Jeff Nichols trae de vuelta el cine de moteros clásico para las nuevas generaciones, en parte tradicional, en parte reinterpreta. Un lograda recreación de una época que refleja algunos aspectos de la nuestra.
La primera película de Rose Glass, Saint Maude (2019), me gustó pero era un poco demasiado Repulsión (Repulsion, Roman Polanski, 1965). Esta película me ha gustado mucho más, supongo que por cómo se adentra en un género que me gusta como el cine negro. Muy recomendada.
El thriller erótico y el neo-noir son dos géneros que empezaron a coger fuerza a mediados de la década de los 80 del siglo XX, pero realmente alcanzaron su máxima popularidad durante la década siguiente. La década de los 90 fue la época dorada de estos dos géneros que se entrecruzaban y alimentaban mutuamente. Por un lado, muchos de los argumentos del thriller erótico provienen del cine negro clásico, como base para crear tramas en las que tengan cabida un abundante número de tórridas escenas. Por otro lado, el neo-noir podía ser mucho más explícito en el terreno sexual de lo que fueron sus clásicos antecedentes del cine negro al ser rodados con una censura más permisiva. Labios ardientes (The Hot Spot, Dennis Hopper, 1990) es un gran título dentro del neo-noir con unas gotas de thriller erótico.
Resulta sorprendente que este no sea un título más conocido o que no funcionara en el momento en que se estrenó. Tiene un reparto que hoy es más notorio de lo que podía serlo para el público de 1990. Don Johnson encarna a la perfección el seductor vagabundo Harry Madox, de oscuro pasado y con aficiones criminales, Jennifer Connelly encarna a la perfección la "chica decente" Gloria Harper y Virginia Madsen es una fantástica femme fatale como Dolly Harshaw. Completando el elenco tenemos una gran selección de actores de reparto como William Sadler, Charles Martin Smith y Jack Nance. Es posible que el gran trabajo del reparto se deba a que el director era otro actor notable como fue Dennis Hopper. Y para los amantes del género, el argumento es puro cine negro: Madox llega a un pueblo pequeño de Texas, en el que hace mucha calor. Allí no tardará en verse envuelto en un atraco, un affair amoroso con la esposa de su jefe, Dolly, la cual no tarda en proponerle un plan para librarse del mencionado jefe, y una trama de chantaje cuya víctima es Gloria. No solo el argumento se adhiere fielmente al género, queda claro que Hopper quería realizar una pieza de cine negro con todas las letras.
Charles Williams publicó en 1953 Hell Hath No Fury, luego retitulada en siguientes reediciones The Hot Spot. A principios de los 70 hubo un primer intento de llevar la novela al cine con guion del propio autor y Nona Tyson. Al final el proyecto no llegó a buen puerto y se quedó dando vueltas por los estudios hasta que a finales de los 80 se le ofrece a Mike Figgis, que acababa de estrenar el thriller Lunes tormentoso (Stormy Monday, 1988). Figgis reescribió el guion para darle un aire más contemporáneo y convertirla en una película de atracos. Desacuerdos con el reparto escogido por Figgis hizo que el proyecto volviera a quedar en nada y fue entonces que le llegó a Dennis Hopper.
Hopper recuperó el guion original escrito por Charles Williams y Nona Tyson, lo que ya dejaba claras sus intenciones de rodar una auténtica pieza de cine negro. Esto se nota también en como visten los protagonistas y los coches que conducen. Es decir, mientras que la película se sitúa en el presente en que fue rodada, el vestuario de Don Johnson, Virginia Madsen y Jennifer Connelly parece sacado de los años 50, al igual que los enormes coches que conducen Johnson y Madsen. Esta decisión de Hopper hace que los personajes se muevan en el presente dentro de su propia burbuja noir. Esta decisión puede que también venga influida por el trabajo de David Lynch, que también hace esta especie de mezclas entre presente y pasado, así como la presencia de Jack Nance, un habitual de Lynch, ya que Hopper había trabajado con ambos en Terciopelo azul (Blue Velvet, David Lynch, 1986).
