Adèle Blanc-Sec fue creada por Jacques Tardi en 1976. Escritora, se gana la vida publicando versiones noveladas de sus diversas aventuras en la Francia de principios de siglo que la llevan a enfrentarse con criaturas prehistóricas, sectas diabólicas, mad doctors y lo que quiera que el destino le ponga por delante. Tardi se inspira en las novelas por entregas y los folletines que se empiezan a publicar a mediados del siglo XIX, de modo que las aventuras de Adèle se suceden en un casi perpetuo "continuará" de complicadas tramas, giros argumentales, sorpresas, traiciones, acción y crímenes horripilantes.
Luc Besson decide que, en los tiempos oscuros que estamos viviendo, es un buen momento para un poco de escapismo y diversión. Para ello nada mejor que llevar al cine las aventuras de Adèle Blanc-Sec, personaje del que era fan desde su aparición. Mezclando el primer y el cuarto álbum que publicó Tardi (Adèle y la bestia y Momias enloquecidas, ambos incluidos en el primer volumen de Las aventuras extraordinarias de Adèle Blan-Sec publicado por Norma Editorial -hasta la fecha se han publicado dos volúmenes-) como base argumental, Besson escribe y dirige Adèle y el misterio de la momia (Les aventures extraordinaires d'Adèle Blanc-Sec, 2010).
Se nota que Besson es un enamorado de Adèle Blanc-Sec en el hecho de que el personaje se mantiene tremendamente fiel al original de papel. La actriz Louise Bourgoin parece sacada directamente de las páginas de Tardi. No es la única, ya que gran parte de los personajes que se encuentran en el cómic se han hecho carne con la ayuda del maquillaje de efectos especiales. Además de su aspecto físico, la peculiar personalidad de los personajes es respetada, aunque haya alguna pequeña diferencia en algún caso. La mayor diferencia es que la hermana de Adèle, Mireille Pain-Sec (que aparece en el 8º álbum El misterio de las profundidades), pasa a llamarse Agathe Blanc-Sec cuya historia es radicalmente diferente de la que aparece en el cómic.
La mayor diferencia entre el cómic de Tardi y la adaptación que hizo Besson la encontramos en el tono. El humor está presente en la obra de Tardi como guiño al lector para que no se tome muy en serio las truculentas historias que está leyendo llenas de asesinatos, algunos monstruos y el ocasional sacrificio humano. Besson en cambio usa el humor para darle ligereza, su película no es truculenta como las historias de Tardi, está más enfocada hacia un entretenimiento "más sano". En especial la última parte de la película, de tono fantasioso y mágico, que es el único momento en que realmente se aleja de la obra de Tardi. En otras palabras, la Adèle de Tardi tiene un tono más "adulto" y la Adèle de Besson un tiene un tono más "juvenil". O una es más oscura y la otra más luminosa, como queráis.
Dejando estas diferencias aparte, lo mucho o lo poco que se parece a su fuente la película, el filme de Besson es una entretenida y bastante divertida película de aventuras, de claro signo folletinesco (o pulp si fuera una película americana). Para mí ha significado el reencuentro con un director que me había dejado de interesar. Nikita, dura de matar (La femme Nikita, 1990) y El profesional (Léon, 1994) me parecieron excelentes películas, pero el resto de su producción no me ha despertado ningún interés, especialmente después de El quinto elemento (The Fifht Element, 1997) que no me gustó nada.
Pero el humor que añade Besson en esta ocasión sí que me divirtió, así como las escenas de acción están muy bien rodadas, aunque haya menos que en el cómic. Sin embargo, también me doy cuenta de que no es una película para todos los públicos. Es decir, sí que lo es porque está calificada de esa forma, me refiero a que el tono y el estilo puede que no guste a muchos que busquen una película de aventuras más "normal".
Imaginad Adèley el misterio de la momia como una mezcla entre Vidocq (Pitof, 2001) y Amélie (Le fabuleux destin d'Amélie Poulain, Jean-Pierre Jeunet, 2001). Si os gustaron ambas películas, como es mi caso, muy posiblemente también os guste Adèle. Y si no, vedla de todas maneras y decidme lo mucho que me equivoco.
Hace poco leí en el blog Retrospace un largo comentario crítico sobre la película Los rompecocos (Screwballs, Rafal Zielinski, 1983). No ponía la película demasiado bien, ni tampoco la recomendaba, pero me picó la curiosidad por verla ya que estaba hecha dentro de la factoría Corman y estaba escrita por Jim Wynorksi y Linda Shayne. Especialmente me llamó la atención Shayne, atractiva actriz que ha hecho carrera como directora y guionista de películas juveniles/infantiles, pero que yo la recordaba por ser una de las "víctimas" del sangriento y voluptuoso final de la clásica (en serio) Humanoides del abismo(Humanoids from the Deep, Barbara Peeters, 1980). En el guion de Screwballs escribió un papel para ella misma que también requería descubrirse de cintura para arriba.
Screwballs dura una hora y cuarto. Y se me hizo larga.
La película surge a raíz del éxito de Porky's (1982, Bob Clark). Así que se trata de una comedia que aprovecha cualquier oportunidad para mostrar carne femenina y con un estilo de humor no muy sutil. La verdad es que no sé si es justo que la critique en exceso, ya que se trata de un estilo de humor que no me hace gracia. Porky's no me gustó, ni las imitaciones que surgieron a continuación me gustaron. Así que es como si una persona a la que no le gusta el cine de terror se pone a despotricar contra una película de terror.
Y ya sabía el tipo de película que era cuando me puse a verla. La cuestión es: ¿por qué lo hice? En parte por como he dicho, la curiosidad por ver que habían hecho los participantes tras la cámara y en parte por curiosidad sociológica. He intentado ver que atractivo puede tener una película como ésta para todos aquellos aficionados a estas películas. De Screwballs han hecho hasta una edición especial en Blu-ray y en su momento se hizo una secuela, algo debía tener.
Supongo que el principal atractivo es obvio: mujeres desnudas. No me malinterpretéis, no tengo nada en contra del desnudo. Todo lo contrario, yo mismo me he desnudado en diferentes ocasiones. Pero, ¿sólo ver una película por ver unos cuantos pechos? Es como aquellos que ven películas gore sólo por ver las escenas de sangre.
He aquí algo para los sociólogos: en el póster americano original vemos a un chico tras una chica, pero en este póster español es la chica tras el chico (con marca del bañador añadida). ¿Se trata de algún tipo de fantasía propia de aquí? ¿Estaba el dibujante revelando demasiado de si mismo? La vida está llena de misterios, sin duda.
Yo necesito una historia, que me cuenten algo, porque de otro modo me aburro. Incluso en los gialli que comentábamos, cuyo máximo atractivo es su aspecto estético, necesito que haya algo más que "ver por ver". Y eso es algo que Screwballs (ni el resto de estas películas) no me ofrece. El estilo de humor no me hace gracia y en cuanto a los desnudos, bueno, en mi familia somos nudistas, así que tampoco es algo que me impacte mucho, a no ser excepciones como las películas de Russ Meyer, que tienen un estilo propio y un tipo de historias que las hacen interesantes.
Es posible que os preguntéis, si tenéis mentes curiosas o inquisitivas, por qué demonios vi Screwballs si ya había leído que era mala y pertenecía a un tipo de comedia que ni siquiera me gusta. Lo cierto es que siento una malsana atracción por las malas películas. Cuanto peor la ponen, más ganas me entran de verla. La razón de ello es que me he encontrado con películas tan abismales, tan torpes y tan incapaces que me han dejado completamente fascinado y las he disfrutado desde una perspectiva de "vanguardia casual", es decir se convierten en arte de tan extraordinaria y extremadamente malas que son. Eso significa también que me he encontrado con muchas que eran simplemente mediocres y aburridas. Pero también con algunas que me han acabado gustando. Recuerdo que antes de ver Ciudadano Kane (Citizen Kane, Orson Welles, 1941), un compañero de clase me dijo que era un rollo y muy aburrida, así que nunca se sabe, supongo que todo se reduce a que siempre ignoro todas las recomendaciones de ver o no una película porque prefiero juzgar por mi mismo. Por tanto, a mi Screwballs me pareció una bosta como un piano, pero no sabréis si realmente lo es hasta que lo comprobéis vosotros mismos.
Fijaos en el tráiler que, siguiendo una vieja tradición de Roger Corman, incluye escenas que fueron cortadas de la película y acaba con unas imágenes que tampoco aparecen en Screwballs ya que están sacadas de la genial Rock 'n' Roll High School (Allan Arkush, 1979).
En 1970, con el estreno de El pájaro de las plumas de cristal (L'uccello dalle piume di cristallo), Dario Argento crea el giallo tal y como lo conocemos, ya que es a partir de éxito de esta película que se genera la fiebre giallo de los 70, imitando el estilo de Argento. El género en sí, cine de suspense y terror, fue creado anteriormente en Italia a mediados de los 50, Argento seguía los pasos de Mario Bava, considerado oficialmente el creador del giallo con La muchacha que sabía demasiado (La ragazza che sapeva troppo, 1963). Las dos siguientes películas de Argento acabarán de establecer el estilo y debido a sus títulos "animales" son agrupadas bajo el título genérico de la Trilogía Animal.
