Tras mucho, mucho tiempo esperando, me alegra por fin poder escribir que se ha publicado mi crítica de Sin tiempo para morir (No Time to Die, Cary Joji Fukunaga, 2021) y la podéis leer clicando en:
Una crítica difícil de escribir porque intenté al máximo que el lector no descubriera nada que pudiera estropear la experiencia de ver la película con todas sus sorpresas intactas, dando a entender que es una gran película de acción. Como fan de James Bond, me encantó y me alegré de que Daniel Craig pudiera despedirse del personaje a lo grande.
Verhoeven no es precisamente un director sutil y delicado, con lo que su manera de presentarnos esta historia basada en sucesos históricos es mucho más cercana y real de lo que lo sería en manos de otros directores más "serios y formales".
La película es Los surfistas nazis deben morir (Surf Nazis Must Die, Peter George, 1987) y fue distribuida por la Troma. Esa es casi toda la información que uno necesita para saber si le puede interesar o no verla. Para aquellos que necesiten algo más, es el momento de coger la tabla de surf y la ametralladora para adentrarnos en la peligrosa playa de los surfistas nazis.
Un terremoto ha convertido la costa de California en una zona catastrófica en la que las bandas surferas se han hecho con el control. Y los surfistas nazis luchan por hacerse con el control de las bandas surferas, liderados por Adolf (Barry Brenner). Pero los surfistas nazis cometen el error de matar a Leroy (Robert Harden), el hijo de Eleanor "Mama" Washington (Gail Neely), una jubilada que se embarca en una misión de venganza contra la banda de Adolf. Para Eleanor, los surfistas nazis deben morir.
Este es uno de los títulos, y quiero decir literalmente título, del catálogo ochentero de la Troma más memorables. Y un título llamativo es a veces todo lo que necesita una película para convertirse en cinta de culto. Eso y un póster igualmente memorable. Por suerte, la película de Peter George ofrece lo que promete: una serie B pasada de vueltas, con las indispensables interpretaciones sobreactuadas y generosas dosis de violencia gratuita.
La idea se le ocurrió a Peter George cuando, surfeando, se topó con una banda de surfistas que le increpó por meterse en su territorio. George pensó que sería divertido ver a una mujer mayor enfrentarse a una banda callejera pero trasladada al ambiente surfero. De hecho, el término "surfista nazi" se venía empleando desde mediados de los 50 para referirse a los surferos territoriales obsesionados con el surf. Fue cuestión de añadirle la ideología para dar forma a este grupo de adolescentes surferos que han adoptado motes nazis para crear su banda. El guionista Jon Ayre fue quien tuvo la idea de trasladar la acción al habitual "futuro cercano", un escenario posapocalíptico en el que la presencia de estos nazis surferos fuera menos (o no tan) absurda. Fue asi como el film se acabó convirtiendo en una mezcla imposible entre Los amos de la noche (The Warriors, Walter Hill, 1979), Mad Max: Salvajes de la autopista (Mad Max, George Miller, 1979) y El gran miércoles (The Big Wednesday, John Milius, 1978).
La película peca de ser algo lenta al principio, la acción tarda bastante en arrancar. Pero no deja de ofrecer momentos absurdos y divertidos, haciendo todo lo posible por resultar entretenida dentro de las limitaciones del bajo presupuesto. A veces los momentos divertidos son buscados, como la búsqueda de Hook (Joel Hile) por el garfio perfecto que sustituya a su mano ausente, y otras veces son involuntarios, como que la única caracterización de Gail Neely como jubilada sea simplemente ponerle una peluca de pelo gris. ¿Y no es precisamente esto lo que buscan los amantes de la serie B o Z? Así es Los surfistas nazis deben morir: pura serie B para lo bueno y para lo malo, lo que significa que la línea que separa lo bueno y lo malo queda bastante difuminada.
Descubrí Cyborg (Albert Pyun, 1989) por televisión. En su momento me pareció una entretenida mezcla de acción y ciencia ficción, no ser fan de Jean-Claude Van Damme en su momento no me impidió disfrutarla. Con el tiempo, mi apreciación, tanto de la película como de Van Damme, fue creciendo. Sin embargo, mi interés por el film realmente despegó cuando descubrí su complicada producción gracias al estupendo documental Electric Boogaloo: La loca historia de Cannon Films (Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films, Mark Hartley, 2014).
Yoram Globus y Menahem Golan, los jefes de la Cannon, querían rodar la secuela de Masters del universo (Masters of the Universe, Gary Goddard, 1987) y la primera película protagonizada por Spiderman rápido antes de que los derechos que poseían expiraran. El encargado de dirigir las dos fue Albert Pyun. La idea era empezar a rodar la película de Spiderman y, mientras el actor que interpretaba a Peter Parker lograba un cuerpo de superhéroe tras interpretar a Peter Parker previa mordedura de araña radioactiva, aprovechar para rodar la secuela de Masters del universo. Pero la Cannon ya empezaba a tener problemas económicos, así que cuando no se hicieron los pagos de los derechos a Mattel y Marvel, el estudio los perdió, quedando las dos películas automáticamente canceladas.