Tanto el título castellano como el original son bastante apropiados, porque es un film muy caliente. La temperatura en la que transcurre la acción es alta, aunque no tan alta como las pasiones bajas que dominan a los personajes. No solo sexuales, también les mueve la avaricia y la ambición. De nuevo, algo muy habitual dentro del cine negro.
Cine negro cargado de pasión, una mezcla irresistible que hace de este un film una delicia. ¿Por qué no triunfó como se merecía? Es un misterio, pero poco importa lo que pasó cuando se estrenó. Lo que importa es poder disfrutarla en el presente, disfrutar con su colección de personajes amorales e inmorales, corruptos y de alma podrida.
El tercer film de Hélène Catet y Bruno Forzani, Dejad que los cadáveres se bronceen (Laissez bronzer les cadavres, 2017), es otro tour de force visual y auditivo aunque esta vez siguiendo una narrativa más clara, sin abandonar los toques experimentales, ya que adapta una novela clásica de Jean-Patrick Machette y Jean-Pierre Bastid.
La trama es bastante sencilla. Un grupo de atracadores se instala en una villa en ruinas propiedad de Luce (Elina Löwensohn), una artista que utiliza el lugar como refugio para otros artistas. Tras un golpe con el que se hacen con una importante cantidad de oro, los atracadores esperan la oportunidad para matar a todos y huir. Pero la inesperada llegada de algunos invitados no deseados, entre los que se encuentran dos policías, hace que el día se convierta en una lucha por la supervivencia llena de tiroteos y traiciones.
Resulta sorprendente que esta novela no hubiera sido adaptada anteriormente al cine, ya que es corta, muy visual y está cargada de acción y tensión. Machette y Bastid son autores clásicos de la serie negra francesa que utilizaban el género con intenciones sociales y políticas. Machette en particular cargaba sus historias de un trasfondo ideológico, a lo Raymond Chandler, en línea con sus ideas de extrema izquierda. En el caso de Dejad que los cadáveres se bronceen, el trasfondo es la lucha de clases, pero sin dejar de ser en ningún momento una novela tremendamente entretenida que se puede disfrutar aunque no te interese su lado político. Los diálogos y la caracterización de los personajes es mínima, centrándose en la tensa situación en que se encuentran atrapados los personajes.
Como ya he dicho, es una novela que estaba hecha para ser convertida en película. Por suerte, los que finalmente la adaptaron fueron Catet y Forzani, que realizan una adaptación tremendamente fiel de la novela, solo eliminando algunos elementos debido al presupuesto. Al mismo tiempo, es también una adaptación muy subversiva. Catet no acababa de ver cómo trasladar la historia hasta que se decidieron a hacer de Luce el personaje central del film. A partir de aquí, el film se convierte en un festival visual y sonoro, cargado de imágenes hipnóticas acompañadas de una fantástica banda sonora. La pareja de directores no abandona del todo la estética gialloesca, pero este film es más bien un homenaje al espagueti western y al poliziotteschi. Ya he mencionado que esta película es más narrativa que las dos anteriores dirigidas por Catet y Forzani, las mucho más experimentales Amer (2009) y El extraño color de las lágrimas de tu cuerpo (L’étrange couleur des larmes de ton corps, 2013), pero eso no significa que no llenen Dejad que los cadáveres se bronceen de momentos surrealistas y homenajes varios. Lo mejor es no encallarse intentando darle un significado a todo y simplemente dejarse llevar por este torrente de imágenes y sonidos, para así disfrutar al máximo esta experiencia sensorial y sensual.