"Giallo" significa amarillo en italiano y se denominaban así las novelas de suspense, misterio y policíacas debido al color amarillo que adornaba sus portadas. Obviamente, Argento no inventó el cine de suspense italiano, antes que él otros directores como Lucio Fulci, Damiano Damiani, Umberto Lenzi y especialmente Mario Bava habían cultivado el género con gran éxito. Argento, hijo de artistas, fue crítico de cine y guionista antes de convertirse en director, así que sabía perfectamente lo que se había hecho antes que él. Pero cuando decimos que Argento crea el giallo nos referimos al género tal y como fue entre 1970 y 1977/78, momento en el cual adoptó un estilo propio y único, que fue imitado en ocasiones fuera de Italia, con una serie de características comunes que aúnan las películas del género de esa época.
Este estilo hace que, mientras que los argumentos explicados son típicos de las novelas de misterio y en ese aspecto no son particularmente interesantes u originales, la manera en que se exponen esos argumentos hace que, incluso la peor de estas películas, resulten interesantes y originales estéticamente. Si en el cine erótico el argumento es una excusa para enlazar una serie de escenas de contenido más o menos sensual, en el giallo el argumento es una excusa para crear un gran cuadro estético basado en la sangre.
Tras finalizar los 70, el resto de directores adopta un estilo más internacional o sobrio o americanizado, como prefiráis llamarlo, siendo únicamente Argento el que continúa haciendo gialli (plural de "giallo") hasta 1987, donde con Opera da punto y final al estilo barroco, colorido y artístico que le había caracterizado para a partir de entonces adoptar él también un estilo más sobrio.
Inspirado en la novela The Screaming Mimi de Fredric Brown, Argento escribe y dirige El pájaro de las plumas de cristal, en la cual cuenta como el escritor americano Sam Dalmas (Tony Musante) es testigo de un asesinato. Obsesionado con el caso, intentará encontrar al culpable, ya que además la policía le ha quitado el pasaporte para que no salga de Italia.
Los elementos principales del giallo quedan rápidamente establecidos: el voyeurismo y la mezcla de crueldad con un exacerbado esteticismo a la hora de rodar los asesinatos. También queda establecido el look que tendrán siempre los asesinos en el giallo: guantes negros, gabardina negra con el cuello subido y, en ocasiones, sombrero. El asesino y su perseguidor establecen a menudo una relación, llamando el perseguido a su perseguidor para provocarlo, exigirle que le deje en paz o intentar compartir su locura.
El voyeurismo se aplica tanto al asesino como al espectador. El uso de cámara en primera persona hace que el espectador sea testigo involuntario pero también cómplice de los asesinatos. Hay una obsesión temática por el ojo, sujeto continuamente a primeros planos, única parte que conocemos del asesino hasta que se revela su identidad.
Los primeros planos, los zooms, la experimentación con el montaje, la utilización de los colores... Todo sería incorporado y reinterpretado por los demás directores tras el gran éxito de El pájaro. Sin embargo hay una serie de elementos que sólo son utilizados por Argento y que permanecen como una seña de identidad propia.
Uno de estos elementos es usar un protagonista relacionado con el mundo del arte. Exceptuando algunos de sus títulos más recientes, los protagonistas de Argento son artistas o tienen una profesión que requiere cierta habilidad artística (escrita y musical principalmente), como si se quisiera indicar que los artistas tienen una visión del mundo y una imaginación que los hacen especiales. El otro elemento importante ha destacar es el uso de la memoria. Los protagonistas del cine de Argento son testimonios de un evento (normalmente un asesinato) que recrean de manera obsesiva en su cabeza para revelar una información, un detalle oculto. Es también la manera que tiene Argento de jugar con el espectador, haciéndole creer que ha visto algo cuando en realidad ha visto otra cosa. Pero nunca haciendo trampas, se juega con el espectador pero no se le engaña.
En las siguientes películas de la trilogía, vemos como se utilizan estos elementos y se van refinando así como tenemos la introducción de otros, como es el gusto de Argento por los temas, ideas o recursos de la literatura clásica gótica y de misterio, con especial predilección por Edgar Allan Poe. Así como los argumentos ligeramente ilógicos, como se muestra en la segunda película de ésta trilogía El gato de las nueve colas (Il gatto a nove code, 1971).
En El gato los protagonistas son un reportero retirado ciego, Franco Arno (Karl Malden), aficionado a los crucigramas y el periodista Carlo Giordani (James Franciscus). Esta película es bastante suave, especialmente compara con la película que la precede y la que la sigue, siendo una de sus películas menos personales por lo relativamente ligera que es. La ilógica del argumento viene propiciada por una asesino que mata para ocultar un informe que muestra que tiene una predisposición genética para el asesinato. Es decir, mata para que la gente no piense que es un asesino.
Argento no quedó muy contento con esta película, posiblemente por tener un argumento bastante flojo y absurdo cuando uno se para a pensarlo. Y ése es el problema: que uno se da cuenta de lo flojo del argumento mientras ve la película, cuando en una película con Argento en plena forma uno no se da cuenta de lo absurdo que es todo, absorto por la manera en que el director nos presenta la historia.
Es por eso tal vez que la siguiente película y cierre de la trilogía, 4 moscas sobre terciopelo gris (4 mosche di velluto grigio, 1971), es mucho más atrevida estéticamente. Es también donde los elementos presentados en su primer filme se explotan mucho más, llegando al paroxismo en su escena inicial.
La secuencia de títulos de crédito (con un corazón latiendo al lado del título) y la primera escena que abre la película y será el arranque de la trama son puro esteticismo giallo. Son secuencias sin diálogo donde todo gira en torno a cómo contar una historia sólo con imágenes y al voyeurismo del villano de la función. Es también donde Argento usa un recurso sacado de la novela gótica (que creo utilizó por primera vez Julio Verne): la idea de que la última imagen que ve una persona antes de morir se queda grabada en la retina, una noción completamente absurda (que la serie Fringe supo usar de manera plausible) alrededor de la cual gira la película pero al ser mostrada dentro del universo estético de Argento tiene sentido.
Es decir, es un concepto que en una película realista resultaría risible. Pero el cine de Argento no es realista, es pura fantasía, transcurre en una realidad estética que no se corresponde con la nuestra y dentro de esta fantasía, resulta creíble. A partir de entonces, Argento reutilizará diversos recursos sacados de los clásicos del misterio y la literatura, a veces en forma de homenaje, como el que hace a "Los crímenes de la Rue Morgue" de Edgar Allan Poe en Phenomena (1985).
Esta tercera película estuvo "perdida" durante mucho tiempo, no siendo editada en ningún formato hasta que lo fue en DVD hace un par de años.
Estas tres primeras películas son importantes para establecer el universo Argento, ya que se dan cita todos los elementos que empleará a partir de entonces y que serán llevados a la perfección en Rojo oscuro (Profondo rosso, 1975). También son importantes por su influencia a la hora de crear el giallo.
Dicho esto, tampoco son películas perfectas. Mientras que su opera prima se mantiene muy bien a pesar de los años transcurridos desde su estreno, sus dos siguientes títulos palidecen comparados con el resto de su obra. Son entretenidas, eso sí, y la mencionada primera secuencia de 4 moscas es realmente destacable, pero no parecen cumplir lo que Argento promete en su debut. Más bien parecen ejercicios de refinamiento, en los que Argento practica y juega con la cámara hasta coger la habilidad y maestría para realizar sus obras posteriores.
Recientemente cayeron en mis garras dos títulos de interesante lectura para el aficionado: Spanish Horror y Spanish Exploitation, ambos de Víctor Matellano y publicados por T&B Editores.
En Spanish Horror, Matellano hace un sucinto recorrido por el cine fantaterrorífico español, empezando a partir de 1967, cuando el éxito de taquilla de La marca del hombre lobo de Enrique Eguiluz, protagonizada por el gran Jacinto Molina alias Paul Naschy, provocará que se empiecen a rodar películas de terror de manera continuada en España. También se trata los ejemplos anteriores de cinematografía terrorífica, así como un repaso por los nombres más importantes e interesantes del género.
En Spanish Exploitation, Matellano hace un recorrido (y reivindicación) del cine exploitation rodado en España, dividiéndolo en tres grandes apartados: sangre, sexo y balas. Es un libro más amplio y rico que el anterior, ya que aparte del fantaterror cañí se tratan otros géneros y estilos, y cuenta con interesantes entrevistas a modo de interludio entre cada sección. Además ofrece unas completas filmografías con los títulos más importantes de cada apartado.
