Esta comedia terrorífica es casi una parodia de las películas de terror con monstruo suelto. Durante mucho tiempo se mantuvo escondida en las estanterías de los videoclubes, hasta que fue adquirida por la Troma que la distribuyó en DVD a principios del siglo XXI. Con el tiempo, No hay nada fuera (There's Nothing Out There, Rolfe Kanefsky, 1991) ha conseguida que la apoyen un gran número de seguidores, lo que la convierte oficialmente en una película de culto.
Un grupo de amigos decide pasar el fin de semana en una casa al lado de un lago. Por desgracia, coincide con el fin de semana en el que una criatura del espacio exterior ha llegado para alimentarse. Aunque uno de ellos, Mike (Craig Peck), está obsesionado con el cine de terror e intenta avisar a sus amigos señalando lo parecida que es su situación a la de una película de terror, el grupo no tardará en caer presa de la criatura.
Esta película de Rolfe Kanefsky se ríe de los tópicos del género, al mismo tiempo que los explota en su argumento, con generosas dosis de desnudos gratuitos y algunos efectos gore. Pero esta película ha ido ganando prestigio con el tiempo debido a la presencia de Mike, el personaje que comenta continuamente lo que les sucede en relación a una película de terror, destacando todo el mundo que "lo hizo antes que Scream". Y es cierto que la carta metalingüística la jugó el film de Kanefsky antes que el clásico de Wes Craven. Pero es que antes de There's Nothing Out There, esa misma carta ya la habían jugado películas como Terror en el instituto (Return to Horror High, Bill Froehlich, 1987) y El retorno de Martin (Evil Laugh, Dominick Brascia, 1986), por nombrar un par. Y lo hicieron mejor, ya que Mike se acaba convirtiendo en un personaje bastante irritante, por no decir pesado, que tampoco logra nada con su conocimiento del género.
Por tanto, felicidades por el esfuerzo, aunque la ejecución no acabe de funcionar. Algo que se aplica a toda la película, no solo a su aspecto "meta". Es decir, es una película bastante divertida, con varios momentos que me hicieron reír, pero se nota que es una película "primeriza". La dirección es muy rígida, muy de "storyboard", le falta frescura y algo de ritmo. Las interpretaciones no destacan, pero por lo menos no son terribles, algo que también se puede decir de los efectos especiales.
Por suerte, el hecho de que, en su mayor parte, la comedia funcione ayuda a que sus defectos no impidan el disfrute de la película. El resultado final es un film interesante, aunque lo que claman sus fans que era original no lo sea.
Siempre ha existido una conexión entre las leyendas urbanas más macabras y el cine de terror, alimentándose mutuamente a lo largo de los años. Uno de los ejemplos más conocidos es Historias de medianoche (Campfire Tales, Matt Cooper, Martin Kunert, David Semel, 1997), película antológica que adapta diversas leyendas urbanas.
Historias de medianoche es uno de los ejemplos más conocidos, pero no el mejor. Su popularidad radica en que fue estrenada a finales de los 90, de modo que muchos actuales comentaristas de cine de terror la destacan ya que la vieron a una edad impresionable, y porque en su reparto encontramos muchos rostros familiares. Algunos se convirtieron en estrellas más tarde, como James Marsden, otros eran rostros familiares en televisión y en las películas directas a vídeo de la época como Christine Taylor y Jennifer MacDonald. Pero, dejando de lado la nostalgia, el conjunto es algo desigual, nunca acaba de explotar al máximo todo el potencial de la propuesta.
La película empieza bastante bien, con una adaptación muy fiel, rodada en blanco y negro, de la clásica historia del garfio. Eddie (Marsden) y Jenny (Amy Smart) son una pareja de adolescentes enrollándose en una apartada carretera dentro de un coche, cuando Jenny empieza a escuchar extraños ruidos coincidiendo con un momento en el que la radio anuncia que se ha escapado un loco asesino de un manicomio, un asesino que tiene un garfio en lugar de mano derecha. Su efectividad radica en su simpleza, explicando la historia en su versión más conocida. En 1997, la leyenda del garfio sería la más conocida de todas las adaptadas, no solo por su popularidad como cuento de fogata, sino también porque una versión se cuenta al inicio de Sé lo que hicisteis el último verano (I Know What You Did Last Summer, Jim Gillespie, 1997), de modo que era una gran forma de meterse en el espíritu de la película.
Tras la introducción se pasa a la historia que sirve de unión del resto: un grupo de adolescentes (Christopher Masterson, Jay R. Ferguson, Kim Murphy y Taylor) tiene un accidente y, mientras espera que llegue la ayuda, cuentan leyendas urbanas al calor de una fogata. No mencionaré antecedentes porque equivaldría a destripar el final, pero resultará bastante familiar a los espectadores.
