Se estrena el documental [REC] Terror sin pausa (Diego López, 2022), que se centra en el inédito fenómeno en el cine de género español que fue [REC] (Jaume Balagueró, Paco Plaza, 2007). Podéis leer mi comentario al respecto en:
Interesante para los fans y los aficionados al género, mucho de lo que comentan Balagueró y Plaza ya lo cuentan en los extras que aparecen en las distintas ediciones en Blu-ray/DVD de la franquicia, pero es interesante escuchar a otros protagonistas y descubrir la historia tras la historia.
Todos los fans del cine de terror ya son conscientes de que se estrena Halloween: El final (Halloween Ends, David Gordon Green, 2022), pero ahora podéis leer la crítica que escribí para Underbrain Mgz:
No voy a entrar en detalles para no estropearle a nadie la película, pero creo que es obvio en la crítica que esta tercera entrega fue una decepción, en especial si la comparamos con las dos anteriores. Sigo sin entender qué les hizo pensar a los cineastas que este enfoque funcionaría. En fin, tampoco es la primera vez que Jamie Lee Curtis se despide de la saga de forma poco afortunada.
Poco después de que se anunciara la muerte de George A. Romero en 2017, se anunció que se había encontrado una película "perdida" dentro de su filmografía y que se había puesto en marcha su restauración, para la que también se pidió la ayuda de contribuidores. Lo único que se sabía es que se trataba de un mediometraje (dura unos 54 minutos) que trataba sobre la discriminación por edad. Tras su restauración, se proyectó en distintos cines de Estados Unidos, después pasó a Shudder, un servicio de streaming americano, y ahora la podéis encontrar editada en Blu-ray.
The Amusement Park (1975) cuenta la historia de un anciano, interpretado por Lincoln Mazeel, que, emocionado, decide adentrarse en un parque de atracciones. Pero lo que tendría que ser una experiencia divertida y emocionante se convierte en una terrible pesadilla de la que nuestro protagonista no puede escapar. Una historia inquietante que puede verse como un episodio más largo de lo normal de La dimensión desconocida. Un parecido que se da, además de por ser introducida por un anfitrión (el propio Mazeel), por el contenido alegórico del film. El parque de atracciones es una metáfora sobre la sociedad y sus instituciones, muy al estilo Rod Serling, un enfoque que viene dado por el tipo de encargo que era esta película, rodada en pocos días y con muchos voluntarios.
Para entender el valor de esta película se debe entender el contexto en que fue creada. A finales de los sesenta y primeros setenta, George A. Romero era uno de los propietarios de The Latent Image, una agencia de publicidad. El objetivo era invertir los beneficios obtenidos con la publicidad para financiar películas. Este plan, sin embargo, no empezó con buen pie: por un error La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1968) se había estrenado sin copyright, de modo que Romero y sus colaboradores no vieron ni un céntimo de beneficio del film, y sus siguientes películas, There's Always Vanilla (1971), La estación de la bruja (Season of the Witch aka Jack's Wife, 1972) y Los Crazies (The Carzies, 1973), pasaron bastante desapercibidas por taquilla. Además, las empresas empezaban a centrarse en las agencias de publicidad en Nueva York y Los Ángeles, lo que hacía más complicado encontrar clientes para The Latent Image.
Es por esta época que Romero filma una serie de documentales deportivos para televisión y acepta otros trabajos para mantener la agencia en marcha y poder hacer más películas. Es entonces que recibe el encargo de una organización benéfica luterana para rodar una película que sirva para mostrar los prejuicios contra la gente mayor y ayudar a obtener donaciones y voluntarios. Así que, básicamente, The Amusement Park era un encargo que Romero realiza para mantener la agencia funcionando. Pero es este hecho el que muestra lo genial que era Romero como director, ya que, a pesar de que solo lo hacía por motivos "mercenarios", se esforzó por hacer el mejor trabajo posible con los medios a su disposición, lo que se traduce en un efectivo e inquietante film. Sorprende que no fuera él el guionista, corrió el guion a cargo de Walton Cook, ya que la crítica a las instituciones y la sociedad que aparece encaja perfectamente con su trabajo "más serio" y con el estilo de sus primeras películas, más europeo y experimental.
Una vez completada la película, se utilizó para lo que fue financiada: la organización luterana se la llevó para hacer proyectarla en actos para recaudar fondos. Una vez cumplido su propósito, el film se "perdió", apareciendo de forma esporádica en algún festival. Por suerte, ahora ha sido recuperado y podemos disfrutar de esta película menor pero no por ello menos interesante. Resulta muy efectiva, como ya he dicho, por como va escalando la intensidad de la pesadilla en que se ve sumergido el protagonista. Empezando con pequeños detalles que son poco más que una molestia que luego van creciendo hasta el extremo de poner en peligro su propia vida. Es un film alegórico que nos permite ver otra faceta de un director que no pudo expresarse artísticamente de la variada y diversa forma que le hubiera gustado.
No soy una persona particularmente nostálgica. No creo que cualquier época pasada fue mejor (bueno, mejor que la actual tal vez sí, tal y como están las cosas) pero sí que siento una sana fascinación por las modas cinematográficas del pasado. Una de las más absurdas y desconcertantes tuvo lugar a finales de los 70 del siglo XX, cuando se produjeron diversas películas eróticas o pornográficas protagonizadas por personajes de cuentos de hadas.