Muchas de las películas que se comentan en ambos libros las podéis encontrar reseñadas en este vuestro blog. Por lo tanto, si os interesaron las reseñas que hice sería bastante aconsejable que os compréis ambos ejemplares. Pero si sólo os podéis (o queréis) comprar uno, yo elegiría Spanish Exploitation, porque es más amplio y ofrece mucha más información, además de muchas anécdotas y jugosas historias (como las vicisitudes de rodar una película de Tarzán por los alrededores de Madrid). He de reconocer que el hecho de que Matellano dedicase capítulos especiales de Spanish Exploitation a La invasión de los zombis atómicos (Incubo sulla città contaminata, Umberto Lenzi, 1980), a Los ritos sexuales del diablo (José Ramón Larraz, 1982) y a la imprescindible, maravillosa, sublime, psicotrónica Mil gritos tiene la noche (Juan Piquer Simón, 1982) (reseñadas aquí, aquí y aquí) hizo que se ganase todas mis simpatías y respeto, así como que me decidiera a recomendar sus libros.
También recomiendo más el segundo libro al tratar otros fenómenos cinemáticosociales españoles como el cine "S" y las comedias del destape, o el cine quinqui, cuyos protagonistas acababan igual o peor que los personajes que interpretaban.
Aparte de ser un recorrido por los nombres que contribuyeron a crear la etapa más prolífica e imaginativa de la cinematografía española, también se insinúa el por qué de la decadencia del cine español a partir de los 80, decadencia de la que no empieza a salir hasta mediados-finales de los 90. En 1983 entra en vigor la Ley Miró, según la cual se cambia la financiación del cine y se empiezan a regular las subvenciones. En la práctica significó que todo aquel cine que no casase con la idea de lo que tenía que ser el cine español se quedase fuera. Así, el cine "de calidad" contaba con todas las facilidades, el resto se vio obligado a crear productos de presupuesto ínfimo para el mercado del vídeo. La efectividad de esta ley se puede comprobar con las siguientes cifras: entre 1971 y 1973 se ruedan hasta 80 películas de terror, en 1988 se ruedan 2 (estas cifras las he sacado de los libros de Matellano).
Otra razón para la progresiva decadencia del cine español (que creo ya hemos superado en gran parte) la podemos ver en las entrevistas que se pueden leer en Spanish Exploitation. He aquí un fragmento -resumido- seleccionado de la entrevista a José Ramón Larraz:
Una vez le dije a uno de televisión tras hacer la serie Goya, "mira cómo me pone la crítica..." y él me respondió "pero cómo quieres que te ponga, si has hecho cine para Frade...". Aquello me sentó como un tiro. Le contesté "¿qué mierda de democracia es esta? ¿Que yo no puedo hacer cine para Frade? Porque se supone que es de derechas y yo de izquierdas y... ¿Por eso no puedo hacer cine para ese productor? ¿Pero esto qué es?" Y luego me he enterado de que era verdad, que influía... Eso y el que había hecho terror aunque fuese en Inglaterra y Estados Unidos... (...) Yo con Frade era así. (...) Nunca me discutió el precio y no me debe un duro. Me daba igual si era facha o no. Me contrataba y punto. Yo no hice ninguna para Querejeta, ni tampoco lo conocí, pero si me hubiese propuesto una de las suyas la habría hecho. Soy un profesional. Pero no, aquí hay que ser un idealista.
Otro fragmento bastante significativo, extraído de la entrevista a Jesús Franco:
En España se hace poquito cine de género y mal situado. Porque es un cine de género, que no quiere ser de género. Quiere ser más importante, más serio. ¡Pero si no tiene que ser serio! Recuerdo una frase de Orson Welles que le dijo a unos tíos del Nuevo Cine Español, que invitó a comer y les dijo, delante de mí: "Espero que os quitéis toda esa importancia de vosotros mismos. Coño, haced un cine divertido, que esté bien, un poquito de ritmo, un poquito de gracia, que eso sienta bien a todos...".
En Spanish Exploitation también hay anécdotas bastante divertidas, pero ésas es mejor que las descubráis vosotros mismos al leer el libro y os echéis unas risas como hizo servidor. Para completar este artículo, nada mejor que comentar un título de la época que todavía no hubiese aparecido por aquí. Me he decidido por:
La versión que comentaré es la internacional, con sangre y sin ropa, no la versión que se vio dentro de España, con ropa y sin mucha sangre. Tenedlo en cuenta.
Como en la mayoría de las películas escritas por Jacinto Molina alias Paul Naschy, en El espanto surge de la tumba (Carlos Aured, 1973) nos encontramos con elementos clásicos conocidos por el aficionado al género pasados por el tamiz único y personal de Naschy, pareciendo así completamente originales.
La película arranca en el siglo XV en Francia, donde vemos como Alaric de Marnac (Paul Naschy) y su fiel amante Mabille de Lancré (la bellísima Helga Liné) son condenados por prácticas mal vistas en la época como comer carne humana, beber sangre y sacrificar bebés y jovencitas a Satán. Llevan a cabo la condena André Roland (Víctor Alcázar) y el hermano de Alaric, Armand (Paul Naschy) sobre los que cae una maldición que lanzan los condenados. Pasan siglos, años y modas. Nos encontramos en el presente (de 1973), donde Hugo (Paul Naschy) y Maurice (Víctor Alcázar), dos buenos amigos, deciden pasar un tiempo de calidad con sus respectivas novias Sylvia (Betsabé Ruiz) y Paula (Cristina Suriani). Tras una infausta sesión de espiritismo, deciden ir a la mansión familiar de los Marnac, donde Hugo cree pueden encontrar la cabeza de Alaric. Allí se encontrará Hugo con un antiguo amor, Sylvia (Emma Cohen). Y es también donde la maldición lanzada por Alaric se hará realidad cuando éste surja de la tumba y, junto a su amada Mabille, se dedique a resucitar muertos y devorar corazones.
Hay varias cosas a destacar en esta película. Una de ellas es el shock que para el espectador actual puede ser ver al entrañable Luis Ciges arrancarle el corazón a María José Cantudo (o como fue conocida en la época: La Cantudo). Otra escena impresionante es cuando Helga Liné, que se pasa la película muy ligera de ropa, le arranca el corazón a un pobre desgraciado, desgarrando primero la piel y dejando a la vista el músculo, cosa que no sé por qué me dio mucho repelús.
Aparte de estas escenas sangrientas y las escenas en las que Helga Liné y Emma Cohen muestran sus encantos alegremente, la película resulta absorbente por la manera en que continuamente están pasando cosas. Hay un ritmo constante, con el cual Aured dirige escenas mezclando terror gótico con romanticismo. Este estilo destaca en momentos como en el que Maurice tiene una visión mientras pinta un cuadro o el de la llegada de los resucitados a la mansión Marnac, donde Hugo y Sylvia intentan hacerles frente. Estos resucitados tienen un aspecto muy conseguido utilizando mínimos recursos. Además, el desarrollo de la historia presenta algunos giros argumentales sorprendentes, o por lo menos lo fueron para mí.
En definitiva, 90 minutos llenos de entretenimiento, sangre y carne como para satisfacer al más exigente. De nuevo os recomiendo los libros, tanto como para iniciaros en esta peculiar época cinematográfica española como para conocer nuevos títulos y profundizar en los conocidos. Y esta película es también un punto de partida bastante divertido. Os dejo el tráiler americano de El espanto surge de la tumba. Fijaos que en la escena en que Liné sale de su ataúd lo hace vestida con un traje negro, mientras que en la versión internacional lo hace vestida, es un decir, con una bata de seda transparente.
Hay muchas razones por las que una película fracasa en el momento de su estreno: mala distribución, una equivocada campaña publicitaria, víctima de la política de los estudios, que no sea entendida en su momento, intervención excesiva de los ejecutivos del estudio, etc.
Bueno, y también que la película en cuestión sea un truñaco de tomo y lomo.
Hoy os presento tres ejemplos significativos, de los cientos que hay, de ocasiones en los que la película fue víctima de circunstancias que provocaron que fracasara en taquilla y que no tienen nada que ver con la calidad (o falta de ella) de la obra en cuestión. Aunque todo es subjetivo, claro.
La maldición (Cursed, Wes Craven, 2005): Mencionada brevemente en el artículo que le dediqué a Wes Craven y la saga Scream, parece que el título trajo consigo un montón de mala suerte. Los principales responsables de la avalancha de problemas que tuvo la película son los hermanos Weinstein, jefes de Miramax cuya rama dedicada al cine de terror, Dimension Films, produjo la película. Con gran parte del filme rodado y casi terminado, los Weinstein intervinieron para que se reescribiera el guion y se volviese a rodar de nuevo casi toda la película. Esto provocó que muchos actores fueran eliminados del montaje ya que los retrasos provocaron conflictos de horario que les impidieron volver al rodaje al encontrarse comprometidos con otros rodajes. En el caso de Skeet Ulrich, decidió abandonar el proyecto ya que no estaba contento con los cambios que había experimentado su personaje.
Originalmente, el argumento de La maldición giraba entorno a tres extraños que coinciden en un accidente de coche que provocará que se vean afectados por la maldición del hombre lobo. Esta idea cambió a dos hermanos que se ven afectados por la maldición del hombre lobo. Hubo otros cambios, como el clímax, pero este fue el principal. Sin embargo, esto ha sucedido otras veces y en ocasiones ha ayudado a que se acabe obteniendo un producto final mejor que el pensado originalmente.
