Cada vez es más raro encontrarse con auténticas películas de culto. Películas que cumplen con la definición original de "película de culto". Enel caso de Sangre de héroes (The Salute of the Jugger, David Peoples, 1988), incluso hay personas que le rinden culto sin saberlo.
Nos encontramos en un futuro posapocalíptico. Menos los privilegiados que viven en ciudades subterráneas, la gente sobrevive en pequeños poblados, trabajando duro para poder comer y sobrevivir. La única distracción es El Juego. Un deporte que juegan los juggers, violento y brutal pero que se rige por un estricto código de honor. El equipo de Sallow (Rutger Hauer) llega al poblado en el que vive Kidda (Joan Chen). Kidda sueña con ser una campeona del Juego y llegar a vivir en una ciudad. Tras unirse al equipo, Kidda presionará para intentar el desafío de la Liga. Pero Sallow, en su día campeón de la Liga, no quiere regresar, debido a la manera en que fue expulsado. Pero la insistencia de Kidda da frutos y el humilde equipo se dirige a la ciudad para intentar lograr lo que ningún equipo ha logrado.
The Salute of the Jugger fue creación de David Peoples, el único esfuerzo como director de este prestigioso guionista. Concibió la idea a finales de la década de los 70 inspirado por el relato original Roller Ball Murder de William Harrison, que también inspiró el clásico Rollerball (Norman Jewison, 1975), y la clásica Rocky (John G. Avildsen, 1976). Pero la película no se puso en marcha hasta finales de los 80, cuando el género posapocalíptico estaba de moda. Y, tal vez, eso fue un problema.
El tremendo éxito de Mad Max 2, el guerrero de la carretera (Mad Max 2, George Miller, 1981) generó una gran cantidad de imitaciones. Algunas muy entretenidas, como 1990: Los guerreros del Bronx (1990: I guerrieri del Bronx, Enzo G. Castellari, 1982) o El exterminador de la carretera (Il giustiziere della strada, Giuliano Carnimeo, 1983), otras, la mayoría, simples imitaciones sin imaginación. Para cuando The Salute of the Jugger se estrenó, el género ya estaba bastante quemado. Por supuesto, el film de Peoples no trata de imitar la saga creada por George Miller, sino que se trata de un tipo de historia muy distinto, aunque su ambientación podría hacerlo pensar a primera vista. Esto provocó que aquellos ya cansados de estos futuros desérticos estuvieran ya cansados del tema y decidieran ignorar la película, pero también aquellos aficionados al género, esperando ver un tipo determinado de historia, quedaran decepcionados por el film. Puede que hubiera otras razones, pero el resultado no cambia: el film fue un fracaso de taquilla y prácticamente desapareció. El film reapareció en vídeo, medio en el que poco a poco fue adquiriendo devotos seguidores.
The Salute of the Jugger es una película de acción, pero no la típica película de acción. Es más bien como una película deportiva en la que los jugadores pueden acabar muertos. Los Juggers se mueven por un código de honor que hace que incluso los equipos contrarios compartan un sentimiento de hermandad, un respeto adquirido en este peculiar campo de batalla. Es la historia de un equipo con todo en contra que intenta lograr un hito aparentemente imposible. Pero, y aquí está la influencia de Rocky, no se trata tanto de ganar como de llegar a la meta con dignidad. Lo que sí es ganador es el reparto, empezando por Rutger Hauer, que está fantástico, y nombres que uno no esperaría ver en una película como esta como Joan Chen, Delroy Lindo y Vincent D'Onofrio. Para los fans del cine de género, también nos encontramos a Richard Norton y Hugh Keays-Byrne. Este reparto, sumado a la ambientación, hace que el espectador lo tenga fácil a la hora de sumergirse en este mundo.
Pero el elemento que más llama la atención, como es de esperar, es El Juego. Tanto que fans de la película empezaron a jugarlo en la vida real, con algunos cambios para que todos acabaran el partido con vida. Se inició en Australia, en un festival dedicado al cine posapocalíptico, pero rápidamente saltó a otras partes del mundo, como Alemania. Incluso hay una liga Jugger en España. Creo que es posible que muchos jugadores de la liga Jugger desconozcan la película que inspiró el juego (espero equivocarme), pero resulta fascinante como una película que en su día pasó completamente desapercibida haya acabado inspirando una disciplina deportiva.
Confieso que a mí no me gustan las películas deportivas, no me interesan y me aburren. Pero, claro, con su ambientación futurista, su reparto y sus escenas brutales, The Salute of the Jugger va más allá del género. Es una mezcla que realmente la hace única.
El fenómeno de las bandas moteras tuvo su entrada en el cine a lo grande con Salvaje (The Wild One, Laslo Benedek, 1953). Pero muy pronto se convirtieron en villanos de pacotilla, hasta que, a mediados de la década de los 60 del siglo XX, se convirtieron en héroes con la llegada de la contracultura y el cine enfocado a un público joven con títulos como Los ángeles del infierno (The Wild Angels, Roger Corman, 1966). Aunque los moteros no tardarían en volver a ser villanos de pacotilla, cumpliendo con el papel que luego tendrían los punks en la década de los 80, empezaron a surgir más películas que los representaban no como héroes, pero como figuras que se rebelaban contra la autoridad. La contracultura tardó un poco en llegar a Australia, pero allí se produjo un clásico del cine motero que hoy día sigue siendo considerada la mejor película motera de la historia. Esta película, escrita, dirigida, producida y protagonizada por Sandy Harbutt, es Los guerreros de la muerte (Stone, 1974).
Toad (Hugh Keays-Byrne) es miembro de los Grave Diggers y, en una salida, ve como un asesino profesional mata a un político. Muy pronto, los Grave Diggers empiezan a ser asesinados uno a uno. Stone (Ken Shorter) es el policía encargado de averiguar quién es el asesino que se ha obsesionado con estos moteros. A Undertaker (Sandy Harbutt), el líder de la banda, no le hace gracia tener a un policía siguiéndoles, así que obliga a Stone a adoptar la vestimenta y el modo de vida de la banda. Stone empezará a admirar el modo de hacer de los Grave Diggers mientras intenta detener al asesino.
El interés de Sandy Harbutt por rodar una película sobre moteros tiene un doble origen. Por un lado, Harbutt conocía personalmente a diversos moteros. Esto influyó no solo en querer representar este estilo de vida, también en intentar ofrecer un retrato que no juzgara moralmente a los protagonistas, representándolos tal cual eran. Por otro lado, muchos de los moteros de la vida real que conocieron Harbutt y el productor David Hannay eran veteranos de la guerra de Vietnam, entonces todavía presente. Harbutt y Hannay vieron que los veteranos se habían sumergido en la vida motera como manera de rechazar a la sociedad que, antes, les había hecho sentir rechazados. De esta manera, a la acción y el drama, se le añadió a la película un sustrato político.
La película se rodó siguiendo un estilo "comunal", donde todos colaboraban en todas las funciones, bajo la dirección de Harbutt. Era como si el espíritu de los personajes, su ansía de libertad, se hubiese contagiado a los cineastas. Esto hizo que la película se pudiera completar a pesar del bajo presupuesto con que contaba el film. Se ha de añadir que este espíritu libertario se aplicaba principalmente a los hombres, las mujeres, delante y detrás de la pantalla, eran tratadas tan pobremente como era habitual en el cine de los 70 del siglo XX. Son poco más que objetos decorativos al servicio de los moteros. Claro, esto se hace obvio al ver el film con ojos actuales, no se trata de quitarle mérito artístico.
Cuando se estrenó no fue bien recibida en su Australia natal, si bien fue un éxito de taquilla. No representaba el tipo de cine por el que el país quería ser conocido y Harbutt no pudo seguir trabajando en la industria cinematográfica australiana. El film también fue un éxito internacional, captando el espíritu rebelde de la época y admirada por moteros alrededor del mundo. Hoy día se mantiene como un clásico del cine de los 70, una máquina del tiempo que nos sumerge en otra década y otra manera de ver el mundo.
Houseboat Horror (Ollie Martin, Kendal Flanagan, 1989) es una película que parecía destinada a la oscuridad, a desaparecer por el mismo camino que los videoclubes. Pero ha sobrevivido, contra todo pronóstico, mantenida viva en el recuerdo gracias a ser un fantástico ejemplo de cine trash. Amantes del mal gusto y del cine de calidad alternativa, he aquí una película para alegraros las noches de invierno (cuando lleguen).