Si ya estáis familiarizados con las películas de esta pareja de directores, no hace que diga mucho más, seguramente ya la habéis disfrutado. En caso de que no sea así, es una buena manera de entrar en el universo de estos cineastas, ya que es una película más fácil de seguir, sin que eso sea un detrimento, pero tan impactante y emocionante como las anteriores. Un festival sensorial que rezuma tensión y emoción, es una película que recomiendo sin reservas.
La primera vez que vi The Spirit (Frank Miller, 2008) no pude pasar de la primera media hora, me causó un inmediato rechazo. Pero, pasado el tiempo, le he cogido el gusto a esta muy odiada película. ¿Cómo ha sido posible? Para empezar, intentar olvidar que es una adaptación de una obra fundamental en la historia del cómic, creada por un maestro que revolucionó el lenguaje de este arte. Y tener un sentido del humor bizarro también ayuda.
Antes, un poco de contexto. Al inicio del siglo XXI se empezaba a gestar una nueva era en el cine basado en cómics. Normalmente se relaciona cómics y cine con superhéroes, pero en 2005 se estrenó con gran éxito Sin City: Ciudad del pecado (Sin City, Robert Rodriguez, Quentin Tarantino, Frank Miller). La película, aprovechando las nuevas técnicas digitales, trasladaba las páginas del clásico de Frank Miller a la pantalla con gran fidelidad, así se creó un gran espectáculo visual que asombró a los espectadores. Como antiguo fan de Frank Miller (y digo antiguo porque para mí dejó de tener interés como autor a partir precisamente de entrar en el siglo XXI), Sin City me encantó. Esta exitosa adaptación fue seguida de otro gran éxito basado en una obra de Miller: 300 (Zack Snyder, 2006). De nuevo, una fiel adaptación que revalorizó el nombre de Frank Miller como un valor seguro en taquilla. Fue en este momento de subidón que se le ofreció a Miller escribir y dirigir una versión cinematográfica de la clásica creación de Will Eisner The Spirit.
No voy a intentar resumir en unas pocas líneas la gran importancia de Eisner en el desarrollo del lenguaje del cómic, la creación de las novelas gráficas y que el cómic se viera como un arte también dirigido a los adultos. Baste decir que gran parte del cómic moderno se basa en los cimientos que Eisner sentó en las historias protagonizadas por The Spirit, que empezaron a publicarse en 1938. En relación a este artículo sí que hay que mencionar que ya había habido varios intentos de llevar esta obra a la pantalla, como una película de animación que no pasó de las primeras fases de producción y un telefilme de 1987, protagonizado por Sam Jones, que fue concebido como un episodio piloto de una serie que no existió.
Cuando supe que Frank Miller sería el guionista y director de una adaptación de The Spirit en el mismo estilo usado en Sin City, no me fue muy difícil profetizar un fracaso. Como ya he mencionado, el Miller de esta época no era el mismo de sus momentos de gloria. Su estilo se había ido simplificando y brutalizando, sus historias ya no tenían el interés y la complejidad que me convirtieron en fan suyo. Además, el estilo visual minimalista de Sin City no encajaba para nada con la riqueza visual de las aventuras de The Spirit. De ahí que no me sorprendiera en absoluto la recepción que tuvo el film, que fue destrozado por la crítica y un sonoro fracaso de taquilla. De hecho, fue un fracaso tan brutal que puso fin a la carrera de Miller como director, volviendo únicamente a dirigir junto a Robert Rodriguez Sin City: Una dama por la que matar (Sin City: A Dame to Kill For, 2014) (otro fracaso de crítica y taquilla, este no lo entendí porque es una fiel adaptación del cómic en que se basa, si te gustó Sin City lo lógico es que también te gustara esta película).