Lo que mató definitivamente la película en taquilla fue que los Weinstein decidieron que sería mejor estrenar la película como PG-13 (mayores de 13 años) en lugar de R (mayores de 18 años), para atraer al público adolescente. Para tal efecto se cortaron y censuraron varias escenas, se doblaron algunos diálogos para eliminar las palabrotas y se redujo la intensidad de la película.
Esta versión censurada fue la que se estrenó en nuestro país y es la que está editada en DVD. Y es decepcionante, una mala película, ya que la necesidad de recortar y eliminar momentos sangrientos provoca que muchas escenas resulten incomprensibles y mediocres. Por ello recomiendo la edición Unrated de Cursed que está editada en DVD en EUA, con subtítulos en castellano. Habiendo visto las dos versiones, queda claro que la Unrated es una película muy superior a la censurada. Eso sí, no es una película perfecta y tiene los defectos habituales en los guiones de Kevin Williamson, pero se nota que intentaron hacer una película que fuera más adulta y oscura que las desventuras de Ghostface. El resultado final es bastante divertido y entretenido, con algunos momentos sangrientos realmente impactantes.
Con su cinismo habitual, los Weinstein pensaron hacer una segunda parte de Cursed aprovechando todo el material filmado y no utilizado, idea que el fracaso en taquilla de la película dejó aparcada. Desde hace tiempo los fans de Craven piden que se estrene o edite la versión original de la película, con los actores originales; dudo que que se vea pero tal vez una futura edición en Blu-ray cambie las cosas.
Personalmente, esta película me gusta mucho más que las anteriores colaboraciones de Craven y Williamson en Scream. Si no la habéis visto pero, especialmente, si habéis visto la versión mutilada que se estrenó en España, os recomiendo echarle un vistazo al montaje del director sin censurar de Cursed.
El bosque maldito (The Woods, Lucky McKee, 2006): De las tres películas comentadas hoy, ésta es probablemente la que ha sufrido más y más injustamente. Tras debutar en el 2002 en el largometraje con May, Lucky McKee, gracias a la excelente factura y calidad de esa pequeña joya, se convirtió en uno de los nuevos directores más prometedores del cine de terror. Su intervención en la serie Masters of Horror, con el divertido episodio Sick Girl, es de las pocas que resultan interesantes. Entremedio rodó El bosque maldito (The Woods) que no vio la luz hasta casi tres años después de ser rodada.
Tal vez el primer indicador de que las cosas no iban a ir bien fue que al poco de empezar a rodar, M. Night Shyamalan anunció que su nuevo proyecto se iba a llamar The Woods. Tras un breve conflicto, Shyamalan tuvo que cambiar el título de su película ya que lo había anunciado más tarde que el de McKee, aunque en España se estrenó con el título originalmente pensado: El bosque (The Village). Pero mientras la película de Shyamalan se estrenó el 2004, nada se supo de la de McKee.
Esto es lo que pasó: cada vez que se cambia el equipo ejecutivo de un estudio, el nuevo equipo tiene la costumbre de desechar, cancelar o suspender los proyectos que en aquel momento estaba desarrollando el equipo saliente. Aparentemente, esta costumbre es para ejemplificar el cambio de dirección y que el nuevo equipo nada tiene que ver con el anterior. En la práctica significa la pérdida de millones de dólares, ya que muchas películas acaban siendo almacenadas o estrenadas directamente en vídeo sin oportunidad de tener un mínimo éxito o que resulten rentables. Así, El bosque maldito -título poco afortunado- estuvo languideciendo en las estanterías de la United Artists hasta que se decidió a estrenarla directamente en DVD, sin ningún tipo de promoción, el 2006.
Y es realmente injusto porque se trata de una película fantástica, con una bella fotografía, gran dirección, estupendas interpretaciones y una interesante historia. Cogiendo elementos propios de la obra de H. P. Lovecraft y Arthur Machen mezclados con Suspiria (1977) de Dario Argento, el filme ambientado en 1965 arranca con la llegada de Heather (Agnes Fasulo) al internado femenino Falburn, dirigido por la señorita Traverse (Patricia Clarkson). Al parecer Heather es algo conflictiva y sus padres (interpretados por Emma Campbell y Bruce Campbell) deciden que el internado es la mejor opción para que deje de crear problemas. Heather, aparte de enfrentarse a los conflictos habituales siendo la nueva en un internado femenino, descubrirá que la academia guarda un terrible secreto.
McKee dota a su filme de un aspecto elegante y clásico pero lo edita de forma moderna. Un estilo que casa a la perfección con la narrativa del filme, cuya primera parte se dedica a crear una atmósfera amenazante e ir desarrollando la historia para apretar el acelerador en su tramo final.
La manera en que va construyendo el suspense, dejando caer al principio detalles sutiles que luego va incrementando progresivamente, es uno de los aspectos que considero más atractivos de un filme de terror inteligente, una rareza en estos días, que fue maltratado injustamente. Es relativamente fácil de encontrar en DVD, sólo espero que la popularidad que ha ido ganando con el tiempo le valga una edición especial en Blu-ray.
The Frighteners (Peter Jackson, 1996): Finales de 1996. Arrastro a un amigo al cine, no muy seguro de que la película que le llevo a ver valga la pena. El título que los distribuidores españoles han elegido no augura nada bueno: Agárrame esos fantasmas. Sumándose al pobre título tenemos un póster nada imaginativo y que está protagonizada por Michael J. Fox, hechos que convencen a mi amigo de que le estoy engañando para ver una especie de Casper. Teniendo en cuenta que la cola está llena de niños con sus padres, parece tener razón. Sin embargo, le insisto que es una película de Peter Jackson y que seguro que está bien.
Cuando se acaba la película mi amigo y yo estamos solos en la sala. A medida que la proyección avanzaba, padres algo indignados se iban marchando de la sala con sus vástagos. Y mi amigo me dio la razón: The Frighteners -me niego en redondo a usar el título castellano- es una buena película.
Por alguna extraña razón, en España se decidió que era buena idea publicitar este filme de Jackson como si se tratara de una comedia infantil, asegurándose de que gran número de espectadores que podrían estar interesados en ver la película no fueran a verla (y los que sí fueron acabasen algo enfadados).
La ironía del caso es que en EUA pasó justo al revés. Cuando se presentó la película para ser calificada recibió una R. El hecho dejó perplejos a todos los implicados en la producción, ya que Jackson había ideado la película como PG-13. A pesar del intento de Jackson de añadir alguna escena que justificase la R, no tuvo tiempo más que para añadir un breve momento y la película fracasó en taquilla.
Es posible que os estéis preguntando que importancia tiene el hecho de que una película sea calificada de una u otra manera. Bueno, aquí no tiene demasiada pero en EUA sí que tiene, ya que los cines las siguen a rajatabla y no dejaran entrar a un chaval de 13 años a ver una R a no ser que esté acompañado de un tutor. De ahí que las superproducciones de los estudios sean todas PG-13, para ganar más dinero en taquilla y que la vea un público más amplio.
Esta manera de llevar las cosas hace que se creen ciertas expectativas hacia lo que se puede esperar en una película R: desnudos, palabrotas y violencia sangrienta. Estas expectativas provocaron que The Frighteners fracasara al ser demasiado "suave" para el público que iba a ver una R.
The Frighteners es una maravilla que mezcla terror y comedia. El principio es bastante ligero y concentra gran parte del humor del filme, sin embargo, a medida que va avanzando se va haciendo más oscura. Con un tono frenético cargado de intensidad, la película culmina en un tramo que es puro splatterstick como sólo Jackson puede hacer.
Tenéis todos los detalles de la mala suerte que corrió el filme en la lujosa edición especial de 4 discos que se editó en DVD por el décimo aniversario de la película, que parece evidente ha ido ganando muchos adeptos con el tiempo. Daos prisa, porque creo que la edición en Blu-ray, que debería salir a finales de este año, no contendrá todos los extras de esta lujosa edición que además incluye un montaje del director de algo más de 2 horas.
En los años 60, James Bond era el rey. Gozaba de una increíble popularidad, equivalente a la que disfruta hoy día Harry Potter o Batman. Esta popularidad se puede medir por la cantidad de parodias y copias baratas que se hicieron por entonces, intentando aprovechar el éxito de las aventuras del famoso espía británico. De hecho, hasta la actualidad, los americanos han intentado una y otra vez crear un equivalente estadounidense del espía británico sin éxito (¿alguien recuerda XXX (2002, Rob Cohen)?). Incluso intentaron crear una serie paralela de James Bond con Nunca digas nunca jamás (Never Say Never Again, Irvin Kershner, 1983), producida entre Estados Unidos, Inglaterra y Alemania; un remake de Operación Trueno (Thunderball, Terence Young, 1965) posible gracias a una disputa por la autoría de la historia original de la que partió la novela de Ian Fleming y la adaptación de ésta. Sin embargo, este James Bond no oficial fue un fracaso de taquilla.