Un grupo de rock decide filmar un videoclip en distintas localizaciones, usando casas flotantes como medio de transporte. El rodaje arranca en el lago Infinity, donde hace años un rodaje acabó en tragedia y desde entonces, todo aquel que ha intentado filmar en la zona ha terminado desapareciendo en misteriosas circunstancias. Pero nuestros protagonistas no lo saben, ni sospechan que nada vaya mal cuando uno a uno van siendo eliminados.
Sobre el papel, Houseboat Horror parece otro típico slasher de los muchos que se hacían entonces. Incluso el hecho de ser rodada directamente en video era ya algo común entonces (si bien no en Australia, donde esta película fue la primera). El argumento también es bastante tópico, pertenecer a una banda de rock en una película de terror trae bastante mala suerte; hay muchos ejemplos de películas cuyo argumento gira en torno a grupos que van a rodar un videoclip y la experiencia se convierte en una pesadilla como Estela de sangre (Blood Tracks, Mats Helge Olsson, Derek Ford, 1985), Al filo del infierno (Rock 'n' Roll Nightmare, John Fasano, 1987) o Melodía de horror (Paganini Horror, Luigi Cozzi, 1988). Además, Houseboat Horror fue una producción de muy bajo presupuesto que, con la excepción de algunos miembros del reparto, era la primera película que hacían los cineastas delante y detrás de las cámaras.
Teniendo todo esto en cuenta, ¿qué es lo que hace de esta una película especial que ha sobrevivido durante décadas? La ejecución. Todo se basa en la ejecución, desde los diálogos inventados sobre la marcha hasta los torpes movimientos de cámara que continuamente tapan con su sombra al reparto. La inexperiencia del equipo de rodaje se ve también en que en la mayoría de escenas se ve el borde del objetivo de la cámara, como si se estuviera filmando a través de un agujero.
Houseboat Horror fue ideada por Ollie Martin, un productor y periodista que trabajaba en televisión. Martin, viendo cómo el mercado se llenaba de películas de terror llegadas de Estados Unidos decidió sumarse a la moda. Y lo hizo a través de un nuevo, llamativo y, lo más importante, barato sistema: el video. Martin escribió un guion inspirado en las hazañas de Jason Voorhees, con no pocas dosis de humor, sangre y desnudos gratuitos. Sin embargo, cuando empezó el rodaje, Martin se dio cuenta de que era demasiado lento y no podría de rodar el guion en el tiempo que tenían. Como también era el productor, decidió despedirse a si mismo y pasarle las riendas de director a Kendal Flanagan. Flanagan era un director curtido en televisión y aplicó la misma mentalidad al slasher. Por supuesto, lo que funciona en un culebrón diario no funciona en una película de terror, lo que no detuvo a Flanagan.
El cambio entre ambos directores se nota. Las dos secuencias que dirigió Martin, aún con la fea estética del video, están medianamente bien realizadas. El resto dirigido por Flanagan se convirtió en un festival de incompetencia, llevada a un extremo que la hace inolvidable. De este modo, Houseboat Horror pasó de ser lo que podría haber sido un correcto pero poco imaginativo slasher a convertirse en una cinta de culto.
La dirección puso la rapidez por encima de todo. El resultado es que, por ejemplo, aunque los maquillajes están bien hechos para el presupuesto que tenían, están filmados bajo una luz brillante, habitual en la televisión, y con ángulos poco favorecedores. Hasta el trabajo de Tom Savini tendría mal aspecto en esas condiciones. Personalmente, los mejores momentos son los de involuntario surrealismo. Por ejemplo, una de las actrices sale del agua (no se nombra a los personajes así que no se puede saber quién es quién) y es iluminada por una linterna. Ella se gira y suelta el habitual: "oh, eres tú" y algunas líneas de diálogo más. Parece la típica escena en que alguien es asesinado por alguien que conoce dando pistas al espectador sobre quién es el culpable, ¿verdad? Pues no, la siguiente escena es luego la actriz en la casa flotante preparándose para ir a dormir. ¿Con quién hablaba? ¿Por qué no responde ni aparece en cámara? ¿Qué objetivo tenía la escena si ya se sabe quién es el asesino? Creo que simplemente se olvidaron de rodar las respuestas de otro personaje para que el diálogo tuviera sentido pero incluyeron la escena igualmente porque la actriz aparece desnuda. No cambia que sea un momento absurdo y divertido, de los que la película está lleno.
Este el tipo de película que hará que muchos dejen de verla a los cinco minutos, pero que los aficionados al cine trash y al cine involuntariamente hilarante disfruten de principio a fin. Houseboat Horror requiere un paladar entrenado en este tipo de cine para disfrutarla pero no os arrepentiréis de subir a bordo.
No dudé ni un momento en hacerme con la nueva edición en 4K que se ha editado de Cobra, el brazo fuerte de la ley (Cobra, George P. Cosmatos, 1986). Una película esencialmente ochentera, que no se podría haber hecho en ningún otro momento en el tiempo, el tipo de película que Frío como el acero (Stone Cold, Craig R. Baxley, 1991) intentaba emular, que siempre había disfrutado de principio a fin. Sin embargo, al volver a verla ahora, en el actual clima político, he de admitir que me ha preocupado cómo la podrían interpretar las nuevas generaciones.
Cobra nace cuando se estaba poniendo en marcha la producción de Superdetective en Hollywood (Beverly Hills Cop, Martin Brest, 1984). Los productores, teniendo en cuenta que era una superestrella en ese momento, le ofrecieron el proyecto a Sylvester Stallone para que lo protagonizara. Stallone, como es habitual en él, cogió el guion y lo reescribió a su gusto. Los productores vieron que Stallone se apartaba demasiado de la comedia de acción que tenían en mente así que decidieron retirar la oferta. Pero no fue una pérdida de tiempo, ya que es durante la rescritura del guion que Stallone crea a Marion "Cobra" Cobretti.
"Marion" era el nombre real de John Wayne, un homenaje que indica el tipo de héroe que quería crear Stallone. Decidido a no desperdiciar el trabajo que había hecho, Stallone se hizo con los derechos de la novela Fair Game, escrita por Paula Gosling, para aprovechar lo que había hecho para Beverly Hills Cop en una nueva película (la misma novela sería luego la base de Caza legal [Fair Game, Andrew Sipes, 1995], el debut en el cine de Cindy Crawford). Así crea una historia sobre un policía rebelde que sigue sus propias normas, Cobra es el policía que llaman para solucionar los trabajos que nadie quiere. Cobra es asignado para proteger a Ingrid Knudsen (Brigitte Nielsen), la única testigo que puede reconocer al líder de un culto de asesinos que se dedica a cometer asesinatos y crímenes por toda la ciudad. Cobra debe enfrentarse a un ejército de asesinos para protegerla.
La mayor influencia sobre Cobra es la saga de Harry, el sucio, que por entonces iba por la cuarta entrega. El film arranca con un monólogo similar al que hay al inicio de Harry, el fuerte (Magnum Force, Ted Post, 1973) y en el reparto de Cobra nos encontramos a Reni Santoni y a Andrew Robinson, ambos con papeles importantes en Harry, el sucio (Dirty Harry, Don Siegel, 1971). Harry, el sucio nace en un momento social muy específico: por un lado, se tenía la sensación de que el crimen estaba fuera de control, especialmente alto en Nueva York, entonces una ciudad al borde de la bancarrota, y, por otro lado, hacía unos pocos años que se habían empezado a usar los derechos Miranda durante los arrestos. Aquí nace la idea de que los jueces dejaban libres a los criminales para hacer lo que quisieran y los ciudadanos sufrían las consecuencias con las calles llenas de malechores.
Las cosas habían cambiado bastante para cuando Cobra llegó a las salas de cine a mediados de los 80 del siglo XX. Pero era un momento en Estados Unidos en que imperaba la mentalidad conservadora, que gustaba mucho de propagar la idea de que los criminales tenían excesivos derechos. De hecho, se menciona en la película que los jueces dejan libres a los criminales que los policías detienen. Cobra es el medio por el cual Stallone lanzaba estas ideas, creando un policía invencible que, además de contra los criminales, debe luchar contra las normas que intentan atarle de manos. Por supuesto, esto funciona dentro del universo de la película ya que nos presenta una ciudad bajo el dominio del terror de los criminales, en el que la policía está liderada por incompetentes y chupatintas que se preocupan más por los derechos de los criminales que por los ciudadanos. Es una fantasía que hace aceptable la existencia de un policía como Cobra y que sea el héroe de la historia.