El siguiente segmento también cuenta una leyenda popular, cuya base se usó al inicio de Sabe que estás sola (He Knows You're Alone, Armand Mastroianni, 1980) y también fue usada en Leyenda urbana (Urban Legend, Jamie Blanks, 1998), en ambos casos de forma mucho más efectiva. La leyenda urbana original se cambió para que no fuera demasiado parecida al segmento del garfio que abre la película. Por eso aquí los protagonistas no son una pareja de adolescentes aparcados en una solitaria carretera, sino una pareja de luna de miel, Ron Livingston y MacDonald, haciendo un viaje en una autocaravana. Inevitablemente pararán en un lugar apartado, pero en este caso serán víctimas de unas extrañas criaturas. Tiene buenos momentos, pero los cambios para modernizarla no añaden nada de interés, posiblemente también a que, debido al bajo presupuesto, no se ven las criaturas con lo que se pierde efectividad.
La siguiente historia se moderniza también, añadiendo un detalle que la hace moderna: un psicópata (Jonathan Fuller) utiliza un chat para hacerse pasar por una niña de doce años y localizar niñas que convertir en futuras víctimas. En esta ocasión, la futura víctima es la pequeña Amanda (Alex McKenna). De nuevo, a pesar de algún buen momento, la modernización de la leyenda no la hace más interesante, quedando su potencial sin explotar. Tal vez porque hay otras leyendas que habrían quedado más cinematográficas y la conclusión resulta algo insatisfactoria.
La última historia, aparte del hilo que une los distintos segmentos, es una historia que, de nuevo, resultará bastante familiar ya que recuerda a uno de los primeros episodios de la serie Historias de la cripta (Tales from the Crypt). Está mejor ejecutada que los dos segmentos anteriores, aunque sea algo predecible. Como predecible es el final de la película, aunque incorpora algo habitual hoy día que entonces era una auténtica sorpresa: una escena poscréditos.
Historias de medianoche es hoy día una curiosidad interesante, pero no es una joya a descubrir. Sigue siendo lo que fue entonces, una buena idea que no acaba de funcionar posiblemente a que lo que cuenta ya había sido o sería explotado de forma más efectiva en otras películas.
El lago del Terror (Terror at Tenkiller, Ken Meyer, 1986) no es un sofisticado slasher que le da la vuelta al género. No es tampoco un desenfrenado festival de sangre y gratuitos desnudos al puro estilo ochentero, ni mucho menos es una joya perdida a redescubrir. Sin embargo, ha sobrevivido la transición de formato en formato, de VHS a DVD a una reciente edición en 4K nada menos. ¿Cómo es posible cuando películas mucho mejores todavía no se han editado ni en DVD?
Leslie (Stacey Logan) y Jenna (Michele Merchant) son dos amigas que deciden pasar el verano en el lago Tenkiller, trabajando como camareras cuando no están relajándose en el lago. Leslie aprovecha también para huir de su tóxico novio Josh (Kevin Meyer), que está a un paso de convertirse en un maltratador. Su estancia coincide con la de Tor (Michael Shamus Wiles), un asesino en serie que se dedica a matar las mujeres de la zona.
Una historia simple, pocos personajes, Terror at Tenkiller no podría ser un slasher más básico. Al inicio del film se presenta al asesino, así que no hay misterio en cuanto a su identidad. Quiere crear suspense manteniendo su presencia alrededor de las dos protagonistas que no sospechan que hay un asesino en la zona. Al menos así es como actúan, más tarde se añadió una voz en off para tapar agujeros de guión y cubrir escenas que no se rodaron, que en ocasiones contradice lo que sucede en pantalla.
Esta manera de enfocar el argumento se traduce en que hay muchas escenas de relleno, con las dos protagonistas yendo de un sitio a otro, confiando que la amenaza que pesa sobre ellas sea bastante para mantener el interés del espectador. Aparte, la trama del novio abusivo se maneja con la delicadeza de un culebrón. La dirección no es que sea espectacular a la hora de vender la historia, es más bien rutinaria, en especial las secuencias de los asesinatos. Los efectos especiales no son nada del otro mundo, si bien están bien ejecutados. Las interpretaciones son igualmente mediocres, ni buenas ni terribles. Es decir, no es una de esas películas tan malas que se te quedan grabadas y te hacen disfrutar con su ineptitud épica.
Aún así, la película ha sobrevivido. De alguna manera, se ha mantenido presente. Y creo que la culpa es mía. Mía y de gente como yo, aquellos que nos aseguramos de ver cualquier slasher que se nos ponga en el punto de mira, especialmente si fue rodado durante la década de los 80. De aquellos a los que les encanta el género aunque sea criticado diciendo que todos los slashers son iguales. Es nuestra fe en el género la que nos lleva a buscar la próxima joya ensangrentada aunque la mayoría sean mediocres títulos como El lago del Terror.
