Con un título como Maniac Killer (1987), que no es ni original ni interesante, no parece la película que lo acompaña vaya a tener alguna de esas cualidades. Pero cuando se sabe que su director fue Andrea Bianchi, director de clásicos de culto como son La noche del terror (Le notti del terrore, 1981) y Desnuda ante el asesino (Nude per l'assassino, 1975), la cosa ya cambia, ¿eh, pervertidillos?
En algún lugar de Francia, una secta secuestra y tortura prostitutas hasta que estas confiesan que están poseídas por Satanás momento en que son asesinadas. La policía no hace nada hasta que es secuestrada la condesa Silvano (Paulina Adrián) y su marido, el conde (Bo Svenson) amenaza con tomarse la justicia por su mano. La policía sospecha del doctor Roger Osborne (Chuck Connors), pero el conde tiene su ojo puesto en Gondrand (Robert Ginty) que ya ha intentando anteriormente que la condesa le acompañe para jugar al Twister sin tablero.
Así escrito parece que Maniac Killer tiene un argumento que se desarrolla hasta su conclusión. En realidad, la película es una serie de escenas inconexas que se van presentando al espectador, que ha de ir deduciendo lo que sucede. Y hay varias cosas que quedan sin explicar, como si estamos en un pueblo o en una ciudad de Francia, porque la cantidad de prostitutas que desaparecen y la cantidad de chulos que la habitan dispuestos a tomarse la justicia por su mano es desproporcionado para un pueblo de cualquier tamaño. Pero los comentarios que se hacen sobre el lugar y las personas que lo habitan parece indicar que es un pueblo pequeño y perdido. Lo cual hace que la policía quede como más incompetente al no hacer absolutamente nada hasta que desparece la condesa. Por supuesto, es difícil juzgar hasta que punto la policía es negligente porque el número de víctimas no queda nunca claro. Solo vemos tres contando la condesa pero se habla de muchas más; de las tres que vemos solo se habla de dos. Bianchi, además, parece que se esforzó en editar la película de manera que cualquier esperanza de desarrollo lógico fuera eliminada. Así, un grupo de pueblerinos habla de algo que sucede unos minutos después para el espectador. Personajes que aparecen ocultos para crear misterio alrededor de su identidad son identificados de forma inmediata sin ninguna revelación. Es decir, en un par de escenas se oculta la identidad del líder de la secta bajo una capucha y luego aparece sin la capucha pero sin que haya una revelación sorpresa ni nada. Simplemente pasa.
La torpeza y la ineptitud parece que son el centro de la película. Tanto por parte de los personajes como por parte del director y los guionistas. Lo único que se puede calificar de profesional y efectivo son las interpretaciones de Chuck Connors, Bo Svenson y Robert Ginty. Los tres eran profesionales acostumbrados a bregar en la serie B, así que su trabajo es impecable. Sus interpretaciones destacan aún más si las comparamos con las sobreactuaciones del resto del reparto, actuando como alienígenas que se hacen pasar por humanos. Connors incluso mantiene la compostura cuando su personaje, un científico, parece estudiar atentamente datos que aparecen en la pantalla de un ordenador relacionados con su investigación, que es obvio que se trata de un salvapantallas que va mostrando las mismas ilustraciones una y otra vez.
Bianchi crea una película tan increíblemente anticinematográfica que parece una película experimental. Le pones Godard en los títulos de crédito y hoy día se estaría estudiando en las universidades. Maniac Killer es cine basura exploitation del máximo nivel.
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