"Fantasía" es, precisamente, una palabra que define muy bien esta película. El primer montaje duraba aproximadamente 130 minutos, que luego se recortaron a 120 minutos. Para competir en taquilla, el estudio y Stallone reeditaron la película, que, sumado a los cortes para apaciguar a la censura, dejó el film en los 87 minutos que dura en la actualidad. Esto exigió muchas de las escenas que explicaban la trama y desarrollaban a los personajes quedaran fuera. Algo que en otras películas podría haber sido un detrimento, aquí funciona a su favor. El film fue concebido como una película de acción, pero se añadieron elementos propios del cine de terror y comedia, creando una extraña mezcla de géneros que va muy bien con el frenético montaje.
Estas son las razones por las que fui siempre un fan de Cobra. Lo que me ha hecho verla de distinta manera es que ahora mismo la ultraderecha está al alza, especialmente entre los jóvenes que se tragan sin cuestionar la basura misógina y racista que sueltan "bros" fachas por internet. Es un contexto en el que es más difícil de disfrutar con la película, cuando hay gente que realmente piensa como los personajes que aparecen en ella, tanto el protagonista como los villanos que buscan crear un "mundo nuevo". ¿Deberíamos castigar a la película porque hay espectadores hoy día que serían incapaces de verla como la fantasía que es?
Es algo a lo que le daba vueltas tras ver la película de nuevo, en delicioso 4K. Reflexionando también mientras le daba forma a este artículo he llegado a la conclusión de que la existencia de la ultraderecha, por muy deleznable y vomitiva que me parezca, no debería robarme de poder disfrutar con este clásico. Al fin y al cabo, siempre ha existido esta escoria, solo que ahora es más vocal y ruidosa. Pero no será eterna como lo es Cobra.
Me gustaría invitaros a un club muy selecto. Selecto en el sentido de que es muy, muy reducido pero aceptamos a cualquiera. El único requisito es saber apreciar los extraños placeres que ofrece Fatal Frames - Fotogrammi mortali (Al Festa, 1996). Un peculiar giallo realizado por un colaborador de Bruno Mattei y Claudio Fragasso, para que os vayáis haciendo a la idea de que no se trata de una obra maestra en el mismo sentido que una película de Dario Argento puede ser una obra maestra. Es única de manera única.
Alex Ritt (Rick Gianasi) es un director de videoclips que decide aceptar un trabajo en Italia para superar la depresión que arrastra desde que su novia fuera asesinada en su apartamento. Al llegar a Roma conoce a la estrella pop con la que va a trabajar, Stefania Stella (Stefania Stella) una diva italiana que aspira a entrar en el mercado americano. El rodaje arranca, pero al poco Alex es testigo de un asesinato, lo único que queda de la víctima es una cinta de video dejada por el asesino. Pronto, las cintas y los asesinatos se multiplican, lo que hace que Alex sienta que el asesino juega con él, mientras el inspector Bonelli (David Warbeck), al frente del caso, sospecha que Alex oculta demasiados secretos.
Sobre el papel, Fatal Frames puede parecer el un giallo típico, pero ya el año en que se estrenó indica que de típico tenía poco. Para mediados de los 90 del siglo XX, la industria del cine de género en Italia había implosionado, los pocos supervivientes se habían pasado a la televisión o al mercado del directo a video. La excepción, claro, era Dario Argento, aunque también los recursos que había tenido a su disposición en el pasado ya no estaban disponibles y trabajaba con presupuestos más ajustados. Por eso Fatal Frames se planteó como un evento, un homenaje al giallo del pasado. De ahí que gran parte de su reparto estuviera constituido por estrellas internacionales del género haciendo cameos: Linnea Quigley, Alida Valli, Angus Scrimm, Donald Pleasence y David Warbeck hacen acto de presencia (Warbeck con un papel más extenso comparado con los cameos del resto), que incluía también nombres ya más conocidos dentro del cine italiano como Ciccio Ingrasia. Pero tanto cameo hincha la historia con personajes que aparecen sin consecuencia para la trama principal. Angus Scrimm tiene una única escena en la que hace un breve monólogo al estilo Hombre Alto, mientras que Donald Pleasence aparece en tres escenas interpretando a un experto criminalista, pero que tampoco aporta nada a la trama. Esto tiene su origen en que el film se empezó a rodar en 1993, se canceló debido a falta de fondos para luego reanudarse un par de años después cuando Pleasence ya había fallecido. Por eso mismo, el policía que interpreta Warbeck cubre el hueco de los personajes que no podían volver, lo que crea distintas inconsistencias pero le dan un toque extraño e innecesariamente complicado que forma parte del encanto del film.
Aparte del reparto de estrellas, los protagonistas del film son actores entonces desconocidos y que hoy día lo siguen siendo. Actores como Rick Gianasi y Leo Daniel, que junto a otros miembros del reparto hacen evidente que el pelo largo estaba de moda entonces: todos lo llevan de la misma manera. Pero el nombre más destacado es el de Stefania Stella, productora también del film y esposa del director. Es exagerada y exuberante como una típica diva pop italiana, resulta inexpresiva y exagerada al mismo tiempo, en ocasiones en la misma escena. Este peculiar estilo de interpretar es más obvio en una escena, que me hizo reír y me convenció de que esta era una película única, en la que a la actriz se filmó en otro momento y otro set que al resto de actores, utilizando una doble en los planos generales. Se nota mucho porque se utiliza el mismo fondo en el primer plano de Stella, mientras que las escenas transcurren en lugares distintos. Al Festa se encargó de componer también la banda sonora y las canciones de Stella, una especie de italo-dance noventero, un poco al estilo Locomia, que podríais escuchar en los chiringuitos de playa de la época. Stella es el personaje más destacado de la película, aunque solo sea por ser la cantante más egocéntrica de la historia: toda su casa esta decorada con fotos suyas promocionales, las sábanas también tienen su cara impresa e incluso en la escena de sexo con el protagonista, en el dormitorio se emiten videoclips suyos para que pueda contemplarse mientras lo hace.
Fatal Frames es uno de los títulos del género en los que es más fácil adivinar quién es el asesino y sus motivos, más que nada porque en las escenas en las que se supone que habla con la policía Festa no se molesta en disfrazar demasiado la voz del culpable. A pesar de ello, no deja de entretener. Festa rueda la película como si fuera uno de sus videoclips, sin diferencia entre las escenas oníricas y las "reales". El director nos presenta un mundo exagerado y falso, en el que nadie reacciona o habla como lo hacen los seres humanos. La cumbre es cuando llega uno de los momentos más absurdos de la historia del género: un excitado inspector Bonelli descubre que, debido a un error del asesino, lo podrán identificar por... ¡su sombra! Este momento absurdo nos hace entender porque todos los personajes no estrellas de serie B llevan el mismo peinado.
Al Festa nos regaló un homenaje al giallo que parece un sueño febril. Los momentos absurdos y demenciales se van acumulando hasta la conclusión. Puede que sepas quién es el asesino al poco de empezar, pero el director atrapa con mayores misterios: qué nuevo absurdo sucederá en pantalla, quién hará acto de presencia para desaparecer luego, qué sentido tiene la historia... Al Festa empezó en el cine de la mano de Bruno Mattei y Claudio Fragasso, este film hace obvio que aprendió de los maestros del cine trash italiano cómo hacer que una película sea entretenida sin necesidad de lógica o sentido común.
Resulta increíble pensar que Frío como el acero (Stone Cold, Craig R. Baxley) se estrenó en 1991, porque vista parece más un estreno de 1986 que algo producido en la, algo más sosa. década de los 90. Naturalmente, fue un fracaso de taquilla ya que era algo de otra época, el tipo de acción desmesurada y el tono rozando la autoparodia que se creía era algo que ya formaba parte del pasado. Eso sí, parece que en España sí que fue un éxito porque hay dos películas con el mismo protagonista que no tienen nada que ver con esta pero fueron publicitadas como secuelas de Frío como el acero. La última película siguiendo el estilo excesivo de los 80, que fue vista así en el mismo momento de estrenarse y que tuvo cierta resonancia fue Tango y Cash (Tango & Cash, Andrey Konchalovskiy, Albert Mangoli, 1989), que ya anunciaba el fin de una era. Y entonces llegó Frío como el acero para marcar la muerte de una manera de hacer y entender el cine de acción. La película se ha convertido en una cinta de culto que nos ilumina la vida con la cálida luz de explosiones y el regocijo de fantásticas frases de chulopiscinas, cada una más ridícula que la anterior. Para el que no la conozca, dejadme explicaros porque esta es un obra maestra del género.
