Tinam (Simon Yam) es un inspector de policía que investiga una serie de asesinatos brutales. Tinam arrastra ciertos traumas desde que provocó la muerte de su hermano, siendo el principal que reacciona violentamente cuando tiene un arma en la mano: no puede evitar vomitar. Un día mientras se corta el pelo conoce, cuando intenta arrestarla, a Kitty (Chingmy Yau). Los dos se enamoran, pero entonces el padre de Kitty es asesinado y esta provoca una sangrienta matanza para vengar su muerte. Es así como empieza a entrenarse bajo la batuta de Sister Cindy (Wei Yao como Kelly Yao), una asesina profesional responsable de los asesinatos que investiga Tinam. Pero, a partir de aquí, la historia se complica (todavía más), ya que Princess (Carrie Ng), otra estudiante de Sister Cindy, y su amante Baby (Madoka Sugawara) reciben el encargo de matar a Sister Cindy, como venganza por uno de los trabajitos de Sister Cindy. Buf, menos mal que solo dura 92 minutos, al ritmo que la película va construyendo el argumento en media hora pasan más cosas que en una película americana de tres horas.
A pesar de pertenecer a la Categoría III, a pesar de mostrar cierta influencia de Instinto básico (Basic Instinct, Paul Verhoeven, 1992) y a pesar de promocionarse como una película con una fuerte carga erótica, no os hagáis ilusiones en este aspecto. Es una película bastante casta en lo que se ve en pantalla, por muchas referencias sexuales que se hagan. Lo que sí abunda son las escenas de acción pasadas de vueltas, los tiroteos en los que centenares de secuaces salen de la nada para ser matados y los movimientos acelerados. Exageración es la palabra clave, todas las reacciones, todos los gestos, todas las emociones están subidas al 11. Incluso hay una escena cómica en la que un policía se come el pene cortado de una víctima al confundirlo con una salchicha.
Esta manera de enfocar la narrativa hace que la historia entre los dos protagonistas sea también ferozmente romántica y dramática, convirtiendo Naked Killer en un cruce entre un culebrón y una película de John Woo. Como ya he dicho antes, puro cine estilo Hong Kong. Y teniendo todo esto en cuenta, no es tan pasada de vueltas como otros ejemplos del género, hay momentos en que pasan más de diez minutos sin que muera nadie.
Entretendia y cargada de escenas de acción surrealistas, su rocambolesca historia permite que el espectador disfrute de unos concentrados 90 minutos de locura oriental. Si habéis llegado hasta aquí, ya sabéis si es el tipo de veneno que os gusta.
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