Entre Tetsuo, el hombre de hierro (Tetsuo, 1989) y Tetsuo II: El cuerpo de martillo (Tetsuo II: The Body Hammer, 1992), sus dos títulos más conocidos, el director Shin'ya Tsukamoto estrenó Demonios asesinos (Yôkai hantâ: Hiruko aka Hiruko the Goblin, 1991), menos conocida pero igualmente interesante. La película adapta el manga de Daijirô Morohoshi Yokai Hunter, bastante popular en Japón, pero hasta ahora inédito en nuestro país.
Hieda Reijirou (Kenji Sawada) es un profesor de arqueología desacreditado por sus teorías sobre la existencia real de criaturas y monstruos que se creen mitológicos. Hieda recibe una carta de su cuñado Takashi Yabe (Naoto Takenata), donde le comenta el descubrimiento de una tumba ancestral cerca de un colegio, ahora cerrado por las vacaciones de verano. Cuando Hieda llega se encuentra que Hieda ha desaparecido misteriosamente junto a la estudiante Tsukishima Reiko (Megumi Ueno). Masao (Masaki Kudou), el hijo de Takashi y enamorado de Tsukishima, también se encuentra en el colegio intentando averiguar qué ha sido de los desaparecidos. Hieda y Masao se enfrentarán juntos a los demonios que han salido de la tumba hasta entonces oculta.
El título castellano Demonios asesinos puede dar la impresión de que nos encontramos ante una película de terror, ya sea al estilo J-Horror o con más sangre y gore. Pero, aunque hay elementos de terror y alguna escena inquietante, la película de Tsukamoto tiene muchos elementos de comedia y del cine de aventuras. Un cóctel de géneros al que hay que añadir la influencia del cine fantástico americano a la hora de presentar criaturas propias de la mitología japonesa. La comedia la proporcionan principalmente los dos protagonistas, en especial el torpe Hieda. Equipado con una serie de armas de creación casera, como una versión japonesa del cazafantasmas Tristanbraker, la primera reacción de Hieda ante la presencia del demonio que caza en el colegio cerrado es la misma que tendría yo: salir corriendo. A pesar de todo, sus conocimientos serán muy útiles y se acabará convirtiendo en un héroe. Mientras, Masao se enfrenta a un importante destino tras descubrir diversos secretos familiares. El terror y las aventuras se dan de la mano en la exploración del colegio cerrado y la aparición de Hiruko, que cuando posee a una persona ésta se convierte en una cabeza con patas de insecto, como una araña infernal.
El resultado es una película que mezcla terror japonés con Gremlins (Joe Dante, 1984) y Posesión infernal (The Evil Dead, Sam Raimi, 1981). Inquietante y muy divertida al mismo tiempo, entretenida de principio a fin, Demonios asesinos es también coherente y sólida, a pesar de la dispar mezcla de géneros, gracias al tono consistente y la energética dirección de Tsukamoto. Es el extraño caso de una película que gustará tanto al aficionado a la cultura pop japonesa, al aficionado al terror o a alguien que no está demasiado interesado en ninguna de las dos cosas. Un título fantástico en más de un sentido.
Durante mucho tiempo, los aficionados al cine de género asiático, ya fuera japonés, chino o coreano o de donde fuera, lo teníamos bastante difícil para ver películas de estos países. Entonces, a finales de los 90, hubo una explosión de títulos debido al éxito de The Ring (El círculo) (Ringu, Hideo Nakata, 1998), que fue el punto de partida de la moda del nuevo J-Horror, y al impacto internacional de Audition (Ôdishon, Takeshi Miike, 1999). Así, con el tiempo, se han ido conociendo en Occidente títulos que solo se habían visto en festivales o cintas piratas. Uno de estos títulos que ahora se puede conseguir sin dificultad es el híbrido de thriller y terror Door (Banmei Takahashi, 1988).
Durante la década de los 80 del pasado siglo XX, el cine de terror japonés se fue volviendo cada vez más salvaje debido a la cada vez mayor demanda del mercado del video de productos más extremos que lo que se estrenaba en salas de cine. Películas pasadas de vueltas como Entrails of a Virgin aka Guts of a Virgin (Shojo no harawata, Kazuo "Gaira" Komizu, 1986) dominaban el género en video. Aunque también se produjeron títulos notables, como la genial Tokyo Snuff (Shiryô no wana, Toshiharu Ikeda, 1988), los títulos cada vez más extremos y gore que llenaban las estanterías de los videoclubes provocaron que el gran público se fuera alejando del género, que se hizo muy minoritario. Es por entonces que se empiezan a editar en vídeo historias de fantasmas y compilaciones de cortometrajes inquietantes, originalmente enfocadas al público adolescente japonés femenino, que acabaría dando origen al J-Horror que tanto impactó Occidente.