Ya he dicho que esta película parece claramente un producto de los 80 más que de cuando fue realmente realizada. Esta sensación nace con la primera escena de Stone Cold, que parece una imitación de la escena que abre Cobra, el brazo fuerte de la ley (Cobra, George P. Cosmatos, 1986), aunque más excesiva y aún menos realista, lo que ya es decir. Es la manera de introducir a nuestro protagonista, Joe Huff, el típico y tópico poli rebelde que no sigue las reglas, el tipo de poli que en estas pelis siempre dice "que no trabaja con compañeros" antes de que le impongan uno (en esta ocasión, un enlace con el FBI interpretado por Sam McMurray (actor que no conoceréis por el nombre pero seguro que os suena haberlo visto en diversas sitcoms). Joe Huff fue interpretado por Brian Bosworth, entonces famoso como jugador de rugby. Cuando tuvo que dejar el deporte debido a lesiones en los hombros decidió encaminarse hacia la interpretación. Con su aspecto, Bosworth estaba destinado a encasillarse en el cine de acción. Sin embargo, carecía del carisma o el talento que poseían otras estrellas del cine de acción. Es decir, Jean-Claude Van Damme puede que no sea Al Pacino precisamente, pero tiene suficiente presencia en pantalla y carisma como para sostener una película con cierta gracia, no es el caso de Bosworth. Huff es suspendido por sus acciones y así es posible que el FBI lo reclute para infiltrarse en una banda neonazi de motoristas que está expandiendo sus negocios con el tráfico de drogas. Con el nombre John Stone, Huff logra infiltrarse en la banda, justo a tiempo para descubrir no solo los negocios de esta con las mafias de la zona, también un complot para asesinar a un senador.
Los villanos Ice y Chains Cooper están interpretados, respectivamente, nada menos que por William Forsythe y Lance Henriksen. Y, claro, pones a dos talentos como Forsythe y Henriksen al lado de Bosworth y sus carencias como actor se hacen más evidentes, se lo comen con patatas. Pero, la verdad, es que la película ofrece suficiente violencia y entretenimiento como para que las carencias del protagonista no importen. El film intenta que su personaje sea un macho machote de verdad, lo que hace que haya momentos en que derive hacia la autoparodia en su obsesión por hacer del protagonista un súpermacho. Es un poco como las películas en las que Vin Diesel hace que el resto de personajes lo miren con adoración y admiración diciendo continuamente lo grande que es, pero en el caso de Stone Cold se ha de reconocer que está hecho con ciertas dosis de humor. Henriksen domina la película como un auténtico villano de corazón negro. Al parecer, el director original, Bruce Malmuth que dirigió títulos notables en el cine de acción como Halcones de la noche (Nighthawks, 1981) y Difícil de matar (Hard to Kill, 1990), tenía un enfoque más "realista". El personaje de Bosworth estaba relativamente tratado como un ser humano normal, con mujer y un hijo, pero todo esto fue eliminado del guion, a pesar de que ya habían rodado escenas con la familia, cuando llegó el nuevo director Craig R. Baxley, cuando Malmuth abandonó el rodaje debido a las consabidas diferencias artísticas.
Baxley llegaba al rodaje de Stone Cold tras haber dirigido dos clásicos de culto como son Acción Jackson (Action Jackson, Craig R. Baxley, 1988) y Dark Angel: Ángel de la muerte (Dark Angel aka I Come in Peace, Craig R. Baxley, 1989), perfectos ejemplos del cine de acción ochentero de la escuela Joel Silver. Baxley puso rápidamente en práctica lo que había aprendido, dejando de lado el realismo y abrazando el exceso y absurdo del cine de acción más pasado de vueltas. Esto se tradujo en, como ya he dicho, convertir el personaje de Bosworth en casi una caricatura del héroe de acción más típico. Cualquier escena puede acabar en un tiroteo y basta con mirar fuerte a un coche para que explote. La banda sonora es un desfile de canciones de rock duro, una tras otra, y hay grandes dosis de desnudos gratuitos. ¿Cómo de gratuitos? En una escena se hace una panorámica del campamento de los motoristas, la cámara pasa de repente por delante de una ducha salida de la nada en la que hay mujeres que están posando más que duchándose, la cámara sigue luego rodando a la gente en su día a día. De nuevo, tan obvios y forzados que resultan hasta cómicos.
Lo que no es un chiste en esta película es la acción. Todas las secuencias están muy bien ejecutadas, los especialistas hacen un trabajo fantástico con algunos momentos muy notables, como una moto contra un helicóptero. Es la acción lo que hace que esta película brille. Si lo mezclamos con el tono de tebeo y el estilo puramente ochentero, el resultado es un film entretenido de principio a fin. El testamento de una manera única de entender el cine de acción. Ya no se hacen películas como esta, si esto es algo bueno o malo lo debéis decidir vosotros.
Tras un largo viaje, la nave espacial Cyrno aterriza en el planeta TEM 4, del cual recibieron una llamada de socorro. Pero cuando la capitana Akala (Jana Brejchová) contacta con los temeritas, estos niegan haber realizado dicha llamada. Sospechando que sucede algo extraño, la tripulación del Cyrno decide quedarse e investigar, realizando un terrible descubrimiento que les pondrá en peligro.
El estudio alemán DEFA estaba especializado en el cine de género, llenando las pantallas de comedias, musicales, westerns... si bien siempre siguiendo las directrices artísticas del partido comunista. Poco a poco, los cineastas de la Alemania del Este pudieron lograr aumentar el espacio que tenían para maniobrar, logrando incluso colar algún mensaje contra el régimen que había pasado desapercibido a los "controladores". DEFA realizó cuatro películas de ciencia ficción que, sobre el papel, estaban diseñadas como herramientas de propaganda del régimen. Pero lo cierto es que, aprovechando la coartada del género, estas películas eran más críticas con el régimen de lo que podría parecer a primera vista. La parte positiva de estas películas utópicas (la definición "ciencia ficción" se consideraba propia del sistema capitalista) es que mostraban una sociedad en la que no hay diferencias de raza o sexo, presentando repartos muy diversos, teniendo en cuenta la época, años antes de que la serie Star Trek emitiera su primer episodio. La idea era propagar la idea de que en los países comunistas no habría prejuicios raciales ni de sexo, cuando en la práctica, lamentablemente, la URSS y sus países satélite eran tan racistas, imperialistas y misóginos como los países capitalistas. En lo que se refiere a la película, en In the Dust of the Stars el protagonismo se divide equitativamente entre personajes masculinos y femeninos, con la novedad de presentar a una mujer como capitana. Algo que, hasta llegados a finales de los 90, fue algo inédito en el cine americano y europeo.
La trama presentada no era muy distinta de otras producidas en Estados Unidos o Europa: un grupo de valientes llega para desarmar la tiranía impuesta sobre una población débil. En teoría, una crítica del imperialismo yanqui, lo que permitió que la película pasara la censura del partido comunista. Pero lo cierto es que la película ataca todos los regímenes que coartan la libertad, lo que incluía el régimen de Alemania del Este. La película estaba producida por un grupo llamado Futurum, que dentro de la DEFA había producido diversos cortometrajes. Era un grupo formado por artistas diversos críticos con el régimen, lo que se ve reflejado en la película. De este modo, In the Dust of the Stars es una poderosa alegoría, con giros de guion inesperados para los que vivimos en el decadente mundo capitalista, que hace que trascienda los límites impuestos y la convierta en una película destacada dentro del género.
También es rara de cojones.
Las alegorías, su lugar dentro del género, lo innovador que es su guion... todo eso está muy bien. Pero la razón por la que la película me pareció fascinante y una pequeña maravilla es su delirante mezcla entre la seriedad del clásico de Kubrick y el glamour de Barbarella. Tiene un diseño de producción psicodélico ultra-setentero, especialmente llamativo en los villanos. Además, tuvieron la brillante idea de que el argumento diera lugar a momentos musicales futuristas, destinados a seducir a los protagonistas y dejar al espectador turulato.
La película de Gottfried Kolditz presenta elementos propios del cine exploitation con una sensibilidad artística propia del cine "serio", es parte puro entretenimiento y parte cine de autor. Lo más increíble es que esta mezcla funciona, logrando que la película sea profunda y superficial al mismo tiempo, sin un momento aburrido o plano. Es psicodelia futurista, para llevarte a otro mundo sin dejar el salón de casa.