Pyun ya había hecho parte del casting, creado vestuarios y construido algunos decorados. Para que no quedase todo perdido, el director les propuso a Golan y Globus rodar una película por una cantidad ridícula aprovechando el material creado para los proyectos cancelados. Los productores aceptaron encantados la propuesta y Pyun puso en marcha lo que en el futuro sería Cyborg.
Pyun ideó una historia en la que Estados Unidos se ha colapsado, víctima del apocalipsis provocado por la Guerra Fría. En este escenario, un veterano y desengañado soldado inicia un viaje para encontrar a su familia y asegurarse de que han sobrevivido a la hecatombe. Este soldado iba a ser interpretado por Chuck Norris, estrella de la casa Cannon. Pero Golan y Globus le pidieron a Pyun que, en lugar de Norris, el protagonista fuera una prometedora joven estrella: Jean-Claude Van Damme. Van Damme acababa de protagonizar para la Cannon Contacto sangriento (Bloodsport, Newt Arnold, 1988), un sorprendente gran éxito de taquilla por el que nadie apostaba.
Pyun aceptó y cambió la historia. Así nació Slinger. Este era el título que tenía la película mientras Pyun trabajaba en el montaje. Un primer montaje que resultó muy conflictivo. El director tuvo la idea de hacer que la película fuera en blanco y negro, reduciendo al mínimo el diálogo de Van Damme para ocultar su acento y con una constante banda sonora de heavy metal, que a la práctica convirtiera el film en una especie de ópera metal de ciencia ficción. Un enfoque que a los ejecutivos de la Cannon no les hizo ninguna gracia, pero Pyun se obsesionó con esta versión y no tenía intención de cambiarla.
Mientras este drama tenía lugar, a Van Damme, que se estaba preparando para rodar Kickboxer (Mark DiSalle, David Worth, 1989), le llegaron voces de que la película, todavía Slinger, iba a ser un desastre que hundiría su carrera. Van Damme decidió volver a Los Ángeles y les pidió a Golan y Globus que le dejaran reeditar la película. Los productores accedieron, porque no era la primera vez que pasaban por esa situación: la primera versión de Contacto sangriento también fue un desastre que parecía destinada a ser estrenada en vídeo o enterrada, hasta que Van Damme reeditó las escenas de acción. El trabajo de Van Damme dio sus frutos, como ya he dicho, Contacto sangriento fue un gran éxito de taquilla. Cambiando el título de Slinger a Cyborg, Van Damme reeditó las escenas de acción y el guionista Sheldon Lettich, colaborador de Van Damme, se encargó de las escenas dramáticas. Pero los cambios no se redujeron solo a la edición de escenas, también se cambió la historia por completo.
Cyborg se estrenó con gran éxito. El film mezclaba elementos clásicos del western y la ciencia ficción para crear un híbrido de acción que presentaba a Van Damme de una forma distinta a la que hasta entonces se le había mostrado al público. En un mundo posapocalíptico, Van Damme interpreta a Gibson Rickenbacker, slinger de profesión. Los slingers son una especie de mercenarios del futuro que ofrecen sus servicios al mejor postor. Gibson decide ayudar a Pearl Prophet (Dayle Haddon), un cyborg que lleva consigo la clave para crear una cura que acabe con una plaga que ha asolado al mundo. Los motivos de Gibson no son puros: espera de esta manera poder vengarse del clan de Fender Tremolo (Vincent Klyn) y matar a Fender.
Resulta sorprendente que el film no solo se haya conservado muy bien, parece que ha ganado con el tiempo. Es un film trepidante y efectivo, lleno de personajes memorables con una historia sencilla en la que resuenan arquetipos clásicos. No es de extrañar que se haya convertido en un film de culto. Pero la curiosidad por ver cómo fue originalmente concebida la película no se apagó con el tiempo, sino todo lo contrario. En 2011, Albert Pyun encontró un workprint de la película que hizo disponible a los fans, enviando copias a quién le escribiese por internet a través de su página web.