Años después, me he enfrentado de nuevo a esta película. Y lo hice con una nueva perspectiva. Decidí olvidarme del Spirit que conocía. Como adaptación, The Spirit es tremendamente infiel, cambiando completamente el personaje, tanto el look, como la personalidad e incluso se le otorgan unos poderes curativos a lo Lobezno que el personaje nunca tuvo. De hecho, The Spirit no era más que un justiciero sin ningún tipo de poder o habilidad especial. Así, a pesar de algún guiño visual, de adaptar una histora clásica del personaje y alguna frase que hace referencia a la obra de Will Eisner, esta película es puro Frank Miller. Así que lo mejor es olvidarse de que se trata de una adaptación, no estar continuamente señalando todas las maneras en que se aleja de la obra de Eisner.
No, esta película no hay que verla como una adaptación de The Spirit. O como una típica cinta de acción neo noir. Esta película hay que verla como una comedia absurda. Está llena de bizarros toques de humor que, si estás del adecuado ídem, resultan bastante divertidos. Por lo menos, en esta ocasión me resultaron divertidos, aunque Miller como director en solitario fuera bastante inepto. Tal vez vivimos unos tiempos tan terribles, que incluso The Spirit es capaz de ofrecer alivio. En fin, no tengo excusa, volví a ver esta película y me lo pasé bien. A lo mejor es señal de que el Apocalipsis se acerca.
El maestro del giallo Dario Argento debutó en la dirección con El pájaro de las plumas de cristal (L'uccello dalle piume di cristallo, 1970). Este film es una adaptación no acreditada de la novela de Fredric Brown La caza del asesino (The Screaming Mimi en su título original). Esta novela había sido previamente llevada al cine en 1958, en un film que, sobra decirlo, es bastamente distinto al de Argento. Pero, ¿hasta qué punto es distinto?
La caza del asesino (Screaming Mimi, Gerd Oswald, 1958) es un perfecto ejemplo de potencial desaprovechado. La novela de Fredric Brown, originalmente publicada en 1949, está protagonizada por un periodista alcohólico (los protagonistas alcohólicos eran habituales en las novelas de Brown) que empieza a investigar una serie de asesinatos en serie después de conocer a la bella mujer que ha estado a punto de converirse en la última víctima de un asesino conocido como el Destripador. Hasta cierto punto, se entiende que Dario Argento decidiera no acreditar la novela de Brown, porque lo cierto es que lo único que cogió de la novela es la identidad del asesino y el giro final. Sigue siendo una maniobra no muy ética, sobretodo teniendo en cuenta que directores/guionistas como Shane Black sí acreditan a un autor aunque solo haya un detalle que hayan cogido de una novela. Pero nadie puede decir que Argento carezca de ego, y teniendo en cuenta la época es fácil de entender lo que hizo.
Sin embargo, La caza del asesino que sí es una adaptación más, relativamente, fiel desperdicia la novela. Es una lástima, porque estrenada un año antes que Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1959), podría haberse convertido en un influyente clásico, sobretodo teniendo en cuenta su giro y que arranca con una mujer atacada en la ducha por un maníaco con un cuchillo. El primer problema es que "ordena" la historia, empezando por sucesos que se descubren mucho más tarde en la novela (y el film de Argento). El segundo problema es que el director Gerd Oswald no consigue nunca elevarse por encima del bajo presupuesto del film y no crea el suspense y la tensión que la historia demanda.
Parece obvio que el film fue hecho como forma de promocionar a Anita Ekberg, ya que el material promocional se centra en su prominente figura. Lo que nos lleva al tercer problema del film, unas interpretaciones mediocres no demasiado convincentes.
A pesar de todo, Screaming Mimi es una interesante curiosidad, presentando elementos que serían muy populares más adelante. También llama la atención cómo presenta a Joann "Gypsy" Masters, personaje lésbico interpretado por Gypsy Rose Lee. Debido a la censura del momento su sexualidad se muestra de forma muy sutil, mediante diálogo, pero es una presentación positiva ya que no se la representa como una pervertida o desviada, sorprendente teniendo en cuenta la época. Rose Lee tiene además una de las frases más divertidas de la película (presente en el tráiler): "Uno pensaría que su busto es algo único" hablando con desprecio del personaje de Anita Ekberg. Una frase divertida si tenemos en cuenta lo que lanzó a la fama a Ekberg.