La década de los 70 del siglo XX en Italia fue especialmente conflictiva, parecido a lo que pasó en España tras la muerte del dictador y basura humana Francisco Franco. En Italia, esto se tradujo en un aumento en los secuestros y crímenes políticos, enfrentamientos entre bandas de extrema derecha e izquierda y diversos atentados terroristas. Teniendo en cuenta este ambiente, no es de extrañar que La última casa a la izquierda (The Last House on the Left, Wes Craven, 1972) causara un gran impacto cuando se estrenó en Italia en 1973. El éxito del clásico de Wes Craven llevó a muchos productores avispados a crear películas parecidas, en las que se mezclara el sexo y la violencia, pero, se ha de reconocer, sin caer en el plagio. Un perfecto ejemplo es la notable Violación en el último tren de la noche (L'ultimo treno della notte, Aldo Lado, 1975). Un título que me hizo pensar en repasar la película sobre la que trata este artículo. Trampa para un violador (La casa sperduta nel parco, Ruggero Deodato, 1980), en la que más obvia fue la influencia de La última casa a la izquierda ya que buscaron tener al actor protagonista del film de Craven: David A. Hess, pero la película de Deodato es una experiencia completamente distinta de la que ofrece la de Craven.
Tom (Christian Borromeo) y Lisa (Annie Belle), una pareja de clase alta, van a un taller mecánico, en un barrio alejado de los lugares que habitualmente transitan, para que les reparen el coche. Allí conocen a Alex (David Hess) y Ricky (Giovanni Lombardo Radice), que se autoinvitan a la fiesta a la que van Tom y Lisa, en la casa cerca del parque a la que alude el título original. Una vez allí, los miembros de clase alta que dan la fiesta empiezan a burlarse y abusar de Ricky. Alex, que al inicio del film vemos como viola a una mujer (Karoline Mardeck), no se toma a bien las burlas y, navaja en mano, convierte a los invitados en sus rehenes. Alex idea toda una serie de torturas y abusos sexuales para los habitantes de la casa, cada vez más violentos. Será una noche que nadie olvidará.
Los productores Franco Di Nunzio y Franco Palaggi quedaron muy impresionados con el film de Wes Craven, poniendo en marcha su película poco después de ver La última casa a la izquierda. Sin embargo, los guionistas Gianfranco Clerici y Vincenzo Mannino se inspiraron, para escribir su guion, en una película estrenada unos años antes de La última casa a la izquierda: El incidente (The Incident, Larry Pearce, 1967). En esta película, una pareja de maleantes acosa y toma como rehenes a los pasajeros de un vagón de metro, un reflejo de la parte más oscura de la Nueva York de la época. Cuando el proyecto llegó a manos del director Ruggero Deodato, que se puso a trabajar en él casi de inmediato tras terminar Holocausto caníbal (Cannibal Holocaust, 1980), añadió otra inspiración para hacer el proyecto suyo.
En Italia, en 1975, tres jóvenes secuestraron, violaron y torturaron a dos jóvenes de 17 y 19 años. Mataron a la más joven, pero la otra sobrevivió al hacerse la muerta y lograr así escapar de sus captores. Este crimen causó una gran impresión no solo por lo monstruoso, también porque los culpables eran tres jóvenes de clase alta que acudían a una exclusiva academia privada católica, que colaboraban con grupos de extrema derecha (si bien el hecho de que eran fascistas se silenció durante el juicio), mientras que las dos chicas provenían de la clase trabajadora y acudían a una escuela pública. Unas implicaciones sociales que no pasaron desapercibidas, en especial durante una época tan politizada como la década de la que estamos hablando. Deodato explica en una entrevista que sentía un enorme desprecio por estos jóvenes de clase alta, para mostrarlo se inspiró en este crimen, conocido como la masacre de San Felice Circeo que era donde estaba la villa en la tuvo lugar, procurando que su película fuera lo más realista posible.
El enfoque de Deodato hace que uno de los temas principales del film sea la lucha de clases, si bien tratado de manera que parece que el director nos dice que todos son igualmente terribles. Alex y Ricky, miembros de la clase baja, son presentados como criminales, aunque Ricky tenga algo de inocencia que Alex todavía no ha conseguido destruir. Por su parte, el resto de personajes, miembros de la clase alta, son presentados como víctimas, pero también como instigadores y, en algunos aspectos al llegar a la conclusión, incluso peores que Alex. Aparte de Ricky, que muestra ciertos escrúpulos y se niega a llevar a cabo algunas de las cosas que le pide Alex, y de Gloria (Lorraine De Selle), que también muestra ciertos escrúpulos y se planta ante el grupo, el único personaje completamente inocente es Cindy (Brigitte Petronio), que sufre uno de los momentos más brutales de la película a causa de esa misma inocencia. Esto hace que La casa sperduta nel parco sea un film cínico y nihilista, que nos sumerge en un mundo amoral en el que no hay héroes. No busca la satisfacción visceral de películas de venganza, es más incómoda y confrontativa.
Este era un enfoque habitual en el cine italiano de la época, al igual que era habitual usar canciones dulces en escenas brutales como contraste, en este caso Sweetly del compositor de la banda sonora Riz Ortolani. La misantrópica mirada que Deodato ya había empleado en Holocausto caníbal, que aparece también en películas de la época como Condenados a vivir (Joaquín Luis Romero Marchent, 1972), es más pronunciada en Trampa para un violador. Así, House on the Edge of the Park, como se conoce en el mercado anglosajón, es una película difícil de ver, pero poderosa, también gracias a un reparto que eleva algunos momentos de la película, como hacen David Hess y Annie Belle. No la recomiendo de forma indiscriminada, pero es toda una experiencia.
El tráiler de La casa sperduta nel parco es memorable también. Usaron el título en inglés y lo escribieron mal, algo que uno esperaría que sería uno de los puntos claves que querrían que le quedase claro al espectador.
He llegado a la conclusión que Violación en el último tren de la noche (L'ultimo treno della notte, Aldo Lado, 1975) es a La última casa a la izquierda (Last House on the Left, Wes Craven, 1972) lo que La muerte tenía un precio (Per qualche dollaro in più, Sergio Leone, 1965) es a Yojimbo (Yôjinbô, Akira Kurosawa, 1961). Puede que una empezara como una copia de la otra, pero mediante el talento de sus respectivos cineastas se convirtieron en clásicos por méritos propios. Incluso me atrevería a afirmar que, y vayan preparando la hoguera los puristas para quemarme, el film de Aldo Lado es superior al de Wes Craven en varios aspectos. Esto es algo que no pensaba cuando comenté por primera vez esta película, pero al verla otra vez, en una reciente edición en 4K, mi opinión sobre ella ha cambiado completamente. Por eso este nuevo artículo.
El clásico de Craven se estrenó en Italia en 1973, país en el que, como en la mayoría de lugares en que se estrenó, fue un gran éxito, si bien cargado de polémica. Y, siguiendo la tradición, su éxito inspiró a diversos productores a poner en marcha películas que imitaran la de Craven para intentar atraer a los espectadores con su mezcla de sexo y violencia. Por su parte, Aldo Lado acaba de cosechar bastante éxito con una serie de películas dramáticas y cómicas, alejadas de los dos clásicos gialli con que empezó su carrera como director, La corta noche de las muñecas de cristal (La corta notte delle bambole di vetro, 1971) y ¿Quién la ha visto morir? (Chi l'ha vista morire?, 1972). Cansado de que le ofrecieran hacer solo películas parecidas a las que ya había hecho, Lado y el director Pupi Avati llevaban un tiempo trabajando en una adaptación de la infame obra del Marqués de Sade Los 120 días de Sodoma. El proyecto no se realizó y más tarde sería Pier Paolo Pasolini quién adaptara la obra de Sade en el polémico clásico Saló o los 120 días de Sodoma (Salò o le 120 giornate di Sodoma, 1975). Lado había trabajado en una adaptación que convirtiese Los 120 días de Sodoma en una alegoría política, de modo que cuando le propusieron hacer Violación en el último tren de la noche, es lógico que le atrajese el proyecto para explorar los temas que no pudo tratar en la abortada adaptación de Sade. Lado no había visto la película de Craven, pero seguramente sí que había visto El manantial de la doncella (Jungfrukällan, Ingmar Bergman, 1960), de modo que seguramente reconoció la estructura de la historia. Su adaptación, sin embargo, añade interesantes variaciones y personajes que hacen de ella una película compleja, cínica y perturbadora.