El workprint conserva el título de Slinger y tiene una banda sonora distinta, más de rock progresivo. Esta versión tiene un tono muy distinto del de la película que se estrenó. Para empezar, arranca con un plano de Van Damme crucificado. Aquí Fender y sus secuaces son satánicos caníbales. La trama de la plaga no aparece, en su lugar Pearl es una cyborg que ha ido recopilando información para volver a poner en marcha la tecnología que ha dejado de funcionar. Cargada de alusiones religiosas y cuestiones filosóficas, es un film más oscuro y pesimista. Y completamente distinto de Cyborg. Muchos de los planos son distintos y aparecen escenas que no aparecen en la versión cinematográfica así como hay escenas en la versión cinematográfica que no aparecen en el workprint, ya que fueron rodadas durante un rodaje adicional a petición de los productores. Y hay otro añadido interesante, al final Albert Pyun añadió el anuncio de una futura secuela que nunca se produjo: Cyborg Legacy: Rise of the Slingers. Unos años más tarde, mediante un sello alemán, se editó un montaje del director, con el título Slinger de nuevo, que aprovecha material del montaje cinematográfico con insertos en calidad VHS del workprint, cambiando las secuencias, aunque manteniendo el orden de los acontecimientos del workprint, la trama del colapso de la tecnología y el satanismo de los villanos, aunque eliminando algunos momentos. Al final de este montaje del director, Pyun extendió el final añadiendo una escena que servía de teaser a la posible secuela Cyborg Nemesis: the Dark Rift. Esta secuela sí que se rodó pero, debido a problemas de salud de Pyun, no se completó.
Cuando finalmente se produjo el colapso de la Cannon, Albert Pyun se puso en contacto con el productor Raju Patel para intentar convencerlo de que comprara los derechos de Cyborg y rodar una secuela. Cosa que el productor hizo pero la compañía decidió utilizar otro guion y prescindió de Pyun. Desde entonces, Pyun dirigió distintas secuelas no oficiales y películas que transcurren en el mismo universo, aunque sin especificarlo por temas de derechos, como la saga Nemesis de la que llegó a rodar cuatro entregas.
Comparadas Slinger y Cyborg creo que prefiero Cyborg, más que nada porque la historia está más enfocada y mejor concebida. La trama del colapso tecnológico de Slinger resulta muy vaga y abstracta. Aunque me hubiera gustado ver la primera versión de Pyun, esa ópera metal en blanco y negro.
De Cyborg se hicieron dos secuelas oficiales. Cyborg 2: La sombra de cristal (Cyborg 2: Glass Shadow, Michael Schroeder, 1993) fue la primera de ellas. Como ya he mencionado, la compañía que la produjo decidió no utilizar el guion de Pyun y utilizar un guion que ya existía previamente y que fue ligeramente modificado para convertirlo en una secuela de Cyborg. Eso explicaría que esta película no sabe la diferencia entre un cyborg y un androide, lo cual resulta llamativo en una película con la palabra "cyborg" en el título.
Por supuesto, hoy día seguramente esta película es recordada por ser el debut cinematográfico de Angelina Jolie, que por entonces tenía 17 años. En el reparto también nos encontramos a Elias Koteas, a Billy Drago y a Jack Palance, que se pasa gran parte de la película hablando a través de una pantalla lo que le da la oportunidad de sobreactuar que da gusto.
El argumento es bastante cyberpunk: una compañía decide terminar con una compañía rival enviando a un androide que lleva incorporada una bomba que detonará cuando llegue a su cuartel general. Jolie interpreta a dicho androide, Cash, aunque se refieran a ella como cyborg, repito. La diferencia: un androide es completamente artificial y un cyborg tiene componentes orgánicos. Cash se rebela contra su programación y contará con la ayuda de Colton Ricks (Koteas), su entrenador de artes marciales, en su huida.
Es un film entretenido si no se es muy exigente. El buen reparto ayuda a que la película pase mejor de lo imaginado y el guion proporciona algunos momentos agradablemente absurdos.
Pero si Cyborg 2 resulta pasable y medianamente entretenida, la tercera entrega Cyborg 3: The Recycler (Michael Schroeder, 1994) es bastante aburrida. No solo, repito, es ignorante de la diferencia entre cyborgs y androides, sino que su guion justifica que gran parte del metraje consista en hombres negándole a una mujer la decisión de abortar y obligarla a tener un hijo. El bajo presupuesto se nota bastante en esta continuación directa de la segunda entrega. Entre el reparto encontramos nombres como Zach Galligan, William Katt, un cameo de Michael McDowell y un siempre fantástico Richard Lynch como villano de la función. Khrystyne Haje interpreta al personaje de Angelina Jolie en la anterior entrega.
Típica historia de androides que se rebelan contra los humanos que los oprimen, el hecho de estar contada desde el punto de vista de los androides no le aporta nada nuevo. Resulta un film bastante predecible y sin mucho interés. Prescindible.
A pesar de lo deslucido de las secuelas, Cyborg se mantiene como una muy recomendable película que, con su mezcla de acción y ciencia ficción, sigue en plena forma.
Explota en nuestras pantallas Gunpowder Milkshake (Cóctel explosivo) (Gunpowder Milkshake, Navot Papushado, 2021) y podéis leer mi crítica de ella en Underbrain Mgz:
Como aficionado al género la disfruté bastante, pero no sé cómo la recibirá el público que tenga un conocimiento superficial del género, sin captar los guiños y referencias.