Acabo de publicar un no demasiado largo artículo sobre la serie The Deuce (Las crónicas de Time Square) (The Deuce, 2017), que podéis leer en Underbrain Mgz:
Soy fan de este par desde Sleeper, me encanta la manera en que fusionan la novela negra con otros géneros como el superheroíco y el terror, pero especialmente me hacen disfrutar cuando se meten de lleno en el relato criminal y más si, como en este caso, lo mezclan con el Hollywood clásico. The Fade Out es lectura imprescindible.
La reciente edición inglesa en Blu-ray de Milano odia: la polizia non può sparare (1974), bajo su más popular título Almost Human, dirigida por el siempre interesante Umberto Lenzi, es la excusa perfecta para recuperar este violento clásico con una memorable banda sonora de Ennio Morricone.
Giulio Sacchi (Tomas Milian) es un criminal de poca monta cuyo consumo continuado de pastillas y alcohol lo está transformando en un violento psicópata. Tras estropear un atraco, decide que ha llegado la hora de ir a lo grande y, con la ayuda de sus compinches Carmine (Ray Lovelock) y Vittorio (Gino Santercole), decide secuestrar a la hija de un millonario, la pobre Marilù Porrino (Laura Belli). Giulio inicia así una brutal serie de crímenes y asesinatos, ya que está determinado a matar a todo el que se le ponga por delante. El único que se atreve a darle caza es el inspector Walter Grandi (Henry Silva), un policía obsesionado con poner fin a la orgía de violencia de Giulio.
Lenzi, para crear este brutal poliziottesco, usó la influencia del cine negro francés y la mezcló con el inquieto y revuelto ambiente social que, en ese momento, se vivía en Italia. De hecho, los secuestros se habían empezado a popularizar como crimen, de ahí la idea para Milano odia. El resultado final es un film tenso y muy violento, que destaca por las interpretaciones de Tomas Milian y Henry Silva. Aunque, claro, se disfruta más del trabajo de Silva en la pista de audio inglés y del de Milian en la pista de audio italiano, aunque no es suya la voz sino de Ferruccio Amendola, un actor escogido personalmente por Milian.
La principal baza del film es la manera en que Lenzi presenta el rastro de destrucción que va dejando Giulio a su paso. A pesar de ser mostrado como un desequilibrado psicópata, también tiene la astucia suficiente como para burlar los esfuerzos del inspector Grandi para atraparlo, lo cual aumenta la frustración de Grandi hasta conducirlo a llevar a cabo acciones extremas. La espera por el inevitable enfrentamiento entre ambos y por ver qué nueva atrocidad llevará a cabo Giulio llenan de tensión el metraje del film.
En definitiva, un clásico del género, que imagino de sobras conocido por los aficionados, pero que ahora muchos iniciados tienen la oportunidad de descubrir.
Como siempre, Park Chan-wook nos ofrece el tipo de película que solo puede hacer Park Chan-wook. Que su duración no os haga dudar, se pasa volando y es una maravilla.
Ya podéis leer la gran crítica que he escrito de la genial Dos buenos tipos (The Nice Guys, Shane Black, 2016) en Underbrain Mgz. No tenéis más que clicar aquí:
Id a ver esta película, es fantástica. Además, también os recomiendo que, después de verla (os imploro, vedla en VOSE, por favor), hagáis lo mismo que hice yo al salir del pase de prensa: meterme en Book Depository y comprar la novelización escrita por Charles Ardai.
Las películas que Michael Mann estrenó en cines en la década de los 80 fueron todas ellas fracasos de taquilla. Tanto Ladrón (Thief, 1981) como The Keep: El torreón (The Keep, 1983) y Hunter (Manhunter, 1986) pasaron en su momento desapercibidas, pero hoy día resulta evidente que han sido films tremendamente influyentes. Auténticos clásicos que han dejado su marca en muchos directores actuales, como David Fincher y Nicolas Winding Refn.