Como por la vía de la seriedad les ha salido el tiro por la culata, los estadounidenses se han centrado en el campo de la parodia (aunque se podría argumentar que las mejores parodias de James Bond son algunas de las propias películas de la serie). La más famosa, no por su calidad sino por ser un desastre de proporciones épicas, es Casino Royale (1966) que fue dirigida por seis directores al mismo tiempo (cada uno encargado de diferentes secciones): Val Guest, Ken Hughes, John Huston, Joseph McGrath, Robert Parrish y Richard Talmadge. Luego tenemos la descacharrante y memorable What's Up, Tiger Lily?, el debut de Woody Allen en el cine. Aquí, Allen reeditó dos películas de espías japonesas y al resultado le añadió un doblaje absurdo. En realidad, no es una parodia de James Bond, más bien del género, pero causa tales excesos de hilaridad que vale la pena mencionarla. Además, dos de las chicas espías que salen en la película japonesa usada (Akiko Wakabayashi y Mie Hama) aparecen en la entrega bondiana Sólo se vive dos veces (You Only Live Twice, Lewis Gilbert, 1967).
Por supuesto, hablando de parodias de James Bond nos viene a la cabeza la fantástica (en su VO) trilogía de Austin Powers, surgida de la mente de Mike Myers. Una de las principales influencias en las películas protagonizadas por Austin Powers son las aventuras del superespía Derek Flint. Esta influencia se muestra no sólo en detalles como la inclusión del característico sonido telefónico, también en la mención explícita que se hace de Flint en la segunda entrega de las aventuras de Austin Powers.
Derek Flint, al que da cuerpo James Coburn, debuta en Flint, agente secreto (Our Man Flint, Daniel Mann, 1966). La película explota todas las características que habían hecho populares las películas de James Bond llevándolas al absurdo, incluidas un par de puyas directas al agente 007 (una protagonizada por un actor parecido a Sean Connery), pero con el look, el presupuesto y el estilo de una de las aventuras del agente británico.
Es decir, se nota que es una comedia por lo exagerado del conjunto, tanto en la trama como en los personajes, pero con el aspecto de una película hecha en serio, basando gran parte de su efectividad en diálogos paródicos expresados con gran seriedad por los actores:
Mr. Cramden (Lee J. Cobb) -mostrando un maletín lleno de trucos- : Esto contiene 65 armas.
Derek Flint -enseñando su encendedor-: Esto tiene 82 funciones. 83, si desea encender un cigarrillo.
Mr. Cramden: ¿Viajó hasta Moscú para ver un ballet?
Derek Flint: No, no. ¡Para enseñar!
Derek Flint: ¿Por qué me atacó ese águila?
Malvado esbirro: Está entrenada para reconocer y atacar americanos.
Derek Flint: Un águila anti-americana. Es diabólico.
Como parodia resulta efectiva. Aunque algunos de los aspectos más políticamente incorrectos, como el harén al servicio de Flint, pueden no gustar a algunos espectadores actuales. También está bastante cuidado el aspecto de la acción, no es muy diferente de las películas de James Bond de la época, aunque con menos medios.
Tremendamente pop y colorista, tiene un argumento que avanza y no es una acumulación de gags. No se puede decir lo mismo de la secuela F de Flint (In Like Flint, Gordon Douglas, 1967). El título original hace referencia a la expresión inglesa "in like Flynn", que hacía referencia a su vez al actor Errol Flynn y sus abundantes conquistas. La expresión "in like Flynn" se aplicaba a aquellos hombres que conquistaban sexualmente una mujer con cierta facilidad. Aunque esta segunda parte tiene uno de los gags que más gracia me hizo de las dos películas, en el cual Flint está hablando con un delfín mientras prepara un diccionario humano-delfín/delfín-humano, la verdad es que los chistes acaban cansando y no resulta tan fresca como la primera, a pesar de contar con un impresionante desfile de bellas actrices. Al final uno no acaba sabiendo si la misoginia de la película forma parte de la parodia o no.
De todas formas, ambas resultan bastante divertidas. Especialmente si os gusta el pop-art, el camp y el absurdo sesentero en general. No son precisamente originales sus argumentos ni las escenas de acción, pero siendo comedias, el objetivo principal es que te rías. A mi este estilo camp me hace bastante gracia, pero reconozco que no a todo el mundo le gusta.
Recomiendo más la primera que la segunda, ya que, como he dicho, es más redonda, pero ambas son agradecidas de ver. Posiblemente, el problema de la segunda es que se esfuerza demasiado, exagera demasiado. Tal vez si hubiese seguido la línea más "sútil" de la primera no habría acabado resultando cansina hacia el final. Aparentemente se planeó realizar una tercera entrega, pero Coburn declinó participar y se acabó abandonando el proyecto.
Después de dos días comentando películas de terror me apetecía cambiar de estilo y género y hacer algo completamente diferente. Pero, como dice el proverbio, si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes. Ayer, mientras consultaba la página web Horrorview, me tropecé con una crítica sobre La casa de los horrores (The Funhouse, 1981) de Tobe Hooper (no la leáis a no ser que hayáis visto la película porque la cuenta toda, destripando todos los giros argumentales y eventos que se suceden) con motivo de una reciente edición en Blu-ray de la compañía Arrow, que inmediatamente decidí comprar para sustituir la pobre edición en DVD que tengo actualmente. Por tanto, estuve reflexionando sobre esta curiosa película, lo que no me permitió concentrarme en lo que originalmente tenía pensado hacer. Así que me dije: ¡qué #%&*! Voy a comentar The Funhouse.
Ésta no es una película ni muy popular ni muy bien considerada, así que no espero que sea una entrada muy vista ni comentada. Pero mi objetivo con el blog no es buscar títulos populares que atraigan a mucha gente, sino comentar lo que me parece interesante aunque no lo lea nadie. De la misma manera que cuando escribí una entrada dedicada a Spider Babyno me esperaba ni visitas ni comentarios (como así ha sido), me dedicaré a comentar The Funhouse porque trata algunos temas que me interesan, a pesar de la pobre consideración que tiene la película.
La mayoría de los niños sienten una especie de atracción/repulsión por las ferias y el circo. Mientras que algunas atracciones pueden resultar divertidas, hay otros elementos que pueden resultar más bien perturbadores o inquietantes. Me refiero, obviamente, a los payasos. También hay otras cosas que pueden resultar inquietantes, como las grasientas paradas de churros y el preguntarte sobre sus condiciones higiénicas al morder un churro. Recuerdo de pequeño que el tiovivo me daba un poco de miedo, no dejaba de imaginarme que pasaría si no paraba nunca de dar vueltas. Que se quedase girando y girando ante la mirada de los padres, que se quedarían impasibles ante los gritos de horror de sus hijos. Unos gritos que enmudecerían al escuchar el crrrraaack que haría el cuello del caballito al girar y enseñar sus dientes. Vamos a cabalgar juntos, diría sonriendo enseñando los dientes el caballito, juntos para siempre.
Típicas cosas de niños.
Actualmente las ferias me resultan sólo molestas, ya que vivo cerca de una plaza y cada vez que hay fiesta en el barrio toca aguantar los ruidos de la feria y los horribles conciertos de música popular. Eso sí, a un circo no me acerco ni loco. Uno nunca sabe que puede pasar por la cabeza de un payaso.
El caso es que The Funhouse juega con estos elementos añadiéndole otro típico americano: la parada de freaks o fenómenos de la naturaleza. Animales bicéfalos y seres humanos deformes expuestos para el morboso placer de aquellos que quieran ver que pasa cuando la naturaleza se desmadra. También se utiliza el pasaje del terror y su mezcla de miedo y erotismo, ya que es en el tren de la bruja que muchos han aprovechado para intentar averiguar que misterios se han desarrollado entre este verano y el anterior durante la metamorfosis adolescente de la acompañante que tienen al lado. O eso me han dicho.
La ambientación de La casa de los horrores resulta muy efectiva, resonando en el espectador ha pesar de no ser un adolescente americano, ya que hay cosas que resultan universales. Pero mientras la ambientación resulta fantástica, no tanto la película. El cuarto proyecto cinematográfico de Tobe Hooper tiene momentos brillantes mezclados con otros decepcionantes en lo que resulta una película desigual. Es el tipo de título que recomiendo a los aficionados al género del terror pero no tanto a los espectadores casuales.
La raíz de todos los problemas se haya en el hecho de que se originó como proyecto en el estudio Universal en plena fiebre slasher. Los estudios estaban viendo como los independientes se estaban llenando los bolsillos con películas de terror de bajo presupuesto mientras ellos se gastaban millones en producciones que no generaban ni de lejos tantos beneficios. Así que los estudios se pusieron manos a la obra para producir slashers que les reportaran pingües beneficios. Pero los grandes estudios sentían cierta vergüenza en el hecho de tener que "rebajarse" a hacer películas de terror para ganar dinero, vergüenza a la cual se le añadía una autocensura para no provocar reacciones negativas ni tener problemas con el órgano censor americano: la MPAA. Como resultado, los slashers surgidos de los grandes estudios estaban cargados de clichés y eran muy poco sangrientos y muy suaves (algo así como si los de Operación Triunfo se pusieran a hacer versiones de los Sex Pistols) contribuyendo a que el género se quemara rápidamente.