Entre estos dos extremos, el terror gore pasado de vueltas y las historias sobrenaturales cargadas de atmósfera, nos encontramos Door. La película se estrenó en cines producida por The Director's Company, una compañía fundada con el objetivo de dar completa libertad creativa a los cineastas. La trama, a primera vista, no es muy distinta de las que nos encontramos en los thrillers de la época. Pero, repito, es algo solo a primera vista. Yasuko Honda (Keiko Takahashi) es una joven ama de casa feliz en su matrimonio y madre de un niño. Su idílica vida doméstica se ve solo enturbiada por el acoso de los vendedores a domicilio y el miedo a que alguien entre en casa, por lo que se asegura de cerrar bien la puerta del piso en que vive la familia. Un día, un vendedor (Daijirô Tsutsumi), consigue introducir la mano por la rendija de la puerta para dejarle a Yasuko unos panfletos. Asustada, Yasuko cierra de golpe la puerta golpeando los dedos del insistente vendedor. Molesto por la reacción de Yasuko, este vendedor se obsesiona con ella y empieza a acosarla continuamente, mediante llamadas y ataques que irán escalando en gravedad.
Door tiene una estructura que recuerda a la de la posterior Audition: la mayor parte del film se dedica a acumular tensión mediante el suspense psicológico. Esta acumulación de tensión acaba explotando en unos sangrientos veintes minutos finales cargados de violencia. Además de la tensión, el argumento de Door tiene unos siempre bienvenidos toques de sátira social, con la manera en que presenta el acoso de los vendedores a domicilio, cuyo equivalente actual serían las pesadas llamadas a domicilio ofreciendo ofertas de forma contínua. Pero aún más relevante para el espectador actual es la manera en que representa a la protagonista. La japonesa era (y al parecer sigue siendo) una sociedad muy machista (la nuestra no es mucho mejor), algo denunciado en distintas películas del género. Este comentario social es algo que también une Door y Audition, en el caso del film de Banmei Takahashi en lo sola que está Yasuko en su lucha contra el acosador: su marido está días fuera trabajando y la deja sola sin darle importancia a sus quejas, la policía no hace nada y cuando pide ayuda en el edificio nadie acude.
Además de los temas que toca, Door también destaca por la manera en que está rodada. La cámara flota continuamente, creando planos elegantes. También transmite muy bien la claustrofobia de estar encerrados en el piso con Yasuko. La banda sonora resulta efectiva, si bien algo repetitiva.
En definitiva, todo esto es lo que hace de Door una película interesante y notable, aunque el argumento resulte muy familiar al espectador actual.
Mientras se encontraba trabajando en su última película, los productores le pidieron a Banmei Takahashi que le cambiara el título para convertirla en una secuela de Door, debido a las buenas ventas que estaba teniendo en vídeo (tras la entrada en bancarrota de The Director's Company, Door y otros títulos de la productora estuvieron desaparecidos durante décadas). Así nació Door 2: Tôkyô Diary (1991), estrenada directamente en vídeo.
Esta secuela de nombre es completamente distinta de la primera entrega, como se puede uno imaginar teniendo en cuenta su origen. Se trata de un drama erótico protagonizado por Ai (Chikako Aoyama), una joven prostituta. Door 2 nos introduce en su mundo, los peculiares clientes que tiene, en particular la relación especial que mantiene con uno de ellos, Mamiya (Joe Yamanaka), y sus amistades.
Se ha de decir que esta película es más parecida a los anteriores trabajos del director, siendo Door, una película de terror, una rareza en su filmografía. Esta película era el territorio habitual de Takahashi, aunque no deja de tener sus momentos truculentos. Chikako Aoyama, recordada por su papel en Robotrix (Nu ji xie ren, 1991), carga sin problemas con el peso de la película, enfrentándose a todo lo que le pide la película sin miedo. Una película que se ha de apreciar no es moralista ni juzga a la protagonista por el trabajo que decide llevar a cabo, más bien observa una sociedad que parece desorientada.
La excusa para retitutarla Door 2 son un par de secuencias en las que Ai reflexiona sobre el misterio que se encuentra al cruzar las puertas de las casas de los clientes, ya que los hombres parecen transformarse una vez pasan por la puerta. Tras las distintas puertas que atraviesa Ai (ninguna verde en este caso), se producen diversas viñetas. Más o menos perversas, más o menos fetichistas, estas viñetas sirven de intervalo entre las escenas entre Ai y Mamiya, con el cual Ai intenta iniciar una relación convencional, lo que le llevará a plantearse su vida.
Door 2 no es un título memorable, más allá de la presencia de Aoyama, como es la primera Door, pero es un bienvenido añadido en la edición en Blu-ray. Hubo una tercer entrega aún más desconectada de estas dos películas.