Uno de los más notables ejemplos del género ya lo hemos tratado con anterioridad: Alicia en el país de las pornomaravillas (Alice in Wonderland: An X-Rated Musical Fantasy, Bud Townsend, 1976). Fairy Tales (Harry Hurtwitz, 1978) tiene un tono y estilo parecido a Alicia en el país de las pornomaravillas, con la diferencia de que Fairy Tales es una película erótica (o debería decir "erótica") softcore sin sexo explícito ni penetración en pantalla. Fue producida por Charles Band después del éxito que su compañía había obtenido con La otra Cenicienta (Cinderella, Michael Pataki, 1977), por eso Fairy Tales sigue el mismo modelo de comedia musical con grandes dosis de desnudos, si bien cuando fue originalmente estrenada en cine se tuvieron que cortar un par de escenas para que fuera calificada R y no X, escenas reincorporadas a la edición en Blu-ray del film. Con estas escenas reincorporadas, vista hoy día sigue siendo más suave que algo del estilo de Instinto básico (Basic Instinct, Paul Verhoeven, 1992) a pesar del gran número actrices desnudas que pueblan la pantalla, entre las que se encuentra la Scream Queen Linnea Quigley en el que fue su debut en pantalla. Entre el reparto también destaca la abrumadora belleza de Angela Aames.
Fairy Tales resulta bastante inocente y divertida. La trama gira en torno a un príncipe (Don Sparks) que ha de demostrar que es capaz de producir un heredero para el reino si quiere seguir siendo príncipe, el problema es que solo consigue que su principito funcione cuando piensa en una princesa que se le aparece en sueños. Inicia así una odisea para encontrar a la princesa de sus sueños mientras se cruza con diversos personajes de cuentos de hadas que tarde o temprano acaban sin ropa. Los números musicales no son Broadway precisamente, pero las letras son bastante ingeniosas. Los continuos chistes son bastante fáciles y malos, pero la comedia funciona debido a que lanza tantas chanzas al espectador que, inevitablemente, alguna funciona. Como ya he dicho antes, no se trata de una película porno, y sus escenas de desnudo resultan casi entrañables debido a la distancia temporal y el alegre cachondeo que impregna la cinta.
Fairy Tales no es una película que recomiende a todo el mundo, pero si todavía sigues leyendo esto y tienes ciertos gustos, seguramente ya te hayas hecho una idea de si esta película se adapta a tus gustos.
Su título original es Bloody Muscle Body Builder in Hell, pero entre los fans del terror y el cine bizarro es más conocida simplemente como la Posesión infernal japonesa (o The Japanese Evil Dead). Un delirio escrito, producido, editado, dirigido y protagonizado por Shinichi Fukazawa, también a cargo de los efectos especiales, que rezuma sangre, fluidos y pasión por el cine de Sam Raimi.
La película dura una hora y un par de minutos, así que la historia que cuenta no es muy complicada: Shinji (Fukazawa) recibe la llamada de Mika (Asako Nosaka), una antigua novia. Mika es una periodista que realiza reportajes sobre lugares encantados y resulta que Shinji es propietario de uno de esos lugares. En el prólogo se explica la raíz de que sea un lugar maldito, pero Shinji y Mika, acompañados del psíquico Mizuguchi (Masahiro Kai), no tienen ni idea de la presencia maldita que les espera en la casa. Mizuguchi es poseído y empieza así una noche de terror y locura (y mucha sangre) para Shinji y Mika.
Este es un proyecto por el que Fukazawa estaba realmente apasionado. Rodada sin apenas dinero en varios fines de semana de 1994, la película tardaría diez años en ser editada y finalizada. Siendo luego comercializada en DVDes que grababa el propio Fukazawa, lo que le permitió suficiente notoriedad como para que fuera estrenada en cines en Japón a principios de la primera década del siglo XXI. Pero no es hasta el 2019 que la película se distribuye en occidente, precedida por su merecida reputación.
La película no oculta su amor y pasión por la, entonces, trilogía Evil Dead (1, 2). Es este amor y pasión, que se traduce en una serie de escenas y momentos cargados de energía raiminiana, los que hacen que esta película se haya ganado un lugar en el coranzoncito infernal de los fans de la saga. Sí, el guion es simple. Sí, los efectos especiales no son muy sofisticados y, en ocasiones, bastante falsos. Y, sí, al ser rodada en 8mm y luego ser transferida a video, la calidad de imagen/audio deja bastante que desear. Pero eso no la hace muy distinta de la primera Posesión Infernal (The Evil Dead, Sam Raimi, 1981), todo lo contrario. Fukazawa ofrece al espectador un gran tour de force de efectos, sumergiendo al espectador en la misma espiral de locura en la que están atrapados Shinji y Mika. A título personal, los toques visuales originales, la mencionada pasión y amor por el género, y saber que todo fue hecho sin apenas medios, hacen que Bloody Muscle Body Builder in Hell se haya ganado mi respeto y admiración. Es como una canción de los Ramones: corta, sencilla y casi genial.
Es también una película muy divertida, en diversos momentos me hizo reír a carcajadas con su mezcla de humor japonés y splatter slapstick.
En definitiva, es una demencial, demente y delirante película gore que está muy recomendada a los fans de las películas de Sam Raimi y a los amantes del terror de serie B.