El argumento de Último tren arranca de forma más o menos familiar. Lisa (Laura D'Angelo), después de un tiempo estudiando en Alemania, vuelve a casa para pasar la Navidad. Acompañada de su prima Margaret (Irene Miracle), las dos viajan en tren de vuelta a Italia. Allí las esperan los padres de Lisa, el doctor Stradi (Enrico Maria Salerno) y Laura Stradi (Marina Berti). Hasta aquí todo bien, pero durante el viaje en tren, Lisa y Margaret se cruzan con Fausto (Flavio Bucci) y Grasso (Gianfranco de Grassi), dos criminales que se han colado en el tren. Junto a una misteriosa señora de bien (Macha Méril), los tres procederán a torturar y violar a las dos jóvenes, culminando el ataque en el asesinato de ambas. Sin sospechar lo que ha sucedido, los padres de Lisa esperan la llegada de las dos chicas, hasta que ellos también se cruzarán con el trío de asesinos violadores.
Lo que diferencia el film de Lado es la personal manera en que afronta los temas sociales presentes en el argumento. En este tipo de películas es habitual una escena en que personajes discuten sobre los males de la sociedad, la violencia, la criminalidad... Discusiones vacías cargadas de clichés pensadas para reflejar la hipocresía de los protagonistas, que normalmente al inicio del film mantienen una postura en la teoría para luego dar un giro de 180 grados cuando llega el momento de la venganza. El ejemplo más popular sería el de El justiciero de la ciudad, que presenta al personaje que interpreta Charles Bronson como un pacifista tolerante que luego se transforma en un violento justiciero. Esta escena también la encontramos en el film de Lado, en la que un grupo de miembros de la alta sociedad discuten sobre los males de la sociedad y hasta que punto esta es responsable. Esta discusión se intercala con momentos del abuso que sufren Lisa y Margaret. A primera vista esto podría indicar que Lado está diciendo que la sociedad no es culpable de nada, estos maleantes de poca monta son los únicos responsables. Y sería así si no fuera por la presencia del personaje que interpreta Macha Méril.
Únicos en el film de Lado son dos personajes que le añaden complejidad al discurso de la película. Son dos personajes que no reciben nombre y apenas se sabe nada de ellos, más allá que son representantes de lo que se consideraría la alta sociedad. Gente de bien y respetable. Uno de ellos es conocido simplemente como el voyeur, interpretado por Franco Fabrizi. Se nos presenta como un personaje esnob, que mira por encima del hombro a aquellos que son de clase inferior. Cuando pasa por el departamento en el que Lisa y Margaret están siendo retenidas y atacadas, no hace nada más que quedarse observando. Luego, cuando es descubierto se ve forzado a participar. Y huye a la mínima oportunidad. Este personaje se revela como un respetado padre de familia que regresa con su familia por Navidad, que sea padre hace que aún sea peor su actitud hacia el trato que reciben las dos jóvenes. El otro personaje es la ya mencionada señora de bien de Macha Méril. Otra integrante de la alta sociedad que actúa con altivez, su auténtica naturaleza se revela cuando Fausto decide seducirla. A mitad de la primera escena entre ambos se produce un cambio y la señora pasa a ser la dominante. Es debido a ella que la situación llega lo lejos que llega, manipulando y animando a Fausto y Grasso para que vayan cada vez más lejos. Incluso los dos criminales tienen momentos de remordimiento, momentos en que parece obvio que quieren terminar con la situación antes de que se desmadre. Pero la señora los lleva al extremo, empoderada por su situación social de alto nivel, usando el dinero para controlar a Fausto y a Grasso cuando las palabras no bastan. Mientras que Fausto y Grasso son simples agentes del caos, que no siguen ninguna política y buscan la satisfacción inmediata, la señora es la gran villana de la película, usada por Lado como un arquetipo de la clase alta corrupta y dominante que ya atacaba en sus primeras películas.
Otro aspecto que destaca de Último tren es el estilo con que está filmada. El clásico de Craven tiene un estilo crudo, semidocumental, que viene motivado tanto por las intenciones como por la inexperiencia de los cineastas. Lado ya era un consumado cineasta con una larga experiencia cuando se puso a filmar esta película, lo que se demuestra en la manera en que crea una atmósfera inquietante y perturbadora sin necesidad de ser explícito. La manera en que Lado logra perturbar al espectador hace que sea una película difícil de ver en algunos momentos, pero demuestra también lo poderosa que es. Además, el director renuncia a ofrecer al espectador cualquier tipo de satisfacción visceral, dejándolo con un final oscuro y cínico, de acuerdo a la época en que fue filmado.
En definitiva, la película de Lado puede que partiese como un intento de explotar el éxito de otra película, pero su talento como cineasta hace de L'ultimo treno della notte un potente clásico de culto por derecho propio.
Mario Bava fue un maestro del cine. Un genio que no fue apreciado en su momento, cuyo talento se hace más obvio al ver cómo sus películas aumentan su valor a lo largo de los años. Una de las mayores muestras de su genialidad es Hércules en el centro de la Tierra (Ercole al centro della Terra, 1961), en la que el director convierte lo que podría haber sido un típico peplum de la época en una épica película de terror.
El malvado Lico (Christopher Lee) ha hecho un pacto con el señor del Hades para convertirse en rey y sumir el mundo en la oscuridad. Lico, además, mantiene presa de su magia negra a la princesa Deianira (Leonora Ruffo) para poder mantenerse en el poder. Pero la princesa Deianira está prometida a Hércules (Reg Park), que está dispuesto a viajar al mundo infernal del Hades con tal de salvar a Deianira. Hércules emprende su viaje acompañado de Teseo (George Ardison) y Telemaco (Franco Giacobini).
Introducir en el peplum elementos fantásticos y sobrenaturales era algo natural, aunque sea solo por los orígenes mitológicos de algunos de los personajes protagonistas de estas películas. Pero Bava fue un paso más allá al transformar la aventura de Hércules en una película de terror bastante oscura para la época, a pesar de adaptar los elementos mitológicos para que fueran aptos para todos los públicos. De hecho, en algunos países se acentuaba el elemento sobrenatural en el título, cambiándolo por Hércules contra los vampiros, aprovechando también la fama de Christopher Lee como Drácula, a pesar de que no se trata de vampiros las criaturas contra las que se enfrenta Hércules. El inicio del film es parecido a los inicios típicos que podemos ver en este tipo de películas, con la excepción de que Bava no pierde el tiempo en introducir escenas de acción en la historia. Pero, a medida que avanza la historia, una atmósfera surrealista y fantástica se va apoderando del film. El resultado es un increíble espectáculo que incluye planos pioneros, como el rostro de Lee reflejado en un charco de sangre luego imitado centenares de veces, y secuencias bellamente terroríficas como la que muestra a los muertos surgiendo de la tumba.
Y el mayor mérito es que Bava logró crear este espectáculo terrorífico con un presupuesto bajo. Para crear los templos y decorados contaba con cuatro columnas, una puerta y una pared, literalmente. Empleó diversos trucos para añadir dimensión a los decorados y multiplicar el número de columnas, trucos que también usó para la creación de los paisajes infernales.
Se puede decir que la historia es bastante sencilla y algunos puntos dramáticos no tienen mucho sentido. Pero, en el caso de esta película, son cosas que no tienen la más mínima importancia, debido a que Bava se centra sumergir al espectador en una fantasía inquietante, intoxicándolo con un delicioso festín visual. Es un clásico que no puede estar más recomendado, que para disfrutar al máximo se ha de hacer viendo el montaje italiano (85 minutos), no las versiones recortadas como la americana o la inglesa.
La primera constancia escrita que se tiene del fenómeno fan se produjo a mediados del siglo XIX. Crónicas de la época cuentan con estupor las reacciones histéricas de las mujeres jóvenes que asistían a los conciertos del compositor Franz Liszt. En el siglo XX, se observaron reacciones histéricas parecidas en los jóvenes adolescentes que asistían a las actuaciones de Elvis Presley. Luego vinieron The Beatles y demás grupos y artistas que provocaban apasionado histerismo y éxtasis casi religioso en sus actuaciones. Es un fenómeno que afecta principalmente a los jóvenes, en la edad en la que abandonarse a la absoluta adoración a un/una cantante es permitido y visto casi con afecto (y algo de condescendencia).
Este fenómeno se produce principalmente en un momento del desarrollo vital que coincide con la primera vez que se asiste a conciertos y actuaciones en vivo sin supervisión paterna, ya sea con amistades, con la pareja o solo/sola/sole. Es un momento en el que el adolescente empieza a forjar una personalidad propia y desarrollar su individualidad dentro de la uniformidad de la manada. Un momento clave que, por supuesto, el cine ha reflejado de distintas formas.