Tobe Hooper se encontró con la dificultad de tener que trabajar con unos productores que continuamente le insistían en que no se pasase con la sangre y que no fuese muy gráfico. Aparte, Hooper tuvo otros problemas, de índole más personal, que hizo que perdiera en algunos momentos el control del rodaje, siendo el director de fotografía Andrew Laszlo el encargado de que se rodasen las secuencias. Lo cierto es que Hooper ha sido un director muy irregular, dejando de lado su gran clásico tejano, el grueso de su producción es bastante prescindible, salvo algún título de los 80, especialmente cuando en los 90 se acabó sumergiendo en el pantano de las películas directas a vídeo.
Otro problema lo tenemos en el guion de Larry Block que nos ofrece un cuarteto de personajes principales tremendamente tópico y aburrido. Por suerte, la película está llena de suficientes rarezas y toques perturbadores como para que quede compensado.
La película se inicia con un plano-secuencia que es un homenaje/parodia al plano-secuencia que abre La noche de Halloween (Halloween, 1978) de John Carpenter y cuyo clímax es un homenaje a Psicosis (Psycho, 1960) de Alfred Hithcock. La escena acaba revelando que se trata todo de una broma que el pequeño Joey (Shawn Carson) le gasta a su hermana mayor Amy (Elizabeth Berridge). Lo cual es uno de los momentos más bizarros de la película, ya que el objetivo de Joey es pegarle un susto a su hermana haciéndole creer que un asesino la va a matar mientras se ducha, momento en el cual Joey aprovecha para hacerle una foto desnuda con cara de susto.
No sé vosotros, pero a mi no me parece una relación muy sana entre hermanos, a no ser que lo de hacerle fotos desnuda a la hermana de uno sea normal y típico y yo no me haya enterado.
El cabreo de Amy es comprensiblemente monumental, lo que luego tendrá importancia más adelante en un momento clave de la película, uno de sus momentos brillantes. Es también importante señalar lo curioso que es este slasher en el cual vemos desnuda, en dos escenas, a la protagonista, cuando lo habitual en este género es que la Final Girl sea la única que no aparece desnuda para mantenerla "pura" hasta su enfrentamiento con el asesino enmascarado de turno.
El espectador ha de aguantar entonces un aburrido tramo en el cual acompañamos a los poco interesantes y aburridos protagonistas. Un tramo que se hace algo largo a pesar de que Hooper vaya salpicando con algún susto aquí y allá el desarrollo de los acontecimientos.
Sin embargo, la espera merece la pena cuando finalmente empieza a desarrollar Hooper un estilo cercano a los de su filmografía más brillante. Esto es cuando nuestros protagonistas son testigos del asesinato de una prostituta a manos del deforme hijo del encargado del tren de la bruja (el funhouse del título original). Entonces, con nuestros protagonistas atrapados dentro de la atracción comienza una lucha por la supervivencia en un entorno surrealista marcado de fuertes colores al estilo italiano.
En esta parte de la película domina el suspense y la angustia que culminan en una conclusión muy hooperiana. Supongo que si la primera parte de la película hubiera resultado más entretenida y si los personajes hubieran sido mejor construidos, estaríamos hablando de un clásico del terror en lugar de la película irregular que tenemos hoy. A pesar de todo, es un título que se ha mantenido bastante bien y, tras 30 años, sus buenos momentos siguen funcionando.
Como he dicho, no es una película que recomiende a todo el mundo, pero tiene varios detalles artísticamente válidos e interesantes. Yo, de hecho, la descubrí cuando en La noche temática, que emitía la 2 en conjunción con el canal Arte, dedicaron una noche al cine de terror, emitiendo cuatro interesantes documentales y éste filme. Un título que, en última instancia, vale la pena recuperar.
El plato que tenemos preparado para hoy es ligero, entretenido y bastante divertido. Se trata de The Relic, una monster movie que ofrece lo mejor de la serie B con efectos especiales de serie A. El argumento gira en torno a unos misteriosos asesinatos que tienen lugar en el museo de historia de Chicago y de los cuales es responsable una misteriosa criatura. La película fue protagonizada por Tom Sizemore como el teniente D'Agosta y Penelope Ann Miller como la doctora Margo Green, a la cual el monstruo acorrala y le pega un gran lametazo en una escena que llena al espectador... de envidia, ¿quién no querría ser el monstruo en ese momento?
El filme fue dirigido por Peter Hyams, que al inicio de su carrera dirigió sólidas cintas de ciencia ficción como Capricornio Uno (Capricorn One, 1978), Atmósfera cero (Outland, 1981) y la infravalorada 2010: Odisea Dos (2010, 1984) basada en la novela homónima de Arthur C. Clarke. Pero también ha dirigido títulos menos interesantes, por decirlo suavemente, como El fin de los días (End of Days, 1999) o El sonido del trueno (A Sound of Thunder, 2005).
The Relic es una monster movie de estructura clásica pero bañada con justificaciones tecnológicas y naturales actuales que explican la creación de la criatura, un equivalente a la bomba atómica en los 50. Además se le añade un poco de drama y desarrollo de personajes, de modo que cuando empiece la masacre y vayan cayendo como moscas sepas quiénes son y por lo menos te importe cuando los principales están en peligro. También hay bastante carne de cañón para que puedas exclamar: "¡Uau! ¿Has visto como se le ha comido la cabeza? ¡Qué pasada!"
El tramo final de la película, en la cual un montón de personas se quedan atrapadas dentro del museo sin poder salir, es donde vemos a la criatura en toda su gloria. Hyams, sabiamente, opta por ir escalando el suspense y no se ve el monstruo hasta el final, con lo cual no deja de ser interesante. Los efectos especiales están muy bien logrados, ya que se optó por alternar CGI con prácticos. Stan Winston fue el encargado de construir la criatura animatrónica usada en primeros planos y en interacción con actores; la CGI sólo se usó en planos de la criatura en movimiento, de lejos y en sombras, de manera que resulta bastante efectiva teniendo en cuenta lo cutre que era la CGI de finales de los 90.
En el momento de su estreno no fue un gran éxito de taquilla, recuerdo verla en un cine casi vacío, pero con el tiempo se ha ido ganando seguidores, convirtiéndola en una película de culto en el sentido original de la expresión. Sorprendentemente sangrienta, parece más una película de los 80 que de los 90, The Relic cumple con creces su objetivo de ofrecer un monstruoso (ja, ja - perdón) entretenimiento. El argumento no es muy original pero en este caso lo importante es la ejecución, a la cual Hyams carga de saber hacer y estilo. Ideal para ver una tarde de verano que no os apetezca salir, indicada para grupos de amigos o parejas (especialmente si uno de los dos es de esos que se agarra a su acompañante cuando se produce un susto o ataque).
No puedo despedirme sin antes hablar un poco del origen literario de The Relic. Ésta está basada en la primera novela que escribieron juntos Douglas Preston y Lincoln Child que en España se editó con el título de El ídolo perdido. Esta pareja de autores, que también han publicado libros por separado bastante interesantes, es de mis autores favoritos ya que han ido ofreciendo a sus lectores sólidos thrillers alegremente sangrientos mezclados con ciencia ficción, aventuras y terror. El equivalente literario a la exploitation y la serie B que he comentado aquí en numerosas ocasiones. Si no los conocéis os los recomiendo sin reservas, los podéis encontrar fácilmente en cualquier librería ya que Plaza y Janés los ha ido publicando regularmente desde su primera novela. Además, os podéis poner en contacto con ellos vía e-mail y contestan.
Curiosamente, para simplificar el argumento de la novela en orden de convertirla en película, se eliminaron dos personajes del libro en la versión cinematográfica: el periodista William Smithback y el agente del FBI Pendergast, que más adelante se convirtieron en los protagonistas de varias novelas de Preston y Child, ya sea juntos o por separado (principalmente Pendergast), ya que los autores han creado una especie de universo propio semejante al de los cómics, donde hay continuidad y referencias entre las novelas.
Finalmente, si bien no existe una secuela cinematográfica, Preston y Child sí escribieron una secuela titulada Relicario, publicada como he mencionado antes por Plaza y Janés, que transcurre por los túneles del metro de Nueva York en los cuales aparecerán unos vagabundos mutantes. Como se trata de una secuela del libro, aparecen personajes que no aparecen en la película o que en ésta mueren.
En retrospectiva, nunca me he quedado satisfecho con ninguno de los posts que he hecho sobre mis películas favoritas. Siento que no he sabido transmitir lo que siento cuando las veo. La razón principal radica precisamente en lo mucho que me apasionan, haciendo que sea incapaz de coger cierta distancia y hacer un buen análisis. Soy consciente de que tengo un estilo hiperbólico que hace que casi cada película de la que hablo sea mi favorita o la más tremenda o la más fantástica. Pero eso es porque una vez me pongo a escribir me empiezo a emocionar y a entusiasmar. Lo cierto es que son pocas mis películas favoritas y menos aún las que he comentado aquí (¿qué cuáles son? tendrás que averiguarlo tu mismo/a). Teniendo eso en cuenta, decidí no escribir más sobre mis favoritas y simplemente ir remirando por mi filmoteca para ir sacando títulos curiosos que valiesen la pena comentar.
