se debe a que originalmente Tobe Hooper tenía la intención de que la película fuese calificada PG (niños acompañados), ya que entonces en Estados Unidos existían solamente 3 calificaciones: ALL (todos los públicos), PG y R (menores de 17 años acompañados). Hooper pensó que si no mostraba sangre ni nada muy explícito la calificarían PG, pero está claro que pecó de ingenuo o no era consciente de lo que había hecho, ya que ni en un millón de años La matanza de Texas podía ser calificada PG.
Esta capacidad de inquietar, perturbar e incomodar al espectador radican en dos elementos aparentemente contradictorios: un cuidado diseño y una estética sucia pseudo-documental.
La estética pseudo-documental se consiguió primero usando película de 16 milímetros que luego, al hincharse a los 35 profesionales, adquiría una imagen granulada típica de los documentales. Por otro lado, el diseño de producción del director de arte Robert A. Burns consigue dar la sensación de que estamos en lugares reales y no en un simple plató. Sobretodo en la escena en que Pam (Teri McMinn) cae por primera vez en el salón de la familia caníbal, donde la meticulosa creación de Burns y la dirección de Hooper se alían para crear un entorno inquietante.
Dentro del diseño resaltaremos primero el sonido. La banda sonora, cacofónica y enervante, sirve de contrapunto al horror de la pantalla al no usar una tradicional banda sonora musical, sino que utiliza sonidos distorsionados que ejemplifican el estado mental de los perpetradores y las víctimas. Por otro lado, el sonido de producción resulta clave, desde su ausencia al énfasis del mismo, especialmente en la escena donde vemos por primera vez a Leatherface (Gunnar Hansen): tras aparecer de la nada, tumba de un martillazo al pobre Kirk (William Veil), que se queda en el suelo presa de espasmos. Leatherface arrastra su cuerpo y cierra la puerta por la que ha salido. El fuerte portazo seguido de un impresionante silencio deja al espectador clavado a la butaca. Especialmente la primera vez que se la película, cuando la aparición del villano termina mucho antes de que el espectador haya podido procesar lo que ve. El resultado es mucho más impresionante que cualquier espectáculo sanguinolento. Otra escena perfectamente diseñada es la que nos muestra a Pam (Teri McMinn) entrar en la casa después de estar sentada en un columpio: con un travelling la cámara la va siguiendo hasta que llega a la casa. En una entrevista, el director de fotografía Daniel Pearl cuenta cómo la escena fue diseñada de modo que a medida que Pam se acerca a la casa, ésta se va haciendo más grande y ella más pequeña, dando la sensación de que la casa la va a devorar.
Pero si hay un momento en el cual todos estos elementos encajan a la perfección es en la escena en la cual asistimos a la demencial cena presidida por una de las víctimas más recordadas del cine de terror: Sally Hardesty (Marilyn Burns). Es en esta memorable escena en la cual todos los elementos (sonido, diseño, trabajo de cámara) se conjuntan a la perfección creando unos momentos de tensión insoportables. Personalmente hablando, siempre se me hizo difícil de aguantar el momento en el cual el abuelo (John Dugan) intenta golpear a Sally con un martillo, pero como no tiene fuerza el martillo se le cae una y otra vez.
Con un título como La matanza de Texas uno podría esperar un festival sangriento y gore, especialmente por parte de aquellos que desconocen la historia del cine de terror, pero si resulta efectiva es por el efecto psicológico que consigue crear en el espectador. Como ya he comentado alguna vez, gran parte del impacto y la fuerza de la película se debe a que fue una producción independiente de bajo presupuesto en la cual los cineastas responsables no tenían a un estudio diciéndoles lo que se podía o no hacer en una película de terror.
Fijaos en el tráiler original de la película que juega a hacer creer a los espectadores que lo que cuenta la película sucedió realmente.
La carrera de Tobe Hooper había experimentado unos serios reveses, encadenando dos grandes fracasos de taquilla seguidos: Fuerza vital (Lifeforce, 1985) y el remake Invasores de Marte (Invaders from Mars, 1986). Así que era natural que volviese a un terreno conocido con Masacre en Texas 2 (The Texas Chainsaw Massacre 2, 1986).