Ofrecemos aquí al lector interesado, curioso o morboso una selección de películas en las que dejarse llevar por la música, las pasiones desenfrenadas y el caos emocional está permitido y es, es cierto modo, necesario. Unas películas, algunas ya comentadas aquí pero en este centrándonos en el aspecto musical, que presentamos en estricto orden cronológico que se han de ver con el volumen alto.
Locos por ellos (I Wanna Hold Your Hand, Robert Zemeckis, 1978)
Robert Zemeckis debutó como director de largometrajes con esta película que traslada al espectador al 9 de febrero de 1964. Este fue el día en que los Beatles debutaron en la televisión americana en The Ed Sullivan Show, consolidando la popularidad del grupo a nivel mundial. En este día Rosie (Wendie Jo Sperber), fanática del grupo, intenta desesperadamente conseguir un par de entradas para ver a los cuatro fabulosos llamando sin parar a un concurso de la radio. Rosie arrastra con ella a Pam (Nancy Allen), otra fan del grupo pero que tiene otras cosas en la cabeza ya que se supone que se tiene que casar a escondidas de sus padres. Grace (Theresa Saldana), otra amiga de Rosie y Pam, les propone un plan para colarse en el hotel donde se hospedan los Beatles, así espera Grace conseguir una foto en exclusiva del grupo y lanzar su carrera periodística antes incluso de llegar a la universidad. Janis (Susan Kendall Newman) se apunta a la expedición con la intención de boicotear a los Beatles, que considera comerciales y vacíos, al contrario que la música con mensaje que ella escucha, aunque a sus amigas no les gustan esos artistas de los que nadie ha oído hablar como Bob Dylan o Joan Baez. El grupo de chicas recluta al joven Larry (Marc McClure), cuyo padre tiene una limusina que utiliza en su negocio funerario, si bien Larry no tiene carnet de conducir eso no le detendrá ya que espera de esta forma conquistar a la joven Grace. La expedición se pone en marcha con una adición de última hora: Tony (Bobby Di Cicco), un roquero fan de Elvis que no soporta a los Beatles pero eso no le detiene para intentar ligar con alguna de las chicas. Una vez lleguen a Nueva York, el grupo se verá dividido y vivirá distintas aventuras con el objetivo de asistir a esta histórica actuación.
El film de Zemeckis nos introduce en un momento en el tiempo en el que la música y la cultura adolescente estaban a punto de cambiar de forma revolucionaria. El personaje de Tony sirve para ver de dónde procede este cambio (aunque Tony en sí no quiera cambiar), quiénes fueron los que iniciaron el camino, mientras que el personaje de Janis es un precedente de los revolucionarios hippies que empezaban a aparecer por entonces y cuyo movimiento explotaría cuatro años más tarde. Entre medio, aparecen todo tipo de personajes extraños e interesantes, como el fanático Richard "Ringo" Klaus interpretado por Eddie Deezen, un cómico americano no muy conocido fuera de Estados Unidos pero que muchos recordarán por sus apariciones en películas como Critters 2 (Critters 2: The Main Course, Mick Garris, 1988), que se aliará con Rosie aunque ambos luchan por ser considerado el mayor fan de los Beatles. También acabará formando en cierto grado parte del grupo el joven Peter (Christian Juttner), cuyo padre quiere obligarlo a cortarse el pelo para "que no parezca una niña". Gran parte de la comedia proviene de cómo se muestra las actitudes de los fans, en particular Pam que tiene reacciones próximas al éxtasis religioso y su comportamiento cuando se encuentra ante el bajo de Paul McCartney resulta bastante libidinoso.
Locos por ellos es también una especie de viaje del héroe aunque a un nivel más de calle. Es decir, cuando los personajes regresen no serán los mismos que cuando salieron, cambiados por todo lo que viven en su esfuerzo por ver en vivo a los Beatles. Sin embargo, aunque a primera vista parezca un ejercicio de divertida nostalgia (que en parte es), los sentimientos y las peripecias por los que pasan los personajes siguen siendo vigentes hoy día, lo que hace de ella una película con un atractivo universal. También ayuda que es muy divertida y consigue hacerte reír de forma constante y sostenida.
Sabes que algo ha pasado de moda cuando Hollywood hace una película al respecto. Cuando se estrenó Fiebre del sábado noche (Saturday Night Fever, John Badham, 1977), el fenómeno de la música disco estaba ya de capa caída, aunque el éxito de la película le dio algo de oxígeno. El éxito del clásico de John Badham le dio al legendario productor Roger Corman la idea de producir una película musical para jóvenes que llevara por título Disco High School. Corman le presentó el proyecto al director Allan Arkush, que llevaba un tiempo trabajando para Corman en diferentes capacidades. Arkush, fanático de la música, le explicó a Corman que era una terrible idea, que la música disco estaba de salida y que lo que tenía que hacer era algo que se adelantara a la curva. A Corman le pareció bien. Bueno, en realidad le importaba poco, mientras fuera una película juvenil que se hiciera con poco dinero y recaudara mucho dinero. Los únicos trabajos como director de Arkush habían sido dirigir a medias con Joe Dante Esas locas del cine (Hollywood Boulevard, 1976), realizada con el objetivo de reciclar material de otras producciones de Roger Corman, y terminar Deporte mortal (Deathsport, 1978) después de que el director original fuera despedido, así que aprovechó la oportunidad para hacer algo que realmente le apasionara por si no tenía otra oportunidad de dirigir y decidió que el grupo en torno al cual giraría la película sería uno de sus favoritos: los Ramones.
Riff Randell (P.J. Soles) es una rocanrolera de pies a la cabeza que sueña con poder escribir canciones para la mejor banda del planeta: los Ramones. Su mejor amiga es Kate Rambeau (Dey Young), un prodigio científico a pesar de estar todavía en el instituto. Riff intenta transmitirle su amor por los Ramones, pero Kate solo se interesa por la ciencia y por el compañero estudiante Tom Roberts (Vincent Van Patten). Tom, tan habilidoso en el deporte como torpe con las chicas, se siente atraído no por Kate sino por Riff. Para intentar conseguir sus respectivos objetivos, Kate y Tom contratan los servicios de Eaglebauer (Clint Howard), un experto en conseguir de todo desde su oficina en el baño de los chicos. La plácida existencia de estos típicos adolescentes se verá alterada por la llegada de la nueva directora, la señorita Togar (Mary Woronov). La señorita Togar quiere imponer la disciplina entre los revoltosos estudiantes y en especial quiere poner en vereda a la rebelde Riff. El enfrentamiento entre ambas llegará a su punto álgido cuando la malvada directora intente impedir que Riff asista al concierto que los Ramones celebrarán en la ciudad.
No es de extrañar que esta película se haya convertido en una cinta de culto. El reparto solo, lleno de nombres familiares para los aficionados al cine de género como P. J. Soles, Mary Woronov, Clint Howard, Paul Bartel y Dick Miller, ya es un factor importante. Pero, por supuesto, el nombre que más destaca es el de los Ramones. El film de Arkush capturaba para la eternidad al grupo en su mejor momento, a punto de publicar End of the Century (que incluye temas de la banda sonora de esta película), el álbum que sería su cumbre creativa. Pero, además, es una inspiración para muchas jóvenes rebeldes todavía hoy gracias al carisma de Riff Randell. Una especie de versión humana de Bugs Bunny, un terremoto anárquico que no es una fanática que adora en silencio a su grupo favorito, sino que le sirve de trampolín para desarrollar su creatividad como autora de canciones.
Arkush se inspiró en ¡Qué noche la de aquel día! (A Hard Day's Night, Richard Lester, 1964) (la primera película de los Beatles) para crear con Rock 'n' Roll High School una comedia absurda y delirante, con logrados números musicales a pesar del escaso presupuesto. No siendo el momento menos febril y delirante el concierto de los Ramones, lleno de gags, alguno de los cuales sería luego incorporado por los Ramones en sus conciertos. Pero además de la fantástica música y el humor absurdo, el film es un gran dedo medio contra el autoritarismo y la represión. En resumen, una obra maestra.
Teniendo en cuenta el tema del artículo, soy consciente de que esta película puede que no encaje a primera vista con el resto. Pero hay varias razones para incluirla. Para empezar, se trata de una secuela espiritual de Rock 'n' Roll High School (ya, ya lo sé, existe una secuela real, Rock 'n' Roll High School Forever (Deborah Brock, 1991), pero es una película terrible y es mejor mantenerla en el olvido), con el mismo estilo de humor, aunque ahora para un público más adulto (lo que quiere decir: desnudos, palabrotas y más drogas), sin que falte la misma pasión musical. Otra razón más para incluirla es que también toca algunos de los temas vistos hasta ahora, aunque no forme el centro de su narrativa.