Desde hace un tiempo, La cosa (The Thing, John Carpenter, 1982) me pedía que la comentase con insistencia. Yo me negaba ya que no sólo es un gran clásico que todo el mundo conoce y ya ha sido comentada y explicada hasta la saciedad, es que además es la número uno en mi lista de películas favoritas. En palabras de la teniente Ripley, ha estado conmigo tanto tiempo que no recuerdo nada más.
Tampoco tenía bien claro (ni tengo en este momento, mientras escribo) como enfocarlo. Hacer algo técnico, explicando la historia de como se llegó a rodar, tal vez. O tal vez enfocarlo desde un punto de vista más personal, biográfico. Anteriormente me evité el problema mencionándola sólo de pasada en el post que hice sobre El enigma de otro mundo, sorteando la cuestión algo cobardemente. Por cierto, ¿cuando se parte de material literario o de otro que no sea una película, se puede hablar realmente de remake? ¿El término remake no se debería aplicar sólo a películas que son nuevas versiones de otras películas?
En todo caso, a finales de año se estrenará la precuela de La cosa. Hace poco leí una entrevista a John Carpenter donde, entre otras cosas, hablan de este clásico. Detalles que han vuelto a ponerme la película en la cabeza de forma insistente.
No es que haya salido alguna vez.
MI COSA
No recuerdo exactamente cuántos años tenía, pero no podían ser más de nueve o diez. El caso es que una noche, viernes o sábado, grabé La cosa que en aquel momento daban por TVE1 (las privadas todavía no existían). Recuerdo que en aquel entonces tenía un vídeo Beta que no tenía mando a distancia, así que para sacar los anuncios me quedé sentado en una hamaca de camping al lado del vídeo, bajo la televisión, un modelo enorme con carcasa se madera, de modo que las transformaciones se desplegaban justo encima mío.
No sé por qué decidí grabarla o cómo supe que la daban, el caso es que me dejó aterrado de principio a fin. Quedé absorbido por la historia de unos hombres enfrentados a una entidad metamórfica monstruosa. La película tenía algo, algo que no podía identificar, que iba más allá de la simple paranoia y el miedo, pero que resonó dentro de mi con fuerza.
No identifiqué ese algo hasta que, el año siguiente, mis padres me fueron comprando, mientras estábamos de veraneo en un camping de la Costa Brava, unos libros que iban de promoción con El Mundo. Los libros siempre llegaban, el periódico se quedaba en alguna papelera entre el pueblo y el camping. Un par o tres de los libros estaban escritos por H. P. Lovecraft: la novela El caso de Charles Dexter Ward y recopilaciones de relatos.
En estas historias de Lovecraft encontré lo que me había llamado tanto la atención de La cosa: el horror cósmico. Un horror cósmico que se me hacía tremendamente real entonces, bajo un manto estelar infinito que contrastaba con el cielo oscuro sin apenas estrellas al que estaba acostumbrado en Barcelona.
Bajo aquellas estrellas no era difícil imaginar cualquier cosa antigua y monstruosa aguardando a que llegara su momento de alzarse.
La cosa parte de un referente literario que poco tiene que ver con Lovecraft. Se basa en el relato o novela breve Who goes there? de John W. Campbell, que escribió bajo el pseudónimo Don A. Stuart en 1948. Campbell era partidario de la ciencia ficción más científica y racional, presentando siempre como victoriosos y moralmente superiores a sus protagonistas humanos. En el relato, hay una inmediata reacción a considerar que el extraterrestre hallado en la nieve es malvado basándose simplemente en su expresión y aspecto físico, lo que provoca una discusión entre los partidarios de descongelarlo para estudiarlo y los que prefieren dejarlo tal y como está.
Este es un aspecto que sí aparece en la versión de Howard Hawks. Así como el enfrentamiento de la cosa con los perros, el descubrimiento de la nave y la criatura en el hielo con la accidental destrucción de la nave y la ejecución del extraterrestre electrocutándolo. Aspectos del relato que aparecen en la versión de John Carpenter son la capacidad metamórfica de la criatura, de nuevo el enfrentamiento con los perros, el nombre de algunos personajes, la prueba de la sangre y Blair construyendo una nave sólo en su cabaña. Así, mezclando las dos versiones os podéis hacer una idea de como es la historia de Campbell en el caso de que no la hayáis leído. También os digo que, desde mi raramente humilde punto de vista, las dos versiones son superiores al relato. Es de suponer que algunos elementos argumentales también aparecerán en la precuela.
Cuando nos compramos un vídeo VHS lo primero que hice fue buscar una copia de La cosa. Por suerte conservaba el Beta, porque no fue hasta mediados de los noventa que encontré una copia en VHS. Por desgracia, habían decidido aumentar la imagen para que no aparecieran las barras negras habituales en el formato panorámico. A pesar de todo, seguía manteniendo toda su fuerza. Hay algo que me llamó la atención de esta versión: en la que grabé de TVE1, en panorámico, hay una escena en la que suena la canción de Stevie Wonder Superstition. Pero cuando me puse a ver la versión en VHS, Superstition había sido sustituida por una horrible canción instrumental genérica desconocida. Un misterio para mí.
También me sorprendió la dificultad de encontrar una copia en vídeo de la película. Para mí es la epítome del horror y la paranoia, del suspense más absorbente y el miedo en estado puro. ¿Cómo era posible que no fuera más conocida?
La película en su momento fue un gran fracaso tanto de público como de crítica (supongo que muchos críticos que en su momento la condenaron son los mismos que hoy la califican de clásico). En una entrevista en Ain't It Cool, el entrevistador le comenta a Carpenter que vista hoy día parece increíble que La cosa no fuese un gran éxito de taquilla en el momento que se estrenó. Carpenter explica que el fracaso de la película fue tan grande que estuvo a punto de acabar con su carrera. Posiblemente sea uno de esos casos en los que el público simplemente no estaba preparado para el despliegue de increíbles efectos especiales que tiene lugar en el filme, llevados a cabo por un joven Rob Bottin, con alguna ayuda de Stan Winston.
La idea de llevar a cabo una versión que fuese más fiel al relato original y se apartase de "la planta espacial" del filme de Hawks partió del estudio. Ya en 1978, la Universal le propuso a William F. Nolan escribir un tratamiento cinematográfico basado en el relato y que se alejase de la versión Hawks. Nolan, co-autor de la novela La fuga de Logan que había sido llevada al cine recientemente con gran éxito, escribió un tratamiento que se parecía más a La invasión de los ladrones de cuerpos(Invasion of the Body Snatchers, 1956) de Don Siegel que al relato de Campbell, un tratamiento en el cual la criatura va dejando cáscaras de cuerpos una vez imitados que va escondiendo. Aquel mismo 1978 se estrenó La invasión de los ultracuerpos de Philip Kaufman, la segunda y mejor de las varias adaptaciones que existen de la novela de Jack Finney Los ladrones de cuerpos, que fue otro incomprensible fracaso de taquilla, así que la Universal decidió prescindir de la versión Nolan e ir en otra dirección. Por fortuna para nosotros, fue la dirección que los llevó al guion de Bill Lancaster que acabó dirigiendo Carpenter.
La primera película que me compré en DVD fue La cosa. Para entonces era ya un fanático absoluto y total de la versión original, así que estaba tremendamente excitado por ver La cosa en versión original. Descubrí dos cosas curiosas: en el doblaje se habían eliminado todas las palabrotas que aparecen en la versión original y mientras que la canción Superstition sí aparece en la VO, no lo hacía en la versión doblada donde seguía la horrible canción instrumental genérica que había descubierto en la versión VHS.
Para cuando me compré el DVD, la película había adquirido ya el estatus de clásico del que disfruta ahora. Como se puede comprobar simplemente viendo lo exhaustiva y completa que era la edición para coleccionistas. Era una de las primeras películas que se editaba en DVD, así que no estaba adaptada para 16/9 ni tenía subtítulos en castellano, algo que no se corrigió en reediciones posteriores.
A pesar de todo lo que había visto y leído, La cosa mantenía todo su poder intacto. Desde los títulos de crédito y la atmosférica banda sonora de Ennio Morricone (que normalmente me pongo de fondo para leer libros de terror ya que es realmente una gran banda sonora cargada de suspense y tensión) la película me sumerge fácilmente en un estado de suspense y miedo que se verá de forma irrevocable aumentado a medida que avance el filme.
Las secuencias que más me impresionan son las que supongo llaman la atención de todo el mundo: la muerte del doctor y la transformación de Norris, el test de la sangre y, por supuesto, el enigmático y nihilista final, un broche de oro a una película sublime. Pero toda la película se mantiene en alto gracias a las geniales interpretaciones de todo el reparto, destacando Keith David como Childs y, claro, Kurt Russell como MacReady. Una interpretación que creo supera la que Russell hizo como Snake Plissken, más que nada porque MacReady es realmente un personaje de carne y hueso, más que un gran héroe, lo que lo hace más interesante.