Ladrón es un gran ejemplo de neo-noir. Michael Mann nos introduce en la vida de Frank (James Caan), un ladrón de joyas determinado a no ser el frío e implacable hombre que fue en prisión. Cuando Frank conoce a Jessie (Tuesday Weld), ve la oportunidad de crear una familia y dejar la vida criminal. Por ello, en contra de sus instintos, decide trabajar para el mafioso Leo (Robert Prosky). Entonces, Frank comete el mayor error de todos al decir en voz alta "este es mi último trabajo y luego lo dejo" (el equivalente criminal de la sentencia de muerte del policía que dice "en un par de días me jubilo y a vivir feliz pescando" en una película de acción). Por supuesto, todo sale mal y se le complica la vida a Frank, que debe enfrentarse a policías corruptos y mafiosos.
Mann, al igual que William Friedkin, es muy meticuloso en la investigación para sus películas. Se introduce en los ambientes que retratará, y, como es el caso de esta película, llega a contratar ladrones y policías para que actúen en su film (aunque en Ladrón los policías interpretan a criminales y los criminales a policías). Con gran precisión y realismo, Mann nos muestra cómo Frank trabaja con su equipo, cómo planea y cómo ejecuta cada robo.
Esta autenticidad y realismo contrasta con el cuidado esteticismo con que se realiza cada plano. La forma en que retrata la ciudad de noche iluminada por las omnipresentes luces de neón, sin olvidar la electrónica banda sonora de Tangerine Dream, nos introduce en el mundo cinematográfico del nuevo cine negro, pero mezclado con un acercamiento más propio del documental.
Por supuesto, no podemos olvidarnos del fantástico reparto que da vida a los personajes creados por Mann. Destacan Caan y Prosky, los protagonistas de la historia. Caan ofrece la que es probablemente su mejor interpretación, pero Prosky destaca por la habilidad que muestra en pasar de ser simpático y afable a brutal y sádico.
En definitiva, un gran clásico moderno no solo dentro de su género, cuya importancia se hace evidente simplemente viendo la cartelera actual.
Esta semana pasada la he pasado en brazos de una exigente y posesiva amante: la gripe. Durante este periodo de febril letargo me vinieron a la memoria diversos enfermos cinematográficos y recordé en particular el que protagoniza El detective cantante (The Singing Detective, Keith Gordon, 2003).
El escritor Dan Dark (Robert Downey Jr.) se encuentra ingresado en un hospital debido a una debilitante enfermedad con posible origen psicosomático. El tiempo libre entre dolorosos tratamientos lo pasa dentro del mundo imaginario que ha creado en sus novelas, un estilizado Los Ángeles de los años cuarenta. Pero este mundo imaginario empieza a mezclarse con los recuerdos de Dark y con el presente en el que vive, de modo que si quiere conservar la cordura deberá resolver el mayor misterio de todos: su propio pasado.
El guion de la película corrió a cargo de Dennis Potter, que adaptaba la miniserie británica que él mismo había escrito en 1986 y que contenía algunos elementos autobiográficos. En este guion reside la originalidad de la película, que se mueve entre diversos géneros, logrando mantener un difícil equilibrio entre los segmentos de cine negro, los números musicales y el drama que se representa de forma alegórica en los segmentos que transcurren en la cabeza de Dark.
En la película destaca también su reparto, en especial Robert Downey Jr., el cual consigue que diálogos como este que mantiene con Nicola (Robin Wright Penn) resulten muy divertidos:
Nicola (tras ir al apartemento de Dark, vacío durante meses): Todas tus plantas se han muerto.
Dark: Bien. Espero que sufrieran.