La sala de conciertos Saturn Theatre, propiedad de Max Wolfe (Allen Garfield), se prepara para su concierto de Año Nuevo, una tradición que se ha convertido en un gran evento. El gran promotor e industrial Colin Beverly (Ed Begley Jr.) quiere hacerse con el Saturn para demoler la manzana y crear un monstruoso rascacielos. Tras la visita de Beverly, Max sufre lo que parece un ataque cardíaco, así que queda en manos de su segundo, Neil (Daniel Stern), organizarlo todo. Neil tiene a su disposición a los dedicados trabajadores del Saturn y también cuenta con la ayuda de Willy Loman (Gail Edwards), una antigua trabajadora del Saturn que se encuentra de visita. Para salvar el Saturn, deciden llamar a artistas que dieron sus primeras actuaciones allí como Nada (Lori Eastside) y su banda de chicas, Auden (Lou Reed), que reaparecerá tras mucho tiempo apartado de la luz pública, King Blues (Bill Henderson), su nombre ya lo dice todo, y la megaestrella del rock Reggie Wanker (Malcolm McDowell). El equipo de Neil se enfrentará a mil problemas, deberá mantener a las bandas contentas y evitar los intentos de sabotaje de los esbirros de Beverly. Por si fuera poco, Neil debe vigilar que su hermana adolescente Susie (Stacey Nelkin), fan de Auden, no se meta en problemas inapropiados para su edad; mientras todo esto sucede, además, Neil intentará seducir a Willy, de la que se ha enamorado.
Primero nos detendremos en la trama más relevante de la película en lo que respecta al tema de este artículo, la que afecta a Susie, la hermana adolescente de Neil. Interpretada por Stacey Nelkin, a la que los aficionados al terror recordaréis por su papel en Halloween III: El día de la bruja (Halloween III: Season of the Witch, Tommy Lee Wallace, 1982), Susie debe superar un gran obstáculo para poder ver a Auden en directo: sus conservadores padres. Y al llegar al Saturn descubrirá todo un mundo nuevo que le abrirá los ojos a diversas experiencias. La más importante no la comento para no destripar nada, pero es uno de los puntos álgidos de la película.
Los otros aspectos que hacen interesante esta película tienen un trasfondo musical. Arkush originalmente tenía la intención de hacer una película autobiográfica, un film de época que se basaría en sus experiencias trabajando en una sala de conciertos a finales de los 60. El éxito de Aterriza como puedas (Airplane!, Jim Abrahams, David Zucker, Jerry Zucker, 1980) hizo que solo encontrará financiación para Get Crazy si la convertía en una película contemporánea de humor absurdo. Arkush y los guionistas hicieron el cambio y en el proceso la película se convirtió en un alegato en defensa de las salas de conciertos, que entonces estaban desapareciendo en Estados Unidos debido al auge de los conciertos de estadio. Un cambio que encarecía las entradas de los conciertos y hacía más difícil que jóvenes sin mucho dinero para gastar pudiesen acceder a la música en directo. Un problema parecido tenemos en la actualidad con los intermediarios on-line que encarecen el precio de las entradas. En todo caso, si el argumento de salvar la sala de conciertos del malvado promotor os recuerda a Rock of Ages. La era del Rock (Rock of Ages, Adam Shankman, 2012) no es de extrañar porque se ha convertido en un argumento clásico utilizado en cantidad de películas.
La música en Get Crazy la interpretan grupos ficticios, diseñados por Arkush para crear una especie de paseo por la historia del rock. Empezando por el blues y acabando, irónicamente, con el estilo de rock de estadio. Para hacer la cronología más clara, cada grupo interpreta una versión de I'm Your Hoochie Coochie Man, original de Willie Dixon que ha sido versionada por multitud de artistas como Jimi Hendrix, Eric Clapton y Muddy Waters, que en el film es una canción compuesta por King Blues. De entre todas las actuaciones, la más memorable es la que lleva a cabo la Nada Band. Lori Eastside, cantante y coreógrafa, es Nada, la líder de un grupo que es un homenaje a las bandas de chicas de los 60 y que es una lástima que no sea un grupo real. Ver a Malcom McDowell como una mezcla de Mick Jagger y Rod Stewart no está mal, pero la Nada Band es realmente insuperable.
Además de grandes actuaciones musicales, el film es un constante flujo de gags y chistes absurdos. En otras palabras, una fiesta constante tremendamente divertida. Y también comparte con Rock 'n' Roll High School su desprecio por el mercantilismo y el autoritarismo. Por desgracia, los productores pensaron que les saldría más a cuenta si la película era un fracaso que un éxito, al estilo de Los productores (The Producers, Mel Brooks, 1967). No llegaron a cancelar su estreno como hizo la Warner con Batgirl, pero la enterraron y no hicieron nada para que la gente supiera de su existencia. Pero Get Crazy sobrevivió, convirtiéndose en una cinta de culto, durante años imposible de ver a no ser que fuera en VHS pero recientemente rescatada para la era digital. Es la más desconocida de esta lista de películas por eso es la que recomiendo que descubráis primero.
Cero en conducta (Detroit Rock City, Adam Rifkin, 1999)
Y cerramos el círculo con otro grupo de chicos que se embarca en una odisea para poder ver a su grupo favorito. Es 1978, cuando KISS se encontraba en su punto álgido de popularidad. Hawk (Edward Furlong), Lex (Giuseppe Andrews), Trip (James DeBello) y Jam (Sam Huntington) son cuatro amigos fans de KISS que se preparan para verlos en concierto en Detroit. Por desgracia, la beata madre (Lin Shaye) de Jam quema las entradas que han comprado y los cuatro se lanzan a la aventura para escapar de sus casas y del colegio para lograr colarse en el concierto de sus vidas.
A finales de los 90, tras una década de comedias más suaves, el éxito de Algo pasa con Mary (There's Something About Mary, Bobby Farrelly, Peter Farrelly, 1998) y American Pie (Paul Weitz, Chris Weitz, 1999) trajo de vuelta la comedia gruesa, picante y obscena que había dominado durante la década de los 80. Adam Rifkin había empezado su carrera trabajando ese estilo de comedia con El maníaco invisible (Invisible Maniac, 1990), una película al estilo de Movida en la universidad (Zapped!, Robert J. Rosenthal, 1982). Ocasionalmente había rozado el mainstream, como con la entretenida comedia Con la poli en los talones (The Chase, 1994), pero se había mantenido en el cine independiente hasta que tuvo la oportunidad de nuevo de trabajar para un gran estudio, si bien dentro del entonces sello independiente New Line Cinema, con Cero en conducta.
Como le sucedió a todas las películas aquí presentadas, el film fue un fracaso de taquilla cuando se estrenó originalmente, pero con el tiempo se ha convertido en un film de culto. Es especialmente apreciado por los fans de KISS, pero funciona aunque no te guste demasiado el grupo en cuestión, ya que, al contrario que los Ramones en Rock 'n' Roll High School, solo aparecen en el film en el momento que se supone que han de aparecer. Eso si no tenemos en cuenta la banda sonora, claro.
Rifkin crea una serie de peripecias que hacen que los cuatro protagonistas atraviesen una crisis antes de volver a reunirse de nuevo, como sucede en las comedias románticas. En este caso, sirve para que los amigos revalúen su amistad y su futuro, sin dejar nunca el terreno de la comedia adolescente. Una comedia adolescente que tiene sus mejores momentos cuando trata las situaciones propias de la época, como la cruzada de los padres religiosos contra el rock, aunque los chistes de drogas a veces se hacen algo repetitivos. De todos modos, el film se ha convertido en una cinta de culto porque acierta más veces de las que falla. Sin embargo, también es cierto que este gusto por la comedia ochentera más destripada hace que parte de la odisea adolescente quede en segundo plano.
Como hemos visto, los tiempos cambian pero los adolescentes no. Es un momento en el que dejarse llevar por la pasión hacia un artista o una banda o un estilo musical puede llevar a grandes experiencias personales. Algo tan simple como acudir a un concierto puede convertirse en una experiencia transformadora y reveladora. Estas películas reflejan este momento mágico (para bien y para mal), también pueden ser una manera de recordar esta época desde el confort del sofá de casa.