En un movimiento que demostró ser bastante inteligente, en lugar de intentar hacer de nuevo una visceral película de terror, Hooper hizo una secuela que es puro grand guignol, un festival de humor negro que se vio beneficiada con el saber hacer de Tom Savini en los efectos de maquillaje. La película contó con un brillante y demencial guion cortesía de L.M. Kit Carson (guionista de Paris, Texas [Win Wenders, 1984]).
La inteligencia de Hooper, desde mi punto de vista, residía en hacer una película que era el opuesto de la primera entrega en cuanto a tono. Especialmente en lo que se refiere al gore, que podría haber hecho que la primera película fuera insoportable, y aquí, gracias al humor negro del que hace gala, contribuye al disfrute de unos 101 minutos (en mi edición especial en DVD sin censurar) llenos de un desmadre que no es ni normal, incluido un esperpéntico duelo de sierras mecánicas y una escena de amour fou antológica entre Leatherface (Bill Johnson) y Stretch Brock (Caroline Williams). Dennis Hopper está estupendo poniendo ojos de loco como el teniente Enright, tío de una de las víctimas de la primera entrega en busca de venganza.
La película no tiene la misma calidad que la original, claro, pero eso no quiere decir que no sea buena. Es también representativa de un momento del género, los 80, en los cuales las películas de terror disfrutaban de unas saludables dosis de gamberrismo, sangre y sexo que echo de menos en el cine actual.
Y los 80 dieron paso a los 90, una década muy floja para el cine de terror. De ahí los pobres resultados de Matanza de Texas III (Leatherface: Texas Chainsaw Massacre III, 1990) de Jeff Burr. La verdad es que el pobre Burr casi da pena en el documental Texas Chain Saw Massacre: The Shocking Truth (David Gregory, 2000), ya que va explicando como primero la productora y luego la censura fueron mutilando la película hasta el punto de hacerla incomprensible. También explica como intentó quitar su nombre de los títulos de crédito pero no pudo, porque ya se habían imprimido las copias.
La película prometía bastante inicialmente ya que contaba con un guion de David J. Schow, una de las nuevas voces literarias que surgió de la corriente splatterpunk de finales de los 80 y primeros 90. Pero la consabida intervención de la productora acabó convirtiendo la película en una aburrida sucesión de escenas que básicamente repiten todo aquello que ya habíamos visto antes.
La película no sólo carece de la fuerza de la original sino que tampoco cuenta con la sátira y el humor negro de la segunda. Sería interesante ver un director's cut de esta película y ver si realmente fue culpa de la productora el hecho de que sea un desastre o excusas del director.
Aunque lo peor estaba por llegar...
La matanza de Texas: La nueva generación (The Return of the Texas Chainsaw Massacre aka Texas Chainsaw Massacre: The Next Generation, 1994) es un desastre de principio a fin perpetrado por Kim Henkel, guionista de La matanza de Texas original. Aquí, aparte de escribir el guion, también se encargó de la dirección.
Los primeros rumores sobre la película parecían bastante prometedores: el guionista de la película original iba a hacer una nueva secuela que prometía volver a los niveles de terror de la primera entrega. Sin embargo, la película pareció desaparecer, hasta que la súbita fama de dos de sus actores hizo que saliera de la oscuridad y fuera distribuida directamente en vídeo. Me refiero a Matthew McConaughey y Renée Zellweger, que intervinieron en esta película cuando todavía no eran conocidos.
Pero, aparte de ver hacer el ridículo a dos actores bastante cargantes, la película no tiene ningún aliciente. De nuevo, una repetición aburrida de las anteriores películas: los típicos adolescentes insufribles víctimas de la familia de matarifes. Todas las promesas se quedaron en nada. De todas formas, Henkel sí estuvo a punto de conseguir algo: matar a los personajes para siempre.
Michael Bay es uno de los tipos más odiables que existen en el mundo del cine en la actualidad. No contento con dirigir execrables películas como Armageddon (1998) o Pearl Harbor (2001) (en algunos países el castigo por robar es ver esta película), además el hombre crea Platinum Dunes, una compañía cuyo único propósito es coger las películas más queridas y memorables del cine de terror y rehacerlas para el público adolescente actual. Una compañía creada por un hombre al cual no le gusta el cine de terror, lo que demuestra con cada producción. Además, Bay declaró que iba a producir un remake de La matanza de Texas que "no iba a ser tan sangrienta como la original". Cuando se le mencionó que la original no era sangrienta ni gore, reconoció que no la había visto nunca.