Es de suponer que la cualidad híbrida de la película haga que el film sea algo indigesto para algunos, pero para mí resulta más interesante que un simple drama sobre un tipo muy enfermo y deforme recordando su pasado como su fuera un paciente inglés. Además, siempre me ha gustado el cine negro y la recreación que hacen del mismo está bastante lograda. Supongo que eso significa que es una recomendación cautelosa.
Llega a las carteleras una auténtica maravilla. Una joya que os mantendrá pegados a la butaca. Para saber por qué no tenéis más que leer la crítica que he escrito para Underbrain Mgz, clicando aquí:
Por si mi recomendación no es suficiente, tal vez os interese saber que algunos de los periodistas que asistieron al pase de prensa lo hacían por segunda vez, para volver a verla. Eso sí, la columna que sostiene Nightcrawler (Dan Gilroy, 2014) es la fantástica interpretación de Jake Gyllenhaal, así que, si no tenéis la costumbre, os imploro que la veáis en VOS. Es realmente escalofriante.
Frío en julio (Cold in July, Jim Mickle, 2014) es un fantástico thriller y uno de los mejores ejemplos de cine negro moderno. Una pequeña joya que recomiendo a todo el mundo.
El cine de los años 70 vio un resurgir del cine negro. Uno de los primeros títulos en modernizar el género fue El largo adiós (The Long Goodbye, Robert Altman, 1973), adaptación de la obra maestra homónima de Raymond Chandler. El film también significó el regreso a la gran pantalla de Elliott Gould, interpretando al detective Philip Marlowe.
El especial interés hacia el cine negro en los años 70 se debe a dos factores: el nostálgico, muchos directores volvían al género que los impactó de jóvenes de la misma manera que muchos directores de la actualidad recuperan el cine de los 70 y 80; y el social, la década de los 70 vio como movimientos sociales y de protesta se multiplicaban alimentados por el pesimismo y la desconfianza hacia el gobierno. Chandler fue pionero a la hora de ligar los temas del género negro con las preocupaciones sociales, elevando la calidad de lo que entonces, en los años 30 y 40, se consideraba un género de segunda clase. De modo que sus novelas encajaban tan bien en los años 70 como en los 40, de ahí que se produjeran cinco adaptaciones cinematográficas (si contamos el remake para televisión de Perdición [Double Indemnity, Billy Wilder, 1944] de trabajos suyos entre 1969 y 1978.
En contraste con el film Chinatown (Roman Polanski, 1974), que sí era un ejercicio de recreación nostálgica, El largo adiós moderniza el género, trasladándolo a la década de los 70. Pero, curiosamente, sin que eso signifique alterar el espíritu de la novela de Chandler. Todo lo contrario, Altman lo enfatiza utilizando el argumento como medio para satirizar y criticar el Los Ángeles de la época, de forma parecida a como utilizó un argumento de suspense para criticar y satirizar el mundo de Hollywood en El juego de Hollywood (The Player, Robert Altman, 1992), sin dejar por ello de lado su gusto por la improvisación y por dejar a los actores "jugar" con sus personajes. Además, el guion de Un largo adiós corrió a cargo de Leigh Brackett, que también fue uno de los guionistas que trabajó en la clásica El sueño eterno (The Big Sleep, Howard Hawks, 1946).
Así nos encontramos con un film que moderniza el género, al mismo tiempo que se mantiene fiel a sus raíces. Un enfoque que, desde mi punto de vista, le hace más justicia que las recreaciones puramente estéticas o la explotación de sus arquetipos.
Tanto para los amantes del cine de los años 70, como para los amantes del cine negro, El largo adiós es un título esencial. Y lo digo como amante de ambas cosas. Un film clásico que sigue siendo moderno.
Problemas con la web han hecho que algunas de mis críticas para Underbrain Mgz salgan con retraso. De momento ya podéis leer lo que me pareció Dom Hemingway (Richard Shepard, 2013):