Es en esta época donde la popularidad de La cosa permite que se empiece a hablar de una secuela. Carpenter llevaba tiempo con la idea de hacer una continuación y, de hecho, en una entrevista, también en Ain't It Cool, de la época, comenta que tiene un guion y está listo para rodar. ¿Qué pasó? ¿Por qué no se materializó nunca esa continuación? Al parecer la aprobación del proyecto dependía del éxito de otra secuela que Carpenter hizo de otro de sus clásicos: 2013: Rescate en L.A. (Escape from L.A.) que se estrenó en 1996. Esta película no funcionó demasiado bien en taquilla por lo que la secuela de La cosa quedó aparcada.
Se hicieron continuaciones en cómic, vía miniseries, editadas por Dark Horse, editorial especializada en continuar franquicias cinematográficas. Estas miniseries no fueron demasiado destacables. Aunque en el departamento artístico son realmente fantásticas, los guiones dejan bastante que desear. Una especie de secuela se creó en formato videojuego en el 2002. Y aunque no soy muy aficionado a los videojuegos, éste sí que me lo compré.
En el videojuego eres el encargado de una misión dedicada a averiguar que ha sucedido en el campamento. Tras ver los restos del campamento destruido empieza la habitual trama de instalaciones subterráneas y experimentos fallidos a la Resident Evil. El juego tiene algún detalle divertido, como introducir la paranoia como elemento clave del juego y las súbitas transformaciones de miembros de tu equipo. Puede resultar interesante para los fans de la película como servidor, pero no sé hasta que punto puede atraer a jugadores expertos.
La primera película que me compré en Blu-ray fue La cosa. Ver las transformaciones en alta definición fue como ver la película por primera vez, descubriendo detalles y colores que no se apreciaban en las demás encarnaciones de la película que había visto/disfrutado. Por curiosidad, comprobé si la horrible canción instrumental en lugar de la clásica de Stevie Wonder seguía en el doblaje en castellano y así era. También he comprobado que esa horrible canción sólo aparece en el doblaje castellano, las pistas en francés, italiano y alemán incluyen la canción de Stevie Wonder.
Algo que siempre procuro hacer al ver esta película, y algunas otras, es desconectar mi parte más analítica y simplemente dejarme llevar por las emociones. Creo que si empiezo a analizar los encuadres, la fotografía, el guión, en definitiva: si la desmonto, perderá la fuerza primigenia que ejerce sobre mí. Una fuerza primigenia que puede resultar incomprensible y absurda para cualquiera que no sea yo, de la misma manera que yo tendría problemas para entender la fascinación y obsesión que alguna otra película puede ofrecer sobre vosotros y vosotras.
Y cuando no tengo tiempo de ver la película, tengo una manera alternativa de disfrutarla: la novelización que escribió Alan Dean Foster. Basada en una versión del guion anterior a la que se rodó, resulta fascinante por las escenas distintas y el final diferente que podemos leer en el libro. Una de mis posesiones más preciadas.
No importa el tiempo que pase, La cosa me sigue dando miedo. Toca algún nervio, alguna fibra que hace que me recorra un escalofrío por la espalda cuando la cámara se empieza a pasear por esos pasillos vacíos. Tal vez sea por la pesadilla lovecraftiana hecha carne, tal vez por la manera en que administra el suspense. No lo sé.
Lo único que sé es que en el puesto de investigación 31 en la Antártida hay alguien que no es quién dice ser. Que no es lo que dice ser. Alguien que no es humano. Ahora, tal vez sólo sea uno, pero por la mañana podrían ser todos. Y, entonces, nadie podría parar a La cosa.
La saga de Harry Potter pensada originalmente para un público juvenil ha conseguido trascender e interesar a lectores "adultos" gracias a la complejidad de sus tramas y al rico universo creado por J. K. Rowling. Un fenómeno del cual sólo unos pocos vieron el potencial, como muestra que a la rueda de prensa que hizo Rowling en España por la publicación del primer libro de la saga sólo asistieron tres periodistas. El resto de medios declinaron asistir ya que no le veían interés a las aventuras de un niño mago.
Sin embargo, tras una histórica portada en la revista Time, el fenómeno Harry Potter explotó mundialmente convenciendo hasta los más escépticos del interés que pudiera tener un libro destinado al consumo juvenil. Honestamente, yo era uno de esos al principio. Cuando aparecieron las primeras ilustraciones de Harry Potter y las sinopsis de los primeros libros lo tomé como un plagio de Los libros de la magia.
Tim Hunter, el protagonista de Los libros de la magia
Los libros de la magia es una miniserie, más tarde se convirtió en serie regular, aparecida en 1993. Escrita por Neil Gaiman e ilustrada por grandes artistas como John Bolton y Charle Vess, narra la historia de Tim Hunter, un niño que tiene el potencial de convertirse en el mayor mago de la historia. Como su alianza hacia el bien o el mal no está decidida, la Brigada de la Gabardina (John Constantine, Fantasma Errante, Mister E y Doctor Occult) lo lleva por un paseo por el lado mágico del Universo DC para que decida qué hacer. Si bien es cierto que Harry Potter guarda un parecido más que razonable con Tim Hunter, las historias de Gaiman y Rowling avanzan por senderos muy diferentes. Gaiman crea una historia épica y metafísica firmemente anclada en el Universo DC y sus personajes, Rowling trabaja dentro de su propio mundo. Ambas tienen en común la pasión de sus autores respectivos por los cuentos de hadas y el folclore, introduciendo personajes clásicos y tradicionales de los cuentos y leyendas en sus historias.
Lo interesante, desde mi punto de vista, de la saga Harry Potter respecto a otras sagas y series de aventuras juveniles es que es una serie que evoluciona y madura a medida que su protagonista va cumpliendo años y que, a partir del cuarto libro, introduce una serie de interesantes subtextos a su trama.
Los siete libros conforman un única historia que he dividido de la siguiente manera (esta división no es oficial en ningún sentido, es mi visión):
Introducción del Universo Potter/Presentación de los personajes principales/Inicio de la historia:
-Harry Potter y la piedra filosofal
-Harry Potter y la cámara secreta
-Harry Potter y el prisionero de Azkaban
Desarrollo del núcleo de la historia:
-Harry Potter y el cáliz de fuego
-Harry Potter y la Orden del Fénix
Inicio de la conclusión/Final de la historia:
-Harry Potter y el misterio del príncipe
-Harry Potter y las Reliquias de la Muerte
Los dos primeros libros son los "más juveniles", con una estructura parecida y predecible. Sin embargo, tras el tercero la complejidad de los libros se dispara, pasando de 250/300 páginas como media en los tres primeros libros a una media de entre 600 y 800 páginas los siguientes.
Pero lo que hizo que mi interés en la saga fuera aumentando fue, como decía, la inclusión de tramas y subtextos que iban más allá de la incorporación de personajes de leyenda o mitológicos. En un principio, la inclusión del desprecio hacia los mestizos y todos aquellos que no provengan de familias de sangre mágica "pura" se podía interpretar como un mensaje anti-racista, en contra de los prejuicios hacia las personas de otra raza o cultura en general. Pero poco a poco, a medida que la saga iba avanzando, me pareció ver cierto paralelismo entre la saga de Harry Potter y la II Guerra Mundial.
La manera en que se alza Voldemort, los tejemanejes de sus seguidores, el desprecio hacia los que no son de sangre pura... Es casi inevitable relacionarlo con el alzamiento de Hitler y el gobierno nazi. Este paralelismo o alegoría, como lo queráis ver, resulta especialmente evidente en el último libro en el cual leemos como ciudadanos aterrados escuchan por la radio los últimos acontecimientos relacionados con la opresión y los ataques que lleva a cabo Voldemort, de la misma manera que en los años 40 los ingleses seguían la guerra a través de la radio pendientes de cuando sería Londres bombardeada de nuevo. Así como el temor y la inquietud ante los sucesos que están teniendo lugar y el temor a decir la palabra equivocada que sea escuchada por oídos indiscretos refleja el miedo y la paranoia que experimentaron los judíos al inicio del gobierno nazi y el temor de los oficiales nazis a caer en desgracia.
Durante años, J. R. R. Tolkien negó que El señor de los Anillos fuera una alegoría sobre la II Guerra Mundial: el señor oscuro Sauron no era Hitler. De la misma manera, imagino que si alguien le pregunta a Rowling, es posible que niegue que Voldemort sea Hitler. Pero creo que la II Guerra Mundial y sus consecuencias han sido un evento de tal impacto en el siglo XX-XXI, que es inevitable leer una historia sobre un malvado ser con un gran poder que utiliza para someter a un pueblo y no relacionarlo con el alzamiento nazi.
¿No es ésa una de las características definitorias de un clásico? ¿Su capacidad de adaptarse y admitir diferentes lecturas? El tiempo dirá si la saga creada por Rowling es un clásico a la altura de Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain o El señor de las moscas de William Golding. Lo que está claro ahora, es que las aventuras de Harry Potter son tremendamente absorbentes y entretenidas de leer.