De todos modos, a pesar de la mano de Bay, el remake dirigido por Marcus Nispel con guion de Scott Kosar (guionista también de El maquinista [The Machinist, Brad Anderson, 2004]) no está del todo mal. Más que un remake, yo veo la película como una continuación más, ya que es muchísimo mejor que la tercera y la cuarta.
La película repite el argumento (jóvenes idiotas perseguidos por familia asesina loca) y contiene los giros habituales que uno espera en una película de este tipo, a no ser que no hayas visto la cantidad de películas de terror que ha visto un aficionado del género veterano. Pero resulta entretenida, gracias también a la presencia de Jessica Biel.
El sorprendente éxito de este remake hizo que fuera seguido de una precuela: La matanza de Texas - El origen (The Texas Chainsaw Massacre: The Beginning, Jonathan Liebesman, 2006). Básicamente, esta película es una aburrida repetición del film de Marcus Nispel. El origen que muestran para justificar el film no aporta nada nuevo ni tiene ningún punto de interés. Es rellenar algo de metraje antes de ponerse otra vez a masacrar unos jóvenes hasta que finalmente llegan los títulos de crédito finales.
Un film aburrido, sin apenas historia, ni efectos destacables, ni interpretaciones interesantes, ni nada. Un desperdicio peor que la horrible La nueva generación.
Parecía que iba a ser el final, pero los derechos de La matanza de Texas volvieron a Tobe Hooper y Kim Henkel, poniendo en marcha de nuevo la franquicia.
La matanza de Texas 3D (Texas Chainsaw 3D, John Luessenhop, 2013) llegó a las pantallas presumiendo de ser una secuela directa del film de Hooper que ignoraba todas las demás secuelas. He de reconocer que el hecho de que despreciara la estupenda secuela de Hooper hizo que tuviera una actitud negativa hacia el film. Por eso me sorprendió tanto que me acabara gustando.
Creo que la principal razón por la que me acabó gustando esta entrega que ha tenido tantas malas críticas es que hace algo diferente de las anteriores. Después de la secuela de Hooper, y supongo que debido al hecho de que no funcionó en taquilla en su momento, hemos tenido cuatro versiones de la misma historia. Cuatro películas que, básicamente, repetían el esquema y las situaciones del film original sin aportar nada realmente destacable. Y, aunque dos de esas películas más o menos me gustaron, me pareció refrescante el acercamiento de esta nueva secuela, aunque tengamos de nuevo jóvenes atractivos siendo despedazados.
El film arranca en el mismo instante que termina La matanza de Texas original y sigue a partir de ahí, saltando luego al presente con la joven Heather (Alexandra Daddario) enfrentándose al pasado de su familia caníbal asesina. Con cameos de Bill Moseley y Gunnar Hansen, el film muestra mucho respeto por el clásico de Hooper, aunque eso no le impide jugar con la cronología. En orden de transcurrir en el presente, oculta el año en que transcurren los hechos de la original (algo que mucha gente no acabó de entender, a juzgar por los comentarios).
Ideada originalmente como una saga de seis películas, el hecho de que ahora se trabaje en una precuela, de nuevo, plantea dudas sobre si ese plan seguirá adelante o no. Personalmente creo que está bastante bien, aunque no esté a la altura de las dos películas de Hooper, y la pondría entre el remake y la tercera entrega en calidad.
A pesar de todo, de secuelas infumables y remakes, La matanza de Texas permanece como un clásico del cine terror. La llamada "película de terror definitiva" por Ridley Scott mantiene inalterable su fuerza cruda obtenida durante un periodo social especialmente turbulento de la historia del siglo XX. Una película que todavía hoy sorprende, como comprobaron los incautos que asistieron a un pase que organicé en la Universitat de Barcelona. La mayoría esperaba ver la típica película de terror, sangrienta pero "segura", y se encontraron con algo muy diferente y más peligroso.